Materia sagradamente impersonal
Sandra Filippini

 

 

El movimiento continuo de la materia lo explica todo; materia sin
personalidad, sin amor ni odio, sin hambre ni sed; materia sin
recompensa ni castigos; una materia sin mandamientos de piedra ni leyes
de pergamino; una materia sagradamente impersonal, de una indiferencia
divina que fluye sin cesar.

abadesa Delbéne (1)

Introducción

Sade incluye reflexiones filosóficas en sus escritos: cartas, novelas, cuentos u obras de teatro. En ellas se refiere a lo impersonal de la materia y los maestros libertinos, que él mismo crea, no dejan pasar la oportunidad para enseñar sobre la posición de indiferencia impersonal que debiera ocupar cada libertino al montar sus escenas. Estos maestros les enseñan a sus discípulos a no sentir amor, pero tampoco odio por sus víctimas, siendo el ideal la total indiferencia respecto a la víctima y respecto a su propio placer - lo que resulta bien extraño, aunque de una lógica implacable-. El ideal sería volverse un "simple" ejecutor de los designios de la naturaleza, que pudiera ubicarse más allá del placer y destruir sin ningún límite.

Los humanos serían una parte más e ínfima de la naturaleza que comandaría el Universo, por lo que la abadesa Delbéne, desde su primera lección insiste: [...] que el hombre es superior al animal... esto es una declaración de lo más arrogante e irracional [...].(2)

Las fantasías sadianas y sus reflexiones, les exigirían a los libertinos que se volvieran un instrumento de la naturaleza, a través del sometimiento a las pasiones que ella encarnaría en cada uno. Y exaltan tanto la búsqueda del placer como el traspasarlo, así como el volverse insensibles en las escenas libertinas, dicho de otra forma el ideal estaría cumplido si los libertinos fueran materia sagradamente impersonal solamente.

Los ideales de los libertinos sadianos presentan ciertos puntos de tensión de los que las reflexiones no pueden dar cuenta, pues le exigen a cada libertino la satisfacción total del placer en las escenas que construyen con las fantasías. Cada escena es montada minuciosa y detalladamente para alcanzarlo, a la vez que al lograr el placer la escena se acaba, hasta que otra fantasía relance la demanda.

Los mismos personajes libertinos plantean su insatisfacción, se lamentan de que sus acciones nunca se acercarán ni podrían igualar a sus fantasías, porque paradójicamente la única fantasía que de realizarla alcanzaría el ideal, sería la de destrucción total. Dos de sus libertinas, Clairwil y Adelaida hablan del deseo de que su muerte fuera producto de un crimen libertino, a lo que no estarían dispuestas, pues tendrían que morir.

Lacan, al analizar esta problemática introduce otros elementos además del placer y el deseo, destaca cómo se despliegan a través del fantasma el placer y el deseo en su relación al goce:

[...] pues para eso, (el deseo) parte ya vencido, prometido a la impotencia. Homeostasis encontrada siempre demasiado pronto por el viviente en el umbral más bajo de la tensión [...]
El placer pues, rival allá de la voluntad que estimula, no es ya aquí sino cómplice desfalleciente. En el tiempo mismo del goce, estaría simplemente fuera de juego, si el fantasma no interviniese para sostenerlo con la discordia misma a la que sucumbe.
Para decirlo de otro modo, el fantasma hace al placer propio para el deseo [...] Puesto que parte sometido al placer, cuya ley es hacerlo quedar siempre corto en sus miras. (3)

Este análisis muestra las operaciones paradójicas a través de las que el goce se viabilizaría al volverse el libertino un instrumento de la naturaleza. A la vez que como ser de carne, y hasta el hueso, siervo del placer(4), a través del fantasma, el deseo mostraría las más estrictas particularidades de cada uno.

En las escenas sadianas lo impersonal también alcanza al trato de los otros, una de las primeras enseñanzas de la abadesa es que habría que despreocuparse de ellos,

Por lo tanto, la regla de vida, no debiera ser, no que no hagamos al prójimo lo que no deseamos que nos haga él a nosotros, sino más, bien- y ésta es la única regla razonable- disfrutar a expensas de quien sea(5).

