La sexualidad infantil - Tres ensayos.
Vigencia y actualización.
Myrta Casas de Pereda (1)

Mi lectura del texto es deudora una decantación personal, desde los diversos esquemas referenciales que me han nutrido a lo largo del tiempo, en especial en los momentos de tribulación de mi praxis, donde nunca alcanzan las diversas conceptualizaciones y estamos acuciados por los interrogantes propios de lo enigmático siempre presente en nuestra aproximación al inconsciente. La lectura de Freud siempre resulta en una relectura diferente.
El descubrimiento del inconsciente constituye un giro epistemológico que incidirá de ahí en mas en el decurso de la historia de las ideas. Descubrimiento del inconsciente donde el término sexualidad constituye a su vez uno de los Grundbegriefe freudianos, un concepto fundamental (Freud, 1915, p113).
La sexualidad abarca la genitalidad sin limitarse a ella, e implica el nivel simbólico estructurante de lo psíquico en su más radical expresión (2): en la represión de lo pulsional, y la emergencia del deseo inconsciente, la sexualidad sostiene lo esencial del sujeto psíquico en su división consciente-inconsciente.

El conflicto psíquico hunde sus raíces en el funcionamiento pulsional; su campo, entre deseo y defensas, constituye la singularidad de cada sujeto, siendo a su vez solidario del deseo de los padres. De allí que libido, sexualidad y organización psíquica, sean consustanciales. Siempre un otro imprescindible teje reglamentaciones simbólicas que anclan al sujeto en la cultura. Toda amenaza al sujeto es sexual, porque la sexualidad constituye psiquismo e inconsciente. Y nos constituimos ante otro que nos desea vivos.

"La genitalidad es efecto de la estructuración, dando cuenta de la articulación inconsciente del deseo. En lo social la reconocemos en la ética y estética del vínculo que reúne hombre y mujer. La aceptación de la diferencia de los sexos es a la vez efecto de la organización inconsciente y dato social que interroga al psicoanálisis hoy. Interesa pensar de qué modo los cambios sociales suscitan cambios en la respuesta sintomática al conflicto psíquico ("elección de neurosis")."(Casas de Pereda, 1999)

La sexualidad reúne en la concepción freudiana lo vital y lo agresivo, ofreciendo perfiles narcisistas y edípicos como momentos puntuales en el proceso de subjetivación. Muerte y castración, esenciales en esta concepción, constituyen el bastión más fuerte ante los acotadores de la pulsión. Las defensas, descritas por Freud en 1915, son un despliegue dinámico de esta imprescindible acotación a la sexualidad inconsciente, defensas que no son sino los destinos de pulsión.

Podemos decir que el inconsciente es sexual (no genital) donde el término libido nombra la energía de la pulsión en la misma medida que se ha constituido como psiquismo.

Amor y odio son efectos sensibles de esta organización subjetiva y participan de todo espacio tiempo de subjetivación. Diríamos es el lado visible de la estructuración sexual del inconsciente.

Freud desde el comienzo reúne el desarrollo junto a nociones como el a posteriori, la resignificación, lo imposible de volver conciente que siempre genera efectos y que nombra el inconciente sistemático, o el ombligo del sueño, todo lo cual da por tierra con la racionalidad del discurso científico o médico. Verdadera piedra angular del descubrimiento del inconciente, donde temporalidad y espacialidad rompen con todo lo estatuido. Allí también se constituye lo real, lo que escapa a toda simbolización y que da la razón de una imposible adecuatio rei et intelectus.

Sin embargo, la impronta del pensamiento evolutivo en la historia de las ideas también ha marcado fuertemente al psicoanálisis y diría que hay aún fuertes corrientes que gozan de buena salud. La idea de un objeto parcial que devendrá total, de una supuesta linealidad de lo disperso a la unificación, del caos a la integración, han sido siempre bienvenidos. Es la idea del pequeño que devendrá adulto, del menos al mas que resultan mas diáfanos que cualquier oximoron o paradoja.

Diríamos que Freud quiebra la linealidad desde sus primeros escritos, en el Proyecto, con la Proton Pseudos y el a posteriori, este último anclado en los dos tiempos de estructuración de la fantasía y el síntoma. Desbarata lo cronológico y da lugar entonces a la paradoja, retomada luego por Winnicott y Lacan.

