Fuera de lo que es propiamente humano no hay nada cómico.
Henri Bergson, La risa, 1953.
Una formación del inconsciente fue mi primera respuesta a vuestra
invitación a estas jornadas, un sueño, que debo confesar, me dejó bastante perplejo.
Tomé la inusual disposición en mi estilo de exponerlo, ya que dicho sueño fue una
suerte de guía para lo que quiero desarrollar en este texto. Además de seducirme la idea
de un retorno a Freud en acto, la Traumdeutung fue el primer escrito del maestro
vienés con el que me topé y la manera en como él exponía sus propios sueños dejaron
en mí una profunda impresión. Freud sorprende con su manera de leer lo inconsciente,
haciendo de los sueños, chistes y fallidos, clínica de un escrito. Lacan también nos va
a sorprender con su estilo de lectura, él lee con la topología, con el nudo, con los
grafos. La posición subjetiva del analista implica este legado (que como toda cosa
heredada hay que conquistar para poseerla), una forma de leer más allá de lo aparente.
El sueño en cuestión es el siguiente: Me encuentro en mi consultorio cuando irrumpe una
persona y me increpa: "Tu no sos mi analista, tu no sos analista".
Desperté esa mañana con cierto malestar que atribuí al recuerdo de tamaña sentencia
sobre alguien que se dedica al psicoanálisis y que pretende decir algo en unas futuras
jornadas sobre justamente "la formación del analista". Reparo en la negación
freudiana y traduzco: tu sos mi analista, tu sos analista. Pensé en instituciones, pensé
en escisiones, pensé en el Estado (que en los últimos años ha estado preocupado en
reglamentar quién puede y quién no hacer ejercicio de la psicoterapia), pensé en lo por
advenir, en las transferencias que sostengo, en las que soy sostenido.
Reparé entonces en la persona del sueño y aumentó mi desconcierto, es un hombre joven
con el cual me encuentro algunas tardes cuando me dirijo rumbo a mi consultorio un
perfecto desconocido- que en la vigilia anterior a la noche del sueño me había cruzado
como tantas otras veces. Pero hubo allí algo diferente: reconocí al hombre por su rostro
pero ostentaba muchos kilogramos menos. No me fue ajena tamaña pérdida y esa misma noche
mi producción onírica sacó provecho de ella.
Pronuncio las palabras en dos frases "tu no sos mi analista, tu no sos analista"
y reparo en que son idénticas a excepción de la desaparición del adjetivo posesivo (mi)
en la segunda locución, que suena en la boca del hombre en cuestión, tan sorpresiva para
mi como la desaparición de sus kilos. Pienso entonces en la transferencia y me digo,
claro, es que no hay analista en abstracto, se es analista para alguien. Pero, ¿qué es
lo perdido? ¿Qué peso es ese que me saco de encima? Pienso en el goce. ¿Qué otra cosa
pierde aquel que se aventura en el ejercicio de la palabra que implica un análisis? Las
asociaciones continúan y no tardo en caer en la cuenta de que este sujeto del sueño no
puede ser otro que el autor de este trabajo y que los quilos perdidos eran una suerte de
fotografía de lo que ha sido hasta el momento el recorrido de mi formación. Un sueño
que a la vez que sancionaba en una dimensión pretérita (lo perdido), lo hacía en una
presente, y por supuesto en lo por advenir. El darme cuenta de esto me generó una sonrisa
que no pude disimular acompañada de un sentimiento de felicidad y de buen humor que me
dejaron tan desconcertado como al despertar del sueño, pero irremediablemente desde otra
posición, el malestar había desaparecido.
Por supuesto les ahorro las cuestiones que desde esta producción onírica se pueden
argüir en relación a cuál es el deseo que soporta y cuales son las marcas que desde el
Otro hacen huella en él. Pero este sueño me da la clave para hablar de la formación del
analista al menos en relación a tres cuestiones que en él encuentro: los efectos del
lenguaje sobre el sujeto, la transferencia (mi analista), lo cómico.
