De Exclusión y Género(*)
Psic. Rita Perdomo (**)
Psic. Gabriela Giordano (**)
Psic. Cristina Pereiro (**)
La investigación "Los adolescentes uruguayos - Hoy"
de la Facultad de Psicología financiada por la Comisión Sectorial de Investigación
Científica de la Universidad de la República, surge en 1989 como una necesidad de
actualizar la comprensión del proceso adolescente en un país latinoamericano que sale de
una dictadura militar, en el contexto de un mundo que sufre cambios vertiginosos. Se
articulan diferentes métodos de investigación. En este caso se parte de respuestas
suministradas por varones y mujeres en edades comprendidas entre los 15 y 19 años
inclusive, en una Encuesta con preguntas abiertas realizada en toda la ciudad de
Montevideo, con muestreo representativo al azar de acuerdo con criterios de
estratificación socio-económico-cultural de la Dirección Nacional de Estadística. Se
analizó cada variable por género en cada estrato.
En la actualidad se hace referencia a un proceso de transición de los roles de género,
según el cual se comenzaría a advertir la existencia de subjetividades femeninas y
masculinas no tan polarizadas1. ¿En el caso de los
actuales adolescentes montevideanos, ambos géneros dan cuenta de esta transición? ¿El
cambio en las subjetividades se procesa de la misma manera en el conjunto de la sociedad?
El hecho de haber trabajado con registro de respuestas textuales en la Encuesta nos ha
permitido tener acceso a lo no-dicho, a lo latente. En ese sentido, las respuestas de
todas las jóvenes adolescentes dan cuenta de la situación de vulnerabilidad y exclusión
femeninas, las cuales se expresan de forma diversa según los sectores socioeconómicos de
pertenencia. Por ejemplo, en tanto las mujeres de los estratos Altos manifiestan su
preocupación por obtener mayor formación y un título universitario, la tercera parte de
las adolescentes del estrato Bajo se autoexcluye cuando, ante la pregunta "¿Qué
hacés, cuál es tu ocupación, o cuáles son tus ocupaciones?" responden
textualmente "No hago nada" o "No estudio ni trabajo", respuestas que
no se obtuvieron en ningún otro caso. Estas situaciones, aunque aparentemente dispares,
en el entramado de la Encuesta dan cuenta, precisamente, de la situación de
vulnerabilidad femenina, relacionada con la violencia de género como una de las formas de
la violencia social. La división sexual del trabajo y el consiguiente establecimiento de
jerarquías que lleva implícito el vínculo dominado-dominador, "el lugar
subalternizado asignado a las mujeres"2, atraviesa
las respuestas femeninas obtenidas.
En el estrato Alto, la exigencia y la búsqueda de un título por parte de las
adolescentes dan cuenta de la única posibilidad (por otra parte incierta) que nuestra
sociedad ofrece de equiparar ingresos con los varones, y por lo tanto, de desdibujar el
orden jerárquico, lo cual lleva implícito el reconocimiento (no necesariamente
conciente) de dicho orden. Esto se corresponde con la percepción de los adolescentes de
ambos sexos en cuanto a la distribución del poder en la familia vinculado a la toma de
decisiones. Aunque el ámbito doméstico suele ser percibido como espacio de dominio
femenino, de lo cual dan cuenta muchos adolescentes, este es el único caso donde "la
madre ocupa el último lugar (en la toma de decisiones), significativamente distante de
los demás al final de la siguiente sucesión: madre y padre (...), padre (...), todos en
familia (...), madre (9%)3", aunque paradojalmente
se trate del estrato con más madres que trabajan y aportan económicamente a la casa
(71%), según manifestaciones de los propios adolescentes.
No obstante, es de destacar que del estrato Alto al Medio, los adolescentes plantean
mayoritariamente que son "padre y madre" quienes deciden las cosas más
importantes de la casa, lo que da cuenta de cambios en los vínculos masculino-femenino en
el ámbito doméstico, cambios que aparecen más claramente en el estrato social Medio.