El supuesto tránsito de la pulsiones parciales a la integración genital constituye una suerte de mito que aboga por una unidad ilusoria. ‘Pecado’ en el que incurre Freud.

También la noción de espacio psíquico es arrebatada de la noción euclidiana y acompaña las peripecias de lo temporal. De la linealidad de los primeros esquemas, Carta 52, el ‘Libro de los sueños’, a los diseños topológicos de la segunda tópica con un yo sumergido en parte en el ello, señalan, todos ellos, el esfuerzo permanente de Freud para otorgar una perspectiva dinámica rigurosa por fuera de la racionalidad científica. La insistencia de Winnicott con la paradoja es a mi modo de ver el concepto que da mas cuenta de lo inconsciente en su obra. Y el anudamiento borromeo de los tres registros o la banda de moebius en Lacan abren a un espacio diferente que junto con el tiempo lógico enriquecen y atestiguan del descubrimiento freudiano.

Que el inconsciente es sexual, le costó a Freud años de mala interpretación de sus ideas, de no reconocimiento o peor aún de profundo equívoco al igualar sexual con genital. Desde ‘Tres ensayos’, Freud indaga sin cesar a lo largo de su obra la ‘opacidad de la frontera entre cuerpo y psiqué’ (M. Viñar, 1997). Es precisamente en esta articulación virtual donde Freud ubica la noción de pulsión (Trieb). Es entre cuerpo y palabra, que Freud define a la pulsión, definitivamente por fuera del instinto, de la que es solidaria la representación, el Vorstellungrepraesentanz, que deja entre sus mallas el cuerpo erógeno y los afectos constituyendo subjetividad. Es que la pulsión solo podemos reconocerla a través de la representación que ella promueve, idea que Freud reitera y sostiene a lo largo de su obra.

Todo ello como preámbulo para introducirnos en este Ensayo II y el contexto de la obra. Ubicado, en estos pocos años que van desde 1897 al 1905, con los agregados ulteriores, permite al lector introducirse en lo espiralado y la resignificación frecuente de sus conceptos .

Texto pleno de ideas, abiertas, inusuales para su contexto epocal, y que sin embargo, a cien años de su escritura, mantienen la mayoría de ellas, una fuerte vigencia. De su obra privilegio ciertos mojones previos a 1905 que nutren la comprensión de este segundo ensayo: ‘La experiencia de satisfacción’ del Proyecto, el análisis de los mecanismos en juego en fobias e histeria, ‘La sexualidad en la etiología de las Neurosis’, el trabajo sobre los recuerdos encubridores, y claro está, ‘La interpretación de los sueños’.
En alguno de ellos transita ideas sobre la pulsión constituyendo lo inconsciente, donde se hace presente la necesidad del semejante (Nebenmensch) para dicho acto psíquico (que denomina acción específica). En ella Freud ubica la emergencia del deseo consecutiva a la escritura que divide al sujeto psíquico. Se trata de la represión nombrada allí como efecto de desalojo que resulta de ese acontecimiento entre sujeto y el semejante, cuya deriva consecutiva es la emergencia del deseo inconsciente (Freud, 1895, p.364).

Poco después en la Interpretación de los sueños, otorga al deseo inconsciente su lugar definitivo para la vida, para la muerte: "El pensar no es sino el sustituto del deseo alucinatorio" (Freud 1900, p.558)

La memoria y el olvido trabajados en el Mecanismo psíquico de la desmemoria (1898) y en Recuerdos encubridores (1899), son nuevamente puestos de relieve de modo magistral en su Psicopatología de la vida cotidiana (1901), donde el discurso a través de la palabra (Botticelli-Signorelli, lapsus) y el gesto (acto fallidos), es decir el discurso en su complejidad de palabra, gesto, tono de voz o juego, vehiculiza significantes que al articular siempre deseos inconscientes, dan cuenta precisamente de la impronta del trabajo psíquico y los avatares de la subjetividad.

