El encuentro de Iris Cabezudo con Isidro Mas de Ayala.
El nudo del saber en la locura persecutoria

Psic. Diego Nin Pratt.1

"Cuando el zapatero tira a alguien algo por la cabeza, puede asegurarse con gran posibilidad de acertar, que lo que ha tirado es una de sus hormas." 
Raimunda Spósito (1936)

A comienzos del año 1938 la causa de Iris Cabezudo Spósito por homicidio fue sobreseída, y en el mes de abril el Juez le otorgó la excarcelación. Un año más tarde el fallo judicial la declaró inimputable y sana de espíritu, prescindiendo de las medidas curativas, lo que en buen romance significa que su acto criminal no pudo ser inscripto fuera del campo de la locura, pero al mismo tiempo se buscó reducir esta locura al grado mínimo afirmando que fue algo enteramente pasajero y ajeno a su ser natural. La locura de su padre cruel y tiránico junto con un exaltado amor hacia su madre habrían sido los determinantes absolutos del trágico desenlace. No fue ella, fue otra quien jaló el gatillo. Emoción, pasión, impulso atávico; respuesta letal de esa otra extraña, fugaz e irrepetible.
La versión materna del caso trazó las vías que inmediatamente siguió la Instrucción que la legitimó transformándola en versión tecnocrática: la construcción jurídico-psiquiátrica. De esta manera se comprendió el caso, tanto en lo que respecta a las condiciones de posibilidad del pasaje al acto como a los motivos de su efectuación. Todo pudo explicarse, el gran responsable fue su padre (el único loco), Iris no fue responsable, mucho menos lo fue su madre; los peritos psiquiatras fallaron diciendo(le) que no era loca. Sentencia desubjetivante pero habilitadora de su reinserción social. Unicamente el segundo peritaje, realizado por los doctores Zamora y Rossenblat, introdujo una cuña en las grietas de esta versión, al poner de relieve que bajo la figura de la madre-víctima había una posición inexpugnable, un modo de participación activo y beligerante en el drama familiar. Pero esto no tuvo consecuencias.
Después de todo, tenemos que reconocer que esta primera experiencia de Iris con los psiquiatras no fue del todo mala. Y, como corolario, cuando sale de la cárcel su abogado le prescribe una saludable amnesia: "Ahora usted olvídese de todo". Problema resuelto: no fue ella, fue otra; pero, además, aquello nunca sucedió. Esto no escapará luego a su aguda ironía .
Queremos hoy interrogar no ese primer cruce de Iris con el saber-poder psiquiátrico en el dispositivo judicial, sino un segundo y también decisivo encuentro, que fue un enorme desencuentro, que culminó con su "muerte civil"-como ella misma dijo- y que la condenó a esa extraña condición de ser una exiliada, una desterrada dentro de su propia ciudad, definitivamente extraviada con sus escritos delirantes a cuestas. Efectivamente, veintidós años después del crimen Iris decide reabrir el caso dirigiéndose a un público, el de los especialistas psiquiatras, y va a hablar con uno de ellos en particular, el Dr. Isidro Más de Ayala. Ha resuelto que a su madre la estudie un psiquiatra.
Intentaremos en este trabajo aproximarnos más a qué fue lo que estuvo en juego para Iris en ese movimiento suyo, singular, de ir a hablar con el psiquiatra Isidro Más de Ayala, es decir porqué consultó, porqué lo consultó a él y no a otro, y porqué tuvo ese encuentro las consecuencias que ya conocemos.
El retorno de Iris a su casa en abril de 1938 abrió un nuevo capítulo de su vida en el hogar que no le iba a deparar precisamente lo que ella y todos esperaban. Se suponía que al no estar el padre su madre podría al fin vivir en paz, y ella y sus hermanos también. Pero el caso es que su madre no paraba de hablar de Lumen,"como en cine continuado", recordando todos los episodios de pelea. El malestar de Iris ante esto no hace a Raimunda Spósito cesar de hablar. Llega entonces a lo que llama "una conclusión desconcertante", es decir que la madre continuaba odiando al padre con el mismo furor de antes. Su madre continuaba en la escena de pelea contra el padre y a la vez no les permitía a ella y a sus hermanos no estar más allí como espectadores.
Vacilan los puntos de certeza de Iris, puntos de certeza que la habían llevado a precipitarse en un acto trágico: la versión materna comienza a desmoronarse. ¿Qué quiere entonces su madre?¿Quiere seguir estando en la pelea con el padre? Entonces no es simplemente como víctima que ha participado y padecido. La víctima no es tan pasiva como parece. Su pasaje al acto fue producto de un cruel malentendido.
En su texto de 1957 Iris nos hace saber del quiebre de sus certezas y del derrumbe progresivo que abrió para ella un interrogante fundamental: no sabe qué quiere verdaderamente la madre. A esta catástrofe subjetiva va a intentar responder Iris como puede, es decir con la producción de un delirio persecutorio, que comienza a gestarse con lo que ella llama la "terrible revelación", es decir que la madre la ha engañado, que no la quiere y que se ha servido de ella "como de un instrumento dócil a sus sugestiones". Iris erige a su madre como figura odiante, engañadora, gozadora de la destrucción de su esposo y de sus hijos, que actúa siguiendo un plan que ella infiere porque algunos indicios le han sido dados. La persecución de su madre se termina de instaslar cuando Iris rompe su alianza con ella al salir frontalmente en defensa de su hermano menor. La relación madre-hija cambia para siempre de signo y se produce una tensión que irá aumentando con el correr de los años.