La manera en que el erotismo sadiano trata las tensiones entre el goce, el deseo y el placer, apuntaría a crear paradójicas intimidades impersonales.

Territorios con límites

Muchos de los lectores de Sade establecieron una continuidad inexistente entre su vida y su obra.

Allouch (6) con Lacan, insistió en la importancia de delinear los límites entre la vida y la obra de Sade. A partir de la lectura que hizo J. Allouch de Kant con Sade, podemos recorrer trayectos que marcan algunos puntos de cruce y otros de disparidad, entre ambas.

Es bien conocido que Sade resistió a las persecuciones y argumentó negando la continuidad de los actos entre su vida y su obra. Si bien, aceptaba que era un libertino, que imaginaba las escenas más atroces y despiadadas, se defendía aduciendo que jamás había hecho todo lo que imaginaba. El tono de su queja era inverso al de sus personajes, mientras el Marqués reclamaba que se diferenciara a las fantasías de sus escritos de las escenas de su vida, sus libertinos se lamentaban de que ambas no coincidieran.

La mayoría de las autoridades que intervinieron parecían seguir los ideales de los personajes libertinos y procuraban poner en continuidad la vida de Sade con su obra.

El intendente de la Provincia realizó un informe al Ministro sobre el <affaire de Marsella>:

[El]Sr. de Sade [...] estuvo en lo de varias muchachas, fingió estar acompañado de uno de sus lacayos e hizo libertinajes abominables. [...] él había dado a las jóvenes confituras envenenadas, [...] y el valet se las habría dado a su amo creyendo que lo envenenaría y que podría quedarse con su dinero [...].(7)

Las versiones del affaire crecieron al punto de que las informaciones oficiales describían una orgía en la que habían muerto muchas personas. Mientras que el affaire consistió en un viaje que Sade hizo (en secreto) a Marsella, acompañado de su valet, al que le ordenó contratar a cuatro prostitutas, en la habitación- entre escenas libertinas- les dio unas confituras que contenían un afrodisíaco (sin decírselo), los dulces les produjeron malestares estomacales, por los que creyeron que habían sido envenenadas y realizaron la denuncia.
Tiempo después, Donathien, con ironía, le escribía a su abogado: [...] no se azotará un gato en la provincia sin que se diga: Es el Marqués de Sade.
Sade vivió en una época (1740-1814) en que el libertinaje en la aristocracia no era algo excepcional, sin embargo en él, tomó una particularidad. Su libertinaje desbordó la escena privada y presentó a través de sus escritos un sistema filosófico con el que propuso transformar las leyes, la organización política y social. En sus obras intercalaba con sus fantasías reflexiones filosóficas que cumplían una función pedagógica (recurso típico de la escritura del siglo de las Luces). Sin embargo en La filosofía en el tocador o Los instructores inmorales introdujo el panfleto (así lo llama) Franceses un esfuerzo más si queréis ser republicanos, con el que Dolmancé instruye a Eugénie sobre las leyes y la organización social que debieran regir en el Estado republicano.
Lacan resalta la inserción de ese capítulo en el texto y nos sugiere que valdría más detenerse a mirar dos veces el panfleto Franceses… y que:

No se necesita estar alertado por el alcance reconocido al sueño en el sueño por señalar una relación más próxima a lo real, para ver en la irrisión aquí de la actualidad histórica una indicación de la misma especie.(8)

Siguiendo esa sugerencia, intentaremos recortar qué del Real estaría señalado en ese capítulo. Leámoslo desde las primeras páginas, en las que cuestionó la unión de la monarquía y la iglesia en el ejercicio del poder: Tengamos buenas leyes y sabremos prescindir de la religión.(9)

No me cansaría de repetirlo demasiado, no más dioses, franceses, no más dioses, si no queréis que su funesto dominio los sumerja nuevamente en los horrores del despotismo. Pero no es sino burlándose de ellos que los destruiréis; todos los peligros que entrañan de inmediato renacerán en la masa si les dais cabida e importancia.(10)

Si la religión perdiera su lugar de preeminencia, la moral también podría ser eliminada en su función reguladora de la vida social, a su entender los fundamentos de la sociedad deberían ser los designios de la naturaleza y exigía que se actuara conforme a ellos:

Y puesto que la naturaleza, al inspirarnos por igual los vicios y las virtudes, en razón de nuestra organización o, planteándolo más filosóficamente aún, en razón de la necesidad que tiene tanto de uno como de otro...

