Sigmund y el Otro o historia particular de la
Culpa.
Marcelo Novas.
Resumen.
El autor trabaja el conocido olvido del nombre Signorelli relatado por Freud en el primer capítulo de "Psicopatología de la vida cotidiana", el que refiere al olvido de nombres propios. A partir de desarrollos posteriores se detiene en la dramatización edípica del episodio y las relaciones con el goce y lo superyoico que se desprenden del mismo.
Palabras clave: olvido, edipo, goce, superyo.
SIGMUND Y EL OTRO O HISTORIA PARTICULAR DE LA CULPA.
"El inconsciente es que el ser, hablando, goce y, no quiera saber nada más de eso"
J.Lacan "Aún"
Alguien, uno mejor dicho, afirmaba dudando, allá por 1951, que
"quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas"
(Borges, 1937-1952:13) .
La pretensión de este articulo es mucho más modesta, dado que aportará muchas
interrogantes y casi ninguna certeza, e intentará acercarse a una metáfora, sólo una, a
una metáfora que según otro (Lacan 1957-58: 17) no logró constituirse como tal; pero
digámoslo de una vez, estamos hablando de Freud y de su olvido del nombre SIGNORELLI.
I) ORVIETO.
Comencemos con un poco de historia entonces y ubiquemos a Sigmund Freud
en ese momento particular de su vida.
A Freud este olvido le acontece durante un viaje por Bosnia-Herzegovina que realiza en
setiembre de 1898, mas debemos retroceder un año, a setiembre de 1897 para comprender
como se desarrolla y procesa este suceso (Porge 1989: 84).
Freud le anuncia a W. Fliess su viaje a Orvieto en la carta del 6/9/1897 (Freud 1897-1904:
287) y allí le describe sus intenciones y el estado de ánimo en que se encuentra: Freud
va a Orvieto buscando el olvido, buscando un ponche de Leteo (y Leteo es el río del
olvido en el Hades, el reino de los muertos); Orvieto es para Freud un lugar creador de
olvidos (Porge 1989: 86), ya que también asociados a Orvieto ocurren los olvidos del
nombre Bisenz (Porge 1989: 86, Freud 1915-17: 66), del nombre Pick (Porge 1989: 86),
nombre este último que no deja de guardar relación con el tema que nos ocupa. Tenernos
así que Freud va a Orvieto buscando el olvido, en un particular estado de ánimo, y para
entender mejor esto debemos tener muy presente que un año antes de este viaje por Italia
había fallecido Jacob Freud, su padre, más precisamente el 23/10/1896. Esta muerte
había conmovido a Freud profundamente, tanto que aun hoy cuesta precisar con certeza la
dimensión que jugó el fallecimiento de su padre en su producción, sobre todo en dos
aspectos nodales de la misma, como lo son su llamado "análisis de sí"
(Selbstanalyse) y la publicación de su obra capital, la "Interpretación de los
sueños".
Pero no solo la muerte de Jacob preocupaba a Sigmund, también su propia muerte ocupaba no
poco espacio dentro de sus elaboraciones y preocupaciones (pues sabemos que Freud creía
que moriría en 1907 (Mannoni 1969: 88), esto debido a su creencia en la teoría de la
periodicidad de W. Fliess), lo que podemos constatar en sus escritos, pues en el momento
del olvido de SIGNORELLI Freud estaba abocado a la primer redacción de la
"Interpretación de los sueños" (Freud 1899: 414). La redacción de este texto
no fue una tarea sencilla para Freud, así lo refleja su correspondencia con W. Fliess,
pero también lo reflejan sus propios sueños, como lo hace el sueño llamado del
"Preparado anatómico con la propia pelvis (Freud 1899: 414)". En este sueño
terrible se manifiesta de manera clara y contundente lo que representa para Freud la
publicación de su "libro de los sueños", como gustaba llamarlo, y cómo en
esto se enlaza su propio análisis de sí. En este sueño, el significante muestra de que
forma la muerte ocupa a Sigmund Freud y cómo lo toca en lo particular, en lo horroroso de
esa muerte que se avecina y puede impedirle dar lo mejor que el tiene para ofrecer, ocaso
que se patentiza en el agrisamiento de sus cabellos, que GRAUEN evoca con toda la fuerza
de lo ominoso (Porge 1989: 14-21). Podemos ver de esta manera como el trabajo clínico de
Freud, su análisis de sí y la escritura de la "Interpretación de los sueños"
están íntimamente anudados; y es en este momento que Freud va a Orvieto y ve los frescos
de SIGNORELLI en la Capilla San Bricio.