Para ella se trata de comprender. Tiene que comprender qué estaba verdaderamente en juego en la relación de sus padres, cuál era su lugar en esa relación y porqué pasó lo que pasó. Vemos desplegarse en su testimonio la dimensión investigadora de su delirio, tomando apoyo en una certeza que es para ella la prueba de que, precisamente, eso no es un delirio. Dice: "Pero entiéndase bien: yo no hubiera sido capaz de hacer deducciones de este tipo, si no hubiera visto (muy bien y con mis propios ojos) el rostro de mamá descompuesto por una feroz y canallezca alegría, mientras se enteraba de lo que Ariel había sufrido viviendo solo, y cuando miraba cómo Lumen me pegaba para "defenderla" de mis reproches"2. Es esta la forma singular en que Iris puede decir del goce del Otro tal como se revela en la paranoia, punto de certeza que le permite deducir que la madre tiene un plan de destrucción."Plan" es el nombre del saber que la persigue.
Iris nos dice que le llevó muchos años y mucho dolor comprender lo que llegó a comprender, pero aun así transcurrieron por lo menos cinco años más antes de decidirse a reabrir el caso. Y lo más importante es que a pesar de sentirse perseguida, controlada, amenazadas su salud o incluso su vida -y la de sus hermanos- ella se mantiene en posición de querer comprender y de defensa. No ataca a su madre; la preserva a pesar de todo. Tampoco hace denuncias a la policía, ni siquiera va a hablar con un abogado, nada de eso. Para ella no se trata simplemente de poner freno a la voluntad maligna de su madre: se trata de hacer saber una verdad que se ha puesto en juego, lo que ella ha "descubierto", algo que se ha develado y que subvierte toda la explicación comprensiva primera del pasaje al acto, es decir la versión materna. (Recordemos que se compara con Galileo, obligado por el poder a abjurar). Esta verdad en juego es un asunto de locura, y es por eso que a comienzos de 1957 Iris va a hablar con un psiquiatra.
Ahora bien ¿qué la decidió a dar ese paso? Ella nos lo dice en su fabuloso relato (fabuloso por fábula, recordemos que sus pájaros hablan) de los episodios del olor a naftalina, de la muerte del tero y , fundamentalmente, de la enfermedad del canario. Cuanto más arrecia la persecución, cuanto más loca está Iris, paradójicamente, más se aproxima a una verdad. Su delirio apunta a una verdad velada, la señala. ¿De qué verdad se trata? ¿En cuáles signos la descifra? ¿En cuáles signos se descifra?
A pesar de que los psiquiatras le aseguraron que ella no era loca, Iris nos entera que su madre piensa que lo es:"la locura agresiva de Iris", y le ha echado en cara el haber matado a Lumen. Entonces teníamos primero a Lumen loco agresivo y ahora tenemos también a Iris loca agresiva. ¿Porqué decide ir a hablar con el Dr. Isidro Más de Ayala recién después de lo que ella investigó a propósito de la enfermedad del canario? Porque ese canario estaba marcado con las mismas trazas significantes que ella, era loco y agresivo, fiero y loco escribe Iris, funcionaba como un alter ego suyo, y a ella se le revela algo a partir de sus observaciones: el canario era loco y agresivo porque Raimunda lo aterrorizaba, lo hostigaba para matarlo de miedo, gozando de ello en secreto. La locura agresiva del canario, que picoteaba la mano de quien le diera de comer, era provocada por un goce maligno, secreto, de la madre. Ese es su descubrimiento, y aunque no lo dice explícitamente en su texto, no se trata solamente de la suerte de un canario: está en juego el hacer saber que su locura agresiva, su pasaje al acto de 1935 tuvo que ver directamente con un goce loco de su madre, que fue decisivo pero quedó velado en la versión materna del caso. Su delirio es el intento de producir el saber de una verdad.
Se trata de un asunto de locura. Iris quiere que un psiquiatra estudie a su madre, quien dice que tanto Lumen como ella (Iris) eran locos. Es como si dijera mamá dice que yo soy loca igual que papá, por ser hija de él, lo que no es cierto, y yo me di cuenta de que ella me persigue y me quiere destruir porque está loca, tanto que por eso fue que pasó lo que pasó en 1935 y lo que sucede ahora en casa.
Iris quiere hablar con un psiquiatra, supuesto saber discernir en materia de locura, probablemente para que convalide sus conclusiones, pero tal vez también para recurrir a alguien a quien dar testimonio de su experiencia de ser objeto de una transferencia, de una persecución: es su planteo transferencial. ¿Está ella loca, como dice la madre?¿No será, más bien, que la loca es la madre? ¿Está loca ella o la madre? Ahora hay que hacer saber que su pasaje al acto homicida tuvo que ver con una locura materna no advertida en aquel entonces.