Los efectos del lenguaje sobre el sujeto, o de un retorno a Freud
Para que haya retorno, en efecto tiene que haber habido
olvido
olvido esencial y constitutivo, dice Foucault en ¿Qué es un autor?(2)
Este olvido no accidental no viene añadido de afuera, forma parte de la discursividad en
cuestión, "lo que lo manifiesta, lo que deriva de él, es al mismo tiempo lo que
establece el desvío y lo tergiversa" (Foucault 1998, p. 189). Tamaña afirmación
parece responder a una pregunta que Lacan hiciera en noviembre del 1955: "¿cómo
podría faltarnos ese sentido cuando nos está atestiguado en la obra más clara y más
orgánica que existe?" (Lacan, 2000, p. 386). ¿Qué sucedió? ¡Estaba todo allí!;
esto permite a Lacan volver sobre el texto freudiano, sobre sus huecos, pero sobre todo en
lo concerniente a "lo recubierto con una falsa o mala plenitud" (Foucault, 1998,
p. 57). El motivo del olvido está en el mismo descubrimiento freudiano, descubrimiento
que resuena en aquel famoso: ¿no saben acaso que le traemos la peste? Pregunta que nos
mortifica aún porque nos incluye en nuestra pertenencia al psicoanálisis.
El sujeto freudiano es propuesto como un sujeto de conflicto, de angustia, un sujeto que
vacila entre lo indestructible de sus pasiones y los aplazados duelos, entre sus dramas y
los trastornos de su sexualidad, entre la locura y la muerte. Freud, al igual que
Schopenhauer (y seguramente influenciado por él) era un trágico, un pesimista,
"niega toda tendencia al progreso" (Lacan, 2002, p. 350). Les recuerdo una frase
muy conocida de Schopenhauer: "El mundo es fuerza ciega y voluntad insatisfecha,
deseo, dolor y tragedia" (Schopenhauer, 1950).
Sin la lingüística que le permita formalizar su hallazgo(3), Freud descubre en la Traumdeutung
el modelo de su concepción de hombre. Allí considerará los mecanismos del lenguaje
sometiendo a lógicas de desplazamiento y condensación, a un sujeto avasallado y
torturado por la palabra.
Se trata de saber ¿quién es ese Otro que habla en el sujeto?, y del cual está
desposeído no obstante. Se trata entonces de un doble descubrimiento, significación del
deseo y manera de acceso al mismo.
Es cierto tropiezo lo que genera un efecto de sorpresa que imprime al inconsciente ese
aspecto de manifestarse en tanto que vacilación del sujeto. Este hallazgo Freud lo
asimila al deseo, siempre evasivo, discontinuo, dispuesto a escabullirse en
desfiguraciones metonímicas y metafóricas, en el desplazamiento y la condensación. Un
retorno a estas cuestiones es la apuesta que Jacques Lacan propone, y tiene su punto de
partida (según el mismo Lacan afirma) en el "Discurso de Roma de 1953"(4).
Allí el autor postula el justo valor que concierne al inconsciente freudiano: los efectos
de la palabra sobre el sujeto.
El sujeto no puede sino hilarse en falta en relación a la verdad del inconsciente,
insurgente, compleja por esencia, allegada a la muerte y al sexo, y en definitiva anudada
a la palabra de forma incondicional.
Valor del descubrimiento freudiano, la palabra y sus efectos sobre el sujeto pasan a
cobrar una importancia capital en la obra psicoanalítica.
