Puntualisexiones (*)
Ricardo Landeira

En la reunión del miércoles anterior veíamos como la cuestión de los sexos y de la sexualidad ha conmovido a los psicoanalistas.

Los sexos y la sexualidad que generalmente acercan y unen a las personas, en el psicoanálisis ha generado diversos conflictos.

Algunos analistas elaboran conjeturalmente los datos que reciben de su cultura para dar cuenta de la constitución psíquica, otros toman en cuenta lo real orgánico a través de la biología o la anatomía, y aún otros, hacen un fuerte hincapié en la incidencia de lo cultural para la determinación de los sexos.

Posición del falo

El retorno de Lacan a las fuentes freudianas le había permitido afirmar la doctrina del significante por sobre la relación de objeto, criticando la ideología normativa a la que condujo el esquema de Freud / Abraham al ser reivindicado por muchos analistas postfreudianos: la evolución de la libido en etapas con su apología de la madurez genital, el desplazamiento del complejo de castración hacia la frustración de la relación madre-hijo, el reinado del cuerpo materno como sede primera y única de los fantasmas originarios y, entre sus consecuencias, la indistinción, para la sexualidad femenina, entre mujer y madre.

Fue gracias a los registros Simbólico, Imaginario y Real, y a la compleja pero necesaria diferenciación entre falo imaginario y simbólico, como Lacan pudo salir de esa normativa oblativa e idealizante donde parecía haberse extraviado el psicoanálisis posfreudiano. En su escrito "La significación del falo" expuso de un modo condensado las conclusiones de los interrogantes desplegados durante varios años de seminario.

En síntesis, la reinterpretación de los conceptos freudianos por Lacan en materia de sexualidad, hasta comienzos de los 60, pasa por la recuperación del falo como símbolo, causa del deseo y ordenador de las diferencias sexuales: ser/tener. Este ordenamiento no dejó de tener consecuencias normativas: según la enseñanza de Lacan de esa época, la mujer debía reconocer su lugar de objeto para el deseo masculino. Debía asumir su parecer el falo, ser el objeto, el señuelo fetiche que fascina (fascinus: falo) como en los misterios antiguos, y atrapar al deseo en sus redes.

Lacan mantiene el carácter primario del falicismo, propone a la vez de introducir la relación precoz a la madre, bajo la categoría de un deseo maternal, y de quitar de la terminología freudiana su equívoco paterno centrista. Aunque los reactualiza en el ternario RSI. Lacan hace del falo el objeto central de la economía libidinal, a condición de desprenderlo de sus connivencias con el pene.

El falo deviene así una insignia, el puro significante de una potencia vital, compartido igualmente por los dos sexos. La potencia fálica no está articulada a la anatomía, sino al deseo, que estructura la identidad sexual sin privilegiar a un género.

El significante del falo introduce así una división del goce. Revelando una doble función: por un lado, interdicta el goce, por el otro, lo permite.

Como dijimos en seminarios anteriores, la mujer "entre dos goces" recibe todo su desarrollo en el Seminario "Encore". Ahí el significante del falo, está tomado en su doble valor, como causa final, para el goce del ser o el goce del Otro, como lo designa más tarde, y de causa original para el goce sexual o el goce fálico.

El goce del Otro ahí esta designado como un goce para-sexuado, fuera del lenguaje, que sostiene el ser o el cuerpo como tal. Lacan en este seminario reintroduce el goce del Otro del lado femenino.

El goce fálico, parte de la falta en ser, más que del ser, y se sitúa fuera del cuerpo. No está religado al cuerpo sino por el hilo del órgano sexual o de la imagen falicizada de la forma corporal. No concierne al cuerpo en su conjunto, sino solamente a ciertas partes que pueden funcionar como equivalente del órgano genital.

Ahora bien, ¿cuál es el Lacan que encontramos en el seminario "Encore", texto central, en relación a los sexos?

El "embarazo" de Lacan

Comencemos por el "embarazo" de Lacan.

Porque allí encontramos un Lacan en cierto modo irritado, que acusa a la mujer por que ella no se resignan a ser "no toda".

