Trauma, subjetividades y profesiones imposibles.
Irene Barros
"Sería interesante que intentáramos ver cómo se produce, a través de la historia, la constitución de un sujeto que no está dado definitivamente, que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la historia, sino de un sujeto que se constituyó en el interior mismo de ésta y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella".
"Las prácticas privadas de rememoración que, por hallarse fuera
del ámbito público, pueden conservar una independencia relativa del discurso dominante,
brindan a los sujetos el material con el cual re-construir la experiencia. Sin embargo
cuando la experiencia es de "catástrofe social", la búsqueda de sentido parece
una empresa imposible, pudiéndose sostener solamente si se comparte con aquellos que son
atravesados por la misma experiencia".
Bettina Calvi (2006:129)
1. ¿El país de las últimas cosas? 1
Apenas comenzado el año que pondrá final a la primera década del
siglo XXI, un terremoto 34 veces más intenso que la bomba de Hiroshima en Japón deshizo
Puerto Príncipe, capital de Haití. No uso la expresión "pobre" para referirme
a este país, aunque la pobreza de la mayoría de sus habitantes es más que terrible, es
obscena, sin ser ellos los obscenos sino nuestro sistema que admite aún tales
avasallamientos a la vida y dignidad en este planeta. Esta realidad, imposible de captar
desde la hiperrealidad (2) de la que se sustrae y en la que tratamos de seguirla,
hipercomunicados, día a día desde todos los medios de los que disponemos, nos afecta
desde la intrincada trama de relaciones económicas, políticas, sociales; desde el poder
hoy más que nunca resulta evidente que gobierno y poder no necesariamente van
juntos- que produce, en parte, historia, una parte de la historia. Catástrofe y
oportunidad: el desastre destruye la vida de muchos y crea condiciones que aprovecharán
otros, unos pocos. Idea esta desarrollada por Naomi Klein en "La doctrina del
shock" (3), al referirse a las estrategias y tácticas del capitalismo para
desembarcar en los lugares desestabilizados por desastres, aprovechando la confusión y
vulnerabilidad para apoderarse de sus recursos. Las imágenes hablan por sí mismas, las
palabras se quedan cortas. Me acerco con el programa Google Earth todo lo que me
permite la tecnología doméstica y veo que está actualizado, ¿pero cuál realidad estoy
viendo?, ¿qué aparece en mi ventana virtual? Un mapa sofisticado que aparenta ser más
real que la realidad: nada quedó en pie, la fotografía muestra sólo escombros, el
Palacio de Gobierno de Puerto Príncipe desapareció. Muy conveniente para algunos: Haití
es un país lleno de pobres, pero es un país rico, tiene uno de los yacimientos de oro
más importantes del planeta. Lleno de paradojas, nuestro mundo está expuesto, lo
contemplamos, no es posible eludir las imágenes del abuso de poder y devastación. Esta
realidad que parece muy lejana y que afecta a personas aparentemente tan distintas a
nosotros, es seguida a cada instante, nos impacta, forma parte de nuestro paisaje
cotidiano. El cybermundo ha transformado al lejano en cercano(4) y este condensa en su
tragedia los miedos e inseguridades de nuestra época: consecuencias del cambio
climático, guerras, ocupaciones, saqueos, escasez de recursos, enfermedades. "Pero,
¿es eso a lo que llamamos vida?", pregunta Paul Auster en "El país de las
últimas cosas" lugar de ficción al que Haití se está pareciendo demasiado, "Dejemos
que todo se derrumbe y, luego, veamos qué queda. Tal vez sea ésta la cuestión más
interesante de todas: saber qué ocurriría si no quedara nada y si, aun así,
sobreviviríamos". (5) La tentación de ver qué queda luego del desastre, cuando
no quede nada para llevarse. Sin embargo, no se hicieron esperar los equipos de rescate de
todo el mundo. El tiempo y el espacio se trastocaron, estallaron, el instante definía la
vida y la muerte en los sepulcros de escombro. El tiempo allá abajo y el tiempo de la
búsqueda desesperada en la superficie, sonidos, señales, plegarias, esperanza, dolor.
