De Analistas y Psiquiatras.
Psic. Marilén Bettini
Psic. Daniel Ferreiro
El título convocante para ésta publicación:
"Psicoanálisis y Medicina," nos interrogó acerca de nuestra clínica y sus
efectos en el Servicio de Salud Mental del Hospital Maciel.
La conjunción copulativa que articula éstos dos campos de saberes diferentes se
convirtió en la causante del surgimiento de diversos puntos problemáticos en torno a
ellos; alguno de los cuales intentaremos darles cuerpo a través de la letra.
Dentro del gran abanico de especialidades que comprende la Medicina, la Psiquiatría es la
que ocupa nuestra atención ya que a lo largo de varios años hemos formado parte junto a
psiquiatras y a veces asistentes sociales de lo que en la Institución llamamos Comité de
Recepción, es decir de la participación en equipo del primer encuentro con un paciente.
Compartiendo entonces un lugar en común, el consultorio, al menos dos (analista y
psiquiatra) nos encontramos con un único y mismo discurso, el del sujeto que viene a
hablar de lo que le pasa.
Al decir al menos dos, no hacemos referencia expresa a la presencia de dos cuerpos sino a
la de dos posiciones diferentes en torno al saber.
La escucha analítica difiere de lo que es la escucha o a veces la mirada psiquiátrica. Y
difiere fundamentalmente por que de lo que se trata para el analista es de un no saber, un
no saber acerca de los síntomas del paciente. Ofrecerse allí como sujeto supuesto al
saber no va en la línea de detentar el saber, en todo caso si hay un saber que funciona a
priori para el analista es un saber sobre la existencia del inconciente y la escisión
subjetiva de la que todos padecemos por ser seres del lenguaje.
Para el psiquiatra la cuestión en éste primer encuentro con el paciente se plantea de
manera diferente. Debiendo llenar una ficha técnica, la anamnesis que inicia intenta
determinar de la forma más exacta posible el lugar que dentro de la nosología vigente le
corresponde al paciente, pudiendo establecer a su vez la indicación correspondiente al
cuadro.
Ahora, cuando se plantean dificultades en éste primer tiempo de trabajo clínico
compartido, las mismas no surgen necesariamente como consecuencia de la posición
asimétrica ocupada por analista y psiquiatra. Esta generalmente permite el sostenimiento
o en el mejor de los casos el intercambio entre ambas lecturas del discurso del paciente y
posibilita determinar la estrategia a seguir con él. Las dificultades se hacen presentes
fundamentalmente cuando la diferenciación no aparece, produciéndose una superposición
de lugares que lleva por marca la confusión y el empantanamiento en la clínica, pero
solo podemos dar cuenta de ello en cada caso en particular pensando a posteriori, cuándo
y por qué surgió un obstáculo.
Ana ingresa por primera vez al Servicio de Emergencia del Hospital por un intento de
autoeliminación con ingesta de pastillas. Es internada en Sala durante un período breve
por la residente de psiquiatría que la ve. Dada de alta es seguida en forma ambulatoria
por la misma psiquiatra la cual presenta la historia clínica en un Ateneo a los fines de
pensar conjuntamente con los psicólogos y sus colegas el tratamiento a seguir.
En éste punto los allí presentes escuchamos del recorte que la psiquiatra aporta, el
inicio de un movimiento transferencial de la paciente que la tiene a ella como
destinataria, Ana ya está trabajando y se trata de saber si la residente está dispuesta
a sostener ese lugar.
Dirigida la pregunta se produce un impasse a partir del cual la psiquiatra decide derivar
la paciente a un analista manteniendo ella los controles psiquiátricos.
Partiendo de la respuesta obtenida aprés-coup se construye para nosotros el interrogante
en torno a la transferencia en éste caso.
Nos referimos al hecho de que Ana genera una demanda de tratamiento, pero ésta es
dirigida inicialmente a la psiquiatra que no puede ofrecerse allí de manera sostenida,
sino que realiza la derivación al analista sin abandonar su antigua posición.
Así seguimiento psiquiátrico y trabajo analítico por momentos se confunden como si se
tratara de una misma cosa. Para Ana se juega a partir de éste momento en transferencia
algo que podríamos llamar un desdoblamiento del sujeto supuesto saber produciendo una
fragmentación en su decir.
Esta fragmentación redunda en silencios, que se convierten en síntoma en tanto hablan de
lo que ella calla, según se trate de uno u otro espacio transferencial. Y eso que calla
tiene que ver con su deseo y la angustia que lo revela.
Para Ana, el dispositivo analítico no termina de constituirse en la medida en que su
demanda inicial al Otro no puede ser sostenida por la psiquiatra que en un primer momento
se ofrece allí a escucharla y luego retrocede ante su propio deseo de analista pero
también por que el analista a quien ella le deriva "su paciente" se topa con
sus propias dificultades para habilitarse a hacer un corte con ésta fuga de transferencia
que se instala.
De esta manera transcurre el tiempo y Ana mantiene suspendida la construcción de alguna
pregunta que la comprometa en tanto sujeto deseante. Confrontada a esto mediante una
intervención del analista Ana responde con un embarazo el cual se podría considerar un
acting out si tomando a Lacan en su Seminario sobre la angustia1
recortamos que se trata ante todo, de algo en la conducta del sujeto que se muestra, es
decir como una puesta en escena dirigida al Otro, en tanto le está impedido decirse. Se
trata de una transferencia sin análisis. Continuando con el mismo Seminario nos interesa
recordar la sustitución que establece a nivel del acting out ubicando allí la función
del duelo, puesto que es precisamente en ésta dimensión de duelo en la que se encuentra
entrampada Ana.
El intento de suicidio que marca su ingreso al hospital, marca también el punto de su
caída subjetiva ocurrida por la muerte de su abuela, en tanto Ana ocupaba el lugar de la
que le hacía falta. Con la pérdida de su abuela a Ana se le presentifica eso que los
analistas teorizamos como su propia castración.
Es el resultado fallido de su acto el que le permite en el encuentro con la psiquiatra
transferir la demanda acerca de qué es ella para el deseo del Otro relanzando de ésta
manera su vínculo con el objeto a. Sin embargo ya vimos como éste movimiento queda
trunco por el corrimiento de la psiquiatra que tiene el efecto involuntario de reforzar el
duelo. De ésta manera viene a insertarse el embarazo como respuesta a la falta, con él
Ana está completa, no necesita hacerle falta a un Otro (en las dos líneas: de precisarlo
y a la vez marcar su incompletud) lo cual quizás se evidencia en el abandono que hace
posteriormente de su tratamiento.
Por último queremos agregar que aunque a veces analistas y psiquiatras confluyamos por
distintas sendas en un mismo punto que se refiere a la eficacia clínica en relación a
cada paciente, no podemos dejar de reconocer como lo hicimos, la existencia de diferencias
con el saber médico que se remontan en la historia a los inicios del psicoanálisis y
hablan de una concepción diferente acerca de la constitución subjetiva. Pero solo dando
cuenta de ellas mediante la elaboración teórico-clínica podremos seguir marcando
nuestra presencia sobre todo en el ámbito hospitalario que en nuestro medio aún hoy, se
encuentra fuertemente controlado por los intereses médicos.
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Notas
1
J. Lacan. Seminario: La angustia. 1962-1963.