En ¿Pueden los legos ejercer el análisis? de 1926, Freud cita a Goethe, Fausto, parte I,
escena 4, "con palabras se puede sostener una querella, con palabras aderezar algún
sistema, en palabras se puede creer admirablemente; en una palabra no puede eliminarse ni
una iota". Y continúa Freud:
No despreciemos la palabra. Sin duda es un poderoso instrumento, el medio por el cual nos damos a conocer unos a otros nuestros sentimientos, el camino para cobrar influencia sobre el otro. Las palabras pueden resultar indeciblemente benéficas y resultar terriblemente lesivas en muchos respectos fue un progreso cultural que la acción se atemperara en la palabra. Ahora bien, la palabra fue originariamente, en efecto un ensalmo, un acto mágico, y todavía conserva mucho de su antigua virtud (Freud, 1998b, p. 175).
Basta asomarse a la obra de Freud para encontrarse con su
descubrimiento, en El chiste y su relación con lo inconciente de 1905 la palabra y
sus modos de operar en el sujeto aparece (al igual que en la Truamdeutung) en toda
su articulación. Así es que en su capitulo II sobre La técnica del chiste, se
extiende setenta páginas en analizar los mecanismos de formación de numerosos chistes en
donde no falta la condensación (palabra mixta), la condensación con modificación leve,
la acepción doble de una palabra, retruécano y desplazamiento del acento psíquico etc.
(Freud, 1993b, pp. 18-85).
Lacan en su seminario de 1955-56, comenta que "lo aportado por Freud de luminoso, de
único, sobre el tema del Witz solo se concibe a partir del material significante
en juego
la originalidad de Freud, es el recurso a la letra" (Lacan, 2002,
p.344). Y en el seminario de 1957-1958: "Es la forma [la del witz] más
notoria en que Freud nos indica las relaciones del inconsciente con el significante y sus
técnicas" (Lacan, 1999, p. 12).
Escolio de la Tramedeutung, el chiste al igual que el sueño pone de relieve lo
oculto o escondido. Si bien el interés de Freud por los chistes se puede rastrear desde
antes, es en ocasión de de una queja de Wilhelm Fliess quien se encontraba en ese momento
(1899) leyendo las pruebas de imprenta de la Tramedeutung en cuanto que "en
los sueños consignados abundaban demasiado los chistes" (Freud, 1998a, p. 4). Sin
duda-dice Strachey- este episodio llevó a Freud a prestar mayor atención al tema. Como
notarán una vez más nos tropezamos, como en mi sueño, con una queja en el marco de una
relación transferencial (tu no eres mi analista- en los sueños consignados hay muchos
chistes).
Freud escribe El chiste y su relación con lo inconsciente a la misma vez que Tres
ensayos para una teoría sexual, Jones nos indica que:
Freud tenía los manuscritos de los dos libros en dos mesas contiguas, y escribía alternativamente en uno o en el otro según su estado de ánimo. Fue la única oportunidad, a lo que yo conozco, en que Freud combinó tan íntimamente dos ensayos y ello demuestra hasta qué punto se aproximaban los dos temas en su mente (Jones, 1981, p. 22).
¿Se aproximaban los dos temas en su mente? ¿De que manera? ¿Se
aproximaban los dos temas más allá de estar en mesas contiguas?
Si Freud nos dice que el chiste pone en relieve lo oculto y escondido, si el chiste es
opositor y no resignado, si es liberador, es al menos por dos motivos.
a) El placer del chiste tiene que ver por un lado con el juego de las
palabras: "Empieza [el chiste] como un juego para extraer placer del libre empleo de
palabras y pensamientos" (Freud, 1993b, p. 131).
Idea que parece extraer de su lectura de Bergson, y que le sirve para seguir poniendo el
acento en la importancia de la palabra, a la vez que explica el talante eufórico que
teníamos en otra época de la vida, en nuestra infancia, "en donde no teníamos
noticia de lo cómico, no éramos capaces del chiste, y no nos hacía falta el humor para
sentirnos dichosos en la vida" (Freud, 1993b, p. 223).
Y entonces b):
Tan pronto como una razón fortalecida le prohíbe ese juego con palabras por carente de sentido, y ese juego con pensamientos por disparatados, él se trueca en chanza para poder retener aquellas fuentes de placer y ganar uno nuevo por la liberación del disparate (Freud, 1993b, p.131).