Aquí, luego de "mi madre y mi padre" (33%), los adolescentes perciben en
porcentajes sin diferencias significativas que la "madre" (20%) o el
"padre" (17%) son quienes deciden las cosas más importantes de la casa. Pero
así como se ponen en evidencia los cambios atinentes a la subjetividad masculina y
femenina, también se evidencian las resistencias. En tanto después de las mujeres del
estrato Alto, mujeres y varones del estrato Medio plantean la importancia de la obtención
de un título universitario, estos varones son quienes se manifiestan más insatisfechos
respecto a qué se les enseña (con relación a la educación formal que reciben):
"presentan un mayor grado de criticidad y escepticismo que las mujeres, y a su vez,
el mayor de toda la población (60%). En este caso, la insatisfacción absoluta o
relativa, en términos generales podría corresponderse con una constatación de la
relación recíproca entre la crisis económica por la que atraviesa el país y la crisis
del sistema educativo, en un estrato especialmente vulnerable a la polarización
económica, y en particular con la necesidad de los varones de capacitarse para competir y
poder conservar un lugar socialmente asignado. Rodríguez y Dabezies, haciendo referencia
a la crisis de los 80 (momento en que estos adolescentes eran niños) plantean que:
Esto repercutió en la organización de la familia y la distribución de roles entre
sus miembros, pudiéndose señalar como los más notorios la pérdida de la preeminencia
del varón jefe del hogar como mayor proveedor de ingresos... Por lo tanto, los
altos niveles de insatisfacción de las mujeres del estrato Alto y de los varones del
estrato Medio con relación a lo que se les enseña, tendrían una significación
diferente. En un caso (las mujeres del Alto), lo que podría estar en juego no sería
tanto la preocupación por la pérdida de estatus económico, sino la posibilidad de
ocupar nuevos lugares tradicionalmente asignados al hombre. En el otro (los varones del
Medio) parecería relacionarse tanto con la constatación de la posibilidad concreta de
descenso social, como de pérdida de lugares tradicionalmente masculinos4."
En los estratos socioeconómicos Bajos, si bien la situación de violencia social extrema
a que son sometidos estos sectores deviene exclusión para ambos géneros -lo cual se pone
en evidencia no sólo en lo que respecta a la educación y la ocupación de los
adolescentes, sino también en el incremento de suicidios e intentos de autoeliminación,
la preocupación por las drogas, etc.-, se observa una sobre exclusión de las mujeres
adolescentes, que aparece incluso como autoexclusión, como ya se mencionó.
Pese a que la realidad femenina juvenil tiene en común la vulnerabilidad, los niveles de
dicha vulnerabilidad se van incrementando a medida que se desciende en la escala social,
de forma que las diferencias entre mujeres de distintos estratos socioeconómicos serían
considerablemente mayores que las diferencias entre varones y mujeres de un mismo estrato.
Cecilia Braslavsky destaca tres tipos de domesticidad de las mujeres jóvenes:
"quienes están al cuidado del hogar y tienen realmente responsabilidades en la
reproducción cotidiana de los agentes sociales; quienes declaran estar al cuidado del
hogar pero ocultan con ello una situación de desocupación; y quienes contribuyen
decisivamente a la reproducción de los agentes sociales de una unidad doméstica ajena
-empleadas domésticas- y comparten su reclusión entre un hogar propio y otro
ajeno." (Braslavsky, 1985)5.