Un trazo en su escritura nos dice cómo se juega esto para ella: cuando califica al canario de fiero y loco, "loco" aparece entre comillas, indicando que ahí está su objeción, que el canario no es loco, sino que es manso pero la locura de la madre lo hace loco agresivo. Iris se siente perseguida por su madre, y esta por Iris. Se imputan mutuamente estar locas. ¿Cómo salir de este juego de espejos? Hay que discriminar quien es quien en este affaire de locura persecutoria. ¿Y si fuese esta la manera en que Iris pudo aproximarse en algo al punto jamás problematizado de la folie á deux con su madre, punto que debió esperar la publicación de Extraviada para ser develado? Es necesario un tercero, un psiquiatra, e Iris se decide y va a hablar con Más de Ayala.
¿Es mera casualidad que Iris haya ido a hacer estos planteos a Más de Ayala y no a otro? Conjeturamos que no. Hay elementos demasiado significativos en juego como para dejarlos de lado. Porque además de haber sido un renombrado psiquiatra, investigador, periodista, ensayista y escritor costumbrista, Más de Ayala publicó una novela en 1941 titulada El loco que yo maté. Es altamente probable que Iris, lectora informada, conociera su existencia.
Proponíamos en Extraviada que en el acto de Iris de ir a consultarle, había un cifrado de lo que estaba en juego para ella, apoyándose en la homofonía con el nombre del psiquiatra y en el título de esa novela: hay más de allá, más de lo que pasó en 1935, más para decir del loco que yo maté.
Proponemos ahora dar un paso más allá, es decir considerar no solamente la posible incidencia del nombre del autor y del título de la novela, sino también su contenido, la tesis que sostiene. Porque lo que se plantea el autor es nada menos que cómo discernir en estos affaires de locura persecutoria (no de cualquier locura), cómo discriminar entre la verdadera locura, la falsa locura o locura aparente, y la normalidad, cómo saber quien está loco y quien no, incluso saber si uno mismo está loco o no y hasta si puede llegar a estarlo. Esta novela no es un simple divertimento literario de Más de Ayala.
¿Habrá sido, entonces, la declaración pública de Más de Ayala (con su novela) de ser un psiquiatra que, desde una posición de maestría del saber de la locura dice estar vacunado contra la locura persecutoria y saber discernir en la locura ajena y en la propia, lo que acercó a Iris a su consulta? Consideramos clínicamente muy importante abrir estos interrogantes a fin de poder recortar al máximo posible la singularidad de este acto de Iris. Resultaría insuficiente, para una consideración psicoanalítica, contentarnos con el mero dato de que Iris fue a consultar a un psiquiatra, planteado así, genéricamente. A nuestro entender hay aquí en juego un nombre, el título y la trama de una novela y una declaración pública de maestría sobre la locura persecutoria.
Por otra parte, si como plantea Jean Allouch3, en el tratamiento de la locura lo fundamental no es la división por campos del saber que definen cada rol técnico-profesional, sino el poder reconocer que la locura es una particular relación al saber y, en su abordaje, una relación con esa relación, entonces veamos cómo puede haber incidido en ese encuentro de Iris con Más de Ayala la respuesta que él se da, cómo se posiciona en relación al saber de la locura (en el doble sentido de la expresión).
Resumamos las principales articulaciones de El loco que yo maté.4
La novela se trama en torno a tres personajes principales: un escritor de 50 años, Reynaldo de Montalbán, quien es el narrador en primera persona; un psiquiatra, el Dr. R., y un pintor loco, Don Emilio. El tiempo de la narración es el de la permanencia de estos tres personajes dentro del manicomio. Montalbán escribe desde el manicomio. ¿Cómo ha llegado allí?
1) Nos cuenta que ya ha publicado algunas obras y que se ha visto envuelto en agrias polémicas con algunos críticos literarios injustos y mezquinos que no han sabido valorarlas. Le tienen envidia porque son escritores fracasados. Se le acusa de que su estilo es frío, sin condiciones para la observación directa, más adecuado para el ensayo que para la novela. Acepta el desafío y se interna en un hospicio de alienados, donde se pone a su disposición una sala de locos como material de observación natural para realizar luego una obra como la que le reclaman sus críticos, creyendo que se debe a falta de talento.
2) Llegó a esa sala de locos a través del Dr. R, psiquiatra, a quien conoció en casa de un amigo común. Al principio aquel no le gustó porque notó una excesiva seguridad en sus juicios, pero luego comenzó a apreciarlo por los comentarios que hizo de sus novelas. Luego se encuentran en una exposición de pintura y filosofan sobre arte: si es necesario o no el modelo natural para hacer un cuadro. El Dr. R le muestra un cuadro de Gericault, es el retrato de un loco, y le pregunta si cree que el autor pudo pintarlo sin tener delante el modelo vivo. Montalbán se molesta y le dice que entonces él está de acuerdo con sus críticos. El Dr. replica que lo que le falta es escribir una obra de observación directa y natural para demostrar triunfalmente que puede también hacer eso, tal como lo hizo Gericault con su retrato del loco. Entonces el escritor propone internarse varias semanas o meses en el hospital psiquiátrico a observar del natural.
