Psicoanálisis y Dolor.1
Psic. María Isabel Riva-Zucchelli.

¿Cómo puede contribuir el psicoanálisis en el abordaje del dolor?
Creo puede hacerlo en dos planos: el conceptual y el clínico.
Comenzando con el plano conceptual, nos puede servir recordar que el psicoanálisis surgió hace ya un siglo a partir de algunos obstáculos que se le presentaban a la medicina al enfrentarse con patologías como la histeria, cuya sintomatología no se correspondía con los circuitos neuronales y anatómicos esperados, y por lo tanto no cedía ante las terapéuticas implementadas.
Sin embargo, un médico se detuvo a escuchar algo más en aquellas mujeres "simuladoras", no pretendiendo encajarlas en determinados parámetros científicos, sino a la inversa, produciendo nuevas hipótesis a partir de lo que su sintomatología rebelde denunciaba; tomando a esta última como un enigma que cuestionaba su saber científico, un enigma a descifrar.
Así fue que el psicoanálisis se inauguró ocupándose de lo que era desconocido y por lo tanto despreciado, de lo que no coincidía con lo objetivamente comprobable.
¿Y qué es lo que se descubrió?
Que esas mujeres que no tenían "nada" (nada orgánico), tenían algo, decían algo:
que su padecimiento era verdadero, ya que tenía que ver con una verdad, que no era la de la ciencia, sino la suya propia. Sus síntomas tenían un significado; eran por lo tanto una forma de lenguaje.
Y esto, ¿en qué nos puede servir hoy día, habiendo avanzado tanto la biología y las especialidades médicas?
El problema es que cada avance trae consigo nuevos impasses, siempre rompiéndonos la ilusión de que alguna vez dilucidaremos los misterios de la vida.
¿Podrá seguir sacando provecho la ciencia médica de la ciencia psicoanalítica cuando de impasses se trata?
Creemos que sí, ya que esa es nuestra especialidad: ocuparnos de lo que no marcha, de lo que molesta, de lo discordante.
Y si hay algo discordante es el dolor. El dolor nos saca de todas nuestras casillas.
Dice el poeta y dibujante satírico alemán Wilhelm Busch, acerca del dolor de muelas: "Concentrándose está su alma, en el estrecho hoyo de su molar".
Y concentrándonos nosotros en el concepto de dolor, vamos a hacer una división en dos tipos de dolor que llamaremos primario y secundario.
El dolor primario es un mecanismo de defensa normal por todos conocido. Es el dolor como señal de alarma, que nos advierte de un peligro mayor, y que lo vemos en el acto reflejo cuando nos quemamos.
Pero este simple mecanismo neurológico, ya desde la más tierna infancia está unido a un llamado de atención normal hacia la persona que cuida al niño. Este, al quemarse automáticamente quita por reflejo la mano, pero también corre a llamar a la madre a pedirle que haga algo con eso que le pasó. Es también un pedido de cuidado, un llamado de atención primario, donde ya podemos ir viendo cómo lo afectivo se va entrelazando con lo neurológico.
En esta aparentemente simple escena familiar, podemos ver cómo se van sentando las bases de la comunicación cada vez más compleja entre dos personas, cómo la madre debe ir decodificando lo que el hijo le expresa, y cómo éste va a ir aprendiendo a responder a las situaciones dolorosas según las respuestas dadas por su madre.
De esta manera, a lo largo de la vida, se van entrelazando las distintas experiencias con el dolor, gestándose así la manera especial en que cada uno se relacionará con él.
El dolor que llamamos secundario, ya es un trastorno, y es el que nos preocupa, el dolor rebelde. Y es muy acertado este adjetivo, porque justamente señala por un lado, la rebeldía del dolor al ser abordado científicamente. Pero desde el psicoanálisis nos interesa detenernos en otra rebeldía. ¿Cuál?
La de la persona que padece el dolor.
Parece obvio, pero en el marco de una creciente especialización y objetividad, a veces nos estorba la persona, su subjetividad. ¿Por qué? Porque miente, simula, habla de más, habla de menos, desobedece al médico, se contradice, quiere llamar la atención, etc., etc..
Así somos los seres humanos. Para nuestra desgracia y nuestra suerte, no encajamos en ningún modelo teórico- científico. Somos como un chancho engrasado, siempre nos escabullimos. Y el psicoanálisis propone que en lugar de querer enlazar al chancho, tratemos de escuchar qué está queriendo decir con todas esas idas y vueltas, qué le está sucediendo a ese sujeto con nombre y apellido, ya que en realidad, no es contra la ciencia ni contra el médico su rebeldía, sino que es contra situaciones que lo abruman, y a las que responde como puede, pidiendo ayuda, haciendo un llamado de atención secundario, más complejo.
Además de ser alguien con todas sus contradicciones, ese sujeto que está padeciendo, es único, y a pesar de que tenga el mismo dolor que- según las estadísticas- tiene un porcentaje X de sus congéneres, éste tiene que ver con su historia, con su particular manera de ubicarse en el mundo y su red social;su dolor dice algo específico.
Al tomar al dolor como una forma de lenguaje, nos introducimos en uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis: lo inconsciente.
En los actos fallidos, los lapsus linguae, los sueños, vemos claramente una presencia psíquica de algo desconocido a nuestra conciencia, que sin embargo forma parte de nosotros mismos y nos lleva a actuar, haciéndonos tropezar muchas veces con la misma piedra.
Aparece como nuestra parte loca, porque no se maneja con el tiempo, el espacio ni la lógica con la que estamos acostumbrados en nuestra vida consciente y social. Pero sin embargo participa de ella y se hace sentir a través de los lapsus y sueños citados, y especialmente - para nuestro interés- a través de los síntomas.
