La anatomía deja de ser destino
Déborah Rydel
Introducción
El psicoanálisis nos formó para una mirada que abarca
fundamentalmente el mundo interno del paciente, su psiquismo, su inconsciente, sus
fantasías. Sin embargo, el mundo en el cual nos tocó trabajar como psicoterapeutas nos
exige desarrollar una mirada más abarcativa e integradora de la realidad en la que
vivimos. El psicoanálisis nos ha brindado múltiples y valiosas herramientas de trabajo,
el desafío es cómo articularlas con otras disciplinas y con otros bagajes
teóricos-técnicos que hemos ido adquiriendo, para intervenir en esta realidad tan
diferente de aquella en la que Freud construyó su teoría, una realidad compleja y
cambiante. Hoy en día nos resulta muy difícil pensar en un sufrimiento causado
exclusivamente por problemáticas individuales, aisladas de la trama social.
¿Cómo articular los distintos conceptos, lenguajes, marcos teóricos y metodologías
para lograr una aproximación más integral al ser humano? ¿Cómo transmitirlos? En la
práctica, pareciera que lo hacemos sin mayores dificultades pero a la hora de pensar,
reflexionar desde donde hacemos lo que hacemos, resulta más complicado.
Desde dónde pensamos la sexualidad.
A partir de las lecturas realizadas: "Las fantasías histéricas y
su relación con la bisexualidad"(1908), "La moral sexual cultural y la
nerviosidad moderna"(1908), "Carácter y erotismo anal"(1908), "Sobre
las teorías sexuales infantiles"(1908), "El esclarecimiento sexual del
niño"( 1907), "La feminidad" (1933), entre otras, nos preguntamos sobre la
sexualidad hoy en día, cuales son los conflictos hoy, son los mismos? ¿Cómo se viven?
¿Qué podríamos decirle a Freud a partir de nuestras experiencias?
Ha habido muchos cambios, hemos evolucionado, pero la sexualidad sigue siendo un misterio
a develar como lo fue para Freud, además de una fuente de sufrimiento para muchos.
"La sexualidad le es conflictiva al hombre"..." todos los seres humanos
ocultan la verdad en asuntos sexuales"
, decía Freud en 1905.
Comentarios tales como: hoy se habla más, hay menos tabúes, se la practica más
abiertamente, se ve en los medios, en Internet, surgen reiteradamente pero
sigue
siendo conflictiva. Llamamos a las cosas por su nombre, la latencia no se ve, la pubertad
se adelanta, la iniciación sexual es precoz
. , la mayor libertad, la mayor
información, parece no bastar como auguraban las teorías para alcanzar una vida
plena
el deseo sigue siendo enigmático
..vemos hombres y mujeres aislados,
solos, deprimidos; algunos ejercitan su sexualidad al ritmo del consumo, como producto
descartable, otros muestran patologías sexuales, algunos se retiran de la actividad
sexual, el común denominador es no poder lograr una sexualidad al servicio de un placer
compartido
.
El presente trabajo surge a partir de situaciones de la práctica clínica y comunitaria
que nos llevan a revisar conceptualizaciones implícitas, no visibles, que coexisten y
colisionan, que circulan a partir de determinadas prácticas interdisciplinarias, por
ejemplo: intercambios con otros técnicos de la salud en cuestiones vinculadas al
embarazo, embarazo adolescente, anticoncepción, o para la realización de talleres de
sexualidad con escolares y liceales, etc.
Prácticas que nos llevaron a indagar acerca del peso de lo simbólico que impera en los
ideales y valores culturales referidos especialmente a que se espera de una mujer.
Enseñanzas del psicoanálisis
En la obra de Freud, el descubrimiento del inconciente y la importancia
atribuida a la sexualidad, como sabemos, van más allá de la relación con la etiología
de las neurosis. La sexualidad es constitutiva del ser humano, es estructurante del
psiquismo. El psicoanálisis tiene el mérito de modificar el concepto de sexualidad al
considerar que actúa desde el comienzo de la vida. El planteo de la sexualidad infantil
es revolucionario. Freud, va a decir que los niños también tenían fantasías sexuales,
y que ellas involucraban a sus padres, por lo cual, el descubrimiento de la sexualidad
infantil trae consigo el del complejo de Edipo. Freud consideró que era al atravesar la
fase edípica cuando se producía la estructuración de la personalidad y la orientación
del deseo humano.