3) Se interna. En un primer tiempo está fascinado con lo que llama un "tesoro de observación", es decir la colección de expresiones y miradas humanas. También se maravilla cuando visita la biblioteca del hospital, con sus 500 volúmenes y todo el saber que contienen. Dice de estos libros:"Tienen un tono oscuro, de toga, doctoral, que da al conjunto un aspecto severo, inapelable".Comienza a enterarnos de cuál es su relación a ese saber. Quiere leer esos libros para tener en sus observaciones de locos una base más firme. Luego decide no leerlos: Cervantes no leyó libros para caracterizar la locura de Don Quijote.
El Dr. R le dice que le parece importante que quien observe a los locos no se haga notar como observador, ya que cuando se saben observados por los médicos cambian su actitud, porque de estos depende su libertad. Le dice entonces que la observación exacta podría tenerla quien "vistiera traje de alienado y viviera el día entero entre ellos". Los locos no deben saber que son observados. Entonces el escritor se pone el traje azul de los alienados e instala su cama en una sala. No es cualquier cosa ponerse el uniforme de los locos e irse a dormir con ellos todas las noches. Habrá consecuencias.
4) En la pared de la enfermería descubre unos dibujos extraordinarios hechos por un pintor internado: son apuntes de fisonomías de alienados. Son obra de un pintor español, Don Emilio, "un perseguido", según le dicen. Va a conocerlo sin esperar la autorización de R. Entablan amistad de inmediato porque descubren mutuamente las mismas cualidades. Luego el pintor le dice que se vaya porque los vigilan y que pueden hacerle daño a él también sus perseguidores. Este es un encuentro decisivo para Montalbán: queda consternado. No se explica cómo el Dr. R olvidó hablarle de este hombre extraordinario, el asilado más interesante del hospital. Cuando le comentó esto al Dr.R., este le respondió que no lo conocía muy bien, porque era un enfermo del servicio clínico de otro médico y no creyó realmente que pudiera interesarle. Dice entonces:"Esto último me ha parecido muy raro, puesto que si mi amigo hubiera visto, como ha tenido que ser, siquiera uno solo de los dibujos de este pintor, hubiera comprendido de inmediato que se trataba de un artista que debía necesariamente interesarme". Aparece en el escritor un primer atisbo de desconfianza hacia el psiquiatra.
5) En una de sus visitas al pintor, cuando éste ya no desconfía de él, Montalbán logra que le hable de los perseguidores que lo vigilan y lo atacan, buscan matarle o volverle loco. Cuando en Barcelona no le dieron cierto premio de la Academia de Artes, dice, denunció la injusticia y la mediocridad de los profesores. Hubo escándalos y agresiones. Se va el pintor a Madrid pero rápidamente comprende que allí sus colegas habían recibido instrucciones. Huye a Montevideo, pero también aquí conocen los escándalos. Le gritan amenazas e injurias al oído, quieren enloquecerlo. Intenta suicidarse. Entonces, en combinación con los médicos, se le preparó un taller en una sala del hospital, para que utilice el rico material de observación de los locos. Montalbán intenta nuevamente hablarle a R. del pintor, pero nota que el médico rehuye hablar del pintor loco. No comprende qué sucede, hasta que piensa en las "curiosas coincidencias" entre el caso del pintor y el suyo, y de golpe se produce la claridad. Su pluma se detiene. ¿También él estará loco?
6) Dice:"Ahora todo tiene para mí un claro significado". Comprende los hechos aislados y extraños. La lucidez de su espíritu "ha aumentado por el dolor de la revelación". Comprende las ocultas razones del Dr. R. para no hablarle del pintor, a quien no podía no conocer. No se le escapan las significativas semejanzas entre su caso y el del pintor: "Me cuesta trabajo comprender cómo no me di cuenta de que yo estaba escuchando el relato de mi propia historia". "No vi de inmediato que su caso era el mío". Le espanta la semejanza y teme que su final sea como el del pintor. A él lo instalaron en el hospital para que trabaje, igual que al pintor. Lo engañaron para encerrarlo. Aparece la persecución del saber del psiquiatra; llora angustiado. Observemos que la identificación con los rasgos del pintor no es suficiente para accionar la persecución, sino que lo decisivo es la respuesta semejante que dieron los psiquiatras para ambos casos, es decir lo que hace el otro con él, cómo es tomado por el otro. La persecución viene del lugar del Otro, del saber encarnado por el médico.
7) Comienza una investigación desesperada, por su cuenta, para responderse si está loco o no. Está en una situación de soledad ante esa pregunta, no hay nadie confiable a quien dirigírsela. Cuando ve su propia silueta recortada en la sombra y reconoce allí "una semejanza física con la actitud vencida de los alienados", grita de horror. Se parece a las siluetas de locos que dibuja Don Emilio. Le llama a esto "una nueva y desoladora revelación". Corre a mirar su rostro en el espejo buscando en sus facciones la expresión de la demencia, busca signos en su imagen, y los encuentra. Rompe el espejo de un golpe.