El síntoma para el psicoanálisis coincide en parte con el síntoma para la medicina, pero además de buscar la causa, nos interesa el sentido, además de ser algo dictaminado desde un orden científico en base a un "deber ser lo sano", escuchamos cómo el sujeto hace devenir síntoma una dolencia. El síntoma se caracteriza por ser desajustado, inapropiado, saliéndose del código cultural y científico compartido. Por eso el significado no se lo podemos dar a priori, desde nuestro saber científico, sea médico o psicológico, sino que cada vez, ante cada paciente, tenemos que volver a preguntarnos qué le sucede a ese sujeto en particular, debiendo descubrirlo en cada caso.
Por eso, es tan importante para nosotros, la queja con la cual el paciente llega a la consulta, ya que da cuenta de una fisura en la subjetividad, y ésta es el principal motor de una posible cura.
Aunque nos parezca desproporcionada, aunque sepamos que es una queja estéril, sabemos también que el primer paso es escucharla y darle importancia; luego vendrá cómo permitir que se vaya transformando en una actitud más productiva.
Aquí nos adentramos en otro de los conceptos fundamentales de nuestra especialidad: la llamada transferencia, introduciéndonos en el segundo plano que hablábamos al principio: el clínico.
El fenómeno transferencial incluye la relación profesional-paciente pero es algo más.
Tanto en la consulta médica como psicoanalítica, es muy común ver que al ser atendido bien, ser escuchado, el paciente se cura en forma temporaria o tiene una mejoría, pero muchas veces vuelve con los dolores. Sabemos que aquél es el aspecto de sugestión del fenómeno transferencial, que no sólo no basta, sino que es necesaria mucha cautela en su utilización.
¿Qué importancia tiene ésto? Decíamos antes, que es fundamental tratar a ese paciente como una persona con una historia particular, dentro de la cual su síntoma, en este caso el dolor, será un capítulo más. También será un capítulo de su vida, decidir hacer la consulta para confiarse a alguien que se supone que sabe sobre su dolor.
Aquí comienza el fenómeno que llamamos transferencia. El paciente deposita expectativas desmedidas o no, en la persona del médico, y le transfiere poderes, deseos, y también formas de vincularse a las que está acostumbrado con sus seres queridos a lo largo de su historia familiar.
El paciente tiende inconscientemente, y en su fantasía, a colocar al médico en determinadas posiciones y roles que él necesita.
El médico a su vez, muchas veces se ve desbordado por esta carga afectiva que le demanda atención y lo distrae de su objetivo de curación. Otras veces, en lugar de rechazar estas actitudes, el médico con muy buena voluntad trata de ayudarlo con afecto, pero muchas veces esto no basta o no resulta, ya que generalmente lo que el sujeto quiere, siempre es otra cosa distinta a la que se le da, llegando a veces a extremos más complicados en que el paciente en lugar de idealizar al médico, lo hace responsable de sus dolores y culpable de no curarlos, no reconociendo su propia tendencia inconsciente a seguir manteniéndolos, lo que puede explicar la rebeldía de los síntomas.
El manejo de todas estas vivencias fantaseadas depositadas sobre el médico, es algo difícil, que requiere un profundo estudio de la historia del paciente, ya que es una repetición de las formas de vincularse que ese sujeto aprendió en el correr de su vida.
Además, dependerá de la estructura psíquica del paciente, la manera en que transferirá sus vivencias sobre el profesional que lo atiende.
Así vemos que manejar el fenómeno transferencial no es solo escuchar, comprender y tratar bien al paciente, sino que es una herramienta específica utilizada por el psicoanálisis, poniendo lo dificultoso de ese vínculo al servicio de la curación.
El manejo de esta transferencia consiste en analizar en qué lugar- o lugares, en distintos momentos del tratamiento- se ubica inconscientemente el paciente y coloca igualmente al psicoanalista.
Cuando se considera pertinente, se interviene con otra herramienta técnica: la interpretación. Esta es una intervención que apuntará a ayudar al sujeto a comprender que ese síntoma que él no sabe de dónde viene, y que lo revive en la relación transferencial, es un capítulo de su biografía, y que vinculándolo con los distintos aspectos de su vida, puede llegar a cambiar algunos de éstos que le están causando daño.
Lo original que sigue proponiendo el psicoanálisis, es considerar, enfrentar y manejar toda esta variedad de situaciones y proyecciones afectivas que realiza el paciente en relación al profesional que lo atiende, aprovechando esas actitudes para conducirlo hacia la curación.
¿Cuál es en definitiva el aporte que hace el psicoanálisis en este abordaje necesariamente interdisciplinario de la persona que padece dolor?
Conceptualmente, aborda el factor personal en el dolor, sustentándose en un cuerpo teórico-clínico específico.
Clínicamente, a través de un minucioso trabajo con las intensas resistencias psíquicas, conmueve la predisposición inconsciente del sujeto a atarse a sus dolores, y a soportarlos pasivamente.
Consideramos de suma importancia que el paciente, a partir de la inclusión del punto de vista psicoanalítico, tome conciencia de que ese dolor que lo hace padecer, viene de su historia y de sí mismo, y que él mismo es una pieza fundamental y responsable en el proceso terapéutico que lo llevará a su curación.
----------------------------------------
Notas

1 Trabajo presentado en las "Primeras Jornadas uruguayas para el estudio y tratamiento del dolor". Organizadas por la Asociación Uruguaya para el estudio del dolor, 27 al 28 de Julio de 1995. Sala 19 de Junio.