Reseña del Libro:
LA
SEXUALIDAD FEMENINA. De la niña a la mujer.
Autora.- Emilce Dio Bleichmar.
Editorial.- Paidós. Barcelona.-Bs. As. México. Impreso en España.
1ª. Edición.- 1997. 445 págs.
Emilce Dio Bleichmar, psiquiatra y
psicoanalista argentina, es profesora de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid,
donde ahora reside y directora de ELIPSIS, institución de enseñanza para graduados.
Es autora de numerosas obras entre las que se cuentan: Temores y fobias: condiciones de
génesis en la infancia, El feminismo espontáneo de la histeria, Estudio de los
trastornos narcicistas de la feminidad y La depresión en la mujer, así como compiladora
de Género, psicoanálisis y subjetividad.
El libro La sexualidad femenina.-De la niña a la mujer, es un trabajo de tesis que
permitiò un ordenamiento del conocimiento vigente en psicoanálisis sobre el desarrollo
psicosexual de la niña y que pone de manifiesto que la masculinidad atribuída a la
sexualidad de la niña requiere de una corrección metodológica y epistemológica.
Dio Bleichmar considera que Tres ensayos de teoría sexual son ensayos de comprensión de
la constitución del significado sexual de los varones y de los hombres y que el ensayo
sobre la teoría sexual de la niña y la mujer está todavía en vías de formulación.
La sexualidad femenina cuenta con trabajos que se inician con un estudio histórico y se
observa una fluctuación del interés por el tema en los distintos períodos de la
investigación.La década de 1920 a 1930 constituye un primer tiempo de controversia,
luego se produce un reflujo, y la recuperación del interés recomienza a partir de
mediados de los años 70.
En "Esquema del Psicoanálisis"(1940), Freud no acertaba a dilucidar la frigidez
femenina; desde1940 en adelante y tampoco con anterioridad, ha existido ni existe un solo
artículo en la bibliografía psicoanlítica que se titule "La frigidez femenina", en
cambio, abundan trabajos sobre la sexualidad femenina que repiten tesis no contrastadas o
supuestos insostenibles en la actualidad. Utilizan como base otros trabajos anteriores que
gozan de autoridad en los diversos grupos de pertenencia, repitiendo ideas y propuestas,
como si se trataran de datos incontrovertibles, cuando, en realidad, sólo se sostiene en
un marco intertextual.
Las distintas propuestas teóricas que se han sostenido, ya sea continuando la obra
freudiana o introduciendo críticas y modificaciones a la misma, se hallan atravesadas por
insuficiencias conceptuales y/o metodológicas para dar cuenta de la constitución de la
feminidad.
Independientemente de si los autores sostienen que la sexualidad de la niña es de
carácter masculino por desconocer la vagina y por la exclusividad de la masturbación
clitoridiana, o si basan sus hipótesis en la existencia de excitación y/o conocimiento
precoz de la vagina y por tanto sostienen que la feminidad es primaria, estas propuestas,
aparentemente tan opuestas, comparten una misma concepción de la sexualidad humana.La
comparación esencialista del cuerpo y de la sexualidad humana natural, como categorías
independientes de las relaciones simbólicas que las instituyen y constituyen.
El problema metodológico se hace sentir a la hora de sostener la explicación discursiva,
en el momento de la reflexión y de la producción teórica; porque en la clínica
psicoanalítica se hace uso de estas correlaciones en forma eficaz, a pesar del error
conceptual en el orden de causalidad. Porque se pone de manifiesto un movimiento del
fantasma individual que siempre tuvo un momento inicial psíquico, una implantación de un
significado por medio del trasvase de significados que hace el adulto que organizó las
relaciones mente-cuerpo, e instituyó un cuerpo erógeno.
Este postulado reaparece como falso problema que suscita trabajos serios que contribuyen
al mantenimiento de ideas contradictorias y confusas sobre la sexualidad femenina.Se le
otorga una importancia decisiva a la oposición entre lo interno y lo externo, entre una
feminidad de adentro,originaria, basada en las excitaciones sexuales tempranas
transmitidas por la proximidad entre el ano y la vagina y otra feminidad, posterior,
externa, ¨feminidad fálica¨ del deseo de un pene.