"A la postre, nos equivocaríamos si no vemos que en líneas generales, y en contra de lo que se dice, son ellas, las mujeres, después de todo, las que joden a los hombres". (Clase 6, 20.2.73, versión inédita)

No sabemos porque allí Lacan reprocha la reticencia de las mujeres a entregarse; les recrimina la resistencia para confiarle su goce.

Es en este Seminario donde Lacan se lamenta, no sin su estilo sarcástico, porque según dice:

". . . a las mujeres nunca se les ha podido sacar nada. Llevamos años suplicándoles, suplicándoles de rodillas -hablaba la vez pasada con las psicoanalistas mujeres- que traten de decírnoslo. ¿Y, qué? Pues nada, mutis por el foro. Silencio. ¡Ni una palabra! Jamás se les ha podido sacar nada. Nuestras colegas, las damas analistas, sobre la sexualidad femenina, no nos los dicen todo. Es completamente sorprendente. Ellas no han hecho avanzar un ápice la cuestión de la sexualidad femenina. Entonces, no tenemos más remedio y a ese goce (se refiere al goce de las mujeres) lo llamamos como podemos, lo llamamos "vaginal", y se habla del polo posterior del útero y otras pendejadas por el estilo." (ibidem.)

La supuesta indignación de Lacan con las mujeres: "las que joden a los hombres", las que no se entregan; las que sí se entregan, pero no del todo; y también plantea que ocultan algo del saber sobre ese goce femenino.

Por lo que Lacan dice en ese seminario, que el goce de la mujer no existe, que la mujer nada sabe de él, y que aunque acepte que sí siente, nada sabe de ella misma. Quizá esa reticencia, esa falta de entrega, ese "mutis por el foro de las mujeres", enojó a Lacan.

Vayamos ahora a lo que aporta en el Seminario "Encore". En él agrega algo en su escritura: una mujer también puede tener un goce más allá de lo fálico. Esto es un avance en torno a lo que plantea a Freud, la mujer no sólo está en relación a lo fálico, sino que en tanto que no-toda-fálica se estructura en relación a otros goces, no fálicos.

Para la mujer no sólo está la dimensión de lo fálico, de la falta en lo simbólico y los goces fálicos, sino que Lacan plantea en relación a los goces, otra dimensión. Que nosotros leemos hoy, como la preservación de una falta a la que no colma lo fálico, la hace aún (encore en francés) seguir buscando más allá.

Por ello, podemos leer a partir de su escritura, que la mujer también se sostiene en otra posición que la fálica a partir de un goce más allá, en un plus.

Uds. recuerdan que con esta letra S( A), el significante del Otro barrado, Lacan está planteando que es el Otro – no de la palabra – sino el que hará consistencia Real más allá de su dimensión de lenguaje.

Los agujeros en la estructura

Realicemos una pregunta que estimo capital: ¿este más allá de lo fálico en la mujer, sólo tiene que ver con los goces?

Afirmo que no, ya que en la clínica encontramos que en la mujer hay una posición en relación al fantasma y a la falta, que le posibilita la producción de una falta aún más radical que aquella que produce la castración.

Y es justamente, a partir de la falta que produce la acción de lo simbólico que la mujer se ve llevada a demandar, a buscar fuera de su estructura eso que supla o que complemente la falta.

La demanda amorosa y no el juicio lógico del hombre, es lo que en primera instancia va a poner a la mujer no sólo en relación a lo fálico, sino también al des-ser que la constituye, a partir de su encuentro con eso que no la completa o que no la suple.

Pasamos entonces de la dimensión del tener o no tener, al des-ser.

En la escritura del nudo borromeo, Lacan ubica el objeto a, en el centro del anudamiento de los tres.

. . . Y es en el seminario R.S.I. donde Lacan comienza escribiendo el agujero del lado de lo Real, para luego ponerlo en lo Simbólico. Lo que guarda relación con esto que estoy queriendo plantearles.

El agujero que produce lo Simbólico es necesario para que despertemos ante otro agujero más radical aún, al que no cubre ningún objeto.

Es lo que lleva a Lacan a decir que "nadie sabe qué es un agujero". A lo que agrega:

"Por qué no ver en la aversión que eso manifiesta el trazo de la represión primaria misma"

Tomemos este señalamiento de Lacan y demos otro paso, al agregar que ese otro goce, y esa otra cara del Otro, guardan relación con el agujero más radical del sujeto, dado que esos goces lo presentifican en el límite del anudamiento, allí donde lo simbólico ya no cubre.