La sexualidad nunca fue un dato natural, biológico o anátomo-fisiológico, y el acceso a
la genitalidad no está asegurado por la mera maduración biológica. La sexualidad no
está estructurada previamente, como si se tratara de un instinto, sino que se va
estableciendo a lo largo de la historia individual cambiando de zonas erógenas y de metas
sexuales. Esta historia individual comporta el atravesamiento del complejo de Edipo y la
relación del niño con sus progenitores, por lo cual no sólo hay que tener en cuenta los
factores genéticos y endógenos sino sobre todo los exógenos, ya que la sexualidad
irrumpe en el niño desde el mundo adulto. El niño debe situarse desde el comienzo en el
universo fantasmático de los padres y recibe de éstos, en forma más o menos velada,
incitaciones sexuales.
No se transita igual el Edipo siendo niña o niño. Este sale del Edipo por la angustia de
castración, que lo incitará a renunciar a la madre como objeto sexual. La niña, en
cambio, siente la ausencia de pene como un perjuicio sufrido, que intenta negar, compensar
o reparar. Se siente privada de pene por la madre, y es el resentimiento que ello le
produce lo que la aparta de la madre, determinando su entrada en el Edipo al elegir al
padre como objeto de amor, en la medida que él podría darle el pene o su equivalencia
simbólica, un hijo. En ella el complejo se manifiesta en el deseo de tener un hijo del
padre, superando así la envidia del pene al establecerse la ecuación simbólica
pene-niño y relevando el deseo de tener un pene por el de tener un niño. Contrariamente
al varón, la niña debe desprenderse de un objeto del mismo sexo (la madre), para
investir otro de sexo diferente (el padre). Debe también pasar de la dominancia de la
zona genital clitoridiana, heredera de las investiduras orales y anales, que es más
semejante al pene del niño, a investir la vagina como órgano principal de placer.
El complejo de Edipo parece ser más complicado, o menos claro, en la niña que en el
niño. Si bien tanto en un caso como en el otro la madre es el primer objeto erótico, no
es tan clara la explicación acerca de cómo llega la niña a renunciar a la madre y a
tomar en su lugar al padre como objeto amoroso. Al no incidir en ella la amenaza de
castración, falta un incentivo para salir del Edipo, que en su caso parece ser abandonado
lentamente o puede persistir largo tiempo en la vida anímica de la mujer. Al estudiar la
sexualidad femenina Freud descubrió la importancia del primitivo vínculo con la madre,
que puede determinar que algunas mujeres queden fijadas a esta primera relación.
Vemos entonces que tanto la feminidad como la masculinidad no están aseguradas desde el
comienzo sino que se van estructurando a través del pasaje por la fase fálica y el
complejo de Edipo articulado con el complejo de castración. El Edipo es entonces la
estructura que organiza el devenir humano alrededor de la diferencia de los sexos y la
diferencia de las generaciones, permitiendo articular lo estructural con lo histórico, es
decir, con las vicisitudes reales y fantasmáticas de las relaciones del niño con sus
padres.
Si bien Freud con semejantes planteamientos logra liberarse en forma importante de las
condicionantes históricas, culturales, económicas, etc. de su época, es claro que
permanece prisionero de las mismas en varios aspectos. Vive en una sociedad patriarcal,
con una diferenciación de roles muy marcada para los sexos y la supremacía de lo
masculino. Las diferencias anatómicas, son interpretadas jerárquicamente, la falta de
pene, era un rasgo de inferioridad orgánica y es el origen de la inferioridad de lo
femenino en todos los planos.
Es importante visualizar que el psicoanálisis no es sólo una descripción de cómo
se configura la feminidad en un sistema simbólico patriarcal sino que ha sido, con su
teorización y práctica, un sistema normativo que configura tales subjetividades,
tornando ciertas explicaciones en verdades no cuestionadas, no pensadas, que todos los
actores reproducimos más o menos concientes de ello.
