Amor y muerte en tiempos de Internet *
Lic. Raquel Lubartowski Nogara

Banana Yoshimoto, escritora japonesa nacida en 1965, integra lo que podríamos nominar narrativa contemporánea post-moderna. Si bien pertenece a una cultura disímil a la rioplatense en su escritura produce sutiles desamarres de afanes reificantes, totalizadores, generando una literatura que resuena en un universo cotidiano compartible, al tiempo que transporta al lector hacia sujetos literarios portadores de subjetividades actuales, vicisitudes que se abren hacia lo inesperado.
Situada en la posición de lectora, cautivada por el goce estético que se hace presente al tiempo que se deslíe, me propongo enhebrar breves tramos, espacios intersticiales de la novela Kitchen publicada en 1988. La elección y aproximación de ciertos tramos, se constituyó a la manera de la ilusión borgiana, en el devenir intransferible de lecturas personales, intratextualidad, libro de arenas movedizas. A punto de partida de ese relacionamiento virtual se presentificaron interrogantes relativas a algunos postulados psicoanalíticos, resonancias mediante las cuales ésta lectura interroga el enlace subjetividad-cuerpo-espacio social del duelo, en las peculiares modulaciones que la escritora propone.
Kitchen nos sitúa en una cartografía de duelo post-moderno, desde el cual entrevemos la silueta de un dolor que no es sincrónico al espacio social asignado al género de quien sufre la pérdida. El hilo que conduce estas interrogantes que parten de la literatura y se dirigen al psicoanálisis, es conducido por la certeza que los llamados personajes no son situaciones clínicas sino peripecias narrativas, ocasiones para la reflexión.
Desde otro ángulo discursivo es necesario realizar una breve delimitación conceptual y metodológica respecto a la conjunción psicoanálisis y literatura, situar problematicidades inherentes al campo epistémico generado y enunciar la posición que articula este trabajo.
Desde sus orígenes freudianos psicoanálisis y arte- o psicoanálisis y literatura- a constituido una suerte de marginalidad disciplinaria de envergadura, naturalizada desde el psicoanálisis de la novela La Gradiva del escritor W.Jensen.
A partir de la multifacética posición que ocupa en la producción freudiana, el llamado "psicoanálisis aplicado" se ha desplegado en un corpus literario de sugerente y variada procedencia, generando una mítica de borde que a menudo escande el análisis de su propia pertenencia hermenéutica, invisibiliza las relaciones de poder "inter-disciplinario" y omite el enunciado del andamiaje conceptual fundante. Desde esta perspectiva "naturalizante" la inclinación del psicoanálisis hacia al arte opera a la manera de un tropismo que en diversas ocasiones se transforma en una apropiación territorial; esta posición cancela el texto literario al exponerlo a una sustracción de su verdad escritural. En este contexto la Interpretación/ construcción opera como una verdad que se imprime a la literatura, generando una suerte de "mas allá" o latencia que sólo encontraría su "verdadero sentido" en la exégesis psicoanalítica.
"Amor y muerte en tiempos de internet" se estructura desde una posición sugerida por la intuición freudiana: "los escritores beben en aguas desconocidas por nuestra ciencia".
Siguiendo algunas conceptualizaciones de Julia Kristeva, en esta ponencia psicoanálisis y literatura configuran una intertextualidad, postulado que entiende el texto -no sólo literario- "como absorción de y réplica a otro texto".
Asimismo en todo momento se nos hace presente que la conjunción dialógica de saberes literarios y psicoanalíticos se encuentra con zonas indescifrables, tramas de lo inefable, ya que en la literatura "hay ciertos secretos que los llamados personajes sólo confían a la letra del escritor". Un intento de develar mediante la fuerza de la teoría o el peso de la tradición, sólo traería resonancias de la violencia radical postulada por P. Aulagnier.