Aporta hitos fundamentales para la metapsicología, sin que esta sea su propósito expreso. Recordemos que Freud no habla de metapsicología solo en los textos del ‘14 y ’15. En realidad nunca dejó de hacerlo, desde sus primeros textos (Carta 52) hasta los últimos (Construcciones), en verdaderos espirales de pensamiento creativo. Por otra parte, suele privilegiar ideas nuevas sin abandonar totalmente las anteriores. Y en otras ocasiones también se permite cuestionarlas. Tal vez el único abandono radical fue precisamente el de la impronta de la seducción en la etiología de la neurosis anunciada en la Carta 69 en 1897 con su "ya no creo mas en mi ‘neurótica’". Carta de señalada importancia dado que allí se reafirman dos elementos cruciales para la subjetividad: la importancia de los padres en la estructuración fantasmática de los hijos; la intelección de que en lo inconsciente no hay un solo signo de realidad por lo que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida de afecto, y concluye "la fantasía sexual se adueña casi siempre del tema de los padres". Es que el fantasma se adueña de la subjetividad inconsciente que se construye desde lo visto u oído (por ende la impronta del otro-Otro) y, será siempre la manifestación de un deseo. El fantasma es por definición desiderativo.
Todo ello precede este texto de 1905 donde en un nuevo paso desbarata la ilusoria ajenidad de lo sexual para la infancia.

La psicosexualidad que ‘Tres ensayos’(Freud, 1905) propone es abordada a partir de sus manifestaciones mas lejanas en apariencia, como son la sexualidad infantil y las perversiones. Psicosexualidad o sexualidad inconsciente, que abre las puertas a las diferentes formas de asumir la existencia sexuada de los seres humanos. Recurre al apuntalamiento para pensar la articulación entre cuerpo biológico y cuerpo erógeno, un modo elocuente de no renunciar a lo encarnado del estímulo endógeno, que es como Freud denomina también a la pulsión.
Hoy diríamos que la satisfacción y la sobrevivencia pasan a depender de un deseo ajeno, y por lo tanto, el apuntalamiento verdadero (Frida Saal, 1983, p.254) se realizaría entonces, en el deseo inconsciente del otro (Otro).

Entiendo pertinente esta propuesta, ya que Freud nos propone que la experiencia de satisfacción requiere de la existencia de un semejante para que acontezca un acto grávido de consecuencias, la acción específica, que determina la represión y con ella la división conciente-inconciente. La escritura que la represión determina, marca psíquica (huella mnémica), representación, significante, dependen de la impronta de ese otro y su deseo inconsciente (Otro).

Cada vez que la pulsión pulsiona desde las zonas erógenas, desde todos y cada uno de los bordes del cuerpo, y siempre y cuando el otro responda, se produce una marca psíquica con diversas cualidades, huella mnémica, representación cosa, significante, modos de nombrar la división conciente inconsciente, y por ende, la paulatina constitución del yo.

El concepto de autoerotismo ya no podemos sostenerlo del mismo modo que lo propusiera Freud. Dado que la libido narcisista al depender del otro, es en su origen objetal.
Sin embargo, en este texto, podemos reconocer que hay un lado de satisfacción de la pulsión en la fuente (zona erógena), dado que es allí donde es despertada y vivenciada placentera o displacenteramente según los cuidados y afectos del que lo asiste y condiciona. Satisfacción siempre parcial, en busca de un objeto siempre contingente. Su célebre frase ‘lástima que no pueda besarme a mi mismo’, (Freud 1905, p.165), señala con elocuencia la zona erógena oral desprendida de su objeto el supuesto alimento.

Todo ello está a su vez inmerso en momentos de especularidad ineludibles para la formación del yo, donde la imagen ‘propia y ajena’ forma e informa de momentos de constitución subjetiva. Es un intento de abrir la perspectiva riesgosa de unidades que se deslizaban en el concepto freudiano del autoerotismo.

Freud describe las exteriorizaciones de la sexualidad infantil, donde la primera trabajada en el texto concierne a la pulsión oral: el chupeteo.
El chupeteo como manifestación libidinal que se desprende claramente de la necesidad. Queda así de manifiesto que el ser humano precisamente lo es porque es la pulsión y no el instinto lo que nos constituye, descripción de la oralidad que abre a toda la intelección de su patología, donde la anorexia y la bulimia terminan de sacudir toda posibilidad de lo oral reducido a la necesidad, dejando todo el espacio a la tarea del fantasma que se anuda al encuentro traumático con el otro-Otro.