8) Vuelve a la biblioteca buscando la respuesta, prefiere no hablar con los doctores porque deben estar en connivencia con R. "Hoy llego como un creyente tembloroso ante los dioses de su templo a posternarme ante esta biblioteca de 500 volúmenes, entre los cuales ha de estar sin duda aquel que aclare mi tormento y aplaque mi angustia". Se arrepiente de las páginas irreverentes que escribió antes, cuando prescindió de esos libros. Piensa que en ese momento sí estuvo próximo a la locura. Separa tres libros: Las locuras razonantes, Formas iniciales de la demencia y Los delirios lúcidos. Luego de leerlos dice "He hallado una verdad que me condena irrevocablemente". "Los libros me demuestran que he sido siempre un interpretador patológico".
9) ¿Porqué lo internó el Dr R.? piensa. Porque está en camino de enloquecer. Lo peor es comprobar que uno enloquece. R. fue cruel porque él no se daba cuenta que enloquecía, pero ahora lo sabe. Mejor era volverse loco sin saberlo, y tan contento. Con "artes sutiles y maléficos" el médico lo hizo internar allí, y por eso merece un castigo. Piensa en agredirlo.
10) Comienza a hacer esfuerzos por relativizar el saber psiquiátrico que lo persigue. Piensa que las descripciones de síntomas y reacciones no dicen por sí mismos cuándo se trata de verdadera locura, porque en ciertos contextos las reacciones de una persona normal pueden asemejarse a los síntomas mórbidos. Depende de la situación, de las circunstancias. Pero inmediatamente se le impone algo:"Si para todos los demás eres loco, no tienen utilidad alguna estos pensamientos que has tenido, y quizás sean considerados como un síntoma más de tu enajenación mental". (Es decir que el diagnóstico de locura siempre viene de otro) Piensa que el Dr R se ha burlado de él como si fuera un niño.
11) "Ya sin esperanzas veo como en mi torno la red se va cerrando cada vez más apretadamente", escribe. Piensa fugarse del hospital pero luego desecha el plan. Intenta frenar la persecución diciéndose que los psiquiatras apenas pueden llegar a conocerle una décima parte de lo que él sabe de si mismo.
12) Se entera de que el Dr R. se irá a Europa dentro de poco tiempo. Arrecia la persecución y se angustia más; piensa que lo dejará allí encerrado. Eso sería "absurdo y criminal", y reflexiona: "Observo en esto una curiosa paradoja. La especialidad menos firme de la medicina está provista de derechos y atribuciones que no tienen las otras ramas más seguras y conocidas. Un médico general no podría mantener internado contra su voluntad a un hepático o a un renal. En cambio un psiquiatra puede mantener en la clausura de un asilo a una persona que presente perturbaciones psíquicas, aunque no pueda estar más seguro de su futuro que lo que lo están los médicos sobre el porvenir de un cardíaco desobediente". "Niego a los psiquiatras el derecho a hacer sobre mi caso pronósticos seguros". No permitirá que el Dr. R lo deje allí. Da a entender que llegará al pasaje al acto si es necesario. (Es muy interesante que el propio Más de Ayala reflexione así, aunque a la luz de lo que fue el ulterior destino de Iris Cabezudo estas palabras nos suenen como una amarga ironía. Si este texto incidió en la decisión de Iris de consultar a Más de Ayala...¡qué fiasco!)
13) Reflexiona que no debe estar loco puesto que "es bien sabido que el enfermo verdaderamente demente comienza por perder la conciencia de su estado". Pero inmediatamente tiene que cuestionarse si no habrá perdido él la conciencia de su estado y es por eso que se dice que no está loco. He aquí, a nuestro entender, el nudo principal de la novela, que lleva a Montalbán a decir que está "en un cepo que no tiene salida". El no puede responderse si está loco o no. Busca una nueva salida observando a los demás internados. No halla ninguno parecido a él, lo que en principio lo alivia, pero sabe también que ninguno de los internados ve en los otros alguno parecido a si mismo. Los locos siempre son los otros. No hay salida. Piensa en el suicidio.
14) Por fin los acontecimientos se precipitan: una tormenta le sorprende en un paseo por el parque, y regresa en estado de pánico, exaltado, corriendo y pidiendo a gritos socorro. Siente que le gritan "está loco, está loco". Queda en cama, agotado. No podemos dejar de señalar el hecho de que el canario en cuestión para Iris llegó a su casa enloquecido por una noche de tormenta, igual que este personaje: ambos, canario y personaje de la novela, aparecen enloquecidos por tormentas, así como también se plantea la autenticidad o falsedad de esas locuras. Recordemos que este es el punto que finalmente decide a Iris a consultar. Esta persecución del canario que ella deduce puede estar determinada por la propia literalidad en juego: un canario atormentado... Podría tratarse de un viraje de lo litoral a lo literal, lo que determinaría que su interpretación se funde sobre el escrito, a la manera de la lectura de un rebus. El significante tormenta podría remitir fácilmente a tormento, lo que habilitaría la interpretación: un canario atormentado... por su madre. Literalidad que bordea y circunscribe en algo el real del goce del Otro, encarnado en este caso por su madre... Sigamos con la novela.