Cartografía de un duelo post-moderno

Mikage Sakurai es la narrataria de Kitchen, dentro de la novela su voz asume la primera persona del relato y, desde allí conduce al lector a través de un devenir narrativo, temporalidad signada por pérdidas, construcción y puesta en sentido de sucesivos duelos: "Yo, Mikage Sakurai soy huérfana. Mis padres murieron jóvenes. Me criaron mis abuelos. Mi abuelo murió en la época de mi ingreso en la escuela secundaria. Desde entonces vivíamos solas mi abuela y yo. Hace poco murió mi abuela inesperadamente. Me asusté."
Mediante decires de fuerte economía metafórica, Mikage trasmite el descubrimiento desencantado del paso del tiempo, la sensación de tristeza, soledad y aislamiento que habita, extremos de dolor que sólo se mitigan con lo que podríamos nominar arrullo post-moderno; después del entierro "estuve como ausente tres días" y coloca su futon-cama- en la cocina, sitio identitario donde no sufre, mirador de estrellas solitarias; allí "el zumbido de la nevera me protegía de los pensamientos de soledad".
Inmersa en una miríada de sensaciones y asuntos cotidianos, Mikage se relaciona con Juichi, joven que llega hasta su casa como "caído del cielo". Juichi Tanabe es casi un desconocido, alguien que, para la narrataria podría, vagamente, haber sido el amante de su abuela, sujeto que trasmite "una sensación de aislamiento". La construcción fortuita y frágil del vinculo entre ambos no impide la oferta de Juichi - y aceptación de Mikage – que ésta vaya a vivir a casa de los Tanabe. En la nueva vivienda Mikage captura la dimensión de su soledad: "Estar frente a alguien que apenas conocía y en su casa, me hizo sentir que no tenia a nadie en el mundo".
La familia Tanabe está compuesta por Juichi y Eriko su madre que de inmediato captura a Mikage fascinándola con su belleza: "La miré de manera inconsciente. Un déja-vu como una tempestad me azotó".
Este encuentro genera un sutil movimiento narrativo que desdibuja el duelo de Mikage; la narrataria se sumerge en la fascinación, su mirada crea un extraño puente con Eriko, historia que va cobrando preeminencia en un sentido deconstructivo, de sucesivas e inesperadas resignificaciones. En ese contexto Eriko, madre de Juichi, en una brevisima temporalidad dialogal es develada por su hijo:
"- ¿Te has dado cuenta? – continuó Juichi de una forma increíblemente extraña.
Es un hombre.
Esta vez no siguió hablando.
Yo, con los ojos muy abiertos lo miraba en silencio.
Entonces ¿quién es tu verdadera madre?
Hace tiempo ella era un hombre – dijo – cuando era joven. Entonces estaba casado y su mujer era mi verdadera madre -."

De aquí en más la mirada hacia Eriko se puebla de una semiótica transexual en apariencia ineluctable; rastros, indicios, iconos y modalidades existenciales desembocan en la aparente definición trans- gay del universo de Eriko, definición que también impregna su muerte: "Un loco la acosaba y acabó asesinándola. Aquel hombre vio a Eriko por primera vez en la calle, le gustó y la siguió y, así, supo que ella trabajaba en un bar gay" .
Con el asesinato de Eriko se empalma un desvío que conecta con el déja-vu: "Yo era un hombre típico", confiesa Eriko a Mikage. A partir de este inesperado empalme la memoria de Mikage reconstruye una subjetividad de Eriko, diversa respecto de la trans-gay expuesta en la narración.
Surge un Eriko hombre profundamente enamorado de su mujer, - que enferma y muere de cáncer -, anegándole en una tristeza inexpresable en el "lugar" asignado a su género.
Cuando muere su mujer, Eriko entonces hombre y padre, dice: "Con la planta entre los brazos lloraba de tal modo que, siendo hombre, no pude coger un taxi a pesar que hacia un frío horrible. A lo mejor fue entonces cuando pensé por primera vez que no me gustaba ser hombre". La transformación de Eriko en mujer surge como una migración en el cuerpo destinada a construir un espacio ¿subjetivo? ¿social?, sincrónico a su emoción. Parecería que Eriko se enlazara al pensamiento de André Breton: "Esta caja de fondo múltiple que se llama hombre", produciendo una suerte de reversibilidad que desencadena la sucesiva caída de inesperados enmascaramientos.
Es casi una tentación personal recurrir a la mítica del deseo y desde allí difuminar los inquietantes trazos que la narración contiene; sin embargo la narrataria insiste en lal mostración.
La migración en el cuerpo de Eriko organiza y difunde en el lector un universo trans-gay que oficia de encubrimiento secundario, metáfora de un plus de emoción que no encuentra deriva en itinerarios asignados por determinado género; intensidad y formalización de sentimientos que exigen la enigmática mutación de Eriko.