Con estas citas podríamos hacer de Sade un típico ateo radical del Iluminismo del siglo XVIII que junto a otros habría cuestionado el poder monárquico y eclesial denunciando sus excesos y complicidades. Sin embargo, en sus escritos produce una diferencia abismal con sus coetáneos, motivo por el que esos textos fueron considerados un atentado a la moral pública en general y a todos los estamentos sociales y gubernamentales del país y del mundo entero.(11)

La solemnidad, gravedad y extensión de los cargos acusarían recibo de que la burla llegó a sus destinatarios y que fue respondida en el plano de la persecución.

Sade, no conforme con lo que ya había expuesto, aumentó su apuesta extendiendo el análisis del erotismo desde la descripción minuciosa de las variabilidades de lo particular (12), a una detenida reflexión sobre el erotismo y el poder en el plano social, presentándolos en una cierta continuidad. También, denunció e intentó transformar las mediaciones que la sociedad imponía a los ejercicios de poder, a través del derecho, la economía y la moral.
¡Sobre fines del siglo XVIII, proclamó una organización social que facilitara el despliegue de las particularidades del erotismo, una sociedad que se fundara en los designios la naturaleza y las pasiones!

Puesto que se convendrá, sería una absurdidad palpable querer prescribir aquí unas leyes universales; este proceder sería tan ridículo como el de un general del ejército que quisiese que todos sus soldados llevasen el uniforme hecho a la misma medida. Es una espantosa injusticia exigir que los hombres con caracteres diferentes se plieguen ante iguales leyes: lo que va a uno al otro no le conviene en absoluto.
Estoy de acuerdo en que no se pueden hacer tantas leyes como hombres haya; pero las leyes pueden ser más suaves, y en un pequeño número que todos los hombres, cualquiera sea su carácter, puedan plegarse fácilmente a ellas.(13)

Más adelante en el panfleto, propone cómo tratar cada pasión bajo la República, otorgándole un lugar destacado a la lujuria y plantea la dimensión política del erotismo, a través de la permeabilidad entre la escena privada y la social:

Sí, [...], ninguna pasión tiene mayor necesidad de una completa libertad que la lujuria, ninguna es sin duda tan despótica a la vez; es aquí donde el hombre le gusta mandar y ser obedecido, rodearse de esclavas obligadas a satisfacerle. Ahora bien, cada vez que al hombre le neguéis los medios secretos para exhalar la dosis de despotismo que la naturaleza introduce en el fondo de su corazón, se arrojará sobre los objetos de su alrededor para ejercerlo, y el gobierno temblará. (14)

Al Marqués no le alcanzaba con realizar reflexiones que develaban la opacidad de los ejercicios del poder en el erotismo. El además buscaba que sus reflexiones fueran tenidas en cuenta en los fundamentos y la organización de la sociedad. Y que tanto los distintos poderes como los ciudadanos aceptaran la existencia de esa relación entre erotismo y poder que traspasaba la escena privada.