Contribuciones de los estudios de género
A partir de los años sesenta en Europa , EEUU y posteriormente en
Latinoamérica surgen los Estudios de Género que pretenden una revisión del conocimiento
existente sobre el género femenino, con el fin de desentrañar aquellos contenidos que
reproducen la discriminación, la subordinación y el silenciamiento de las mujeres en el
discurso político. En la actualidad se cuenta con un volumen de investigaciones
científicas concernientes a la situación social, económica y sanitaria de las mujeres
que han empezado a tenerse en cuenta por los gobiernos en el diseño de políticas
públicas, programas y legislación sobre mujeres y hombres.
De los conocimientos aportados por los estudios de género destacamos: la noción de que
las diferencias entre los géneros femenino y masculino conllevan desigualdades y estas
desigualdades imponen jerarquías; el análisis de las relaciones de poder entre los
géneros y de las áreas de poder en que habrán de afirmarse como sujetos uno y otro: los
varones, el poder racional y económico, las mujeres, el poder de los afectos; el
reconocimiento de la relación entre diversos procesos histórico-sociales y la
configuración de la subjetividad femenina; la relevancia otorgada a la vida cotidiana
como escenario donde se despliegan las múltiples formas de subordinación de las mujeres
en nuestra cultura.
El psicoanálisis, también ha sido permeado por estos estudios y hoy nos encontramos con
revisiones de las teorías y prácticas psicoanalíticas de la mano de varias autoras:
Luce Irigaray, Julia Kristeva, Juliet Mitchell, Emilce Dio Bleichmar, Ana María
Fernández, Mabel Burin, etc. quienes se empiezan a preguntar: ¿Por qué comprobar la
diferencia de sexos lleva a una desvalorización de lo femenino? ¿Por qué el término
envidia del pene? ¿Porque no analizar otras envidias?
La lectura de todos estos aportes nos permite comprender mejor las problemáticas de la
salud mental de las mujeres hoy en día. En especial, resulta interesante la perspectiva
que se ofrece a partir de la caracterización de la cultura patriarcal y de la ubicación
de las mujeres en tanto sujetos en la medida que se las asocie con la maternidad.
Al respecto Mabel Burín (1987) dice que todas las autoras desde la teoría freudiana que
analizan la posición de sujeto de las mujeres en nuestra cultura coinciden en que el
patriarcado identifica a las mujeres sujetos en tanto madres, con un tipo particular de
deseo hegemónico en la constitución de su aparato psíquico: el deseo del hijo.
La maternidad suele ser pensada como el núcleo de la identidad femenina. Se tiende a
asociar la función materna con una causa de orden biológico. Si bien la ligazón de la
maternidad a lo instintivo es muy cuestionada hoy en día, sorprende la fuerza que tienen
estas ideas a nivel de las creencias o mitos, esto es, algo del orden de lo no conciente
que se presenta con un carácter de certeza incuestionable.
J. Benjamín (1996) plantea que la imagen de la mujer se asocia con la fertilidad y la
maternidad, pero la madre no es articulada como un sujeto sexual que desea algo para ella
misma. Puede incluir el control de otros pero no el de su propio destino. La maternidad
vendría a unificar todo deseo en la mujer, invisibilizando otros campos deseantes.
Ana M. Fernandez (1993) sostiene que lo que hace que una mujer se vea como buena o mala
madre, no se agota en las identificaciones con su propia madre o en el lugar que ocupa en
la estructura edípica sino que entran en juego fuerzas sociales que operan en la
subjetividad de las mujeres .Esta autora habla de los "mitos sociales de la
maternidad": sociales en la medida en que constituyen un conjunto de creencias y
anhelos colectivos que ordenan la valoración social que la maternidad tiene en un momento
histórico e individual, porque adquiere su significación individual de acuerdo a la
historia de cada uno.
La sociedad en la que Freud vivió imponía severas restricciones a la mujer en el terreno
sexual y social, pero favorecía el desarrollo de sus actividades y funciones maternales.