15) A la mañana siguiente viene el Dr. R a charlar con él. Piensa que ya lo habrán informado de lo que pasó la tarde anterior. Lo ve llegar adoptando postura de médico, no de amigo. Está convencido de que viene a hacerle hablar de eso. Pero no es así, viene a anunciarle que una novela suya fue seleccionada finalista en un concurso, y lo felicita porque ya lo da como ganador. Esto cambia completamente el tono de la entrevista. La persecución desaparece. Importante hito del relato que muestra un elemento clínicamente relevante: la persecución desaparece cuando no lo trata como a un loco sino como a un escritor, cuando se acerca amistosamente y valoriza sus producciones literarias, sostén aparente de su imagen narcisista. Luego hablan del grave estado de salud del pintor:
Montalbán: "¿Cómo pudo un hombre de tal delicadeza soportar durante tanto tiempo el dolor de saberse loco?"
Dr: R: "Es que él no creía que estuviera loco. Se sabía perseguido, calumniado, amenazado, pero no loco. Nunca tuvo esos períodos de ansiedad y angustia que padecen los seres normales que a menudo nos consultan, porque presos de dudas u obsesiones, creen estar realmente locos. Tales seres sufren más que los locos verdaderos".
M: "Viviendo ustedes entre locos constantemente ¿no han tenido nunca el temor de enloquecer?"
R: "Al principio si, hemos sentido temor. En los primeros meses de estudio de la psiquiatría nos preguntamos si tal o cual síntoma que observamos en los enfermos del hospital no son iguales a los que creemos tener (...)". Así "...el psiquiatra novel es tomado con frecuencia por interrogaciones torturantes (...) provocadas por el hallazgo inquietante de lo que él cree que son analogías evidentes. Este período de cavilosidades exageradas, que todos los psiquiatras han pasado, correspondería a lo que llamaría nuestra vacunación contra la locura. Tal como pasa con las demás vacunas que la medicina utiliza, en esta también hay días de malestar, de intenso desasosiego, de inquietudes febriles. Pero todo pasa pronto y el médico, más rico en experiencia y con un conocimiento más profundo de las enfermedades mentales ve la enorme distancia que le separa de los enajenados. Y es así como la firmeza y la seguridad vuelven, y ya de un modo definitivo, a su espíritu".
M: "Se dice que ustedes los psiquiatras ven locos por todas partes, menos en el espejo".
R: "Y es exacto. Después que hemos pasado ese período de la incertidumbre que nos produce nuestro primer contacto con la locura, comprendemos cuan lejos nos hallamos de la alienación. Y sabemos bien que ya no enloqueceremos jamás. El pequeño personaje loco que teníamos dentro ha salido huyendo y ya no lo podremos ver en el espejo. (...) Cuántos seres nerviosos se hubieran curado por el conocimiento oportuno de la verdadera locura (...) En especial esa clase de personas aprensivas, sugestibles, llenas de obsesiones (...)".
En la mente de Montalbán se hace la claridad. Vuelve a él la felicidad y arroja por la ventana la caja de hipnóticos."Mi alegría es inmensa. Ya sé, no solo que no estoy loco sino que no podré enloquecer jamás." "Mañana me iré pero no les diré nada del personaje loco que dejo en mi pieza vacía, el que vivió conmigo y ocupó mi traje y habló con mis labios y escribió con mi mano, y llegó a avasallarme, a ser él quien me dirigía..."
Termina diciendo que él, con sus escritos, ha hecho también el retrato de un loco."¿De un loco? Si, de un loco, del loco que yo maté. Le he matado y nadie podrá resucitarlo."
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He aquí, entonces, lo que propone Más de Ayala en la novela. Vamos a tomar, a partir de nuestra lectura, al menos dos puntos y un tercero que se relacionaría con el caso particular de Iris.
Primero: ¿Qué se propone Más de Ayala con la novela? ¿Cómo no ver de qué manera fuerza la lógica? ¿Cómo no advertir su salto sobre la aporía que él mismo plantea correctamente? Porque si los locos no se reconocen como tales, si no tienen conciencia de su locura, si para el loco siempre los locos son otros, entonces el diagnóstico de locura tiene que venir, necesariamente, de otro. Como él mismo dice, el loco que yo maté es el falso loco, es más bien el miedo a enloquecer, no es la verdadera alienación; es el loco conciente de su locura, por lo tanto no está loco. La vacuna de que habla el autor es contra el miedo a enloquecer, no contra la verdadera locura.
Esta figura del psiquiatra vacunado contra la locura es una ficción de Más de Ayala. Lacan decía, citando a Bentham, que la verdad tiene estructura de ficción; entonces ¿qué verdad hay aquí en juego, en la ficción del psiquiatra vacunado?
La novela también reconoce que no hay ningún loco internado que se vea a sí mismo igual que los demás. Lo de los otros es locura, lo de él es otra cosa (recordemos cómo argunenta Schreber). Más de Ayala cree llegar a una salida diferente, a una garantía para siempre de su ajenidad al mundo de la locura: un psiquiatra que puede, por su saber y por su experiencia, autodiagnosticarse, tranquilizarse poniendo una enorme distancia entre él y la alienación. Pero además lo hace extensivo a todos los psiquiatras: todos reciben la vacuna y se libran de la peste... para siempre.
Es una posición casi desesperada de pretensión de maestría que no deja de presentar ribetes cómicos: el personaje popular del psiquiatra loco nos lo recuerda, así como también la sátira del escritor brasilero Antonio Machado de Assis, El alienista. Es la verdad que toca la ficción cómica.
