Me como a mí: la anorexia de Cielo Latini.
Bruno Cancio.

 

¿Quién puede saber más de anorexia que nosotras, las propias anoréxicas?

Cielo Latini (2006, pag. 141)

Una militante pro anorexia.

Hace un tiempo, una paciente me regaló el libro Abzurdah de la argentina Cielo Latini (2006). Así fue como tomé contacto con la autodenominada "gurú de la anorexia". La joven creadora del blog mecomoami.com, en el que defendía el no comer como un derecho y modo de vida. Rindiéndole culto a Ana, diosa de las anoréxicas, pasa a convertirse rápidamente en suerte de celebridad entre las jóvenes que padecían trastornos alimentarios, consiguiendo cientos de seguidoras a lo largo de todo el mundo.
Así como a comienzos del siglo XX las histéricas le dieron a Freud lecciones de método psicoanalítico (Allouch, 1993), a principios del siglo XXI podemos preguntarnos: ¿qué tienen para enseñarle al psicoanálisis estás jóvenes? Tomando su autobiografía, me propongo como desafío intentar pensar la anorexia de Cielo Latini.


Antes de la eclosión.

Antes de que Ana hiciera aparición, Cielo transcurría como una joven hiperexigente, que cumplía de forma casi absoluta lo que su madre deseaba para ella: "Siempre fui demasiado buena... Era la preferida de los profesores, nunca faltaba a clases, me pasaba los recreos caminando sola por el colegio sin emitir palabra y tocaba piano como los dioses" (Latini, 2006, pag. 8) "Mis habilidades eran muchísimas: danza, tenis, piano, natación, inglés. A los nueve años empecé a estudiar inglés y poco más tarde, a nadar en un club. Era excelente en ingles y mucho más buena en natación. Pronto empecé a competir en torneos y gané todas las competencias..." (Latini, 2006, pag. 13). No tenía amigos, hecho que a sus progenitores no les preocupaba. Solo había un punto en que distaba de la perfección, pesaba 64 quilos teniendo doce años. En relación a la alimentación aparece un punto particularmente significativo: "Mis padres me decían qué tenía que comer y qué no" (Latini, 2006, pag. 11).
El significante "especial" resuena con insistencia en las primeras páginas del libro. "Especial. Eso fui siempre, o al menos eso escuchaba que se hablaba de mí. Eso me hicieron creer, eso querían que yo escuchara o eso querían que los demás escucharan. Especial..." (Latini, 2006, pags. 11 y 12). Y escribe: "siempre tuve la creencia, equivocada o no, de que mi mamá quiso que yo fuera un diez" (Latini, 2006, pag. 15)
Esa joven, sometida de forma absoluta al deseo del Otro, que "no emite palabra", marcada por el mandato de ser especial y sujeta a los "caprichos de mi madre" (Latini, 2006, pag. 16), de pronto comienza a dejar de comer. "Durante el verano del 98, en un viaje familiar, me peleé con mis padres por alguna razón sin sustento y dejé de comer" (Latini, 2006, pag. 19). Allí empieza a reducir el consumo de alimentos y a obsesionarse con la delgadez; pero esta tendencia no hará eclosión hasta años más tarde. (Latini, 2006, pag. 133)
Antes del estallido, realiza dos pedidos de ayuda: en la clase de plástica crea con hilos de metal un muñeco ahorcado, titulando su obra "Soy yo", y no mucho tiempo después le solicita a su madre que la envíe a un psicólogo. Ambas demandas son desoídas.
A través de Internet, y aún con catorce años, conoce y se enamora de un hombre nueve años mayor; seductor, manipulador, narcisista, que varios no dudarían en diagnosticar de "Trastorno Antisocial de la Personalidad". Establece un vínculo de fortísima dependencia, cuasi sadomasoquista, en el que él, de forma continua, aparece y desaparece en busca de sexo, se ennovia y desennovia, provocando en Cielo reiterados sentimientos de terror frente al abandono. "Cuando alguien me abandona me siento huérfana, perdida, sin tierra... Ese es el abandono: una casa vacía y yo gritando el nombre de quien me abandonó" (Latini, 2006, pag.109) No parece ser para nada casual el pseudónimo que elige ponerle a la hora de escribir la novela: "Alejo". "Abandono es un eco que dice ‘Alejo, Alejo, Alejo’" (Latini, 2006, pag. 109).
A los diecisiete años queda embarazada de Alejo y, al mes, pierde el embarazo por un aborto espontáneo. Alejo se "aleja" definitivamente, yéndose a vivir con una mujer con un hijo, hecho que a Cielo le resulta insoportable. "Reemplazo", titula a uno de los capítulos de su libro.