Las adolescentes de los estratos Bajos se encontrarían en un futuro fundamentalmente en
una de las dos últimas situaciones descritas por Braslavsky, básicamente en la tercera,
por lo tanto en algunos casos estarán recluidas en su hogar, y mayoritariamente
compartirán la reclusión entre el suyo propio y otro ajeno. En efecto, la mitad de las
adolescentes de entre 15 y 19 años consultadas manifiesta que "trabaja",
desempeñando sobre todo tareas de servicio doméstico en condiciones de precariedad. Como
ya lo consignáramos en otras oportunidades, "Esta condición específica de
domesticidad repercutirá en un altísimo porcentaje de accidentes peatonales (...), dado
que el inicio de una actividad ocupacional que implica el traslado a otras zonas de la
ciudad para lo cual no se está preparada, y enfrentarse a nuevos códigos (cambian por
ejemplo la organización de la vivienda, los hábitos familiares y el lenguaje) constituye
una situación de riesgo."6
En lo que refiere a los aspectos vinculares, las adolescentes de los estratos Bajos son
las que menos hablan de sus problemas con otros jóvenes (un 10% no los habla con nadie, y
la cuarta parte lo hace sólo con su madre, índice muy significativamente por encima de
toda la muestra; son las que dicen no tener amigos, o tener muy pocos; son quienes en
mayor porcentaje en toda la población no han hablado con nadie de sus ideas de suicidio
(86%), pese a que la cuarta parte de ellas manifiesta haberlas tenido, y el 11% dice
haberlo intentado. Paradojalmente, en un sector social donde la mujer suele erguirse como
pilar del sostén económico de la familia, es donde se encuentra más excluida. La
violencia que se ejerce sobre todo el medio repercute en particular sobre ella, quien
llega a actuarla sobre sí misma, no percibiéndose en las adolescentes cambios en cuanto
a la percepción del lugar de la mujer, en tanto no cuestionan su reclusión doméstica.
No obstante, pese a las dramáticas diferencias de vida entre las mujeres jóvenes
estudiadas del estrato Alto y del Bajo, que es donde más adolescentes dicen que
"trabajan" (33% en el Alto y 45% en el Bajo), y aunque manifiestan hacerlo por
motivos radicalmente diferentes (consumismo en el primer caso; porque las obligan, para
mantenerse o ayudar a la familia en el segundo), el tipo de trabajo que asumen no parece
diferenciarse significativamente. Se sitúa en tareas que se corresponden con la
subjetividad femenina tradicional, ya que las del Bajo, como se mencionó, se emplean en
el servicio doméstico, y las del Alto -aunque con un reconocimiento social muy diferente-
asumen mayoritariamente tareas de cuidado o entretenimiento de niños, y cuando plantean
otra opción esta remite a la cosificación de la mujer -promotoras de productos- o a la
venta de cosméticos.
Debido a las especiales dificultades laborales que enfrentan las mujeres, y los devaluados
salarios femeninos, la principal preocupación manifiesta de todas las adolescentes de la
muestra (sin distinción de estratos socioeconómicos) es el trabajo. Pese a que esta
situación pondría en evidencia tanto la situación de exclusión de la mujer en general,
como un cambio de subjetividad, los vientos de cambio no soplan por igual en todos los
sectores de la sociedad montevideana. Como se ha venido delineando:
- En los estratos Altos, aunque las madres salen al ámbito laboral, se mantiene un orden jerárquico fuertemente paternalista, pero las adolescentes evidencian una voluntad (no necesariamente conciente) de intervenir en dicho orden y ocupar nuevos lugares, aproximándose a aquellos reservados a lo masculino.
- En el estrato Medio ambos géneros dan cuenta de subjetividades masculinas y femeninas no tan polarizadas. Esto se pone de manifiesto, entre otras cosas, en la percepción de los adolescentes en cuanto al papel de su padre y su madre en la toma de decisiones en el hogar. No obstante, si bien las mujeres expresan más la voluntad de cambio, los varones plantean resistencias en cuanto a la pérdida del lugar de preeminencia masculina en la sociedad.
- En el estrato Bajo, pese a que la mujer suele constituir el pilar económico de la familia, es donde se encuentra más excluida -al extremo de la autoexclusión-, inmersa en una cultura falocéntrica que lleva a su vez a que el varón, por lo presionado que se siente, y ante la imposibilidad de asumir el rol asignado, adopte diversos mecanismos compensatorios (el machismo exacerbado, por ejemplo) o de defensa tales como la evasión (alcoholismo o drogas), de lo cual dan cuenta también los encuestados. Estas adolescentes, mayoritariamente no parecen mostrar actitudes o voluntades de cambio.