La no-toda-fálica, como Lacan llama a la mujer en ese seminario, no sólo encuentra allí otro goce como plantea Lacan en "Encore", sino una falta en ser radical que está en su base, precisemos, como también lo está en la del no-no-todo-fálico, como irónicamente lo llamamos nosotros.

Pero cuando Lacan considera lo de los sexos, tanto antes del setenta y tres, como en "Encore", actúa con cierta disociación a sus otras propuestas.

¿Qué quiero decir con esto de la disociación?

La esencialidad de la falta

Y ahí es donde encontramos una diferencia radical entre el hombre y la mujer en relación al falo y a la falta. Sabemos que el falo es la premisa universal del pene, pero tenemos que destacar, que además, y por su eficacia, es la creación de la existencia de la falta allí donde no la había; lo que comenzando por la de la castración, puede conducirnos a las otras faltas del hablante-ser.

Porque a partir de lo que se ha llamado la "primacía del falo", hay dos lógicas diferentes en juego, la lógica de una identificación al falo que se pasa intentando cubrir las faltas, y la lógica de la falta, producida a partir de la castración en la mujer, y que abre el deseo.

Lo planteo de esta manera, aceptamos teóricamente tanto la primacía del falo; como la primacía de la falta, una vez que lo fálico tuvo incidencia en el sujeto; y sin que esto último conlleve una inferiorización de la mujer por "estar fallada", o por no tener el equivalente fálico, lectura donde se cuela la significación cultural de la dominación propia del sistema. Se trata entonces, de dos posiciones subjetivas diferentes, la de ambos, hombre y mujer, ante el falo y ante la falta.

Y esta diferencia está dada de entrada, en el hombre y en la mujer. Tenemos que el varón se inserta por un juicio, ahí donde le es necesario jugar el significante de la falta, dado que se encuentra con la falta de significante más radical. La mujer toma culturalmente la significación del pene, como el signo de una identidad sexuada de la que ella se siente privada en lo Real, hoy sostenemos, de la que ella está culturalmente privada y con la significación de "fallada".

Pienso que estamos en el tiempo de plantear una paradoja que quiero señalar: la mujer en falta, en déficit a partir del falo, la llamada por Lacan "no-toda-fálica", es la que precisamente por eso, está en mejores condiciones de anudamiento borromeo de la estructura. Es por eso, que el análisis lo pensamos como el camino que recorremos desde la falta fálica a la castración del Otro, lo que implica el encuentro con el esencial des-ser.

Pero vayamos aún más allá, Lacan en su "Proposición del 9 de octubre de 1967", esa que dirigió a la Escuela Freudiana de Paris, nos dijo lo siguiente:

¿Qué es lo que al final del análisis llega a darse a saber?
En su deseo, el psicoanalizante puede saber lo que él es"

¿Y qué es este psicoanalizante al finalizar el análisis?, ¿un hombre y una mujer por su identificación al falo?, no, nada de eso, escuchen:

"Pura falta en tanto que (-f), es por medio de la castración, cualquiera que sea su sexo, que encuentra el lugar en la relación llamada genital. Puro objeto en tanto que (a) él obtura la hiancia (béance) esencial que se abre en el acto sexual . . . Yo demuestro que esa falta y ese objeto tienen igual estructura" ("Ornicar? 1, Ed. Petrel, Pág. 21)

Hombres y mujeres, somos esencialmente pura falta y puro objeto. Vale decir que se trata de la falta que posibilita el falo (-f), en esto nos mantenemos en lo que les propongo como la primacía fálica, y el puro objeto, (a), cuando a partir de la caída de las diferentes demandas, aparece esa falta de objeto pulsional.

En el trabajo "Sobre la experiencia del pase" que es del 3.11.73, plantea que:

"este objeto no representa otra cosa que un cierto número de enigmas polarizados" y que "para los que hablan" se presentifican en estas grandes funciones que no dejan de estar ligadas al cuerpo: el seno nutricio, el residuo, el desecho, la mierda . . . la mirada y la voz" (Pág. 35, Ornicar? 1 en castellano, lo que está entre paréntesis )

No debemos entonces, confundir la representación discursiva con el objeto a, que es una ausencia de objeto. De ahí que debemos establecer un orden para el hablante-ser entre las faltas:

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La(s) falta(s) que marca(n) la(s) castración(es), al mover las demandas, va(n) haciendo caer las representaciones del objeto (a) a través del trabajo analítico, posibilitando así la experiencia de la falta más radical.