Estos frescos versan sobre el fin del mundo y el juicio final (Freud los llama frescos
sobre las "cosas últimas"), donde la pintura de Luca Signorelli refleja
detalladamente la desnudez de los cuerpos y de las formas (Porge 1989: 85). Tengamos en
cuenta a su vez que Freud también realiza una visita a una tumba etrusca en Orvieto, por
lo que vemos que a cada momento se ligan y relacionan el nacimiento, la muerte, la
sexualidad (Porge 1989: 86). ¿Qué vio Freud en Orvieto?. Freud vio estos frescos que
había comenzado Fra Angelico da Fiesole y culminó Luca Signorelli, los cuales
constituyen una cierta interpretación de la " Divina Comedia" de Dante. Una
parte de dichos frescos representa una escena del llamado Anticristo, y aluden a algo
contemporáneo a la época en que fueron realizados: remiten al juicio a Jerónimo
Savonarola, quien fue un monje que cuestionó severamente el funcionamiento y los
objetivos de la Iglesia y que resultó condenado por el pecado de rebelión, de rebelión
contra el Papa, nada menos (Porge 1989: 85) (recordemos el comentario de H . Thode que
reproduce Freud en su trabajo de 1914 "El Moisés de Miguel Angel" en relación
al papel de este monje como modelo de Miguel Angel para la creación de su obra, sin
olvidar el lugar que el propio Moisés ocupara en la obra freudiana). Es en esta escena
del Anticristo donde se ubica el autorretrato de SIGNORELLI, que Freud, ante el olvido del
nombre, evoca "con particular nitidez", sobre todo "el rostro severo"
(Freud 1898: 282). Quizá esto nos permita reconstruir, o intentar al menos entender que
fue lo que atrapó a Sigmund Freud enfrentado a esa pintura. Tenemos así a un Sigmund
Freud recientemente golpeado por la muerte de su padre, pero no sólo golpeado por esa
pérdida: su propia muerte no la hallaba lejana, como lo muestran los diversos síntomas
de los que se quejaba por ese tiempo; y a su vez su trabajo clínico lo confrontaba día a
día con la etiología sexual de las neurosis: nunca lo sabremos, pero podemos conjeturar
a un Sigmund Freud fascinado por la íntima intrincación entre nacimiento, sexualidad y
muerte que se desprende de la obra de SIGNORELLI.
II) BOSNIA- HERZEGOVINA
En Orvieto Freud buscaba el olvido, en cambio en Bosnia-Herzegovina el
olvido es encontrado.
Freud se hallaba de vacaciones, y recorría en tren la zona de Bosnia-Herzegovina desde
Ragusa hacia una estación del lugar, en compañía de un abogado berlinés llamado
Freyhau, y es en esta situación que comienzan a hablar de la comunidad turca que habita
la zona, y más particularmente de las características peculiares de ese pueblo. De esta
forma Freud le refiere a su interlocutor que el pueblo turco es muy respetuoso y afable
con el médico, y que demuestran una llamativa resignación ante la fatalidad, incluso
ante la más extrema, la muerte, por lo que no es raro oírlos proferir en esas
circunstancias sentencias como "HERR, sabemos que si lo hubieras podido salvar lo
hubieras hecho". Pero llegado a este punto Freud se interrumpe en su relato, se
inhibe podríamos decir, y desestima comentar otro aspecto de este pueblo, y esto que
Freud desiste de decir es en cuanta estima e importancia colocaban estos turcos a los
goces sexuales, y cómo ante su decaimiento la vida perdía todo valor. Freud no lo dice,
juzgando que quizá esto fuera demasiado escandaloso, demasiado delicado dice más
precisamente. ¿Pero qué es lo escandaloso?; quizá lo podamos ver más adelante. En este
punto Freud desvía el tema de su conversación (cuyo contenido, casi en su totalidad se
lo había brindado el doctor Pick, un médico que ejercía en la zona, y cuyo nombre
también fue olvidado), e interroga a su interlocutor acerca de los frescos de Orvieto, y
aquí, al intentar recordar el nombre de su autor, Freud no puede encontrar el nombre;
Freud había querido reprimir algo y se reprimió otra cosa (Porge 1989: 99) .
Ya en Orvieto había existido, este deseo de olvidar, pero la posición ocupada por Freud
es diferente en uno y otro viaje, lo que nos permite pensar que su análisis de sí y su
trabajo clínico jugaron un papel preponderante en este movimiento subjetivo. Más tarde,
durante el análisis de este episodio Freud reconocerá que en este viaje estuvo
absolutamente tomado por el influjo de una noticia que recibió en Trafoi -una aldea del
Tirol-, sobre un paciente suyo que se había quitado la vida debido a una perturbación
sexual incurable; él mismo nos dice: "en ese viaje no acudió a mi recuerdo
consciente ese triste suceso, ni lo que con él se entramaba" (Freud 1901: 11). Freud
omitió hablar de algo y esa omisión produjo el olvido; el olvido que Freud buscaba en
Orvieto lo halla en este viaje hacia una estación de Bosnia-Herzegovina.