El panfleto Franceses... muestra la imposibilidad de dar cuenta del goce erótico con leyes y reflexiones. La multiplicación hastiante y la inconsistencia de las reflexiones y los ejemplos que fundamentarían las leyes propuestas darían cuenta -apelando a la burla-, del Real del goce en el erotismo, que no podría ser totalmente recubierto por leyes Simbólicas, aunque fueran las más libertinas. El ejercicio de poder que exigiría el libre despliegue de las pasiones de cada uno (que Lacan llamó la máxima sadiana del derecho al goce), es totalmente incompatible con la manera en que sostiene la declaración de los derechos del hombre y las leyes de un estado Republicano. Más allá de que ambas sostengan que ningún hombre podría ser propiedad de otro hombre.
Por lo que, no resulta sorprendente que El Marqués haya concitado un rechazo unánime.
Aun hoy, casi 200 años después de su muerte, leer sus obras genera una enorme tensión en el lector, y produce reacciones paradójicas de risa y de hartazgo, también de rechazo frente a lo que deja en evidencia, lo que parecía impensable y que aún después de leído, en muchas ocasiones no se reconoce. Sade, con sus escritos corrió salvajemente, el velo que opaca la relación intrínseca entre poder y erotismo y describió con total minuciosidad diferentes ejercicios de poder en el erotismo. Sus novelas, cuentos y obras de teatro están poblados de clérigos, monjas, abades, papas, jueces, ministros, princesas y aristócratas libertinos capaces de las peores atrocidades a cambio del más mínimo goce.

Los maestros libertinos de sus escritos se explayan sobre las maneras de poner en juego diferentes ejercicios de poder en el erotismo:

- A vosotros, los representantes de la ley, sois todos iguales- dijo Noirceuil, sin disimular su desagrado -. Sois una banda de sedientos de sangre. Me han contado que muchos de vosotros, caballeros de la toga, tenéis vergas que se yerguen indignadas cada vez que pronunciáis una sentencia de muerte, no quería creerlo, pero se me ocurrió que no parece haber razón alguna para que los jueces estén sentados detrás de un pupitre que les llega a la barbilla. (15)

Juliette, la joven discípula libertina no deja de sorprenderse con esas enseñanzas,

-Esto- dijo- es la recompensa más elevada que la nación otorga a sus servidores. Os ordeno que lo beséis. – Así lo hice -. Y ahora, méate encima. Mientras obedecía aquel extraño mandamiento, no podía disimular por lo arrugado de mi ceño lo intrigada que me sentía.
- Esta profanación te puede parecer rara- dijo Saint Fond, adelantándose a cualquier pregunta- pero el hecho es que, aun cuando me enorgullezco por lo que representan estas fruslerías, mi orgullo es aún más grande por tener la libertad de profanarlas.

También, debió aprender sobre los jueces:

A veces resultas increíblemente ingenua. ¿Acaso crees que los jueces son menos corrompidos que los demás? Pero ¡si son los hombres más malvados que he visto sobre la tierra!

Ella es salvada de la muerte a manos de otro libertino, había cometido un error imperdonable, había realizado una buena acción, pero Noircueil la rescató y le aclaró:

- Todo se logró- explicó gracias a la intersección de mi amigo Saint- Fond, ministro de estado de nuestra enfermiza nación. Sí, él ha sido tu libertador. Le describí tu culo, y decidió que las posibilidades de divertirse con él eran suficientes para merecer el esfuerzo de salvarte." (16)

En el final de Juliette o Los vicios altamente recompensados, Sade escribió varias páginas con escenas libertinas entre Juliette, la princesa Borghese y el papa. Alcanzarán unas líneas de la encendida oratoria del papa para percibir la manera como ubica el erotismo en juego en el ejercicio del poder del jefe de la iglesia católica:

[...] Sentado en el trono, con las facciones iluminadas por destellos de luz dorada que caía de la inmensa cúpula, el obispo de Roma se quedó contemplándonos compasivamente desde lo alto.
-Hijas mías- canturreó- hermanos y hermanas mías de la Familia Cristiana Unida, sed bienvenidos en el sepulcro y el seno de la Nuestra Santa Madre Iglesia. Sois dos huérfanas lanzadas hacia mis riberas por los mares tormentosos de la vida, y soy yo, vuestro Santo Padre del mundo entero [...]
No podía darme cuenta si realmente nuestro estimado anfitrión se tomaba muy en serio o nos estaba poniendo a prueba, como lo hicieron sus cardenales [...]
-¡Mierda, señor Braschi! – exclamé llamándolo por su nombre de paisano-. Sois un tramposo, bien lo sabéis.
-Pero, hija mía...- comenzó a decir.
-¡Joder, viejo mico!- repliqué. Escupo a vuestra iglesia y escupo a vos. [...]
-Muy bien, querida, tenéis razón, pero no echéis a perder mi representación; cada uno de nosotros tiene sus peculiaridades, y la pomposidad es la mía.- Después frotándome la cabeza con sus manos, sonrió seductoramente diciendo, ¿puedo seguir adelante? [...]
- Estáis unidas ante mi, dos putas ruines cuyos culos cagados deben ser raspados para retirarles todos los vestigios del pecado y la corrupción con mi santa verga pontificia Dominus vobiscum. Et cum spíritu tuo. [..] (17)