Para iniciar una reformulación de la feminidad sería necesaria una operación contraria
a la intentada por Freud y sus continuadores: es necesario incluir desde los orígenes,
tanto del individuo como de la teoría psicoanalítica, el par feminidad/masculinidad.
El género se halla presente en : el psicoanalista que investiga, en el sujeto
investigado, en los padres de la futura cría humana, en la identidad del niño o niña
desde que se nombra y reconoce a los que nombra, en las teorías y discursos existentes
sobre la sexualidad, en las leyes que gobiernan las sociedades y las relaciones entre los
sexos, en el contenido ideológico y en las estructuras de funcionamiento de las
instituciones de lo simbólico que instituyen nuestra cultura.
Freud, para dar cuenta de la universalidad de la amenaza proferida- la castración- y de
la escena presenciada- el coito parental- los proyecta fuera del tiempo individual, hacia
una amenaza enunciada y cumplida desde los orígenes de la especie.
Las vivencias individuales conferirán las variaciones temáticas, pero el cuerpo, los
genitales, las relaciones con los progenitores se encauzan ordenados por esquemas
convencionalmente pautados que están circulando en el exterior de la mente.Los esquemas
de género están allí, y los significantes operan tan abrochados al significado
masculinidad/ feminidad que apenas se prestan al deslizamiento simbólico que supone la
creatividad del fantasma.
En su temática las fantasías originarias se refieren a los orígenes. Pretenden aportar
una respuesta, que en los mitos aparece como narración; en los niños como teorías
sexuales infantiles y en el psicoanálisis como un intento de ensayo de teoría
cinetífica que despeje las creencias o los mitos de los adultos sobre la sexualidad y la
diferencia entre el hombre y la mujer.
Habría que pensar cómo se ordenan los mensajes del discurso parental en torno a la
seducción, ya que en tanto mito-fantasma- teoría de los orígenes de la sexualidad,
podemos formular su preexistencia en el inconsciente de los padres con anterioridad al de
la niña.
Dio Bleichmar se centra en trazar el itinerario del develamiento del papel de la
seducción del padre en el origen de la sexualidad y del significado sexual en la niña.
Papel puesto en primer plano por Freud y que luego experimentará su progresiva
desaparición en la teoría, desaparición en el psicoanálisis que sigue un curso
paralelo al encubrimiento y represión sobre la seducción del hombre hacia la niña y la
mujer en ámbitos más generalizados. El agente de la seducción será, cada vez más, la
madre, a la que se llama "madre fálica".
Frente al punto de investigación entre el origen de la sexualidad en el niño y el origen
de la feminidad, surgen algunos interrogantes.
¿No nos encontramos ante el problema metodológico de confundir la competencia simbólica
del productor de la teoría y aquella que se le atribuye al supuesto sujeto de los
orígenes?
La propuesta de E. Dio, apunta a la importancia de la intromisión del significado,
pensando que no es necesario remontarse a los orígenes arcaicos, para concebir las
condiciones de asimetría que fundamentan la seducción. Se pone el acento en la cualidad
originaria y generalizada de la seducción, aspecto en el cual Laplanche insiste en su
planteamiento para la situación analítica, es decir, basta que se de una situación
asimétrica para que se constituyan las condiciones de la seducción
Para dar cuenta del sistema sexo- género surge la exigencia teórica de la idea de lo
limítrofe, y es este borde lo que Freud trató de cercar con la propuesta de la
psicosexualidad, de la pulsión.
El psicoanálisis se ha esmerado en relación a la sexualidad humana al distinguir tanto
el límite con la especie-la pulsión sexual no es equivalente al instinto animal- como la
combinatoria mente y cuerpo.
Freud produjo un giro copernicano en el conocimiento proponiendo que la partícula psi de
la sexualidad humana horada su nicho en el inconsciente. Sexualidad e inconsciente se
convertirán en la columna vertebral del psicoanálisis.