En una carta a Fliess, la del 22/7/1898 (Freud 1897-1904: 357) Freud le relata a su amigo,
por ese entonces, el episodio del olvido de SIGNORELLI. Esa carta es el primer testimonio
que tenemos de este hecho, los dos restantes son el trabajo de 1898 "Sobre el
mecanismo psíquico de la desmemoria" (Freud 1898) y la elaboración que realiza para
el capítulo I de "Psicopatología de la vida cotidiana" (Freud 1901) en 1901.
En esa carta a Fliess, Freud rápidamente propone el hecho como una represión; lo que no
dice esa carta y sí nos señala en su trabajo de l898 es que él no pudo recuperar el
nombre por sí solo, hubo de proporcionárselo un italiano culto, lo que nos permite
imaginar a un Sigmund Freud ardiendo por saber, consumido por su deseo de ese nombre. Por
eso se acerca bastante al punto Lacan cuando propone que "Freud había abandonado
literalmente en su interlocutor, y por lo tanto desprendido de sí, la mitad rota de la
espada de la palabra" (Lacan 1966: 363). Quizá sea válido hacer una digresión y
recordar que en una carta apenas anterior a la más arriba aludida, la del 26/8/1898
(Freud 1897-1904: 353), Freud se ocupa y comenta otro olvido el de JULIUS MOSEN, lo que
nos enseña que el tema del olvido no era nuevo para él; lamentablemente Freud se cuida
de comunicarlo, tanto como su "gran sueño" de la "Interpretación de los
sueños". Nuevamente aparece la íntima relación entre la escritura de la
"Interpretación de los sueños" y el análisis de sí mismo que Freud estaba
llevando a cabo, y si bien las hipótesis sobre el olvido de JULIUS MOSEN apuntan a su
relación con el artículo de 1899 llamado "Sobre los recuerdos encubridores",
sería bueno pesquisar los nexos de los nombres JULIUS -nombre de un pequeño hermano de
Sigmund, fallecido a poco de nacer- y MOSEN, el nombre olvidado, que nos permite evocar a
Moisés; probablemente veríamos nuevamente aparecer el tema paterno en la producción de
Freud, sobre todo en lo atinente a muerte y sexualidad.
Mas volviendo al olvido de SIGNORELLI debemos reconocer que nuevamente Lacan acierta
cuando en 1965, en su seminario plantea: "El olvido freudiano es una forma de la
memoria, su forma misma, la más precisa. Él (Freud) , mejor desconfiará de palabras
como olvido" (Lacan 1964-65: 34). Pero Lacan dice más, : "Esto es un
agujero" (Lacan 1964-65: 34), afirma. Se introduce así el nivel de la falta, de lo
que no está, y en este caso se trata de un nombre, pero no un nombre cualquiera, sino un
nombre propio.
Sabemos que lo que caracteriza al nombre propio es su condición de irremplazable, es
decir que si no se puede reemplazar es posible que falte (Porge 1989: 97). Lo que aquí
viene a faltar, lo que se reprime, pues Freud no se engaña y deriva a lo Inconsciente el
problema (Freud 1898: 285), es un nombre propio, lo que es central en este ejemplo ya que
Freud niega la relación con los temas del "Juicio Final" y muerte y sexualidad,
-sólo lo reconocerá en las notas de "Psicopatología de la vida cotidiana"
(Porge 1989: 92)- y plantea que la represión es de nombre a nombre y no de contenido a
contenido, es decir que el enlace se produce por el contenido asociado al nombre (Freud
1898: 284-285). Esta proposición ya nos da toda una pauta para atender en el trabajo
clínico, a la vez que anuncia el modo de funcionamiento del aparato psíquico. Lo que sí
llama poderosamente la atención es el hecho que lo reprimido no lo estaba tanto, dado que
Freud, es cierto, evita hablar de algo con su compañero de viaje, pero en el texto, la
represión de SIGNORELLI surge asociada rápidamente con la sexualidad y la muerte (Lacan
1953-54. 81). De esta forma, cuando Freud intenta acercarse analíticamente a este olvido,
en su artículo de 1898 (Freud 1898: 281-282) se pregunta a qué se debe que uno se
preocupe por el olvido (y detrás vemos como apunta al displacer, al malestar que un
olvido produce), y ya en 1901 Freud propone como explicación del olvido el influjo de un
motivo (Freud 1901: 11): debido a un motivo es que cierto contenido sea displacentero, y
por ello sería explicable que olvidásemos dicha representación. Pero Freud dice aún
más sobre este episodio, dice que la perturbación del nuevo tema que emerge es debida al
tema precedente (Freud 1901: 10) y que el olvido no está solo, viene en su lugar un
recuerdo falso, un nombre sustitutivo (Freud 1901: 9): acude otro nombre de continuo
(Freud 1898:281), algo que insiste (¿o resiste? (Thomas 1987:85)); siguiendo esta línea
nos encontraremos con la íntima relación entre pulsión y deseo, ya que cuando Sigmund
Freud sofocó hablar de los goces sexuales olvidó SIGNORELLI ( Freud 1898: 284).