Esa (a) que es la causa del deseo, y que Lacan va a escribir en el centro de los tres registros una vez que ellos están anudados.

El lugar de este objeto, que falta, es central, no sólo para las mujeres, o para los hombres, sino que lo es para todo hablante ser.

Esto quiere decir que no sólo somos eso que dicen nuestras marcas y significantes, sino que también somos más allá de eso. O a partir del análisis de esos elementos integrados en el discurso, somos algo que está más allá de lo discursivo, algo que empieza en sus bordes, en sus anudamientos.

En esta perspectiva que les planteo, el falo es la condición de la falta.

Y ahora viene lo más interesante, la falta – tanto la fálica como la del objeto - es la condición del amor, del goce, del deseo y del saber.

Hablemos del amor

¿Cuándo aparece el enamoramiento?, cuando un sujeto está en un horizonte de angustia, cuando se mueve en su posición con el objeto, cuando aquello en que se refiere trastabilla.

¿Aún no hemos aprendido que sólo enlazamos un nuevo objeto, a condición del desasimiento del anterior?, porque en esto seamos claros, se trata de amar, no de hacerse amar manteniéndose en una misma situación. ¿Y cómo se puede amar si uno está lleno?

¿Cómo se puede amar si uno no busca cubrir esa falta, que se manifiesta como incompletud y que ha tocado a una persona, cuando los nombres o las imágenes al bascular dejan entrever, un vacío, una falta, un no-ser?.

Es por eso que la historia del encuentro amoroso, se realiza sobre la base del desencuentro, del rompimiento, del movimiento, de la angustia, base que queda oculta por los efectos del encuentro.

La producción del deseo

Manteniéndonos en el tiempo primario, decimos que hay una necesaria alienación transferencial al deseo del Otro, y en cambio, una contingente separación transferencial del mismo. Vale decir que esta separación, puede ocurrir o no.

¿De qué depende esta separación? De que esas marcas y goces que se escriben en la base de nuestra estructura y que nos vienen desde el deseo del Otro, originariamente a través del Otro primario, puedan caer, pues al enmascarar, obturan en el sujeto la posibilidad deseante.

A tal efecto, es necesario arrancarle el llamado objeto (a) al Otro, que no es otra cosa que la falta de objeto, la carencia radical. Porque al Otro o a quien lo represente, se le supone la posesión de lo que a nosotros nos falta. Descompletándolo en ese doble corte, en que el objeto (a) se separa tanto del Otro como también del sujeto

Donde la falta no sólo es el motor de la necesaria alienación, sino que es la condición de la separación transferencial.

Se trata de la posición subjetiva y por ende del acto que constituya la caída del objeto con el que completamos a ese Otro omnipotente, así como a nosotros mismos. Pero hay un movimiento más a realizar y es aquel que permite al sujeto, reconocer a su deseo como tal.

Ejercer la soberanía al destituir al Otro, o al producirle una falta, implica para todo sujeto enfrentarse a la más violenta de las castraciones. Y no se trata de la agresión a la "autoridad", sino del efecto sobre nosotros mismos. Digámoslo en términos freudianos, el gran temor de que la sombra del Otro caiga sobre nosotros.

Es necesario descompletar al Otro, así como también a uno mismo, y esto para comenzar a hacer jugar una noción de poder, que no siempre se sitúe en el otro círculo del que estamos colocados. Y esta noción de poder tiene que ver con el deseo, pues en sus realizaciones está en juego la caída del Otro.

¿ Y el saber ?

¿Qué sabemos desde el psicoanálisis?

Que al igual que en el amor y que en el deseo, el sujeto está lleno de saber, en exceso. Es preciso un descompletamiento del saber para que una persona comience a reconocer su ignorancia, que a través de los avances que logre vaya colocando sus preguntas en lugares cada vez más distantes de la posición en que se encontraba.

Avanzamos con preguntas. Con interrogantes que tienen relación con nuestra posición subjetiva.