A un siglo del descubrimiento freudiano son muchas las voces que plantean la exigencia
teórica de un reordenamiento de la red conceptual. El concepto de psicosexualidad es uno
de ellos, pues ha devenido propuesta naturalista. Es necesario no reducirnos a concebir lo
psíquico de la sexualidad en tanto delegación del cuerpo en un representante psíquico.
E.Dio, postula la concepción de que la partícula psi, lo que convierte a la sexualidad
en humana, es el par femenino/ masculino, el discurso, que atribuye sujeto e identidad al
cuerpo y que configura las modalidades diferenciales de sexualidad.
Desde este marco se aborda el desarrollo de la niña como un ser que al despertar al mundo
de la intersubjetividad encuentra las distinciones femenino/masculino claramente
instituídas, como lo están para la pareja parental. Es el conjunto del sistema sexo-
género lo que los niños descubren y cuya metabolización, que implica su inscripción
psíquica, su fantasmatización, su aceptación o su rechazo, constituirá la
construcción individual del significado sexual que gobernará su vida psíquica
determinando los comportamientos sexuales.
Los estudios de género se convierten en una teoría crítica sobre los supuestos
imperantes en las explicaciones vigentes sobre las diferencias de sexo, las teorías y las
aplicaciones derivadas en los distintos campos.
En cuanto a la construcción de la niña del significado de feminidad a partir de la
relación madre-hija, la hipótesis que postula E. Dio es que lo que se ha atribuído al
contenido del fantasma de la niña como correlato psíquico de su suelo pulsional privado
y ajeno a la intersubjetividad, sobre todo desde la postura de Melanie Klein, debe ser
resituado en las figuras de apego y en las instituciones de lo simbólico en las cuales
los padres se hallan inmersos. Tanto Freud como Melanie Klein han hecho hincapié en el
componente pulsional, afectivo; la intensidad del odio entre madre e hija; la mayor
intensidad en el envidia del pene por la bisexualidad presente en la vida anímica de la
niña. Lo que ha permanecido invisibilizado son las consecuencias del rol maternal; que la
madre se constituya en garantía de la autoconservación temprana puede generar
sentimientosde responsabilidad, persecución y culpa ante la posibilidad de no responder a
ese mandato.
¿Qué sucede en la mente de la madre y del padre cuando nace una niña? ¿Qué
estereotipos de feminidad futura se despiertan y alimentan? ¿Cómo tiñe esa valoración
inicial la relación?
La madre mantiene y reproduce la teoría infantil de la castración como inferioridad
femenina por la falta de pene, sin poder rehacer el destino desde otra teoría de la
feminidad que marque la vulva y la vagina con otros significados que no sean la pasividad
.
Que la niña no transite obligatoria y universalmente por el complejo de castración se
fundamenta en varias vicisitudes de su constitución como sujeto femenino sexuado:no tiene
que transformar su sexualidad de masculina en femenino, como lo entendía Freud; no tiene
que cambiar de órgano de placer para hacerse femenina, el clítoris no es masculino, como
lo entendía Freud; no todas las niñas desarrollan envidia del pene, como lo entendía
Freud; ésta es una condición variable y depende de la valoración de la feminidad que
hagan los padres y secundariamente de la relación intersubjetiva con los adultos y
hermanos.
El planteamiento de E. Dio es que la niña alcanza el Complejo de Edipo más tardíamente
que el varón, como lo señaló Freud. Existe un proceso que la ocupa y preocupa, anterior
o simultáneo a lo que conocemos como complejo de Edipo- la vinculación libidinal con el
padre- proceso que puede hacerla permanecer en un estado psíquico diferente en la
temporalidad y en la secuencia que caracterizan el procesamiento del varón. Se trata de
elaborar lo que la sexualidad afecta a su identidad femenina establecida en torno a la
maternidad, proceso complejo, conflictivo, y de difícil resolución narcicista para la
niña, porque no siempre la sexualidad y el complejo de Edipo significan un lugar seguro
para el desenlace del proceso de sexuación en la niña. A este proceso es al que denomina
construcción del significado sexual. El recorrido que efectúa se detiene en: la escena
primaria, en tanto interpretación del acto sexual adulto; en su cuerpo, en las
transformaciones que sufre la envidia del pene de la época preedípica; en el temor a los
genitales del padre y en las ansiedades en torno a sus propios genitales; en el carácter
específico de la seducción paterna; en la especificidad del procesamiento mental que
sigue el significado sexual para constituir lo que se ha dado en llamar la feminidad
normal.