El Marqués develó los ejercicios del poder en el erotismo, tanto los que sostenían una posición de dominio, que aunque sean rechazados pueden llegar a ser reconocidos, como los del goce en la pérdida de poder. Sus libertinos plantean sin rodeos los ejercicios de poder en el erotismo y que hay diferentes maneras de jugarlos:

¿Qué se desea cuando se goza? Que todos los que nos rodean se ocupen de nosotros, que no piensen más que en nosotros, que no cuiden sino de nosotros. Si los objetos que nos sirven gozan, desde ese momento se ocupan más bien de ellos que de nosotros, y en consecuencia alteran nuestro goce. No hay hombre que no quiera ser déspota cuando su miembro se pone rígido [...] (18)

Unas páginas antes había escrito:

[...] la naturaleza, madre de todos nosotros, sólo nos habla a nosotros; nada es tan egoísta como su voz, y lo que con más claridad percibimos en ella es el inmutable y el santo consejo de deleitarnos, no importa a expensas de quién. Pero los otros os dicen, pueden vengarse de eso... En buena hora: sólo el más fuerte tendrá razón. Pues bien, hemos sido creados por ella para vivir en un estado permanente de guerra y destrucción, y sólo es en ese estado cómo mejor le servimos y de donde saca la naturaleza mayores ventajas. (19)

Sin embargo, también mostró detallada y crudamente que en el libertinaje y en las fantasías sadianas existían otras formas de gozar en el ejercicio del poder y que aunque parecieran opuestas compartían ciertos rasgos:

¡Oh Julieta, me incendias de un modo...! Con sólo el contacto de tus suaves dedos me haces desear convertirme en puta, en una sucia y mugrosa puta cubierta de mierda. Quisiera joder con barones y pordioseros, obispos y bestias. Quiero sentir el látigo, la vara, el golpe de un cincho contra mis nalgas abriéndome las venas: quiero sentir lo pegajoso y caliente de mi propia sangre chorrear para bañar mi cuerpo en su propio caudal. Quiero nadar en el cieno fétido y apestoso del crimen, y hartarme con el fruto podrido y lleno de gusanos de la perversión total. Quiero traer el mundo entero a mi cama, Ayúdame, corazoncito, ayúdame, mi querida y corrompida Julieta. (20) Reclama la princesa Borghese.

Es llamativo que no sólo localiza con precisión y de manera inusitada las diferentes formas de ejercicio de poder en el erotismo y el goce que se extraería de ellas. Sino que también no pretende cuestionarlo, ni diluirlo en teorías en contra del poder y muestra que los libertinos gozan en una posición de superioridad como Saint Fond:

[...] la naturaleza ha puesto a los grandes en la tierra como a las estrellas en el cielo: arrojan luz en el mundo sin jamás descender hasta él.(21)

O en una posición diferente, como la de la princesa Borghese, que reclamaba que le pegaran y la lastimaran tanto pordioseros como ricos. Aunque existan diferentes maneras de ubicarse en el ejercicio de poder, lo que para un libertino no cambiaría sería el goce de su soberanía, goza interiormente por haber llegado lo suficientemente lejos para ser tratado así; el placer de la humillación no altera jamás su dominio y la abyección los lleva a las mayores alturas; todos esos sentimientos que se llaman vergüenza, remordimiento, gusto por el castigo les son extraños.(22)
El Divino Marqués critica los ejercicios de poder de la iglesia, de las autoridades, y de los ciudadanos, porque éstos pretenden disimularlos basándolos en leyes naturales. O los de las personas que se aferran a esos principios negando sus pasiones. Pero jamás critica el goce del ejercicio del poder, por el contrario lo reivindica y exalta, diferencia sutil pero fundamental, para un libertino.