Mas no nos apresuremos; ¿cuáles son esos nombres sustitutivos que atormentan a Freud?:
BOTTICELLI y BOLTRAFFIO. BOTTICELLI y BOLTRAFFIO vuelven, nos explica Freud, por la
semejanza de la primer sílaba de estos dos nombres con la sílaba inicial de Bosnia,
palabra que había estado presente en la conversación de Freud con Freyhau; pero también
vuelve TRAFFIO que remite a TRAFOI, y vuelve a su vez ELLI, segunda mitad del nombre
olvidado, SIGNORELLI. Dijimos atormentan y no por azar: TRAFOI es un recuerdo amargo para
Freud, lo cuestiona como médico en cuanto a su capacidad y solvencia y abre a su vez una
interrogante sobre el futuro de su práctica y por ende de su supervivencia; ELLI no lo
mortifica menos. Freud, escribiendo sobre su olvido, postula que "SIGNORELLI ha
cobrado múltiples y diversos vínculos con los nombres contenidos en el tema reprimido y
por eso se perdió para la reproducción" (Freud 1901: 13) , comentándonos que por
esos días se acostumbró a hablar en italiano, lo que facilitó dicho proceso (Freud
1898: 284). Pero hay algo que retorna inmodificado, como él mismo dice (Freud 1901: 12),
eso es ELLI, que no debería conmocionarlo menos, pues ELLI en hebreo también quiere
decir "señor", igual que SIGNOR también alude al HERR como significante de las
cosas últimas.
III) LA PASION.
"Elí, Elí, ¿lama sabactani?" (Biblia, Mateo 27.46:910 y
Marcos 15.34: 933), así aparecen en el Nuevo Testamento, tanto en el evangelio de Marcos,
como en el de Mateo, las últimas palabras de Jesús antes de expirar en la cruz, que más
o menos pueden escucharse como "Señor, Señor, ¿porque me has desamparado (o
abandonado)?". Como vemos no es un frase cualquiera, es un pedido, y nada menos que
un pedido al padre.
Encontramos así toda una conjunción de acontecimientos que no pueden menos que perturbar
profundamente a Sigmund Freud.
Recapitulémoslos: tenemos un cuadro donde la sensualidad de los cuerpos es exaltada por
el pincel de un maestro, un maestro que se inspiraba en la "Comedia" del Dante,
pero que aludía a un hecho de su tiempo -la condena a J. Savonarola, cuyo pecado fue la
rebelión contra el Papa - y como si esto no bastase-, el nombre de ese artista era
SIGNORELLI, que podemos traducir, del italiano y del hebreo, como "Señor,
Señor"; ¿podía este cuadro y esta referencia bíblica no producir una represión
en Freud, tomado como estaba por el tema de la muerte de su padre; y no menos por la suya
propia? Se podrá objetar que esta referencia parte del Nuevo Testamento y que Freud,
perteneciente al credo mosaico, no estaría tan implicado en ella como para explicar los
motivos del olvido, mas para esto deberíamos obviar la influencia de Monika Zajic, la
niñera de Freud, a la que él menciona en las cartas del 3-4/10/1897 y 15/10/1987 (Freud
1897-1904: 288-294). En estos dos textos Freud da cuenta de como esta mujer fue su
"causante" (sic), y de qué forma lo introdujo al mundo de la religión
cristiana, hablándole "muchas cosas sobre el buen Dios y sobre el infierno"
Además de estas dos cartas, existe un recuerdo relacionado a esta niñera que Freud
trabaja en "Psicopatología de la vida cotidiana", en la sección IV, donde los
temas de muerte y sexualidad nuevamente aparecen, pero detenerse en ello abusaría de las
posibilidades y objetivos de este trabajo.