Las catástrofes naturales constituyen lo que se denominan eventos disruptivos (M.
Benyakar, 1999); cuando son de enorme magnitud requerirán de un despliegue inmediato y
organizado de recursos para recuperar a los damnificados. Los cuerpos afectados ya no
serán los mismos, habrá cuerpos mutilados, otros desaparecidos, muertos, saqueados,
robados, violados.
Los efectos de esta situación disruptiva pueden ser diversos, de acuerdo al impacto
subjetivo, los recursos psico-simbólicos y socio-psíquicos, la posibilidad de
metabolizar la experiencia, articular los procesos otorgando sentido a lo acontecido. "La
verdadera desesperación puede convivir con el ingenio más asombroso; surgen la entropía
y el florecimiento. Como quedan tan pocas cosas, ya no se tira casi nada y han encontrado
aplicaciones para materiales que antes se despreciaban como basura. Todo esto tiene que
ver con una nueva forma de pensar. La escasez conduce la mente hacia nuevas soluciones y
uno se descubre dispuesto a abrigar ideas que antes nunca se le hubieran
ocurrido".(6)
2. Vicios, privados de virtudes públicas.
(7)En medio de esta tragedia, la violencia hacia la mujer que ya era un
problema desde antes, estalla en la forma de raptos y violaciones hacia niñas y mujeres
refugiadas en los campamentos. La ayuda humanitaria deberá enfocarse ahora no sólo a la
alimentación, cuidados sanitarios y techo, sino a la preservación y protección de la
integridad de mujeres y niños frente a la realidad de los ataques sexuales que están
padeciendo. Muchos niños haitianos han perdido todo, han quedado solos deambulando por
campamentos, expuestos a ser capturados. No hay intimidad del cuerpo, no hay lugar en
donde estar seguro. Niñas y mujeres comenzaron a buscar armas, cualquier elemento que se
consiga para mantenerse fuera de este peligro, cuchillos, machetes, restos de los
escombros. La hipervigilancia será la mejor forma de sobrevivir.
Desde los diferentes aportes de quienes han desarrollado la temática de trauma y
subjetividad señalamos que las catástrofes naturales si bien son devastadoras, lo son de
una manera diferente para el psiquismo que los efectos de aquellas catástrofes morales
que tienen lugar en el cuerpo, los ataques sexuales, y sobre todo cuando tienen lugar en
el seno de la intimidad familiar. Hay autores que han afirmado que para nosotros, sujetos
de nuestra época, la mayor guerra está teniendo lugar en el seno de las familias
(Virginia Goldner, 2004 "Cuando el amor hiere"), refiriéndose al incesto
paterno-filial. ¿Cómo pensamos y abordamos estas situaciones hoy desde la clínica,
desde una clínica psicoanalítica? ¿Es posible investigar el alcance de nuestras
herramientas teórico-conceptuales, de nuestras técnicas de intervención? La teoría del
trauma sufrió diversas modificaciones a lo largo de la obra freudiana, fue renegada,
coexistiendo su negación, con la presencia constante de su constatación. Esto llevó a
que la teoría reprodujera la violencia en afirmaciones de sesgo patriarcal que llevaban a
una normalización forzada del lado del padre erigido como garante de la ley, como corte y
separación del sombrío y húmedo mundo materno; el padre es quien salvará de la
perdición en la completud narcisista, aportará la palabra, introducirá a la cultura. La
madre, en cambio, tendrá que aceptar la renuncia a su criatura. Autores como S. Bleichmar
han propuesto revisar profundamente las conceptualizaciones derivadas de estos supuestos
cargados de ideología sexista. La clínica muestra subjetividades arrasadas,
desubjetivaciones masivas producidas por experiencias de abuso ejercidas por el padre o
por hombres que deberían desempeñar esa función. La ley y el corte no necesariamente
está a cargo del padre, muchas veces es la madre quien debe hacer esto posible, quien
denuncia, quien frena los desbordes de un padre que deja de serlo. Cuando la madre está
ausente, o mira para otro lado, la prohibición del incesto no tiene lugar. El abuso
incestuoso, atentará directamente sobre el anclaje de la subjetividad, alterará el orden