El sujeto rehúsa el dolor que le ocasiona la realidad, rehúsa dejarse
constreñir al sufrimiento. Con su defensa ante la posibilidad de sufrimiento, el witz
reclama un lugar entre los métodos que Freud nombra en El malestar en la cultura; métodos
que la vida anímica ha desplegado con el motivo de sustraerse del padecimiento.
En este marco, ¿por qué Freud necesitó escribir el texto del Witz? ¿Era un
tropo, un recurso para tramitar que su libro sobre el sueño fuera tomado como cosa
fantástica y ridícula, o por el oprobio que el sabía obtendría con sus Tres ensayos,
el cual fue considerado chocante, malvado y obsceno?
¿Sancionaba el tiempo final de su "espléndido aislamiento" término acuñado
también por su amigo el rinólogo berlinés?
¿No habría que ir a buscar la condición de existencia de este escrito sobre el chiste
de 1905 en lo que transferencialmente acontecía entre ambos? Amistad que culmina entre
otras cosas con una acusación de Fliess acerca de que Freud habría robado su teoría de
la bisexualidad, acusación válida, según cuenta Jones. En 1904 había escrito a Freud
diciéndole que Otto Weininger había publicado un libro con ideas que eran de él y que
tal filtración de datos correspondía a que el tal Weininger era amigo íntimo de
Swoboda, un joven psicólogo discípulo de Freud. Esta vez la queja se transforma en
acusación y de hecho intercambian denuncias epistolares que son publicadas por revistas
de la época.
Hay un sueño que aboga en este sentido, un sueño de Freud que acontece mientras escribe El
chiste y su relación con lo inconciente, y que es agregado a la Tramedeutung en
nota de 1911, acerca de un "sueño hipócrita" en donde una moción hostil es
presentada en el sueño como ternura. El sueño de Freud:
Me traslado a una república en que un señor celoso de su poder está en pugna con una opinión pública alerta. El pueblo se insubordina contra un funcionario que le disgusta, y exige su despido; para demostrar que no necesita tomar en cuenta la voluntad del pueblo, el autócrata otorgará a ese funcionario una alta distinción que de otro modo no habría motivo para concederle (Freud, 1998a, p. 163).
Este funcionario aludía a la persona de Fliess y el sentido del sueño
dice Freud, "Consistía en el estímulo para que resignara el último resto de
miramiento por la persona en cuestión, me emancipara totalmente de ella" (Freud,
1998a, p. 163).
Uno puede no acordar totalmente en la interpretación de este sueño (y no tenemos a Freud
para hacerlo hablar), pero en definitiva lo que pretendemos rescatar es la vinculación de
su texto del Witz con la relación transferencial que Freud mantenía con Fliess;
como si tratara de reírse de lo que en definitiva le era muy caro. De hecho Jones supone
que aún muchos años después las ideas de Fliess seguían influyendo en la obra del
maestro vienés.
Esta es la lectura que proponemos: el psicoanálisis no es sin una queja (la de la
histeria en principio, la de Fliess en segunda instancia), la queja no es sin amor de
transferencia, la transferencia no es sin alusión al Witz freudiano, al menos en
una de sus formas, a saber: la ironía.
Transferencia, la ironía del amor
"Hay dos cosas que he observado a propósito del amor, y se las
voy a recordar"dice Lacan en su seminario de 1960/1961: Le transfert dans sa
disparité subjective, sa prétendue situation, ses excursions techniquesa, "la
primera es que el amor es un sentimiento cómico
La segunda es que el amor es dar lo
que no se tiene, esto es algo con lo que nos encontraremos constantemente (5)"
(Lacan, 2003, p. 44).
Al amor solo podemos abordarlo desde una perspectiva cómica, la única ilustración
posible en el mundo del amor es la ironía, es decir en el campo en donde hay
"contraste de representación, sentido en el sin sentido, desconcierto e
iluminación" (Freud, 1993b, p. 13). ¿No es acaso una buena definición de lo que
afecta a un análisis?