La novela de Más de Ayala nos dice cuál es el saber que para él cuenta, y cómo es su relación con ese saber. Es la biblioteca-templo del saber psiquiátrico, la que anuda y desanuda la trama del relato. La persecución viene, para Montalbán, de ese saber, lugar del Otro encarnado por el Dr. R., y también la persecución cesa por efecto de la palabra del médico, cuando no lo trata como a un loco y le habla amistosamente en tanto lector y admirador de sus novelas. Lo que Más de Ayala quiere con la novela es ir más allá de un elemento de estructura irrebasable: la persecución y el diagnóstico de locura vienen del Otro. Es esto lo que no puede aceptar, y su respuesta es la ficción del psiquiatra vacunado. Para ello se apoya, seguramente, en una concepción de la locura como endógena, procesual, constitucional, hereditaria, que sería la verdadera alienación. Quiere ponerse a una saludable distancia de los locos.
La discrepancia que observamos entre el título de la novela y su desenlace muestra con precisión el impase al que llega. No es posible titular así la novela porque El loco que yo maté está enunciado en primera persona, a pesar de que no lo mató él. Es bien evidente que fue el psiquiatra quien se lo mató con su intervención. La persecución viene del Otro, y por esta vía se resuelve en tanto que el Dr R se corre de ese lugar hacia la posición del otro con minúscula, un semejante que entabla con él un trato amistoso y valoriza oportunamente sus producciones literarias ligadas fuertemente, según parece, a su imagen narcicista. Sería más preciso titularla, por ejemplo, El loco que el Dr R me mató.
Más de Ayala demuestra, a pesar suyo (¿por el absurdo?), que el diagnóstico psiquiátrico y la persecución tienen la misma estructura.
Segundo: El segundo punto que quisiera tomar es ¿Qué interés -aparte del académico- manifiesta Más de Ayala por los locos internados? Sus escritos -y no solamente esta novela- reflejan un interés humanitario por los pacientes, una actitud compasiva y comprensiva de sus vidas desdichadas, de su soledad, de su tristeza. Pero lo que pesa más fuertemente en sus textos es el interés estético y fisonómico, expresivo de los estados del alma. Más de Ayala da una respuesta estética al mundo gris, sórdido, del manicomio: hace literatura, valora la plástica. El loco como fuente de creación artística y como creador, como productor de literatura, de retratos, de pinturas. No carece de interés el hecho de que para Más de Ayala un loco puede producir arte, arte a secas, sin adjetivaciones especiales y sin la pretensión de subsumir esos objetos de cultura en el discurso de la psicopatología.
Tercero: Podríamos decir que, en términos geneales, el Dr. Brito del Pino -quien publicó los escritos de Iris- compartía con Más de Ayala ese interés, esa sensibilidad hacia los internados y también esa posición con respecto al saber. Estos dos psiquiatras aficionados a las letras recibieron a Iris Cabezudo a comienzos de 1957, y ese encuentro labró el acta de su destino. Fue valorada por ellos, lo que le valió la publicación de sus escritos en la Revista de Psiquiatría del Uruguay, caso más que infrecuente.
Ella fue una "paciente interesante", por eso derivada a una sala donde se practicaba la docencia, y su escrito fue entonces un documento psiquiátrico interesante. Se convirtió en su documento psiquiátrico, es decir que en su documento consta que es una psiquiátrica, aunque no cualquiera: es interesante. Ella está loca pero escribe bien, hay un logro estético y hasta aciertos psicológicos (Proust, Faulkner, Kafka, Hesse). Interés académico y estético por Iris, publicación de su largo escrito en el marco de un trabajo sobre la peligrosidad de los paranoicos. Pero no se le reconoce en ningún momento su enunciación, no hay lugar para su decir y para su escrito en tanto intento de producción del saber de una verdad que la concierne en tanto sujeto. Lo que dice no entraña verdad alguna que concierna a nadie, ni siquiera a ella misma. No hay lugar para su planteo transferencial.
Iris fue a buscar ayuda para discernir mejor en el affaire de locura persecutoria en espejo con su madre, y para que el psiquiatra convalide su saber de la verdad. Era acusada por su madre de loca agresiva y los psiquiatras responden agregándole otro adjetivo: loca-agresiva-peligrosa, y la encierran compulsivamente en el manicomio, eximiendo a su madre de estar loca y de tener que ver con su locura agresiva. Es una decisión inapelable, como el aspecto de los libros de la biblioteca- templo del hospital.
Ahora el Dr. Brito del Pino concluye que en un diagnóstico retrospectivo Iris siempre fue una paranoica, y su crimen fue producto de la enfermedad. Hay que reconocer el fuerte componente endógeno antes descuidado, probablemente constitucional, y casi seguro de herencia inmediata. Es una personalidad de rasgos paranoicos definidos, dice. No es falsa locura, es la verdadera alienación. El componente endógeno invocado es la marca doctrinal de que su decir es un desvarío total, sin arraigo en ninguna experiencia subjetiva. Más de Ayala y Brito del Pino decretan su "muerte civil", jubilada a los 42 años y expulsada de su casa, le echan encima todo el peso de sus atribuciones como guardianes del orden social. Veintidós años después llegó para Iris la instancia inapelable del castigo por su antecedente y por su locura.