del tiempo (el orden entre las generaciones, generando un linaje aberrante) llegando a
borrar fragmentos de memoria, el vínculo con el otro, los signos de percepción, la
construcción de la realidad y del sentimiento de sí; porque hará una intrusión salvaje
en el primer objeto de catectización para el yo que dará los indicios de la relación
con los objetos de la realidad: el cuerpo propio. Y lo hará amparado en una relación
necesaria y fundante: la de los primeros objetos que no-son-yo, significativos para el
sujeto porque aseguran la supervivencia psíquica y física, el padre, la madre. Si
quienes deben proteger y amparar dañan; si quienes son demandados en una clave de ternura
responden con el lenguaje de la pasión sexual (Ferenczi, 1932), se produce una pérdida
casi total de confianza en el semejante (de hecho altera la representación del semejante)
y en el mundo, en el propio sujeto que, de no ser creído, escuchado y protegido cuando
tiene posibilidad de hablar de lo sucedido, pondrá en duda la realidad de sus
percepciones y vivencias y pondrá en duda quién es él. En el futuro, parte de la
realidad se irá construyendo a partir de mutilaciones parciales de la experiencia del
cuerpo y del mundo. Dice Silvia Bleichmar: "La conservación de la vida y la
preservación de la identidad permiten en tiempos más o menos normales, aún con leves
diferencias, un equilibrio que sostiene la unidad psíquica, lo cual se fractura en
situaciones extremas". (8)
Freud en "Análisis terminable e interminable" (1937) planteó lo que para él
eran las tres profesiones imposibles: gobernar, educar, psicoanalizar. En el capítulo VII
parte de una referencia al artículo de Ferenczi sobre el problema de la terminación de
los análisis, tema que es preciso abordar en relación a la revisión teórico-técnica
de las praxis de "corte psicoanalítico" y sus intervenciones en situaciones de
riesgo, en situaciones donde no se tratará ya de hacer conciente lo inconciente sino de
habilitar puentes representacionales, restablecer la confianza del sujeto, no
reproduciendo el silencio y la negación de hechos amparándose en supuestos teóricos
saturados de ideología dominante. Es notable el punto crucial que desencadena el mayor
conflicto de las relaciones entre Freud y Ferenczi, y es su artículo sobre el abuso
sexual de niños, conflicto en el que se entrelazaban las relaciones de poder y
jerarquías institucionales, transferencias desbocadas e inanalizables por ellos, metidos
de lleno en su asunto, sujetos de su época. Freud señala en esta obra lo siguiente: "parece
que la de psicoanalista fuera la tercera de esas profesiones "imposibles" en las
cuales se está de antemano seguro que los resultados serán insatisfactorios. Las otras
dos conocidas desde hace mucho más tiempo son las de la educación y del gobierno"
(9). Él dice esto seguido a una reflexión importante en esta obra tardía, de las
últimas: "Y, finalmente, no debemos olvidar que la relación psicoanalítica
está basada en un amor a la verdad esto es, en el reconocimiento de la realidad- y
que esto excluye cualquier clase de impostura y engaño" (10). Es preciso
detenernos en estas ideas, en la cuestión de la verdad y el reconocimiento de la
realidad. En la clínica psicoanalítica, y en las articulaciones con disciplinas como la
sociología clínica, pensamos los sujetos históricos en permanente movimiento, sacudidos
por realidades y muchas veces traspasados por hiperrealidades que resultan imposibles de
registrar y metabolizar. ¿Cómo se construye la realidad? ¿Qué relación tienen
nuestros cuerpos, hipermodernos, con las realidades que en permanente cambio nos ubican en
planos virtuales, hiperreales, omniscientes, hiperconectivos, aislados, complejos,
sufrientes, hedonistas, atemporales, veloces, hiperactivos, asépticos, protegidos,
inseguros, desvalidos, desamparados, omnipotentes
¿afuncionales? ¿Qué vínculos y
redes entretejemos en estas relaciones que han mutado drásticamente en las últimas dos
décadas? ¿Cómo trabajamos con las subjetividades actuales y las nuevas realidades,