Por los efectos del lenguaje sobre el sujeto es que llegamos a la cuestión de que el
objeto del deseo nunca es eso, de ahí que desde la conjunción del deseo con su objeto en
tanto que inadecuado brote esa significación llamada amor. Dar lo que no se tiene, no
escapa a su vez a la saga irónica, por ello es que Lacan dedicará ese año al análisis
del texto platónico El Banquete (al cual tomará como un acta de sesiones
psicoanalíticas) porque justamente allí encontrará en Sócrates a aquel que llevó a
una encrucijada sin igual esta cuestión del amor en la dialéctica de la palabra, de la
interrogación, así como también en el acto. Al respecto el helenista Pierre Hadot nos
comenta: "Íntimamente ligada a la ironía del diálogo, hay en Sócrates una ironía
del amor que provoca inversiones de situación del todo análogas a la ironía del
discurso" (Hadot, 2006, p. 56).
En efecto la ironía mayéutica obliga al interrogado a reconocer que su saber no se
sostiene. El interlocutor se divide entonces en el que era y en el que se convirtió
después de la experiencia del encuentro con Sócrates y su método.
De la misma manera el amado (eròmenos) se descubre amante (erastès) cuando
es afligido por el rechazo de Sócrates. Lo que Sócrates sabe en lo concerniente al amor
es que sólo puede sustraerse.
Efectivamente, lo que realmente importa en este "concurso íntimo de gente de
elite" que es El Banquete, parece acontecer más allá de los discursos
sobre Eros, puntualmente en la entrada de Alcibíades borracho.
David Halperin nos dice que la borrachera que implica El Banquete es una ficción
histórica, Platón escribía por lo menos treinta años después de la fecha en que se
supone ocurrió. Habría sido imposible para un griego de aquel tiempo leer El Banquete
sin ironía, entre otras cosas porque sabían, al igual que nosotros lectores apres
coup, "
cuan bien se apegaron sus palabras a sus actos, como contribuyeron
sus deseos a sus destinos. Leemos El Banquete poseídos de un conocimiento trágico
que le es negado a los personajes en el momento en que hablaban" (Halperin, 2004, p.
169).
El Banquete de Platón es una ironía con mayúscula. Lacan comenta en su seminario
un encuentro que él tuviera con un conocedor de Platón como lo era Koyeve, y el cual lo
habría guiado en la lectura de El Banquete. Platón parece haber dicho
Koyeve- nos oculta lo que piensa tanto como nos lo revela. Platón está muy decidido a no
darnos una última palabra. "En cualquier caso, nunca interpretará Ud. El
Banquete si no sabe por qué Aristófanes tenía hipo" (Lacan, 2003, p. 75).
Sobre lo dicho por Koyeve, Lacan dirá que si Aristófanes tiene hipo es porque se ha
estado partiendo de risa a causa del discurso de Pausanias.
Daniele Arnoux por su parte interpreta la risa del comediante no por el discurso sobre Eros
anterior sino por lo que sucederá de ahí en más.(6)
Por nuestra parte y siguiendo a Philip Julién creo que todos los discursos sobre Eros sustentados
tienen un factor común que los hace posibles de ironía, y es el hecho de que el amor es
presentado como "copa llena", poseedor de todas las virtudes y cualidades
(Agatón), esfera, totalidad sin falla, imagen de completud (Aristófanes), no tiene
genealogía, no ha sido engendrado, pues es la causa primera de todos los bienes (Fedro),
debe servir para adquirir honor, valor y virtud (Pausanias). "El tono de estos
elogios es el de la ironía, el de la parodia, e incluso el de la bufonería"
(Julién, 1992, p. 108).