"Vómitos cósmicos"

Es en un viaje a Mar del Plata cuando vomita por primera vez. Horas antes, llama desesperada a Alejo, quien había quedado en ir a visitarla. Él la atiende sin darle mucha importancia, le responde que no irá porque está con su compañera y su "hijo" y, acto seguido, le corta el teléfono. Cielo vive este hecho como intolerable, sintiéndose insignificante. "Alejo que una vez más me abandonaba. Alejo que una vez más me reemplazaba... No existía nada, no había nada, mi mundo era una completa negación de la existencia de cualquier cosa ajena a Alejo..." (Latini, 2006, pag. 114) "Necesidad de llamarlo, de sentir, de saber si iba a estar conmigo en aquella ciudad. Urgencia de tocarlo, de saber que no estaba lejos..." (Latini, 2006, pag. 113). Se emborracha con licor de melón. Una amiga poniéndole los dedos en la boca la hace vomitar, proporcionándole alivio: "al vomitar experimenté una descarga que no había sentido antes" (Latini, 2006, pag. 116).
Escribe: "Yo ya saqué de mí todo lo que podía hacerme mal, ahora me siento segura" (Latini, 2006, pag. 116) A partir de allí, comienza a vomitar con altísima regularidad. "Así empecé a comer cantidades estrafalarias que nunca en mi vida había pensado ingerir: era divertido saber que en caso de sentirme mal (o en cualquier caso) podría retirar la maldita comida de mi cuerpo. Era inmune a todo, nada me afectaba. Mientras las demás comían y alojaban grasa en sus cuerpos, yo comía incluso más y quedaba más flaca, sin panza, sin hincharme, sin nada... Los míos eran vómitos cósmicos, siderales... Y nadie se daba cuenta de nada..." Asimismo, se refiere a su condición de "expulsa-malestares".
En un momento en el que se siente abandonada y dependiente, aparece el vómito, que le permite expulsar los sentimientos que no puede tolerar, brindándole a su vez la sensación de poder controlarlos. El vómito se presenta como una forma de expulsar a Alejo, de sacarlo de sí; algo que siente imposible de realizar psíquicamente. Ahora la omnipresencia de Alejo podría ser controlada y manejada por ella misma, introduciendo y expulsando a su antojo.
Asimismo, realiza un pasaje de la deprivación nacisistica a la omnipotencia. Aparece la invulnerabilidad, es la única de sus amigas que está más allá de los límites corporales, que puede comer sin engordar, pasando de dependiente a "inmune a todo", sentimiento de expansión narcisística, con mucho de yo ideal que se expresa en frases del tipo: "...te sabés (sí, ¡sabés!) la persona más inteligente jamás nacida y con tanto ego como para darle clases de filosofía a Sartre. Así me sentía, así lo recuerdo" (Latini, 2006, pag. 136).


Síntoma anoréxico

Luego, lo bulímico da paso a lo anoréxico: "Poco tiempo después de haber empezado a vomitar y de haber intentado llamar la atención de Alejo sin ninguna señal de éxito, me propuse entonces un nuevo desafío. Siempre siguiendo la línea de lo que creo que es lógico, me dije: ‘Si como y vomito, me hago mal; quizá lo mejor sea dejar de comer del todo’". Síntoma anoréxico dirigido al Otro; a su entorno familiar y en primer lugar a Alejo: "Nada le afectaba demasiado, nunca se sobresaltaba, y todo tenía solución: incluso mi bulimia... Y eso me incentivó más y más para llevar a cabo mi propósito: que se preocupara por mí" (Latini, 2006, pag. 121)
En infinidad de ocasiones busca que Alejo se preocupe por ella, que le diga que está flaca, que le pregunte si come, que se angustie porque vomita. Cuando llega a pesar 47 quilos, finalmente Alejo da un leve indicio de preocupación por su delgadez, señalándole que está demasiado flaca: "Mi delgadez estaba dándome frutos: estaba concientizando a Alejo. Era todo lo que quería. ¡Era más de lo que quería! Pero que Alejo me dijera eso no fue suficiente. Necesitaba más." (Latini, 2006, pag. 155) Intento de invertir la demanda (Lacan, 1956), de que ya no sea ella quien le demande amor a Alejo, sino que sea Alejo quien le demande a ella que coma. Búsqueda de producir un viraje en la relación de dependencia y que el poder quede de su lado. Tentativa de ver si el Otro la quiere viva. Tentativa que fracasa, Alejo vuelve a alejarse y ella queda nuevamente en el lugar de la demandante. Y está furiosa.
"Si no me amaba, entonces iba a morirme: y me iba a morir hermosa, inteligente y con el cuerpo perfecto" (Latini, 2006, pag. 135)
El viejo mecanismo freudiano de "vuelta sobre la persona propia" (Freud, 1915) parece tener algo que decir en esta situación. La agresividad dirigida a Alejo y a su entorno vuelve a ser enviada hacia su persona. Pero a la vez que se destruye a sí misma, con su sintomatología ataca y destruye al otro. Matándose a sí mata al otro, a quién no vive como diferenciado. Su situación familiar ilustra elocuentemente este punto. En relación a su familia, escribe: "La mayoría de las veces terminábamos llorando las dos o yo llorando y mamá gritándome: ‘¡En esta casa no se puede vivir’ ????pero sus resoplos y sus frases –?’¿Por qué mejor no nos morimos todos?’ o ‘¡Me estás matando!’... papá tuvo un infarto y no pude dejar de sentirme culpable" (Latini, 2006, pag. 136), "...a la vez sentía que mataba a mi padre y desahuciaba a mi madre" (Latini, 2006, pag. 166). Y acerca de Alejo: "Quería una muerte silenciosa, una muerte que le quedase grabada para siempre en la conciencia, en el inconsciente y en todas partes de su cuerpo como una viruela mal curada. Quería que le quedara en la cabeza una frase resonando como eco: ‘No quise ayudarla’, ‘No quise ayudarla’, ‘No quise ayudarla’ (Latini, 2006, pag. 223).