siendo también nosotros sujetos producidos en esta época, tomados por los mismos
problemas? ("Mundos superpuestos", J. Puget y Wender, 1982). Freud habla de tres
profesiones imposibles y podemos decir hoy que no hay profesión que sea posible sin
reconocer que no hay campos de conocimiento que puedan completarse a sí mismos. La
complejidad, "el tejido bien junto", (11) de las realidades a abordar y de las
subjetividades con las que trabajamos no puede ser posible desde una pretensión de
abarcabilidad, porque los "objetos humanos", los sujetos, fluyen, sus realidades
se mueven vertiginosamente, sus cuerpos son pautados y modelados en distintas
temporalidades que se amalgaman unas veces y colisionan otras: el tiempo subjetivo, el
tiempo social, el tiempo cultural (12). Las subjetividades, el subjectum, lo que subyace,
la dimensión inconsciente y lo que en movimiento va emergiendo, produciéndose a cada
instante en el devenir angustiado y gozoso de cada época, no pueden ser abordados en su
totalidad porque nuestro objeto es el sujeto y nosotros, sujetos, para abordarlas, tenemos
que objetivar nuestra propia subjetividad. Y esto es siempre incompleto, provisorio. La
complejidad (Morin, 1998) reclama entonces de la articulación de diferentes disciplinas y
de métodos que no excluyan la subjetividad del campo. Los fines de la actividad
analítica deben ser pensados tomando en cuenta, siguiendo a Castoriadis, que "el
sujeto no es una isla, y su formación es tributaria en exceso de su socialización
mediante las instituciones. El proyecto psicoanalítico, si es aceptado, induce de esta
manera una norma para juzgar las instituciones, según obstaculicen o faciliten el acceso
de los sujetos a su autonomía y según sean o no capaces de conciliar dicha autonomía
con la autonomía de la colectividad". (13) Este autor pone el acento en esa
articulación de las llamadas "profesiones imposibles", en tanto y en cuanto el
proyecto de autonomía articule la subjetividad con el proyecto de autonomía colectiva,
porque es "psique socializada". Requerirá en nuestras clínicas, más que
vigilancia epistemológica (Bachelard), acecho epistemológico. Porque si la verdad en
psicoanálisis es una cuestión de amor, es entonces por amor a la verdad que debemos
afinar nuestros instrumentos, no mirar hacia otro lado. Se impone entonces, que
investiguemos conceptualizaciones de nuestras teorías en su articulación con la
clínica, desde la perspectiva de una subjetividad, o subjetividades producidas
socio-históricamente; historia e historias, que no son exclusividad del inconsciente,
pero que están multideterminadas. Por lo tanto en los procesos de subjetivación está
presente el deseo, la dimensión inconsciente, pero no se desestima al yo como efecto
engañoso, siempre bajo sospecha. Esta última idea, siguiendo a una autora que hemos
citado más arriba (S. Bleichmar, 2007) nos habla de producciones del sujeto que "no
son simplemente el modo engañoso de encubrimiento de lo inconsciente que habría que
desechar para buscar detrás "la verdad" inconsciente, sino producciones
psíquicas de pleno derecho que coexisten o se ensamblan, o se ven determinadas en parte,
por otras mociones que deben ser sacadas a la luz" (14)
Citas
1 Auster, Paul, "El país de las últimas cosas", Barcelona, Anagrama,
1994
2 Baudrillard, J, "La guerra del golfo no ha tenido lugar", Barcelona, Anagrama,
1991.
3 Klein, Naomi, "La doctrina del shock: el auge del capitalismo del
desastre", Buenos Aires, Paidós, 2007.
4 Virilio, Paul, "El cybermundo y la política de lo peor", Editorial Eudeba,
Bs. As.
5 Auster, Paul, "El país de las últimas cosas", Barcelona, Anagrama,
1994, p.41
6 Idem al anterior.
7 En referencia a la película "Vicios privados, públicas virtudes", de Miklós
Jancsó, 1975.
8 Bleichmar, Silvia, "La subjetividad en riesgo", Buenos Aires, Topía, 2007, p.
59
9 Freud, Sigmund(1937), "Análisis terminable e interminable", Madrid,
Biblioteca Nueva, 1981. p. 3361.
10 Idem al anterior.
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