Historia dentro de la historia

El punto culminante del repudio, en el que convergieron la persecución de el estado, la iglesia y la familia no lo desataron sus escritos, sino la huida a Italia con su cuñada de 19 años (que vivía en un convento) y a la que presentaba como su esposa. Su suegra, Mme. de Montreuil, la Presidenta, lanzó una tenaz y prolongada persecución contra Sade, con la que logró que fuera encerrado por la mayor parte del resto de su días, a pesar de la resistencia que opuso Donathien y por momentos su esposa y su cuñada.
Las tensiones sociales que atravesaban a su sociedad estaban presentes en sus textos y también en su vida, valga como un simple ejemplo la ironía de nombrar Borghese (en italiano: burgués, paisano) a una princesa.
Sade vivió en un período de importantes transformaciones sociales, en el que el irresistible ascenso de la burguesía y la declinación del poder de la aristocracia transformaron la sociedad; ya no se lo que pienso, dígamelo Ud., le escribía preocupado a su abogado. Personalmente, los cambios sociales y políticos del país, por momentos, se le volvían incomprensibles, principalmente respecto a las consecuencias que tendrían en su vida.
Los enfrentamientos con Mme.de Montreuil (23) dejaron en evidencia la brecha que se abría entre los modos de vida de unos y otros, sus valores y principios. Paradojalmente, para Sade, era esencial <el principio de delicadeza> propio de la aristocracia, Sollers fundamenta en ese principio muchas de las aparentes incongruencias de la vida del Marqués,

Sólo eso explica que se pueda ser a la vez corrupto y sensible, lírico y cruel, idílico y vicioso, cultivado y bestial, caliente y frío, destructor y amoroso con su parque. Es la locura, es cuestión de estilo. Robespierre tenía razón de combatir el ateísmo como siendo de esencia aristocrática.

En su castillo de La Coste, El Marqués convivía armoniosa y libertinamente con su esposa y su cuñada. Montó un grupo de teatro con una decena de actores y utileros contratados, que presentaban una nueva obra de teatro cada dos semanas, alternando las representaciones entre el castillo de La Coste y el de Mazan (también propiedad de su familia). Allí organizó fiestas e hizo reformas con costos exorbitantes, luego de realizarlos le demandaba con urgencia a su suegra que se hiciera cargo de ellos.
Para un libertino, además aristócrata, era natural satisfacer todos sus deseos sin preocuparse por ninguno de sus costos.

Es la vida de castillo, cuesta cara, y Marie Madeleine, la Presidenta, está cada vez más inquieta y furiosa. Un principio de la aristocracia incomprensible, verdadero fermento de la anarquía, que resiste al buen sentido burgués, a sus cálculos y rituales. Ese principio está en contrasentido de la Historia en curso. (24)

Las diferentes perspectivas entre las familias de Sade y los de Montreuil-Launay se volvieron indisimulables, la Presidenta dejó entrever en una carta que le envió al abad de Saumane (tío de Sade) su desconfianza de que fuera a interceder frente al Marqués para convencerlo de frenar los gastos y cambiar su forma de vida.
Mme. de Montreuil estaba al tanto de que el abad quizás no aceptaría su petición, por ser también él libertino y se lo hizo saber en la ambigüedad de su carta,

Pienso, Señor, aprobará nuestra precauciones [...] Estoy persuadida que Ud. no aprobará más que yo, y que si Ud. las autoriza con su presencia (no de su elección) [el abad iba a las actividades del castillo de La Coste] será para servir de la forma más honesta y ser útil a la Señora su sobrina [la esposa de Sade].