Los psicoanalistas año a año construimos interrogantes, los que a su vez nos abren a otros, y así a otros. A diferencia del modo universitario de producción del saber, en el psicoanálisis la realización del conocimiento no va solamente de una pregunta a una respuesta, sino de una pregunta a otra. Es ya un gran avance poder formular una que nos guíe en lo que queremos trabajar. Pongo énfasis en esto, porque no todas las preguntas que nos hacemos implican una real interrogación.

Un analizante cuando comienza a interrogarse sobre sí, en relación a si lo que desea es propio o ajeno, sobre su futuro, comienza a abrir una falta, un descompletamiento de lo que es un saber cerrado, vuelto sobre sí, como una víbora que se muerde la cola.

Y parte de lo que sabemos, son los nombres y las marcas en que nos reconocemos, que provienen desde nuestros tiempos primarios, y que hay que revisar, interrogarlas clínicamente, para que uno no se quede pegado a la marca, siendo eso con que a uno lo nombraron de pequeño.

Hay que poder en el análisis hacer de los nombres que tenemos, un significante cualquiera, que pueda ir tomando otra significación a la vez que nos alivie la pesada carga que significa soportar los sueños y las pesadillas de quienes nos precedieron.

Es por ello que decimos que para que haya la posibilidad de comenzar un análisis, es necesaria la falta en saber sobre el síntoma, tanto para la producción de la demanda de análisis, como para la transferencia del sujeto supuesto saber.

De allí que se diga que la histerización del discurso, para cualquier neurosis, es necesaria por el lugar de la división del sujeto y de la falta en el discurso, así como por la ubicación que se le da al otro.

Observen que el análisis sólo comienza si se produce una falta en saber, y finaliza con el des-ser, tanto por el lado de la castración, como por el lado del objeto.

Las sexualidades

¿Y cómo juega la sexualidad en ello?

Podemos decir que las mujeres y también los hombres, gozan sexualmente por lo que tienen.

Y este por lo que tienen, guarda relación con las dotaciones orgánicas, y con la transportación en esas vías, de los goces.

Puntualicemos que las mujeres gozan sexualmente con sus órganos que son bien diferenciados de los del hombre, no gozan por lo que les falta, sino por lo que tienen, y a través de lo que tienen.

No tenemos que confundir el goce sexual, con el deseo.

La sexualidad en el cuerpo es la pulsación del goce, y afirmamos que hay diferentes tipos de sexualidad, según las posiciones de los goces en la estructura.

Con ello controvertimos la idea de "la sexualidad" en tanto que "una", hay sexualidades, o experiencias sexuales que responden a diferentes causas estructurales.

Y esto lo debemos pensar en los diferentes sujetos, y también para un mismo sujeto, y aún más, en forma simultánea.

No hay la pretendida "madurez sexual", sino posiciones subjetivas que anudan diferentes goces de manera diversa. La emergencia o activación de cada uno de ellos, dirá de una realidad diferente.

Y en ello, también ponemos en juego que al igual que los sexos, me refiero al masculino y al femenino, sólo pueden temporalmente ser pensados como una creación donde intervienen lo cultural, lo psíquico y los elementos de lo real orgánico en forma anudada.

Y como ello también hace a las nociones y conceptos dentro del psicoanálisis, y también a lo que los analistas, productos de una época trasmitida por el Otro pensamos valorativamente, moralmente, también estéticamente, y que a veces puede irrumpir en nuestra clínica.

Anaïs Nin nació en Paris en 1903 y murió en Los Ángeles en 1977. Ha sido muy valorada por sus Diarios, en los que se puede hallar la génesis de los cuentos eróticos recogidos en "Delta de Venus" y en "Pajaritos".

Como ella dice en el prólogo de este último libro:

"La vida sexual está usualmente cubierta por distintas capas para todos nosotros: poetas, escritores, artistas. Es como una mujer con velos, semisoñada"

También lo está para los psicoanalistas, por lo que, aquello que aún no les pude decir búsquenlo en ellos, tal vez sueñen algo distinto que yo, si no, el año que viene, quizá avance sobre estos temas. Les agradezco su presencia, dado que hoy finalizamos este seminario.

 

(*) Reunión del Seminario: "Los goces y los sexos"

realizado en la Escuela Freudiana de Montevideo el 21.06.06