Al tomar la palabra Sócrates hace un corte; a través de la figura de Diótima, dice que Eros
es falta, no es perfecto, es copa vacía, falta, lo que no se tiene, hijo de Penia
(pobreza) que se habría apostado en la puerta de una gran fiesta en honor al nacimiento
de Afrodita y aprovechándose de la ebriedad de Poros (riqueza) se acuesta junto a él y
engendran a Eros (7). "Por ello es siempre pobre, dista de ser delicado y
bello, es duro y flaco, descalzo y sin hogar, duerme siempre en el suelo y sin mantas,
acostado al raso en puertas y caminos, compañero de la indigencia, por tener la
naturaleza de su madre" (Platón, 1999, p. 203d).
Tras los elogios al dios Eros, entra Alcibíades, que hará que todo cambie.
"Si se va a tratar de amor, ello será en acto, de lo que se tratará es de hacer el
elogio no del amor sino del otro, cada uno de su vecino de la derecha" (Lacan, 2003,
p. 162).
Alcibíades, un hombre que no teme a la castración (8), cambia las reglas del juego. El
elogio (épainos) del otro sustituye al amor mismo. Entonces comienza el
enaltecimiento de Sócrates por Alcibíades bajo la forma de acusación, ¿otra ironía?
Hablando de Sócrates dice que va a desenmascararlo. Exhibe como fue engañado por la
maravilla oculta (agalmata aretês) bajo el aspecto de estatuillas de los dioses (agálmata
theôn) que representa Sócrates para él. Alcibíades compara a Sócrates con un
sileno esculpido, una cajita que contiene los agálmatas, las joyas, el brillo.
Sócrates (cuya fealdad es difundida) no es análogo con lo que contiene (bello y
valioso). Pero además lo compara con un sileno particular: el sátiro Marsias que
mediante su flauta provocaba efectos de hechizo, de posesión y de rapto. La única
diferencia dice Alcibíades es que Sócrates no opera con la música, pero su discurso
tiene el mismo efecto.
El otro rasgo que Sócrates comparte con el sileno es su disposición erótica nos
comenta Arnoux- "Como el sileno, cuya lujuria es bien conocida, Sócrates parece
estar siempre listo a caer enamorado de los hermosos jóvenes, pero esto no es más que
una apariencia y en realidad no le interesan, ironiza, se hace el ingenuo" (Arnoux,
2006, p. 20). Y entonces acontece la confesión pública: a pesar de Alcibíades
habérselo propuesto, a pesar de metérsele en la cama, bajo el mismo manto y seducirlo,
Sócrates no da signos de amor. Sócrates no responde a la demanda. "Pretendes trocar
oro por bronce. Pero mi feliz amigo, examínalo mejor, no sea que te pase inadvertido que
no soy nada" (Platón, 1999, p. 219a).
"La ironía amorosa de Sócrates consiste por supuesto en fingir estar enamorado,
hasta que el interlocutor que sus avances persiguen, gracias a la inversión de la
ironía, a su vez se enamora. Esto es lo que refiere Alcibíades en su elogio"
(Hadot, 2006, p. 57).
David Halperin lo expresa de esta forma:
Son muchas las ironías del amor. Pero todas ellas se reducen a una sola paradoja: el objeto de deseo no es lo que crees que es. (9) Ningún objeto particular corresponde a tu amor. La ironía es la condición misma del amor, su modo de existir. El sexo es grotesco en el grado en que buscamos, mediante maquinaciones físicas, expresar literalmente nuestro deseo; es perverso en tanto intentemos mediante un ajuste persistente del esfuerzo, liberarnos del sentido figurativo del sexo, cerrar la distancia entre los signos y las cosas y así rechazar la ironía intrínseca del deseo erótico (Halperin, 2004, p. 166).
Lacan se pregunta: ¿por qué Sócrates no ama? Y responde: "Es
que Sócrates no puede sino negarse, porque considera que no hay en él nada que sea
amable. Su esencia es este vacío (kénosis), este hueco que representa su
posición central" (Lacan, 2003, p. 183).