Y aquí Freud (1905, p.165) es especialmente contundente "la necesidad de repetir la satisfacción sexual se divorcia entonces de la necesidad de buscar alimento", y también "el chupeteo... repetido rítmicamente no tiene por fin la nutrición" (idem p.163). Lo placentero de la mamada, de la zona erógena que se asocia con la satisfacción de la necesidad, se complejiza ante tal divorcio señalado por Freud. No es el alimento el objeto de la pulsión, sino la satisfacción libidinal que abre a lo placentero displacentero que es renovado en el ‘pulsionar’ de la pulsión convocando cada vez que la pulsión pulsiona y convoca el otro-Otro.

El sostén biológico de un recién nacido abandonado en un hospital no alcanza (el apuntalamiento en las pulsiones de autoconservación), y todos sabemos que si no aparece un deseo de que el niño viva en un sustituto materno, mueren indefectiblemente.
La repetición es la forma de ser de la pulsión, la pulsión insiste, el deseo persiste, repitiendo representaciones que siempre señalan la incidencia o el ‘apuntalamiento’ en el deseo ‘inconciente de la madre que quiere que el hijo viva’ (3).

Voy a privilegiar tres áreas indudablemente relacionadas que constituyen verdaderos mojones en el desarrollo de la obra: amnesia infantil, pulsión de apoderamiento y teorías sexuales infantiles
Se trata, en todos ellos, de los efectos de los mecanismos defensivos. Pulsiones y sus destinos no es sólo el título de un texto capital de Freud sino su apuesta fuerte para la estructuración psíquica. El destino de la pulsión es ser acotada y los destinos son la represión, transformación en lo contrario, vuelta sobre si mismo y sublimación, a los que he agregado la desmentida estructural (M. Casas de Pereda, 1999).

Freud ubica la represión como causa de la Amnesia infantil (Freud, 1905, p.158) y señala "la fuerza de las impresiones olvidadas que dejaron profundas huellas en la vida anímica". La represión es una fuerza constante, que presiona, y donde el término en alemán Drang, que remite a fuerza, presión, está incluido en la palabra represión, Verdrangung.

"Sin amnesia infantil no habría amnesia histérica" (idem p.159) subraya Freud, articulando de este modo la represión tanto con su función organizativa como con su patologización. Lo reprimido, entonces, como ese "tiempo prehistorico" (idem) responsable del conflicto psíquico.

Con el nombre de Período de latencia, Freud (idem, p.160) reflexiona sobre las "mociones sexuales que se vuelven reconocibles a la observación"
¿Pero qué es lo que se observa?: Son los efectos de la represión junto a las pautas de educación y socialización que condicionan la emergencia de los diques, las formaciones reactivas y donde también ubica allí los efectos de la sublimación
Los diques, entonces, asco, moral, vergüenza, un puñado de vivencias que dan cuenta del trabajo psíquico, (Arbeit,) trabajo de la latencia que habla de continuas resignificaciones del retorno de lo reprimido.
También con la latencia podemos reconocer la fuerza del a posteriori, los dos tiempos ya planteados en el caso Ema del Proyecto. Espacio tiempo, el de la latencia, en que hace bascular como en una especie de charnela la razón de ser del a posteriori.
Los diques ya señalados junto a reclamos en lo estético y moral, van pautando el trabajo de la represión en torno a esta así llamada Sexualidad perverso polimorfa. Podemos pensarlos como una situación dialéctica entre deseos y prohibiciones que desde las funciones parentales decantan en los lazos sociales, donde reglamentaciones y normas relanzan el trabajo del No. Represión e identificación son elementos consustanciales del trabajo de subjetivación.( M. Casas de Pereda 2004)

De aquí en más sus aportes sobre la disposición Perverso polimorfa, sobre las Pulsiones parciales, los agregados de 1915 Investigación sexual infantil, así como el Complejo de castración y Envidia del pene constituyen varias páginas de una densidad conceptual que merecen por si solas muchas horas de reflexión compartida. Solo puedo nombrar algunos elementos cuya impronta y desarrollo abarca muchos años en la obra de Freud.
Así por ejemplo, dentro del ítem Pulsiones Parciales y Zonas Erógenas, aparece la mirada, el placer de ver. Como muchos de los hallazgos freudianos, éste esta condicionado por la patología, y denota la inquietud investigadora de Freud, capaz de acercar la perspectiva subjetivante de la pulsión y el deseo, al conflicto psíquico, en este caso orientado al par voyeurismo-exhibicionismo vinculado al órgano genital masculino.
En este contexto señala la importancia de la seducción, es decir, la impronta del otro-Otro que en ida y vuelta despierta respuestas pulsionales "desde el comienzo (las zonas erógenas) envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales" (idem p.174), menta entonces, "las pulsiones de placer de ver, de exhibir y de la crueldad". Agrega "la pulsión de ver puede emergen en el niño como una exteriorización sexual espontánea"(p.175).