Es entonces que aparece la histeria, la frigidez, la neurosis del ama de casa como
patologías.
El concepto de envidia del pene y la resolución del complejo de Edipo a través de la
ecuación simbólica pene-hijo, iguala deseo a envidia y liga la maternidad a los destinos
del complejo de Edipo. De esta manera la maternidad no es un rol a ejercer, una elección,
define a la mujer en su ser, es lo que todos esperamos de todas las mujeres. Entonces,
¿qué salida queda a las mujeres sino ser madres? ¿Se puede ser mujer, estar satisfecha
con su vida sexual, sin ser madre?
Mabel Burín (1987), propone la ampliación de la subjetividad femenina, más allá del
deseo maternal como uno de los factores claves para la salud mental de las mujeres.
Que buscamos con nuestras intervenciones "psi"? ¿Cómo hacemos para que sean de
utilidad para las personas concretas y además, éticamente responsables?
Necesariamente están orientadas a la deconstrucción de estas creencias y mitos en torno
a la sexualidad que inciden en las subjetividades y en las propias vivencias de hombres y
mujeres, así como de los discursos y dispositivos de control producidos en cada sociedad
y en cada momento histórico.
¿Cómo elaborar un modelo alternativo al de la maternidad? ¿Cómo se logra una
desidentificación para acceder a una identidad distinta, a un nuevo código de lo
femenino? ¿Cómo romper con naturalismos, esencialismos ?
La tendencia actual hacia la crianza compartida de padres y madres crea condiciones para
profundas modificaciones en el preedipo, el Edipo, etc. Podríamos pensar que si ambos
progenitores pueden ser figuras afectivas, protectoras y modelos de autonomía para sus
hijos, el varón no tendría que masculinizarse repudiando la feminidad, rechazando
la dependencia amorosa, y enmascarando las necesidades de proximidad e intimidad a través
de una actividad genital muchas veces compulsiva. Y las niñas podrían configurar una
identidad femenina sin sentimiento de inadecuación en relación a su cuerpo sexual y una
maternidad basada en la recreación del vínculo con su madre y no solo compensatoria de
la envidia fálica.
Comentarios finales
A esta altura del conocimiento, resulta imposible seguir manteniendo
modelos simples, monocausales, sobre como se va organizando el psiquismo. Por más que las
formulaciones reduccionistas, de causa-efecto, secuencias lineales de evolución de
procesos, sigan resultando atractivas, poco a poco se va abriendo paso en nuestras mentes
la concepción de la complejidad de los múltiples sistemas que interactúan entre sí.
Lo intrapsíquico y lo intersubjetivo; lo femenino y lo masculino, no se superponen, ni se
alternan, ni se excluyen, podemos articularlos manteniendo sus particularidades y sus
diferencias.
Los aportes aquí trabajados coinciden en una búsqueda de transformación: el
psicoanálisis en lo intrapsíquico a través de poner en palabras los deseos
inconscientes; los estudios de género, en el lugar de la mujer y el hombre a través de
la historia, de-construyendo teorías.
NOVIEMBRE 2009
BIBLIOGRAFÍA
- Alkolombre, P. (2000) Femineidad, caminos de subjetivación",
en Escenarios Femeninos. Comp. Mariam Alizade. Buenos Aires, Ed. Lumen e IPA
- Burín , M.(1987) Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y salud mental. Grupo
Editor Latinoamericano, Buenos Aires.
- Burín , M.(1990) El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada. Paidós. Buenos
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- Dio Bleichmar, E. (2000). Sexualidad y género: nuevas perspectivas en el psicoanálisis
contemporáneo. Publicado en Aperturas Psicoanalíticas nº11 el 05/07/2002
- Fernández, Ana María. (1993) La mujer de la ilusión . Ed. Paidos. Buenos Aires.
- Freud, S. (1908) "Sobre las teorías sexuales infantiles".Obras completas. T
IX. Amorrortu Ed.
- Freud, S (1933) 33ª conferencia "La feminidad" en Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis. Obras completas. T XXII. Amorrortu Ed.