En su escrito de 1957 Iris respondió a los tres psiquiatras que decidieron su destino: Camilo Payseé, Isidro Más de Ayala y Juan Antonio Brito del Pino. Pero probablemente ella no dio a los tres el mismo lugar ni cifró en esos encuentros las mismas expectativas. De hecho únicamente parece haber buscado el encuentro con Más de Ayala. Pero, curiosamente, su nombre no aparece en la lista5 , elaborada por Iris, de personas a quienes pensaba enviar tarjetas de Navidad en 1958, donde sí figura Brito del Pino a pesar de haber sido este quien asumió la responsabilidad de "tratarla" para que acepte las penosas condiciones de su liberación. ¿Porqué a este si y a Más de Ayala no? Este hecho, de estar correctamente interpretado, reforzaría la hipótesis de este trabajo, es decir que Iris no se habría dirigido a Más de Ayala por simple azar, sino que ese postergado encuentro habría estado "cargado" con lo anteriormente planteado y, por lo tanto, mucho esperaba Iris de él.
La novela de Más de Ayala muestra que el destino de Iris tuvo que ver con la posición del saber para él y para su citado colega, tuvo que ver con el peso de los 500 volúmenes de la biblioteca-templo del saber psiquiátrico. Ella quedó encerrada escribiendo, como Montalbán, alegando que le tendieron una trampa su madre y los psiquiatras. Así realiza, en parte, la novela de Más de Ayala pero no del lado de Montalbán, el falso loco, sino del lado de la verdadera alienada.
Más de Ayala no pudo dejar de decir, a pesar suyo, que la persecución y el diagnóstico psiquiátrico tienen la misma estructura. Iris creyó que no y lo sufrió en carne propia.
Es posible que el destino de Iris hubiera sido otro si su planteo transferencial hubiese sido acogido como tal, es decir por alguien posicionado de manera diferente en relación al saber. ¿Es válido preguntarse qué podría haber hecho un analista con Iris? Y si hubiese sido necesario ¿hubiera sido suficiente? Preguntas sin respuesta, claro. La singularidad del caso nos impide aventurarnos en especulaciones de este tipo.
Pero sí creemos válido reflexionar en términos más generales a partir de lo que significó el corte freudiano en la economía de los saberes. Freud subvirtió la posición del saber en juego en la clínica del caso postulando que el saber teórico debe quedar en reserva a la hora de abordar cada caso en particular. La clínica psiquiátrica y la clínica psicoanalítica tienen, por lo tanto, diferentes textualidades.
El psicoanálisis restablece la enunciación y el texto, la singularidad del sujeto desechada por el saber psiquiátrico en aras de un saber sobre el síntoma. Pero, como ya dijimos, no es la delimitación entre campos del saber lo que hace la diferencia. La oposición psiquiatría-psicoanálisis no podría dar cuenta, en la singularidad de cada caso, del nudo central del problema. Jean Allouch mostró, en su trabajo a propósito de la Tesis de Lacan sobre la paranoia6 , que en algún momento de las entrevistas que este sostuvo con Marguerite Anzieu, cambió su posición. Lacan fue sensible a lo que una paciente le decía y se apartó del saber psiquiátrico establecido, forcluyendo la noción de proceso. Pesó más el texto de su paciente, por lo cual pudo decir muchos años después que ya en aquel entonces, 1932, procedió con esta paciente con un método que no era sensiblemente diferente de lo que después haría, " siendo" psicoanalista7 .
Es sabido el efecto de clausura que propició Freud en la relación psicoanálisis-psicosis al sentenciar que los psicóticos no son accesibles al análisis por no entrar en situación de transferencia. Pero ello nunca lo llevó suturar el corte. En 1910 ponía en juego la ironía para problematizar la función del saber tal como se juega en la locura. Escribía en una carta a Carl Jung: "Lo pongo de lado para las vacaciones (se refiere a un libro) junto con el maravilloso Schreber, a quien habría que haberlo hecho profesor de psiquiatría y director de asilo". 22-4-1910. Carta 187.

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Notas:
1 El presente trabajo retoma la escritura del texto: "EXTRAVIADA: DEL PARRICIDIO AL DELIRIO" de los autores Raquel Capurro y Diego Nin. Ed. EDELP S.A., Cap. Federal, Argentina.
2 Capurro, R.-Nin, Diego: Extraviada 2ª de. Edelp, Córdoba, 1997, p. 335.
3 Allouch, Jean: "Lacan la llamaba Aimée", Epeele, México, 1995, p. 636
4 Más de Ayala, Isidro: "El loco que yo maté". Palacio del libro. Montevideo, 1941.
5 Lista hallada por R. Capurro y D. Nin En el mes de diciembre de 1995 en oportunidad de una incursión, como arqueólogos de la basura, en las ruinas de la casa de los Cabezudo, más precisamente en lo que fue el dormitorio de Iris.

6 Allouch, Jean: ops. cit. idem.
7Lacan, Jacques: Intervención en el servicio del Dr. Daumézon en el Hospital de Sainte-Anne, 1970. Inédito.