Mecomoami.com

Es en ese momento que crea la página mecomoami.com. "Había nacido Lágrima, un gurú anoréxico que intentaba no ahogarse en su desdicha y predicaba al mundo que la anorexia no era un desorden de la alimentación, sino un estilo de vida" (Latini, 2006, pag. 138). "Pronto la anorexia se había convertido en un culto para mí" (Latini, 2006, pag. 137) ""Ana", así llamaban las anoréxicas a su diosa, y Ana se convirtió en pocas semanas en el objeto de mi devoción" (Latini, 2006, pag. 138). "Entonces Ana para mí es mi diosa, mi diosa todopoderosa que me ayuda a ser cada vez más perfecta... Ana quiere lo mejor para vos, quiere que seas perfecta" (Latini, 2006, pag. 148).
En Ana, parece resurgir enmascarada la imagen de la madre que siempre quiso que fuera un diez, que le decía qué comer y qué no, que le transmitía de forma velada el mandato de ser perfecta. Los significantes perfecto y especial, sigue marcando con gran fuerza el relato.
Paradójicamente, mientras que en el síntoma anoréxico aparece un nuevo Otro para el cual ser perfecta (su madre-Alejo-luego: Ana), el no comer también se presenta como una forma de sostenerse como deseante. "Y en aquel momento ésa era mi manera de elegir, porque nunca había podido elegir: tenía que comer, tenía que estudiar, tenía que tener amigas y tenía que pintarme y ser bonita. Perfecto, pero ahora además decidía vomitar y sacarme las porquerías que tenía adentro" (Latini, 2006, pag. 117). "Solamente estoy tratando de cumplir mi cometido. ¿Cuál? Un simple ayuno de diez días. ¿Por qué quiero hacerlo? Porque me hace sentir bien, porque tengo ganas, porque me aburro, porque sí. Suficiente." (Latini, 2006, pag. 139).
Por primer vez hace algo "porque tengo ganas... porque sí". No comer o "sacarse las porquería que tiene adentro" aparecen como forma de salvaguardar un deseo propio, que Cielo mantiene con todas sus fuerzas y hasta las últimas consecuencias. Desde esta lógica, comer o no vomitar implica someterse una vez más al deseo del Otro, volver a ser la chica 10 que trata de ser perfecta para su madre o para Alejo, quedar nuevamente "sin emitir palabra". Comer implica ceder en su deseo. Una frase marca un punto de novedad en el discurso de Cielo: "muy bien, no puedo agradarle a todo el mundo" (Latini, 2006, pag. 142)
Pero esto no impide que el mandato de ser perfecta para el Otro se mantenga y el significante "especial" siga asechando en su síntoma. A través de su cuerpo denuncia y muestra el absurdo de la exigencia materna de perfección, a la vez que intenta cumplirla. El obsceno imperativo superyoico de ser perfecta continúa haciéndola gozar, ahora de su anorexia.
"Me como a mí". ¿Qué implica ese comerse a ella? Cielo no come, sino que es comida por su superyó. La mortífera exigencia de alcanzar la perfección la devora. Obscena y ferozmente su superyó le exige: "No admires lo que sos sino lo que podés llegar a ser. No se puede ser demasiado rico ni demasiado flaco. El dolor es temporal, la gloria es eterna. El hambre duele pero funciona... Comé menos, pesá menos" (Latini, 2006, pag. 154). Entra en escena la idea freudiana del superyó como caldo de cultivo de la pulsión de muerte (Freud, 1923). Ana pasa a constituirse en un superyó que exige la perfección y prohíbe la comida. No en vano una noche, luego de ingerir "algunos" ñoquis en una cena familiar, aparece un devastador sentimiento de culpa acompañado de autorreproches: "Era Ana hablándome desde un rincón olvidado aquella noche, recordándome que la había traicionado, que tendría que purgar mis culpas... Pedí perdón una y mil veces y a continuación tomé un laxante" (Latini, 2006, pag. 119).
Pero "me como a mí" también puede pensarse como la ilusión naricisística de no necesitar comer, a la que parece subyacer la fantasía de autoabastecimiento total, de completud, de no necesidad de algo o alguien ajeno a sí mismo, tal vez como respuesta al sentimiento de depender completamente del otro.
Por otro lado, el no comer pasa a constituirse en gozoso y, como suele suceder, el hambre y la inanición se erotizan. Cielo habla del "dolor exquisito" y del "frío de ana" la "reina gélida". "Me estaba consumiendo, lo sabía y no podía dejar de disfrutarlo. Si no me amaba, entonces iba a morirme: y me iba a morir hermosa, inteligente y con el cuerpo perfecto" (Latini, 2006, pag. 135).
Capítulo aparte merece el "ser anoréxica" como tema identitario. Al igual que en la mayoría de estas pacientes el rótulo refuerza la sintomatología. A través de su blog se conecta con cientos de chicas a las que reconoce como semejantes especulares (Lacan, 1949) en las que se ve reflejada, al tiempo que le devuelven una imagen de quién es. No en vano, cuando consulta a un psicólogo que la diagnostica de borderline, inmediatamente pasa a tomar dicha entidad como rótulo identitario: "Después me interesé en el tema (siempre quise saber quién soy, por qué y qué me pasa) y averigüé algunos otros datos que me describían detalladamente y sin errores" (Latini, 2006, pag. 206). Entra en Internet, averigua información y se convierte en una experta capaz de causar la envidia en Otto Kernberg.