Pero "Elí ,Elí, ¿lama sabactani?", este lamento, esta exhortación, se
origina antes, lo encontramos en el Viejo Testamento, más precisamente en el Salmo 22
(Biblia, Salmos.22: 534). Es el primer verso de este salmo el que invoca Jesús antes de
morir, ya que todo él parece ser una profecía sobre la suerte del Cristo; es este salmo,
que habla de "la descendencia toda de Jacob", precisamente, un salmo lleno de
imágenes terribles y dolorosas, de un goce mortífero, donde se eleva un pedido al padre,
y un reconocimiento del origen que de ese padre surge. SIGNORELLI es entonces la pasión
que Freud padece; "Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?" refleja la
culpa y el castigo, ese significante plásticamente presentifica en toda su intensidad la
conflictiva edípica y la castración en juego.
IV) ¿LOS NOMBRES DE LOS GOCES?.
¿Por qué vuelve ELLI y no SIGNOR?, ¿cuál es la diferencia?. Quizá
podamos acercarnos al punto si pensamos en lo que se juega en los nombres, en lo que se
juega en ELLI y en SIGNOR, o más específicamente en lo que SIGNOR como significante
puede representar para Sigmund Freud, para ese Sigmund Freud que en ocasiones firmaba
simplemente SIGM (Porge 1989: 100).
SIGNOR alude a Sigmund Freud directamente, y a él alude en relación a su nombre,
SIGMUND, a su nombre propio. Tengamos presente que el análisis se realiza en cuanto a que
el nombre ha caído (Lacan 1957-58: 17): si el nombre puede faltar, podemos decir entonces
que por eso recubre una falta (Lacan 1964-65: 40); SIGNOR se perdió por SIGM, es porque
SIGNOR lo implica en cuanto a lo que él es, lo toca acerca de lo que del Otro recibió,
es decir su propio nombre, por lo que SIGNORELLI no puede ser recordado. El punto es que
SIGNOR alude al HERR, que no quedó reprimido, sino suprimido (unterdrückt) por Freud de
su conversación con Freyhau, y "ese HERR es Freud identificado a ese personaje
médico y que se tiene en guardia con algún otro (Lacan 1964-65: 41); Freud no ve que el
desconcierto está ligado esencialmente a la identificación" (Lacan 1964-65: 41),
nos dice Lacan.
Recordemos que esas anécdotas sobre los turcos fueron referidas a Freud por Pick:
"Pick (pique) no Herz (corazón), que remite a Herzegovina como resto
metonímico)". Así solía bromear este médico, Pick, en relación a su nombre y los
naipes de la baraja francesa, y esta anécdota, que remite a otro olvido de Freud, pone
sobre el tapete la afección cardíaca de origen neurótico de la que adolecía Freud por
ese entonces, lo que presentifica una vez más el tema de la muerte referido a la
sexualidad (Freud 1898: 288 n.10). El punto es que la muerte y la impotencia lo amenazan a
él (Lacan 1957-58:16), Freud ya no puede mirar de frente a la muerte (Lacan 1957-58: 18).
Veamos lo que escribe al respecto Lacan en los "Escritos":
"es que SIGNOR, con el HERR, el Amo absoluto es aspirado y reprimido por el soplo de Apocalipsis que se alza en el Inconsciente de Freud ante los ecos de la conversación que está sosteniendo: perturbación insiste él a este propósito, de un tema que acaba de emerger por un tema precedente que efectivamente es el de la muerte asumida" ( Lacan 1966: 429).
SIGNOR es una metáfora de las cosas últimas (Lacan 1957-58: 21) y lo
que se da es una aproximación metonímica, pues van a surgir nombres de reemplazo:
Botticelli y Boltraffio (Lacan 1957-58: 17), siendo a nivel del material significante que
se producirán las sustituciones (Lacan 1964-65: 34).
En un primer momento Lacan plantea que SIGNOR es el resto significante reprimido y que
este no es igual a SIGNORELLI (Lacan 1957-58: 15), fallando la metáfora porque SIGNORELLI
no acude (Lacan 1957-58: 17). Lacan ve aquí una especie de fracaso de la metáfora, y
localiza el objeto metonímico en HERR, que viene como metonimia de la muerte, siendo
SIGNOR el significante reprimido; en el olvido la creación metafórica no estuvo lograda.
Esto Lacan lo sostiene en 1957 en su seminario "Las formaciones del
Inconsciente" (Porge 1989: 94) , es decir que el olvido es la manifestación de la no
metaforización en juego, olvido producido por el fuerte contenido angustiante que va
unido a la evocación de SIGNORELLI (tanto en lo que hace a la palabra como a la imagen).
La reviviscencia de la conflictiva edípica, favorecida por el tema de la obra de
SIGNORELLI, así como los contenidos de la charla omitida por Freud, estarían dando
cuenta de la represión en juego.