Es muchos años mas tarde que Lacan agregará a la descripción freudiana de las pulsiones parciales, oral y anal, la pulsión escópica y la pulsión invocante. Mirada y voz entonces, junto al alimento y la respuesta del cuerpo a la demanda del otro, que constituyen el ensamblado pulsional que nos determina.
Lo escópico va a cobrar importancia fundamental en la obra de Lacan en la medida en que ella forma parte esencial en la constitución del yo.

Es en este contexto que Freud propone un elemento controversial como es la pulsión de saber. Controversial en la medida que no queda claro que pueda asimilarse a las otras pulsiones parciales provenientes de las zonas erógenas.
Tampoco responde a la caracterización de la pulsión (Freud 1915) con sus cuatro componenetes, esfuerzo, meta, objeto y fuente.

Sin embargo Freud insiste en lo que denomina pulsión de apoderamiento vinculada tanto a la impronta del alimento, lo oral, como a la mirada, que en realidad y también desde Freud, acompaña toda peripecia identificatoria.
Seguir los pasos de la pulsión de apoderamiento en estos años, significa también poder atisbar en el proceso de identificación, dentro de los avatares de la estructura edípica del sujeto.
A mi modo de ver podemos pensar en que en cada ejercicio de pulsión, en la medida que tiende a un objeto contingente con una meta determinada, está implícito ese sesgo del apoderamiento que en realidad nunca acontece totalmente ya que hay, en realidad, pérdida en cada movimiento pulsional. Y si emerge el deseo es porque el objeto no se alcanza, o mejor, como señala Freud, de lo que se trata es de un objeto ‘siempre perdido’. Todo ello señala la pertinencia del adjetivo parcial que Freud otorga a la pulsión.

La pulsión de apoderamiento reúne a mi entender diversos perfiles de la estructuración subjetiva. Hace presente al otro como semejante (otro-Otro) capaz de responder con una acción específica. A su vez, implica movimientos identificatorios donde la incorporación a su vez queda estrechamente vinculada a la agresividad como elemento propio de la subjetivación. Ya anuncia ideas venideras cuando propone que la moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento. Luego propondrá a la pulsión de apoderamiento como preludio de la pulsión de destrucción.
Señala las experiencias de encuentro y desencuentro con el otro. Se ‘come’ lo que se ama, siempre que el otro se ofrezca en un don de amor. También la agresividad natural, propia del trabajo de la pulsión, permite reconocer las vivencias de celos, rivalidad y muerte que se suceden en el contexto narcisista de la estructuración psíquica.

Apoderarse del otro, discriminarse, tener y ser constituyen los avatares constantes de toda subjetivación. He señalado (M. Casas de Pereda, 1999, p.278) "El apoderamiento, que implica tener (dentro) y perder (afuera) da inicio al meollo del trabajo de negatividad como indudable espacio de mediación en el dualismo pulsional"

Es precisamente en relación con el saber, el deseo de saber y no la pulsión de saber que surgen las Teorías sexuales infantiles. Estas son respuestas universales frente a la incógnita del deseo inconsciente del otro, saber ‘cómo me quieren’ o no, donde se anuda el deseo de saber con los enigmas constitutivos, y donde a su vez, la prohibición ha dejado sus huellas; se trata de un querer y no poder saber acerca de la muerte y la castración. Tensión inconciente, que no es para resolver sino para escuchar en sus efectos sintomáticos. Dialéctica entre saber y no saber acerca de la castración y la muerte. En ello están implicados el riesgo al narcisismo que enfrenta la incertidumbre de lo no sabido-sabido inconsciente. Pienso además que las teorías sexuales infantiles responden a expectativas desiderativas infantiles, fantasmáticas, en torno a la percepción de la ausencia. El fantasma organiza progresivamente al diferencia sexual que le es inaccesible.