A Lacan le viene al dedillo esta transferencia Platónica que data del 416 a.c., para
mostrar cómo en su disparidad subjetiva, un analizante deviene erastès si el
analista, a la manera de Sócrates, no da ni un signo. Si solo muestra una envoltura
vacía de amor o de odio. Pero, ¿en nombre de qué?
Freud nos dice en Puntualizaciones sobre el amor de transferencia de 1914 que,
la técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente menesterosa de amor la satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia. ..Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados (Freud, 1993c, p. 168).
Sofocar sería un subrogado, consentir terminará reforzando las resistencias. Y más adelante agrega: "la relación de amor pone término a la posibilidad de influir mediante el tratamiento analítico; una combinación de ambos es una quimera" (Freud, 1993c, p. 169).
Esto es lo que nos muestra Lacan a propósito del Banquete platónico,
si Alcibíades deviene erastès cuando en relación a Sócrates debía ser eròmenos
(10), es por la atopía de éste, por no dar de su amor ni un signo.
Esta postura de Freud pareciera subrayar el defasaje entre el amor y su objeto, que el
analizante continúe hablando, que no es eso, que de lo que se trata es de otra cosa. Pero
si el analista se propone como vacío es porque ningún objeto es adecuado para el enigma
que para el sujeto constituye su propio deseo. "El objeto de deseo no es lo que crees
que es" nos decía Halperin. "Nadie puede decir: este es el objeto de tu
deseo" afirma por su parte Serge Cottet (Cottet, 1976, p. 183) y propone una pregunta
que quiero compartir con el lector: "¿a quién se dirige entonces la regla de
abstinencia?" Y dice: "al psicoanalista, la regla de abstinencia es la garantía
de la libre asociación", a lo que agregaríamos: en la medida en que se sostiene la
atención flotante.
Pero ¿por qué el analista debería someterse a tamaña exigencia? ¿Qué es lo que
persigue? ¿Qué quiere un analista?
"Si el analista realiza la imagen deontológica de la apatía, es en la medida que
está poseído por un deseo más fuerte que aquellos deseos de los que pudiera tratarse, a
saber, el de ir al grano con su paciente, tomarlo en sus brazos o tirarlo por la
ventana" (Lacan, 2003, p. 214).
En este sentido y con base en el autor es que creemos que si el analista no responde a la
demanda, si se mantiene abstinente en relación a ello es por una cuestión que está aún
lejos de ser elucidada. Lo específico de esa particular posición del analista no deja de
interrogar y generar literatura. ¿Qué tiene de específico esa experiencia, ese
"deleite taciturno"? Lacan nos advierte sobre lo poco esclarecido de este punto:
Hay una cierta forma en el psicoanálisis de centrarse, de saborear si se puede decir, algo que se consume en esta posición de agazapado, ellos la llaman como pueden; llaman a eso la escucha, lo llaman la clínica, lo llaman con todas las palabras opacas que se puede encontrar en ese caso (Lacan, 1967/68, 80).
¿Qué "opaco" deseo lleva a alguien que pasó por un
psicoanálisis, a repetir esa experiencia con otros?
Deseo del analista, lugar de la máxima diferencia entre el Ideal y el objeto, Ideal al
que la transferencia invita (al que Alcibíades invita a Sócrates). Si el analista puede
consagrarse a algo es al ágalma del deseo, cuyo precio es la reducción de su
persona a un significante cualquiera que cifrará del lado del analizante. La función del
deseo del analista implica lo contrario que pretender advenir analista en los estratos de
una formación orgánica. Safouan lo dice de una manera muy bella: "El analista es
aquel que se mantiene disponible ante el asunto con el cual tiene que
vérselas"(Safouan, 1984, p. 58). El deseo de analista es una eficacia que tiene su
condición en el momento esencial de la transferencia, en la medida que si hay posible en
un análisis tendrá que ver con poder articular un imposible, la función del analista es
la de preservar ese lugar. Citando a Halperin: "La ironía del amor no se conformará
con menos".