Pero en 1965 Lacan hace un viraje en su lectura de "Signorelli". Un año antes
Lacan había estado trabajando la mirada en su seminario "Los cuatro conceptos
fundamentales del Psicoanálisis" lo que le permite ubicarse desde otra perspectiva
en relación a este hecho. En 1957 en "Las formaciones del Inconsciente" Lacan
planteó que HERR estaba unterdrückt, era el objeto metonímico de la muerte.
En 1965 en "Problemas cruciales del psicoanálisis" propone en relación a HERR
que este significante está poderosamente iluminado y remite a la identificación médica
de Freud. En 1957 SIGNOR era el significante reprimido, en 1965 Lacan postula que la
"O" de SIGNOR vuelve en los nombres Botticelli y Boltraffio, siendo SIG lo que
resulta reprimido, SIG, que no puede no evocar su propio nombre. Pero aún más, dice
sobre los elementos visuales acentuados por Freud, que eso es lo que mira a Sigmund Freud
en el lugar del Ideal del yo (Porge 1989: 95-96). Esto habilita a las interrogantes,
¿qué es lo que mira a Sigmund Freud?, ¿desde dónde lo hace?, ¿desde dónde es mirado
Freud?. No nos detengamos aquí, digamos que esta lectura Lacan la hace apoyándose en el
modelo de la botella de Klein para trabajar la noción de agujero; "este olvido es un
agujero por donde se deslizan los fonemas y a ese agujero, el nombre propio da una
apariencia de sutura " (Porge 1989: 96), nos comenta Erik Porge en su texto publicado
en 1991.
V) DONDE SIGMUND FREUD BUSCANDO UN NOMBRE SE QUEDA MIRADO POR UN ROSTRO SEVERO
En el momento en que Freud intenta recordar el nombre del autor de los frescos de la Capilla de San Bricio no lo consigue, y nos dice:
"Esforcé mi memoria, hice desfilar ante mi recuerdo todos los detalles del día pasado en Orvieto, convenciéndome así de que ni el menor de ellos se había borrado u oscurecido. Al contrario, pude representarme los cuadros con mayor vividez sensorial de la que soy capaz comunmente, y con particular nitidez tenía ante mis ojos el autorretrato del pintor -el rostro severo, las manos entrelazadas- ..." (Freud 1898: 282-283).
Aparece así la emergencia de lo visual y por sobre todo, la presencia
de la mirada, y no una mirada cualquiera (nunca lo es), pues no podemos olvidar que esta
mirada parte del autorretrato de Luca Signorelli, ubicado en la escena del Anticristo, en
esa obra que sólo podía conmover radicalmente a Sigmund Freud en relación a su deseo y
a su posición subjetiva.
Porge postula, leyendo a Freud, que la mirada del pintor es equivalente a los nombres de
sustitución de SIGNORELLI: ¿acaso la metáfora está dada por esta mirada?, ¿ en lugar
de qué ella acude?, ¿podemos darle a esta mirada un estatuto significante?. También
Porge es quien nos recuerda que en 1965 Lacan plantea que la mirada que padece Freud es
desde el lugar del Ideal del yo (Porge 1989: 96), lo que nos parece de una fineza clínica
extraordinaria si recordamos y sostenemos lo que propone Freud en 1923 en "El yo y el
ello" sobre la génesis del Ideal del yo: ".. pues tras éste se esconde la
identificación primera y de mayor valencia, del individuo: la identificación con el
padre de la prehistoria personal" (Freud 1923: 33). Podemos decir quizá que en esta
mirada de un rostro severo Freud se identifica, ya que su deseo es capturado y
representado por esa mirada plena de contenidos dolorosos, esa mirada que condensa la
culpa, culpa edípica a la que éste aludía hablando de muerte y sexualidad.
Probablemente esa mirada hable de la identificación imaginaria de Sigmund Freud,
identificación a esa falta, la cual habilitará la constitución de ese yo que se escuda
en el olvido para evitar el dolor.
Freud se siente mirado al recordar lo que él mismo vio, y en este juego especular queda
atrapado. El que ve es el yo, a este corresponde dicha función; es que entre el yo y el
mundo se extiende una única dimensión continua, la dimensión imaginaria, y son esas
imágenes las que se transforman en la sustancia del yo (Nasio 1987: 27) en las diversas
identificaciones, las cuales son el resultado de los movimientos realizados en los tiempos
constitutivos del sujeto, donde el Complejo de Edipo se plasma en toda su dimensión
dramática. Es por esto último, atendiendo al Complejo de Edipo y la resolución del
Complejo de Castración por lo que podemos decir que la mirada es también una forma de
vehiculizar la amenaza de castración (Nasio 1987: 71).