Como ustedes comprenderán el tema de las teorías sexuales infantiles, que Freud enuncia en este texto, es un tema de largo alcance por lo mucho lo que allí se articula. Pulsión epistemofílica, nombra Freud, en realidad un enclave donde la creencia llena el espacio infantil y determina un punto de articulación con el saber y lo no sabido inconsciente. El punto fuerte tal vez lo constituye el que las creencias adquieren la fuerza de teorías, que organizan psiquismo. Es su necesidad de hacer trascender una vivencia fantasmática a un nivel organizador del psiquismo. Nos propone que se trata de una fantasía que se vuelve teoría y que configura una fase, la fase fálica de la libido, configurada por uno de los cinco mecanismos defensivos ya señalados: la puesta en escena de la desmentida estructural.

Es que dichas teorías son el efecto de un saber escaso y parcial que pasa por la no disponibilidad real para asimilar enigmas básicos como el de la concepción, y donde precisamente es la desmentida la que se ocupa de ese ‘no querer saber’ que reúne sexualidad y muerte. Se desmiente la castración materna, y eso es ya una señal estructural, pero en el mismo acto psíquico de no querer saber se condensa "la pregunta única que empero (el niño) no formula" (Freud 1915, p.73): ¿de donde vienen los niños?. Y por ello mismo porque quiere y no quiere saber, es que teoriza (como señala Harari, 1993, p.157) "desde aquellas funciones que puede acometer con su cuerpo"

(M. Casas de Pereda, 1999-b).

 

Desmentida entonces, de la castración y de la muerte, desmentida necesaria que da origen a las teorías sexuales infantiles. Todas ellas son solidarias de la no castración materna, la asombrosa "primera teoría sexual", (Freud, 1905 p.157): "todos los seres humanos poseen idéntico genital, el masculino". Este es el eje, el primado fálico, en torno al cual emergen los efectos, pues las demás teorías no son sino el testimonio del borramiento de la diferencia de los sexos (coito oral, parto anal).
Freud (idem p.198), agrega que este modo del pensar infantil resulta interesante para entender los mitos y los cuentos tradicionales, así como resulta indispensable para la concepción de la neurosis. Lo podemos leer como una alusión a la dimensión simbólica que subyace a su pensamiento.

Cuando se refiere a la castración siempre oscila entre un estatuto real y biológico y una dimensión casi opuesta que refiere a una perspectiva simbólica. Freud recurre a los mitos para pensar la castración y la muerte, como ocurre cuando toma el mito de la cabeza de medusa. Son modos de aprehender un real imposible que el mito o la poesía permiten imaginarizar mejor.
Es la castración, entonces, lo que se pone de manifiesto como organizador estructural, donde su desmentida se vuelve necesaria en una suerte de efecto, de estructura universal, que da origen a las teorías sexuales infantiles.

La impronta de las TSI se deja sentir hasta avanzada la infancia, pues reenvían a las fantasías primordiales que atestiguan, a su vez, de la estructura edípica en juego. Éstas últimas, las fantasías primordiales u originarias, reunidas en sus cinco manifestaciones únicamente en la nota agregada al texto de "Tres ensayos", en 1920, es tal vez un ejemplo paradigmático de la fuerza estructural de un fantasma al que Freud atribuía bases filogenéticas. He señalado antes (M. Casas de Pereda, 1989) que toda vez que Freud menciona el término filogenia, podemos sustituirlo por la palabra estructura, donde mantenemos la importancia de lo ‘heredado’, pero a través del contacto, transmisión viva, de los deseos parentales inconcientes, vehiculizados por el significante en su más amplia acepción, el significante psicoanalítico.

Hacer la cosa. (4)

Sergio, de 3 años, acudía al jardín de infantes en compañía de su oso. Este fue cobrando tal importancia que en un momento dado, Sergio le pidió a mamá que le hiciera una túnica igual a la de él para ir al Jardín. Una vez llegado allí, lo ubicaba en un estante, de donde lo tomaba cada vez que se suscitaba una situación ansiógena mínima, un cambio, una salida del salón, una nueva tarea.
Esta era su función: tenerlo junto a sí en los momentos de necesidad.

Pero además, Sergio realizaba todas las noches un cierto ritual: en el momento de ir a dormir hacía un pedido para poder "hacer la cosa". Así llamaba a su realización: "hacer la cosa". Y para ello pedía: "tete, mema, camisón".