Un "perfecto" intento de autoeliminación

El intento de autoeliminación que realiza a los diecinueve años echa luz sobre un punto hasta ese momento velado de su anorexia. Un intento que planificó por varios días para que "fuera perfecto". El día anterior había pegado fotos de su familia y amigos en la pared, toma cuarenta Rivotrils con un botella de vino que había comprado para consumir con Alejo y se realiza cortes con una Gillette en los brazos. Posteriormente entra al baño y se afeita completamente su cabello y cejas. Como broche de oro llama ocho veces a Alejo y cinco a su psicólogo: "Quería avisarles que me moría y que era de noche y que (ja ja) no iban a poder hacer nada" (Latini, 2006, pag. 240) .... Dice haberse transformado en: "Un ser asexuado, sin vida, sin cejas, sin pelo" (Latini, 2006, pag. 242).
Y ahí aparece otro de los puntos que, podría pensarse, están en juego en su anorexia. No sólo transformarse en un ser deambulando sin vida sino el convertirse en asexuada, el borrar los caracteres sexuales secundarios, el eliminar la forma de mujer pesando 47 quilos y no teniendo más que "perfectos huesos". Carrera en la que pareciera intentar constituirse en un ser más allá de la vida, el cuerpo y la diferencia sexual, que se come a sí mismo sin acarrear la pesada carga de depender del otro.


Epílogo

Algunos años han pasado y en el 2008 nos encontramos a una Cielo algo modificada. La joven devota de Ana es ahora una figura mediática. Su autobiografía transformada en un best seller que aguarda su decimosegunda edición y las apariciones en programas de Mirtha Legrand, Chiche Gelblung y don Francisco la convierten con todo derecho en miembro del Olimpo de la farándula argentina. Tiene un peso "esperado", hecho que le agradece a su psicólogo, y reniega de su militancia pro-anorexia. ¿Ha encontrado Cielo una forma diferente de ser "especial"? "…Esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión" podría responderse citando a Michael Ende (1979, pag. 229).
Pues bien, ya ha llegado la hora de dejar a Cielo, así que despidámonos de ella; espero que aún con la idea de que estas absurdas jóvenes de comienzos del siglo XXI tienen mucho para enseñarle al psicoanálisis.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ALLOUCH, J. (1993).- Freud, y Después Lacan. Edelp, Bs. As., 1994.

ENDE, M. (1979).- La Historia Interminable. Alfaguara, Madrid, 1988.

FREUD, S. (1915).- Pulsiones y Destinos de Pulsión, T. XIV. Amorrortu Editores, Bs. As., 1996

FREUD, S. (1923).- El Yo y el Ello, T. XIX. Amorrortu Editores, Bs As. 1996.

LACAN, J. (1949).- El Estadio del Espejo como Formador de la Función del Yo (je) tal como se nos Revela en la Experiencia Psicoanalítica En: Escritos I. Siglo XXI Editores, Bs. As., 2002.

LACAN, J. (1956).- El Seminario, Libro 4: La Relación de Objeto. Paidós, Bs. As., 1994.

LATINI, C. (2006).- Abzurdah. Planeta, Bs. As.