Para concluir, un chiste extraído del libro de Allouch que recoge anécdotas de
analizantes de Lacan (Allouch, 1992, p. 27):
¡Le había llevado tiempo decidirse!
Desde hacía meses le había contado a Lacan su amor por xxxx, le
hablaba de ella, de su relación con ella, de su vida en común y de sus avatares; había
analizado bien todo, el por qué de su elección, a que remitía su nombre, etc
,
etc. Ahora ya estaba: se había decidido a casarse con ella.
Llega a sesión y declara; -Me caso la semana próxima-
Lacan: - ¿Con quién?
Citas:
1. Participación en mesa redonda: "Formaçao do analista" en
el marco de la VII Jornada Corpolinguagem, en el Instituto de Estudos da Linguagem/
UNICAMP, invitado por el Grupo de Pesquisa SEMASOMA, entre el 17 y el 19 de octubre de
2007, Campinas, San Pablo, Brasil, y publicado en: Leite y Trocoli (compiladores) (2008):
Um Retorno a Freud, Mercado de Letras edit., Campinas S.P. Brasil, pp. 165-175.
2. Conferencia en la Sociedad Francesa de Filosofía el 22 de febrero de 1969.
3. Consideramos que la formalización del descubrimiento freudiano, llevada adelante por
Jaques Lacan, toma como eje las elaboraciones que desde el siglo XIX le permite ese
discurso llamado ciencia del lenguaje, sobre todo, a partir de las formulaciones de
Ferdinand de Saussure. Lacan se interesa en el hecho de que el lenguaje tiene las
propiedades que establece la lingüística, entonces el inconsciente, en tanto que
"estructurado como un lenguaje", tiene las mismas características.
4. Informe del Congreso de Roma en setiembre de 1953 que aparece publicado en Escritos I
como Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis.
5. José Assandri nos hace notar que la sonoridad del aforismo en la lengua de francesa:
l´amour c´est donner ce qu´on n´a pas no es exactamente equivalente a "amar
es dar lo que no se tiene". "Hay una cuestión que concierne a la lengua y es la
inclusión en francés del pronombre demostrativo ce, que aparece para hacer aún
más fuerte la demostración de que no se tiene [
] forzando la estructura
sintáctica de la lengua española, podría decirse "el amor eso es dar lo que
no se tiene" (Assandri, 2007, 99-100).
6. Palabras pronunciadas por la psicoanalista francesa en conferencia sobre
"Declinación de agalma" el 19 de agosto de 2005, Instituto Goethe, Montevideo
7. Son muchos los orígenes que se le atribuyen a Eros, esta versión se encuentra
solamente en el Banquete platónico.
8. Lacan nos envía a la lectura de La vida de los hombres ilustres de Plutarco
para aclarar este punto y agrega: "Sus aventuras [Alcibíades] en política están
marcadas todas ellas, sin lugar a dudas, por el signo del desafío, de lo extraordinario,
de la proeza, de la incapacidad de situarse o de detenerse en ninguna parte" (Lacan
2003, p. 32).
9. Subrayado por el autor de este trabajo.
10. No le era permitido al joven en formación, mostrarse deseante ante su erastès,
que debía ser siempre de mayor edad que el amado. Respecto de la relación entre Aquiles
y Patroclo en este punto dice Lacan:
"no vayan a pensar en absoluto que
Patroclo, como se solía creer, fuese el amado. De un examen atento de las
características de los personajes, resulta que solo podía serlo Aquiles, mucho más
joven e imberbe. Lo escribo porque esta historia se plantea repetidamente, la de saber en
qué momento hay que amarles, si es antes o después de que les salga barba. Esto de la
barba, nos lo encontramos por todas partes. [
] Pues bien, Aquiles no tenía barba.
Así pues, el amado es él. Patroclo, por su parte, tenía unos diez años más. Si se
examinan los textos, el amante es él" (Lacan, 2003, 59-60).
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