Mercedes Pinto, una estrategia femenina ante la violencia doméstica
Raquel Capurro

Bajo el título "Presencia de Mercedes Pinto en Uruguay" se realizó el año pasado una jornada convocada con el texto que transcribimos a continuación. (1)

La escritora canaria Mercedes Pinto vivió años cruciales de su largo exilio en el Montevideo de los años 20´del siglo pasado.
La eleccion de Uruguay como destino se fundamentó en una red de amistades con intelectuales y pintores uruguayos iniciada en Madrid y, sobre todo, por la confianza en un país "modelo"en su desarrollo y que contaba, entre otros avances sociales, con la Ley de divorcio desde 1907. Este último punto le concernía en particular; puesto que durante casi diez años Pinto padeció una sostenida situación de violencia doméstica en su matrimonio sin solución jurídica. Precisamente y a raíz de una conferencia que Pinto dictara en el ámbito universitario madrileño acerca de la "Necesidad higiénica del divorcio", resultó amenazada por autoridades de la dictadura de Primo de Rivera, lo que determinó su resolución de emigar hacia Uruguay.
En Montevideo desarrolla una activa vida cultural desde su arribo, siendo -por ejemplo- la única mujer en la redacción del diario "El Día". En este medio escribirá sobre distintos tópicos incluída la crítica de arte (cabe destacar su interés por la obra de Rafael Barradas a quien conoció en las tertulias madrileñas) y, muy especialmente, sobre las actividades artísticas realizadas por mujeres (Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Susana Soca y otras).
También en Montevideo publicó varios libros de diversos géneros: textos con entrevistas, poesía, ficción, drama, etc.
Uno de sus primeros libros en prosa, de carácter autobiográfico, se tituló "El", inspirado en sus desavenencias conyugales y en la singularidad de los trastornos mentales de su ex cónyuge: el libro, muy exitoso, fue prologado por el psiquiatra español Gregorio Marañón y su colega uruguayo Santín Carlos Rossi. El diseño de portada correspondió al plástico, también uruguayo, Alfredo de Simone.
Años más tarde el director Luis Buñuel, entonces exiliado en México, lo adaptará para el cine, con la participación de Alfredo de Córdoba y Delia Garcés. Se ha dicho que la vívida descripción del personaje protagónico habría motivado el interés del célebre psicoanalista francés Jacques Lacan, quien tenía sumo interés en la obra del director.
En el presente año se conmemora el 125 aniversario del nacimiento de Mercedes Pinto. Con tal motivo hemos considerado oportuno, y pertinente, iniciar una serie de actividades tendientes a rescatar y divulgar el legado y la vigencia de Mercedes Pinto - insigne figura española -, y su entrañable relación con Uruguay y América Latina.

Fue ese contexto de intercambio que realizamos la ponencia que presentamos a continuación, abordando un rasgo de la vida de Mercedes Pinto, algo de su manera particular de hacer con la persecución.
Nacida el 12 de octubre de 1883, la vida de Mercedes Pinto está marcada por un rudo jalón, el de su primer matrimonio, allá en Tenerife, su ciudad natal, en donde se casó, en 1909, con el catedrático de la Escuela Náutica de Santa Cruz y capitán de marina mercante don Juan M. Foronda. La noche de bodas abrió ya un tiempo trágico de violencia que años después ella misma nos dará a conocer.
Digamos que aquello que se destaca en la violencia física y psíquica de la que fue objeto por parte de su marido son los celos enloquecidos que él puso de manifiesto.
Los celos, esa pasión que reconocemos en las vivencias más tempranas de una fratría, despertados por la llegada de un pequeño intruso percibido como usurpador.

«He visto con mis ojos y observado, dice San Agustín, a un pequeño dominado por los celos: todavía no hablaba y no podía mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche» [Confesiones, 1, VIII].