Más en esa operación Freud es gozado por esa mirada, Freud se fascina con esa mirada por
el goce que esta recubre (Nasio 1987: 61). Entendemos recién entonces porqué no aparece
el nombre buscado mientras permanece esa mirada: porque sólo con el cierre de la pulsión
aparece el sujeto el Inconsciente, no antes (Nasio 1987: 95), o mejor dicho, a la inversa,
solo cuando Freud es informado del nombre que busca por aquel italiano culto se logra el
cierre del circuito pulsional, acotando lo simbólico, lo real del goce.
Quizá nos permita ordenar nuestra proposición la utilización de una analogía, y cuando
lo decimos nos referimos a la mirada que Freud dirige a la garganta de Irma, en ese otro
encuentro con lo real que a este autor le acontece en un sueño, la noche entre el 23 y el
24 de julio de 1895 (Freud 1899: 128). ¿Dónde planteamos lo análogo?: en el encuentro
con lo real, en el goce que ambas formaciones del Inconsciente guardan y más puntualmente
en las características plásticas de estos dos sucesos. Tanto en el sueño como en el
olvido la mirada juega un papel nodal (si bien en un caso Sigmund Freud es quien mira y en
el otro es él el mirado, lo que plantea diferencias clínicas y teóricas a considerar,
que lamentablemente exceden las posibilidades y objetivos de este trabajo), y vemos en los
dos ejemplos como la dimensión simbólica es desde donde se ordena y trabaja
clínicamente, lo que entendemos no como una priorización de este registro sobre los
otros dos, sino como una característica propia del modelo. Esa mirada, a la vez que
fascina es un descubrimiento horrible, el fondo de las cosas (Lacan 1954-55: 235), es que
Freud ha atravesado ese momento de angustia capital en que su yo se identificó al todo
bajo su forma más inconstituida. El literalmente se ha evadido (Lacan 1954-55: 241). Y
esto es lo que propone Lacan en relación a lo que acontece a Freud enfrentado a la
garganta de Irma: "se trata literalmente de una descomposición espectral de la
función yo, descomposición imaginaria (Lacan 1954-55: 251). Que no es sino la
revelación de los componentes normales de la percepción. Porque la percepción es una
relación total con un cuadro dado, donde el hombre se reconoce siempre en alguna parte
(Lacan 1954-55: 253). Si el cuadro de la relación con el mundo no es desrealizado por el
sujeto se debe a que incluye elementos que representan imágenes diversificadas de su yo,
que son otros tantos puntos de inserción, de estabilización, de inercia. Así se debe
interpretar los sueños, se trata de reconocer dónde está el yo del sujeto" (Lacan
1954-55: 253). Esta afirmación tan clínica, tan directiva de Lacan, ¿no es pertinente
también para el olvido de SIGNORELLI, no es certera en relación a ese cuadro que mira a
Sigmund Freud?. Decimos esto partiendo del supuesto que igualmente que en el sueño de
"La inyección a Irma", en el olvido de SIGNORELLI se juega un desfallecimiento
del yo que habilita la posibilidad del olvido. Por esto último es que podemos sostener,
continuando la analogía con ese sueño, que cuando el yo se descompone y se descompone
ante lo que es, que no está descompuesto, esto es el objeto (Lacan 1954-55: 256) el
sujeto habla, y eso tiene un sentido (Lacan 1954-55: 254), sentido que encontramos en las
diferentes elaboraciones que Freud hizo de este episodio. Atendiendo entonces al sentido
que Freud señala en sus escritos, podemos leer en sus trabajos que HERR tiene una
función de pantalla, es lo que Sigmund Freud suprime de su charla y que arrastrará tras
sí los contenidos displacenteros a él asociados. De esta forma SIGN fácilmente hará
caer a SIGM. HERR ya no será el objeto metonímico de la muerte, sino que designará una
identificación, es el lugar del deseo de Freud en tanto este es el verdadero lugar de su
identificación (Porge 1989: 98), y donde la angustia que se plasma en dicha
identificación impedirá la evocación de ese nombre, SIGNORELLI, que es una frase
(señor, señor) a la que Freud ya no puede enfrentarse.
¿Como se explica esto?, sucede que, como el mismo Freud dice, sofocó los goces (Freud
1898: 284) y cuando intenta recordar el nombre buscado, son otros nombres los que acuden
de continuo: Botticelli y Boltraffio (Freud 1898: 281). Solamente cuando le informan el
nombre, la imagen, que recuerda hipernítidamente (igual que la fórmula de la
trimetilamina en aquel sueño), empalidece, lo que parecería mostrarnos al goce atenuado
por el significante. Cuando Sigmund Freud conoce el nombre, solo en ese instante,
desaparece la mirada de SIGNORELLI, ¿puede entenderse esto cómo que la nominación acota
el goce?, ¿sería lo simbólico lo que viene a mediar frente al empuje de lo real?, ¿es
lo simbólico la solución, como lo fue la "solución" de la trimetilamina en el
sueño de la "Inyección de Irma"? (Lacan 1954-55: 240).