La sexualidad para la niña es doblemente amenazante, en tanto pulsión implantada y en
tanto violencia que padecer. Lo que preexiste, la forma de sexualidad a la que la niña se
enfrenta, además de excitarla, la asusta.
Será Laplanche quien reintroduce lo preexistente en la experiencia concreta del niño/a:
es el adulto atravesado por su inconsciente y por sus conflictos de género, quien le
aporta el conjunto de esquemas y formatos presentes en las instituciones de lo simbólico
que lo preexisten y de las cuales también se halla presa.
El encuentro de la niña con la sexualidad adulta conmociona su subjetividad de una forma
específica y propia a su subjetividad sólidamente constituída e instituída en la
intersubjetividad de las relaciones tempranas.
Podemos concebir ¨significantes enigmáticos¨ provenientes de los adultos, que
suministran a la niña significaciones de la división de las mujeres de acuerdo a su
relación con la sexualidad. La niña encuentra significados preexistentes que la harán
realizar una serie de escisiones en las representaciones de feminidad que constituyen el
"eterno femenino". Ante este panorama amenazante, la niña reprime el deseo e idealiza
el amor, ya que se convierte en la garantía de su narcicismo del género y de la
autoconservación de la integridad corporal.
Plantea E. Dio que el psicoanálisis se escinde de acuerdo a la epistemología a partir de
la cual se construye teóricamente el estatuto del cuerpo.
Se trata de establecer si éste se constituye en suelo ontológico que impone a la mente
sus efectos y ésta sufre "las consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica" o
si, a la inversa, es el poder de lo simbólico que va desde el mito, las teorías y
creeencias de los adultos hasta las teorías científicas en vigencia, aquello que
construye y modela el fantasma del cuerpo.
Una proporción importante de lo escrito y sostenido en torno a la vagina, el clítoris y
la envidia del pene de la niña debe ser descartado, porque el debate mantenido resulta
irrelevante y antigüo. El cambio de paradigma teórico lleva a otro planteamiento en el
estudio de la sexualidad y de la feminidad de la niña.
No se indagará sobre el surgimiento en ella de la excitación o el conocimiento de la
vagina, sino acerca de la represión de los adultos sobre la vagina de la niña, la
implantación sobre ese órgano de significados de valor muy opuesto y la existencia de
mitos y creeencias sobre la sexualidad infantil, sobre todo la de la niña, que falsifican
la experiencia que pueda originarse en su cuerpo.
En el desconocimiento de la vagina por parte de las niñas debemos tener presente una
serie de factores que se suman a las particularidades de su localización anatómica: la
experiencia y valoración de la sexualidad femenina por parte de los adultos, madre y
padre; el discurso a partir del cual se realiza su nominación y erotización; la
división del género femenino en dos clases, siendo la sexualidad y sus prácticas el
criterio de marcación que legitima o no la identidad; la insuficiendia de conocimiento
"científico" sobre la sexualidad femenina.
La niña no tiene ningún órgano genital masculino.La sexualidad de la niña corresponde
a la erotización del conjunto de sus genitales, vulva, clítoris y vagina y si la
masturbación se produce por estimulación de la zona externa o por estimulación vaginal,
no deja de ser una manifestación de sexualidad femenina.
Constituye una suerte de mitología la creencia en el doble orgasmo femenino, clitoridiano
y vaginal, expresión que sigue teniendo vigencia a pesar de su inexactitud, ya que se
confunde la zona de estimulación con la zona del orgasmo que sólo puede ser vaginal, ya
que es el único órgano que puede contracturarse.
La semejanza anatómica entre el pene y el clítoris no los equipara ni en el plano
fisiológico ni en el psicológico. La estimulación de ambos no despierta un único tipo
de fantasías, éstas dependen de la estructuraciuón del deseo y no del órgano que se
excita.