Escena arquetípica para J. Lacan que propuso pensar que " el yo se constituye al mismo tiempo que el otro en el drama de los celos."Esto aparece en esa escena agustiniana en donde el seno materno se sitúa como objeto tercero que saca al yo de la confusión afectiva con la madre – ya no puede verse uno con ella- y a la vez lo despierta a la rivalidad con otro que aparece poseyendo aquello de lo que ese yo es privado.
Momento de celos que pueden fijar al yo en esa situación a la que con distintas intensidades hará retorno en la vida. Freud distinguió matices en esos celos que van desde la cotidianidad infantil a la locura celosa que Shakespeare supo presentarnos en Otelo.
Mercedes Pinto se vio atrapada por su matrimonio en la relación a un hombre celoso, más aún a un hombre literalmente loco de celos, peligrosamente loco de celos. La violencia que ella relatará luego es la contra-cara de una violencia silenciada que necesitó recorrer y hacer pública cuando logra salir de esta "Cárcel de amor".
Podemos preguntarnos por qué Mercedes Pinto no puso fin antes a esta prisión . Por qué diez años y tres hijos. No es fácil responder y ninguna psicología barata puede pretender dar una versión distinta a las que ella misma intentó construir. Para nosotros, se trata más bien de leer con rigurosidad aquello que ella escribió, pues si sabemos algo de los secretos de esa alcoba, si sabemos algo de la violencia familiar que reinaba en su hogar ello se debe a los movimientos, muy lentos quizá, pero eficientes al fin, que ella misma fue haciendo para poder pasar a otra cosa, a otra vida.
El primer movimiento efectivo en esa estrategia fue la huida. Huir de su casa, poner distancia oceánica, irse a Madrid con sus hijos, pero previo a ello aprovechar la circunstancia del acmé mismo de la locura: el intento de suicidio de su marido. Ese "basta!", actuado del lado de él, bajo esa forma trágica, le permitió a ella pasar con él a otra escena: llevarlo finalmente a Madrid para una segunda internación psiquiátrica y , entonces, apoyándose en la autoridad médica, zafar de los deberes de conciencia que el catolicismo exigía de una mujer casada: la fidelidad hasta la muerte, en toda situación.
Tenemos la impresión que el acto de Mercedes Pinto, el de irse de su hogar e instalarse de incógnita con sus hijos en Madrid tuvo en ella un efecto profundo : la liberación de su capacidad de pensar y de hacer públicas sus ideas a partir de su experiencia.
Allí se encontró, en el Madrid efervescente de esos años, con un movimiento feminista en ebullición. Entre la casualidad y la apuesta intelectual se vio propuesta para reemplazar como oradora a una de las líderes del movimiento feminista, Carmen de Burgos, que se encontraba enferma. Según Alicia Llerena (2), Carmen de Burgos había sido invitada a cerrar un Mitin Sanitario en la Universidad Central de Madrid, organizado por el doctor Navarro, actividad que se había ido desarrollando en varios espacios culturales de la capital. Mercedes Pinto acepta reemplazarla: primer movimiento revelador, y luego, propone el tema. Lo significativo para nosotros hoy es que con ese tema ella logra entroncar su trágica experiencia conyugal con el sentir y los reclamos sociales que el movimiento de mujeres estaba poniendo en el tapete. Propone: "El divorcio como medida higiénica" y aprovecha así aquello que el discurso médico promueve, a través del llamado higienismo, para engarzar el concepto mismo de higiene con el divorcio, en aras de la salud mental de los hijos como valor esencial a preservar, que justifica el divorcio de la pareja.
De este modo el higienismo, que en el Río de la Plata – como lo han mostrado los estudios de José PedroBarrán para Montevideo y de Hugo Vezetti para Buenos Aires- tuvo una función disciplinadora de los aluviones de inmigrantes, en el caso de Mercedes Pinto la doctrina higienista le sirvió como dispositivo no sólo para justificar su huida del hogar sino para argumentar y reclamar un dispositivo legal, el divorcio, que diera a esa separación las garantías que la convivencia social debe asegurar a los ciudadanos.
Su argumentación se apoyó, como ya lo señalamos, no sólo en la separación de un marido diagnosticado paranoico, sino en la salvaguarda de la salud mental de sus hijos. Con esta conferencia ella se embanderó públicamente con la causa de las mujeres e insertó su historia en una causa común. Este paso, de inmediato, le trajo a su vez nuevos problemas.
En efecto rápidamente fue llamada al orden por Primo de Rivera . Así relata ella su encuentro con quien, en ese momento, decidía del destino de España:

—¿Es usted la señorita que ha dado esta semana una conferencia sobre el divorcio, en la Universidad Central?. —Sí, señor —respondí casi serenamente—. Sólo que soy señora y con hijos. Y no sabe usted —continuó en voz más alta— que España tiene un concordato con el Vaticano?. —No señor, no lo sabía —¡España es católica —gritó— Y no se puede consentir que se hable de cosas que Roma prohíbe!. Y añadió, en voz más baja: —No lo puedo consentir, porque otros seguirían hablando de cosas, cada vez más prohibidas.... Comprendí, con su silencio repentino, que no tenía nada más que decirme, y me despedí con un leve saludo, marchándome convencida de que aquella sería mi primera y última entrevista con el que era el dueño de los destinos ¡y de la voz de España...!

Sus amigos le aconsejan una rápida huida del país. Ya no está sola y, con aquel que será su marido cuando al llegar a Montevideo pueda legalizar su situación, Mercedes Pinto vuelve a huir, con sus hijos y a cruzar otra vez, pero en más largo viaje, el océano. Estrategia de huída ante la persecución: ese primer movimiento que ahora repite en otro escenario se revela eficaz , pero, pronto también como insuficiente.
Llegada a nuestro país va a desplegar, como ha sido ya dicho en este panel, una actividad muy importante y llamativa para una mujer de esa época. Se coloca pues en las vanguardias feministas y multiplica sus intervenciones. Pero Mercedes Pinto pone de manifiesto que no se puede huir del pasado, no se puede huir de una persecución en la que se estuvo implicada.
Mercedes Pinto emprende un trabajo de escritura y publicación apenas novelada de su vida matrimonial. Ya había comenzado ese trabajo en Madrid. Lo publicará en Montevideo, en 1926, bajo el título de "Él", novela que será llevada a la pantalla, con modificaciones, por Luis Buñuel, en 1952. ¿Por qué este retorno a través de la escritura a ese pasado angustioso? ¿Por qué no lo olvida todo y se forja una vida nueva sobre ese olvido? Unos años más tarde -1935- un eminente abogado montevideano dará ese consejo a la joven Iris Cabezudo, declarada inimputable por haber asesinado a su padre en una coyuntura familiar teñida también por la violencia celosa de éste. Caso que sería interesante de comparar con el de Mercedes Pinto.(3)
Ni el divorcio, ni su nueva pareja, ni el Nuevo Mundo bastaron pues para quedar libre del pasado, en paz con su experiencia, y por eso la vemos emprender, con la escritura, un nuevo camino. Conjeturamos que intenta de este modo subjetivar y esclarecer su lugar en esa historia, su modo de haberse implicado en ella. Sólo así podemos situar que, luego de publicado "El", algo se repita en 1930 cuando lleva al teatro su historia bajo el nombre de Un señor cualquiera. Accede allí a una mayor depuración sosteniendo la acción en personajes que sólo indicados por los pronombres, como mínimos apuntalamientos de identidades vacilantes. Pero tampoco esta obra fue suficiente y , en 1934, publica Ella. Trilogía pues que dice de sus retornos a la experiencia de la locura a la que se vio no sólo confrontada, victimizadas, sino a la que no vacila, con este giro en el título de esta novela, de situarse allí como implicada
Un análisis de esos textos desborda esta presentación. Sin duda nos veríamos llevados a preguntarnos acerca de las particularidades de su relato. A modo de breve incursión, detengámonos en algunos pasajes de "Él".(4)
Curioso es el término con el que Mercedes Pinto presenta esta su primer novela autobiográfica: dice colocarla como "emparedado" entre las opiniones de médicos y juristas. Al abrigo, entre esas paredes, limitada también por ellas. Ella dio a leer su texto a un abogado para escudarse ante la crítica social, y a un psiquiatra para tener respuesta a su propia pregunta: "quería saber (…) acerca de si " Él" era producto de una fantasía delirante –la suya- o un caso patológico"(p. 7) –el de su marido. Dicho de otro modo ¿dónde localizar la locura? en ella? en él?
Jurista y médico apaciguaron su inquietud pero no resolvieron en forma adecuada su pregunta que se manifestará en la insistencia posterior de la escritura autobiográfica, sobre todo en la escritura de "Ella".
Los profesionales acuerdan: se trata de un caso de paranoia celosa, y circunscriben así, con este antiguo nombre griego un peculiar extravío de la razón de él: para-noia. un prefijo, "para", señala que algo no se ajusta con aquello que acompaña: para-médico, para-militar, decimos . Para-noia: noesis, conocimiento, se trata de un conocer cercano a lo correcto y sin embargo desajustado. Cercano al punto que se la ha llamado también "locura razonante" para indicar el poder de convicción, la fácil empatía que despierta por momentos y que arrastra al interlocutor con su implacable lógica.
Pronto Mercedes Pinto se vio confrontada a este estilo discursivo que tan exactamente describe así:

Lo desconcertante del caso de "Él", es que "casi siempre" tiene una base para desarrollar, apoyado en ella, sus alucinaciones. Una base insignificante, diminuta, imperceptible para un normal, (que ella sin embargo capta) pero que tomando pie en ella para sus arrebatos, el anormal, llega a veces a equivocar el juicio de los demás que oyen sus exageradas afirmaciones "viendo" que hay un "principio de verdad" en todo aquello…¿ y cómo pueden los ajenos seleccionar "hasta dónde" llega ese principio?"(p. 90)

Impecablemente, ateniéndose a la rígida división que desde la psiquiatría de la época disciplinaba la vida social, dividiendo claramente a sus componente entre normales y anormales, Mercedes Pinto reconoce un núcleo de verdad en el decir del otro, envuelto en tal torbellino de interpretaciones que no sabe cómo tratarlo.
Sin embargo, la violencia en juego le advierte de entrada de que este no es sólo asunto de razón sino que en ella vibra la pasión, pasión de celos que ha hecho virar el amor al registro de la posesión. Ya en la noche de bodas pasaron cosas que fueron dichas "impublicables" por magistrado y por el confesor a quienes consultó. También de entrada un médico la puso sobre aviso y sostuvo el movimiento que a ella le fue imposible hacer ."Publica esas páginas porque las aberraciones, miradas con los ojos de la ciencia, pueden evitar en su día males mayores"(p.24)
De esas escenas de celos locos, elijamos una para calibrar su entidad: Recién casados desde hacía seis días la pareja se encuentra en un hotel y tienen como vecino de cuarto a un inglés que tose con frecuencia, enfermo como está de tuberculosis. Esa tos, real, verdadera, es la materia de la interpretación que toma "El" cuando escucha carraspeos de su mujer que se le antojan respuestas a un diálogo pautado por esos sonidos y del que queda excluido. El hace el gesto de estrangularla, de cortarle la emisión de la voz y de la tos. Una noche se escuchan pasos y suspiros en la pieza vecina que llevan al paroxismo los celos de El. Arremete entonces contra la puerta que separa ambos cuartos que lo enfrenta a la lúgubre sorpresa de una escena: está el inglés acostado sobre la mesa, muerto y amortajado, mientras lo velan la dueña del hotel y la sirvienta.
Vale la pena destacar el contraste entre el detalle verdadero, el núcleo de verdad, escondido en la interpretación delirante que apunta a construir las razones de una pasión devoradora que se fija en ciertas escenas para congelar en ellas su convicción y su deseo: poseer al objeto preciado que el otro, la otra, encierra para él y que está a punto siempre de serle arrebatado con su complicidad.
Perseguidor, sí, pero Mercedes Pinto no deja de indicar hasta qué punto él mismo está perseguido. Campo de persecución en el que se instala la relación de ambos y en donde se sitúa la llegada de los hijos. Cuando nace el primogénito el padre lamenta sus ojos verdes que también ella tiene, pero que además son los de un fantasma que en sus pesadillas le persigue. Con angustia él confiesa su temor de dañarla al confundirla con su fantasma. Los ojos se multiplican. Ahora hay seis pares de ojos verdes que lo persiguen. (p 38)
Uno puede preguntarse qué pasaba en el entorno de Mercedes Pinto durante esos diez años en los que no encontró salida a esta persecución en la que de distintas maneras se vio involucrada. Por momentos ella se juega a mantener las apariencias de un hogar normal, y busca disimular, por ejemplo ante su madre, la violencia de la que era objeto (p. 53-54). Admitir el fracaso de su matrimonio, abandonar la cuota de fascinación que El ejercía sobre ella, son movimientos ante los cuales queda paralizada. Otras veces el terror mismo que la clava en ese lugar, la hace correr, sintiendo cerca el hálito de la muerte. Pide auxilio, pero en estas ocasiones la sociedad canaria de la época, muestra su duro rostro a la queja que esa mujer casada le presenta. Ya sea a través del abogado que le señala que no tiene testigos valederos ni heridas mortales (p. 70-71) o a través de los curas, Mercedes Pinto no encuentra salida.
Paradojalmente quien habilita la salida es El. Un día suena un disparo, él ha intentado suicidarse o mejor dicho por él mismo: "Terminar de una vez…son muchos mis enemigos…(…) a mi me han vencido". (p. 117) Este pasaje al acto, trae como consecuencia la internación de él y la intervención médica. Hospitalizado, él recrea con su fantasía un ambiente onírico en el que ella se ve apresada. El convoca a sus muertos y los ordena en esa espacio fantástico en el que ella se involucra al punto de admitir que "en tal ambiente de delirios la equivocación de una enfermera le hace sentir el temor de pensar que la loca soy yo". (p. 121)- Subrayemos pues esta intersubjetividad en la que por momentos ambos navegan y que teje la red en la que ella se siente atrapada.
Cuando de la clínica él pasa al manicomio y ella vuelve sola a su casa, entonces se encuentra consigo misma:

Era una mujer que regresaba. Un alma que volvía a la envoltura corporal. A todas horas me palpaba y me repetía hasta convencerme "soy yo". Y sentía dentro de mí alzarse lentamente una alegría indefinida". (p. 154)

Pero la presión familiar y social requirió presionar para que Él fuera dado de alta y no faltó la mano de un médico que traiciona el querer de Mercedes Pinto estampando con su firma la orden del alta.
En un par de páginas (p. 164-165) ella lanza su diatriba, sus anatemas hacia quienes en su cobardía la enfrentan a la decisión más radical, la de tener ella que abandonar su hogar y su patria. Una frase apreta ese movimiento que cambiará su vida:

"Yo huí por los caminos de la vida y no sabía adónde"(p. 160)

Desborda las posibilidades de esta comunicación abordar la cuestión bien importante de un aspecto formal de este primer libro, que se acentúa en la trilogía, me refiero al uso de los pronombres, a ese "Él" siempre usado con mayúscula, como nombre propio, que lo equipara al uso que la lengua ha dado a Dios. También podemos entender el esfuerzo de esta escritura autobiográfica, en donde juegan las relaciones entre los pronombres, como un intento de reconocerse en ese lugar tercero, la dritte Personen" que Freud señalaba como propia de los sueños, pasaje obligado para el momento subjetivante posterior en el que alguien se reconoce como el soñante.
Sería necesario comparar los movimientos que sigue esta trilogía donde lo mismo vuelve pero cada vez diferente.
Sólo es posible hoy abrir un campo de trabajo al que, como psicoanalista, me convida el encuentro de Mercedes Pinto con la locura.

 

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Citas:

1 Los días 12-13 de noviembre de 2008 se realizó en el Centro cultural de España una actividad titulada PRESENCIA DE MERCEDES PINTO EN URUGUAY. Participaron en la misma Graciela Sapriza, historiadora,Carlos Etchegoyhen, médico, psicoanalista, Fernando Loustaunau, crítico de arte, y quien suscribe, Raquel Capurro, psicoanalista. Este escrito fue nuestra intevención en dicha actividad

2 Biógrafa canaria y editora de Mercedes Pinto

3 Remitimos a nuestra monografía clínica sobre el mismo: R. Capurro y Diego Nin Extraviada, Edelp. Ultima edición revisada por los autores, bajo el título "Yo lo mate-dijo- es mi padre", Epeele, Bs. As, 2007

4 Se puede consultar esta y otras obras de Mercedes Pinto en la Biblioteca nacional. Las citas toman como referencia la edición de "Casa del estudiante", Montevideo.