Cabe preguntarse ante los cambios en las subjetividades
masculina y femenina que se están procesando, si en todos los casos se está produciendo
una transición hacia nuevas subjetividades no tan polarizadas, debiéndose cuestionar la
cuota de voluntad de poder que puede estar implícita en la voluntad de cambio de rol en
muchas mujeres. Según Irene Meler "Es posible interactuar socialmente en ausencia de
la división social del trabajo, pero esto requiere la creación de alguna representación
colectiva de la diferencia (Meler 1987), más allá de la oposición jerárquica
expresión del falocentrismo, o sea de la hegemonía de lo mismo."7
Cabanzo y Torres de Rincón plantean que, "Retomando el modelo vincular de Puget y
Berenstein y a Piera Aulagnier, encontramos que las relaciones vinculares planteadas desde
la asimetría son generadoras de violencia con consecuencias lesivas para los dos polos
encontrados. Funcionamientos propios de estas estructuras vinculares como el de
sometedor-sometido acaban adueñándose de los espacios donde hoy se mueven hombres y
mujeres (...)."8
Coincidimos con dichas autoras en las consideraciones que realizan en cuanto al cambio en
la estructura de género, entre las que destacamos las siguientes puntualizaciones:
"- Conceptualizaciones de la diferencia, liberadas de la connotación de desigualdad
y que remitan a nociones de complementariedad, tanto desde el punto de vista del
quehacer en el mundo, como del intercambio enriquecedor para los yoes de ambos polos de la
estructura, hacia un equilibrio de esta y en pro de la evolución del ser humano. Las
diferencias estarían ubicadas en los canales de expresión de hombres y mujeres para una
tarea conjunta.
- El logro de una valorización de la feminidad tanto por el hombre como por la mujer,
ocupa un lugar prioritario en el encuentro de un equilibrio entre los polos de la
estructura.
- La incorporación de un objeto pareja donde la reciprocidad sea la modalidad de
relación de los padres. La vivencia y por ende la representación intersubjetiva
posterior de una estructura vincular, simétrica, remite a la identificación de los yoes
de ambos sexos con aspectos femeninos y masculinos de sus figuras parentales, en un
intercambio hombre-mujer más comprensivo, respetuoso, autónomo y flexible."9
Montevideo, setiembre de 1998
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Notas
** Las autoras pertenecen a la Facultad de Psicología de la Universidad de la República Oriental del Uruguay.
Citas Bibliograficas
1. Meler, Irene. "Construcción de la subjetividad en el
contexto de la familia postmoderna - Un ensayo prospectivo". Revista ACTUALIDAD
PSICOLOGICA. Año XXI. N° 238. Diciembre de 1996, Pág.12.
2. Inda, Norberto. "Género masculinidad, número singular Consideraciones
sobre psicoanálisis y complejo de masculinidad". Capítulo 6. En Mabel Burin y
Emilce Dio Bleichmar (compiladoras). GENERO, PSICOANALISIS Y SUBJETIVIDAD. Ed. Paidós,
1996.
3. Perdomo, Costanzo, Giordano, Pereiro, Ruben. "LOS ADOLESCENTES URUGUAYOS HOY
LO DICHO Y LO NO DICHO POR LOS ADOLESCENTES: INSERCION SOCIAL Y DIFICULTADES".
Serie: Aportes a la Educación Nacional N° 11. Capítulo 9 (Pág. 184). Ministerio de
Educación y Cultura. Dirección de Educación. Montevideo, Abril de 1998.
4. Perdomo et alt. Op. Cit. Pág. 151.
5. Braslavsky, Cecilia. Citada por Rodriguez, Ernesto. Dabezies, Bernardo. En PRIMER
INFORME SOBRE LA JUVENTUD DE AMERICA LATINA. Conferencia Iberoamericana de Juventud.
Oficina Permanente. Quito, Ecuador. 1990. Capítulo X, Pág.210.
6. Perdomo et alt. Op. Cit. Pág. 150.
7. Meler, Irene. Op. Cit. Pág. 17.
8. Cabanzo de Ponce de León, Rocio Torres de Rincón, Carmen. EL GENERO: UNA
PERSPECTIVA ESTRUCTURAL en LOS VINCULOS DE AMERICA LATINA Tomo II
FLAPAG, Buenos Aires, 1996, Pág. 292.
9. Cabanzo y Torres de Rincón. Op. Cit. Págs. 294 296.