Ante tales pruebas la teoría psicoanalítica debiera ser revisada.
La investigación psicoanalítica ha seguido una tendencia equivocada sobre la envidia
femenina en tanto envidia localizada y reducida a la posesión del órgano masculino.
Podemos suponer que las mujeres de todas las épocas han albergado importantes cuotas d e
envidia a las prerrogativas masculinas en todos los órdenes de la existencia humana y es
recién con la distinción entre sexo y género que podemos entender la veneración al
falo que se mantiene desde la antigüedad. Si efectuamos una sustitución sobre la envidia
del pene y entendemos a la masculinidad construída con derechos desiguales por el
apoderamiento de las instituciones de lo simbólico por los seres genéticamente dotados
de pene, podemos entender que las mujeres envidien lo que el culto al falo ha
proporcionado.
La sexualización del cuerpo en la niña se constituye junto a una condena y renuncia de
la sexualidad en general. Mientras en el varón, la ley del padre exige renunciar sólo a
la madre para tener acceso a todas las demás mujeres, en la niña, la prohibición
consiste en una renuncia a la sexualidad en su conjunto, para poder acceder al amor de un
hombre y a través del amor gozar de una sexualidad que no amenace el narcicismo del
yo-género femenino.
A propósito de la seducción se examina el papel libidinal del padre en la constitución
de la heterosexualidad de la niña y el exceso y precocidad de la sexualización que puede
generarse en la experiencia de la niña a través del voyeurismo del adulto varón y de las
prácticas voyeuristas institucionalizadas.
Los atributos estéticos y el poder seductor de la belleza del cuerpo femenino generan
atracción de la mirada masculina, que no sólo es contemplativa, sino un medio de
conquista y de goce sexual.
La implantación del significado provocador de su cuerpo crea en la niña una dialéctica
de lo público y lo privado, por un lado, y del par exhibicionismo-voyeurismo, por el
otro. Su cuerpo, a través de la mirada que la desnuda, se halla contemplado. De ahí que
surge la necesidad no sólo de ocultar el cuerpo, sino de no ¨devolver la mirada¨, que
tendría un significado sexual y como tal, sería visto como un acto de provocación.
Es posible que la mujer tenga que recurrir a sólidos mecanismos de represión de la
pulsión, y potentes procedimientos de aislamiento y escisión, para mantener el
significado sexual del exhibicionismo que se desprende de los atributos de su cuerpo
entero.
De acuerdo a esto, el alcance de la represión de la sexualidad en la niña, ¿no será
mayor o de otra naturaleza que en el varón, tocando la frontera de la inhibición
cognitiva, atacando la capacidad para inquirir, para pensar?
La represión de la sexualidad en la niña alcanza : al discurso, a la fantasía y a la
experiencia misma.
El psicoanálisis del significado sexual en la niña ha puesto de relieve que existe en la
teoría psicoanalítica un enorme peso otorgado a las hipótesis sobre el complejo de
castración como cuestión nuclear, que no se correlaciona con estudios e investigaciones
de la infancia.
Una reformulación de la feminidad exige traducir el proceso de metabolización psíquica
de la envidia del pene y su transformación en metas pasivas de la pulsión, o sea en un
psicoanálisis del cuerpo femenino que distinga las simbolizaciones pensadas y atribuídas
a la mujer desde el yo masculino. También requiere traducir las categorías prevalentes
utilizadas para su descripción, como "enigma", "mascarada", como expresión de la
alteridad desde donde se ha intentado comprender la feminidad de las mujeres.
E.Dio propone no sólo un análisis deconstructivo sino, una recomposición de los
elementos y el agregado del marco simbólico desde el cual se realiza la definición de la
feminidad.
El psicoanálisis requiere un amplio debate y refinamiento conceptual de la metodología
de la que hace uso y reflexionar sobre el carácter siempre presente y actual de la
seducción originaria (Laplanche), sobre el carácter generativo de las matrices
simbólicas ( H. Bleichmar), que podrían ampliar el espectro causal de la psicopatología
psicoanalítica.
Lic. Psic. Graciela Dondo.