Sergio muestra así una fuerte necesidad de referentes en la realidad para manejarse con la simbolización; una especie de duplicación yoica en el osito, con claros signos y señales de los cuidados maternales (la túnica). Eran necesarios para enfrentar la dialéctica presencia-ausencia, los cambios, la salida del hogar al jardín.

Por otro lado, abarcar lo real, lograr un símbolo desde una imagen, es ardua tarea de simbolización en los primeros años de la vida.

"Hacer la cosa", lograr que un lado-cosa quede fuera para siempre, para que el símbolo adquiera consistencia... "me da cosa", dicen los chicos, púberes o adolescentes, cuando quieren decir algo imposible de decir.

Las metonimias requeridas por Sergio para su tarea -"tete-mema-camisón"- son continuidades de los cuidados maternos, metonimias y metáforas parciales del objeto; metáforas vivas, como las he denominado en otro momento, del pecho, el alimento y la madre (diversificación del objeto incestuoso y prohibido).

Uno de estos objetos, el camisón, era un verdadero objeto transicional, era un trapito que, efectivamente, había pertenecido a un camisón de mamá.

No es fácil "hacer la cosa", tener el objeto, ser el objeto, discriminarse del objeto, representar el objeto, disponer de las representaciones. Meras marcas, pero que vuelven consistente el pensamiento, la fantasía y que si emergen desde un buen trabajo de división nos alejarán cada vez de la indiscriminación entre fantasía y realidad.

Es que "hacer la cosa" es también un trabajo de pasión libidinal que se puebla como siempre de señuelos.
Finalmente, deseo destacar, que cada vez que se logra una discriminación, está implicada una doble perspectiva: la del dolor que implica la separación y que la desmentida mitiga; y el placer de la representación, que habla del trabajo de la pérdida y la inscripción consecutiva. Por ello simbolización y sublimación se codeterminan recíprocamente. Si pensar y crear implica la sublimación, ella incluye, indefectiblemente, el jugar del niño.


BIBLIOGRAFIA

CASAS de Pereda, M. (1989) – Acerca de la madre fálica, fantasía, concepto, función en La castración, Freud, Klein, Lacan, Compiladores Daniel Gil, Luz Porras. Editorial Biblioteca de Psicoanálisis EPPAL, Montevideo, 1989.
CASAS de Pereda, M. (1999) – Desmentida: su efecto estructural y su dimensión patogénica en El camino de la simbolización, producción del sujeto psíquico. Buenos Aires, Paidós.
CASAS de Pereda, M. (1999)-b – Psicoanálisis con niños, tarea en construcción en RUP, nº90.
CASAS de Pereda, M. (2005) – Trauma y depresión en Winnicott, IPAC Rio de Janeiro 2005.
FREUD Sigmund (1892) – Fragmentos de la correspondencia con Fliess, en Obras Completas TI, Amorrortu Editores, 1976.
FREUD Sigmund (1895) – Proyecto de una psicología para neurólogos, en Obras Completas TI, Amorrortu Editores, 1976.
FREUD Sigmund (1900) – Interpretación de los sueños, en Obras Completas TV, Amorrortu Editores, 1976.
FREUD Sigmund (1905) – Tres ensayos de teoría sexual, en Obras Completas TVII, Amorrortu Editores, 1976.
FREUD Sigmund (1915) – Pulsiones y destinos de pulsión, en Obras Completas TXIV, Amorrortu Editores, 1976.
FREUD Sigmund (1920) – Mas allá del principio del placer, en Obras Completas TXVIII, Amorrortu Editores, 1976.
SAAL, Frida (1983) – El amor y la sexualidad, en La re-flexión de los conceptos de Freud en la obra de Lacan, Coloquios de la Fundación 3, Siglo XXI Editores, México, 1983.
VIÑAR, Marcelo (1997) – Sobre el saber del insight al saber de la ciencia.

---------------------------------------

Citas:

1 Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. Rivera 2516 - 11300 Montevideo – e-mail: mcasaspereda@adinet.com.uy
2 El sujeto con sus necesidades no se dirige a la leche, sino al pecho o la madre en sus demandas. Esta ya es un aspecto libidinal y por ende sexual en la concepción freudiana.
3 El amplio margen de referencias a las que alude dicha frase en su fuerte perspectiva imaginaria es desarrollada en relación a la patología del afecto en Casas de Pereda, Trauma y depresión en Winnicott 2005.
4  Agradezco a la Psic. Marcia Press el aporte de este material clínico.