Anteriormente sostuvimos que mientras Freud busca el nombre de SIGNORELLI se encuentra
capturado por la mirada que del retrato parte y no deja de mirarlo; y a su vez, otros
nombres -Botticelli, Boltraffio- son los que acuden de continuo. Insistimos en este
retorno pues creemos que esto que permanece e insiste, hace específicamente a la
relación del goce y Freud articula que en esta misma repetición hay una mengua de goce
(Lacan 1969-70: 48-49). Este goce, en cuanto tal, esta evacuado de lo simbólico y no
podemos olvidar que lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real (Miller 1984: 154).
¿Qué es lo que aparece, lo que se denuncia en este encuentro?. Lo que surge es la
aparición angustiante de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo
real, de lo real último, del objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo
cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan, el objeto de
angustia por excelencia (Lacan 1954-55: 249). Este es el encuentro con lo real, con ese
goce al que Freud trata de ubicar haciendo referencia a la muerte y a la sexualidad. Ahora
bien, el goce lo podemos conceptualizar en una de sus vertientes, referido al deseo
materno como función sin freno simbólico (Miller 1984: 146), esto explicaría entonces
la necesidad del significante del Nombre del Padre para que el goce desmedido se coordine
con lo que no es más que su semblante, el falo (Miller 1984: 146). SIGNORELLI entonces
sería el nombre que evocaría ese corte que permite escapar de lo mortífero del goce
incestuoso.
Esto es aceptable si pensamos al Nombre del Padre como una función coordinada al deseo,
pero entonces, ¿cual sería la función o el concepto que daría cuenta de la necesidad
del goce como se presenta en la clínica?. Esa función es el Superyó (Miller 1984: 142).
¿En dónde aparece esta función en el olvido de SIGNORELLI?. Quizá en ese displacer, en
esa angustia en la que está sumido; hasta que logra hacerse con el nombre que busca Freud
fue atrapado por el abismo del goce, tanto en el sueño de "La inyección de
Irma" como en el olvido de SIGNORELLI, y en ambas ocasiones, la solución, el
recurso, es la palabra, no en vano SIGMUND puede escucharse en alemán como "boca
victoriosa". Más esta es una victoria amarga, por lo que cuenta y por lo que dice,
es una victoria que cuesta el deseo de muerte y la identificación a ese deseo, lo que
implica la temática edípica en toda su revulsión, y la culpa que todo esto conlleva. Lo
propio de la culpabilidad inconsciente es despertar de modo automático la irreprimible
necesidad de ser castigado (Nasio 1988: 191). Pero la acción punitiva alivia también
porque posibilita localizar una falta desconocida que hasta ese momento carecía de
representación. La culpabilidad para ser tolerada, requiere no sólo de una acción que
expíe la falta, sino también de un nombre que la represente, la necesidad de castigo se
redobla en una imperiosa necesidad de nominación (Nasio1988: 191). Esto podría explicar,
tanto la necesidad del nombre SIGNORELLI como límite de un goce y a la vez el porqué de
la dificultad de su evocación, dada la angustia en juego. Esto último nos debe permitir
considerar la culpabilidad como una forma elaborada de la angustia de castración (Nasio
1988: 192). ¿Por qué planteamos esto aquí?, porque consideramos que esa angustia se
patentiza en la mirada que baña a Sigmund Freud desde ese cuadro. Si pensamos que la
palabra "no", proferida por el padre, erogeniza la función auditiva (Nasio
1987: 71), podemos sostener otro tanto de la mirada (Nasio 1987: 79). También sabemos que
una solución a la angustia de castración es la posibilidad de hablar, la simbolización
(Nasio 1987: 72), ya que la palabra da cuenta de lo que falta: sólo se puede tener una
idea del goce cuando se lo perdió, cuando se lo busca, cuando de él se habla. Allí
donde el goce está en el cuerpo, allí donde estamos ante la carne, no sabemos que hay
(Miller 1984: 151). Probablemente esto haga a una de las metas, pero también a uno de los
límites del psicoanálisis, dado que de lo indecible, hablar no se puede (Lacan 1969-70:
52).
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Marcelo Novas.
Psicologo egresado de la Udelar en el año 1993.
Practica el psicoanálisis desde el año 1994.
e-mail: unhomero@hotmail.com
Telefono: 099231357