Es notoria la indignación de Mme. de Montreuil cuando se refiere a la forma de vida del Marqués y cómo implica en ella a su familia:

[...] Si él ha tenido siempre esa pasión dominante, para no decir esa locura, él es dueño de su persona hasta cierto punto; pero no debería serlo y no lo será ciertamente de comprometer allí a su mujer y su cuñada. Es una indignidad a la que pondré orden, si no se detiene él mismo y no entre en esas fiestas? Para acabar de devastar su fortuna, que bastante ha disminuido con todas las extravagancias posibles. [...] Puedo prestarle [dinero], sin duda, pero sólo bajo ciertas condiciones y seguridades positivas. Dejé de ser tonta. Uno se sacrifica por cosas honestas y razonables pero no para perpetuar extravagancias. Cuando él hubiera disipado todo, me reenviaría la mujer y los niños a los que no se preocuparía de cuidar, y que recibiré seguramente e irían a seguir la suerte... o la desgracia y la miseria que arrastra y que sólo estaría producida por él. (25)

Terminó la nota recordándole al abad, de manera contundente, el deber y los intereses: nuestros intereses deben ser comunes.

La afirmación del final de la carta está más cerca de una aspiración que de la posibilidad de que un libertino sienta el deber de tener intereses comunes con una señora acaudalada, suegra de su sobrino. La correspondencia de Mme. de Montreuil al abad de Saumane y de éste con Sade pareciera formar parte de una escena de las novelas sadianas, en las que la ambigüedad y la ironía se volverían maneras de denunciar los juegos de poder. Sin embargo esas semejanzas no justifican que se pueda sostener una continuidad entre la vida y la obra de Sade, puesto que parecido no es igual.

Montevideo, abril 2008.

 

Notas:

1 Sade, Donathien A. F. de, Juliette o El vicio ampliamente recompensado, Argentina, Ed. A.C, 2003, p. 46.
2 Ibid, p.p.46-47.
3 Lacan, Jacques, "Kant con Sade", Escritos, tomo 2, España (mi edición dice México), Ed. Siglo XXI; 1984, p. 752 y 753
4 ídem.
5 Op. cit. Juliette o El vicio ampliamente recompensado, p. 63. Carta encontradas y editadas por Pierre Leroy, Anne- Prospère de Launay, del prefacio de Philippe Sollers, la traducción es nuestra, Ed. Gallimard, 2003, p. 48.
6 Allouch, Jean, Faltar a la cita, Kant con Sade de Jacques Lacan, Córdoba, Argentina, Ed. Literales, 2003.
7 Carta encontradas y editadas por Pierre Leroy, Anne- Prospère de Launay, con prefacio de Philippe Sollers, la traducción es nuestra, Ed. Gallimard, 2003, p. 48
8 Lacan Jacques, Kant con Sade, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1995, p. 747.
9 Sade, Marqués de, La filosofía en el tocador, España, Ed. Mateos, 1999, p.138.
10 Ibid, p. 147.
11 Sería parte de la prohibición dictada por Napoleón, extraído de la introducción de: Marqués Juliette o El vicio ampliamente recompensado, p.6.
12 En las 120 Jornadas de Sodoma o Escuela de libertinaje se explaya en describir la mayor cantidad posible de pasiones y en Jornadas de Florbelle retoma y amplía la lista.
13 Op. cit., La filosofía en el tocador, p.149.
14 bid, p.p.156-157.
15 Op. cit., Juliette o El vicio ampliamente recompensado, p. 140.
16 Ibid, p. 127.
17 Ibid, los subrayados son nuestros, p. 243.
18 Op. cit. La filosofía en el tocador o Los instructores inmorales, p.187.
19 ibid. p. 85.
20 Op. cit., Juliette o El vicio ampliamente recompensado, p. 235
21 Ibid, p. 138.
22 Blanchot, Maurice, citado por Gilles Deleuze, Sacher Masoch y Sade, Argentina, Ed. Universitaria de Córdoba, 1969, p.35.
23 La familia de la esposa de Sade, los de Montreueil-Launay que habían accedido a la aristocracia recientemente, en el siglo XVII, pertenecían a la aristocracia "de toga", que obtenía sus títulos por ciertos oficios y no por herencia.
24 Ibid., la traducción es nuestra, p.61.
25 Ibid., la traducción es nuestra, p.61.