Interrogantes

En las multiplicidades de cada cultura el trabajo subjetivo de duelo se entronca con pliegues sociales privados y públicos, los cuales proveen consensos, ritualizados o no, que acogen a quien o quienes sufren una pérdida; en tales espacios se pueden dibujar sincronías o, a la manera de Eriko, dirimir desarraigos. Aun en condiciones sociales duramente adversas, se crean ensamblajes en los que la subjetividad del duelo encuentra una brecha que engarza los procesos psíquicos de duelo con el entorno cultural-social; contexto donde los enunciados del cuerpo de quien o quienes sufren una perdida, son relevantes al entramado subjetividad-cultura.
Cuerpo, cuerpos que manifiestan emociones, concepto que luego del "rescate" realizado por P. Aulagnier, ha retornado al Psicoanálisis. "La emoción, concebida como la parte visible de ese iceberg que es el afecto". "La emoción pone a dos cuerpos en resonancia y, se puede también afirmar que el yo se emociona por aquello que su cuerpo le hace conocer y compartir de la vivencia del cuerpo del otro, ya que la emoción concierne al yo".
Mikage y Eriko des-articulan en forma diferente esa resonancia de dos cuerpos, relevante y reveladora de los procesos de duelo.
Mikage si bien elide la palabra y el otro en la escena desangelada donde el consuelo proviene del sonido de la heladera, transita todos y cada uno de los hitos referentes a la perdida de su abuela, incluido el plus de emoción que emerge de un ómnibus donde con la mirada, captura una escena tierna entre una abuela y su nieta: "Seguí con la mirada el autobús que se alejaba y, sin pensar, entré corriendo en un callejón oscuro. Me acurruqué entre mis paquetes en la oscuridad y lloré. Era la primera vez que lloraba tanto desde que nací".
Mediante la aparente puesta en sinsentido Eriko sugiere...
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Notas
Trabajo presentado en las III Jornadas de Actualización. Foro de Psicoanálisis y Género. "Cuerpo y Subjetividad: Mujeres, Varones, Construcciones Teóricas y Experienciales de Género". En la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, 18 de Octubre de 1997.

Bibliografía

I)  Aulagnier, Piera – Hornstein, Luis. "Cuerpo, Historia, Interpretación. De lo originario al proyecto identificatorio". Ed. Paidós, Buenos Aires, Argentina. 1991.
II)  Fernandez, Aida – Hajer, Doris – Lubartowski, Raquel – Wolf,Martín. "Hebras Humanas". Ed. Nordan. Montevideo, Uruguay, 1989.
III)  Freud, Sigmund. "El delirio y los sueños en la Gradiva de Jensen". Obras Completas. Tomo IX. Amorrortu Ed. Traducción al español J.L. Etcheverry. Primera edición en español, 1979, Buenos Aires, Argentina.
IV)  Koffman, Sara. "El nacimiento del arte". Ed. Siglo XXI. Madrid, España.
V)  Kristeva, Julia. "Semiótica II". Ed. Espiral Fundamentos, 1978. Madrid, España.
VI)  Yoshimoto, Banana. "Kitchen". Ed. Tusquets, 1995. Barcelona, España.