Interjuego de lo Psíquico y lo Social.
Eros y Thanatos.

Ana María Araujo.

"Nosotros sabemos que el orden se constituye a partir del desorden; que el amor no existe sin la experiencia de la muerte; que la Ley y el deseo se funden recíprocamente"

Eugène Enriquez.

Evitar la doble trampa de la vivencia subjetiva sin el entorno conceptual y teórico de lo social, y de lo social sin la vida, como deseo y conflictividad única e inmanente, de eso hoy se trata.
Enfrentarnos hoy, como investigadores a una vasta gama de inteligibilidades parciales, indisociables de un dispositivo multidimensional.

Romper el orden del discurso.

Aceptar nuestras capacidades y re-conocer campos disciplinarios que encerrados en sí mismos no darían nunca cuenta de la complejidad de los seres humanos como proyecto, abierto, espacio-temporal.
Trabajar el conflictivo binomio hombre-sociedad -desde una actitud nómade- sin esquemas referenciales teóricos que den respuestas a todo y totalizen el mundo, la vida, o el deseo y la pasión.

Osar transgredir la Norma de un análisis socio-económico esclerosado o de un psicoanálisis centrado solamente el "la Falta", la sublimación y la Ley...

Atrevernos a incursionar en el territorio libre del deseo donde los fantasmas existen y el imaginario es real.

Y entonces, comenzar a preguntarnos:
¿Por qué no la crisis de la modernidad?
¿Por qué las ideologías del siglo pasado y de este siglo agonizante ya no alcanzan para interpretar el mundo ni en lo psíquico, ni en lo social?
¿Por qué nos dicen desde Enriquez y De Gaulejac, los pensadores de la Sociología Clínica, por que no comenzar a desentrañar los mecanismos ocultos del hombre en lo social, confrontándose así con el campo de la ideología y sus bifurcaciones, de la pulsión secreta que se desprende de un grupo, del análisis riguroso y desvastador de la opresión internalizada, de los mecanismos inconscientes que se establecen en toda relación dominado-dominador?.

Porque si el marxismo trató de aportar en el siglo pasado una respuesta: la opresión proviene del exterior y nos corrompe; si bien designó la opresión moderna la propiedad privada; y su opresor la Burguesía; elaboró una teoría de la Historia: la lucha de clases y una teoría de la felicidad, es cierto, el marxismo en este sentido, intentó desentrañar el por qué de la opresión. De la opresión exterior...,nos dirán Horkheimer, Fromm, Reich...

Pero parecería que no alcanzan...

Porque quizá para comenzar a comprender lo social, habría que romper las máscaras y abordar los terrenos pantanosos del inconsciente . Del Deseo. Social e individual.

Nadie, ni hombres, ni mujeres ni comunidades, escapan al Deseo...

Y ese complejo fenómeno que se ha llamado "hecho social", no escapa al juego de las pulsiones humanas, donde todo ser humano se vive conflictivamente tironeado entre reconocimiento de su deseo y el deseo de reconocimiento (identificación).

A partir de 1913 quizá, con su obra "El interés por el Psicoanálisis" y ya más claramente en "Tótem y Tabú" (1913), " Psicología de las masas y análisis del Yo" (1921),"El Malestar en la Cultura" (1930 [1929]), y finalmente ya en (1939 [1934-1938]), "Moisés y el Monoteísmo", ese judío austríaco que fue tipificado por los cientistas de la época y el Poder Médico como "un aventurero y un farsante", un hipnotizador de segunda clase y excluído de la Comunidad Científica Europea, Freud comienza a hablar seriamente de Psicoanálisis y Sociedad...

Si en la primera parte de la obra de Freud, el descubrimiento del inconsciente, como realidad psíquica esencial para comprender el comportamiento humano, lo llevó a centrarse en funcionamientos estrictamente personales, es en su obra madura donde Freud nos dirá: la oposición entre la psicología individual y la psicología social pierde mucho de su actualidad si se examina a fondo.

Cierto, la psicología individual tiene por objeto el hombre aislado y busca saber por qué vía él intenta realizar sus mociones pulsionales, pero al hacerlo, no puede hacer abstracción del individuo con los otros.

"En la misma vida psíquica del individuo, incluso tomado aislado, el otro interviene regularmente en tanto modelo, objeto, sostén o adversario y en este sentido, toda psicología es simultánea y al mismo tiempo una psicología social" (Freud, S. "Psichologuie des foules et analyse de Moi", Ed. Pensée, París, 1972).

Es el otro quien puede reconocer al individuo como portador de deseos y quien puede asegurarse un espacio en lo simbólico social. Es la comunidad, el grupo de pertenencia, los regentes latentes, sumergidos, las pautas y valores colectivos que le permitirán identificarse e identificar, constituírse en sujeto activo de una historia que emerge, no ya como visión globalizadora de paradigma, sino como emergente también del individuo vivido como individuación social.

Porque el individuo nace "pre-maturo" y es a través del largo proceso de sujetación, en su doble concepción epistemológica de sujeto-sujetado por la historia, que deviene ser autónomo, capaz de confrontarse, como ser maduro ya, al espacio social.

Y transformarlo.

Sin la internalización de normas y prohibiciones, sin el pasaje por la violencia simbólica y la ruptura dolorosa con la madre, primer objeto-sujeto de Amor; sin el pasaje por el complejo laberinto de identificaciones sexuales, el proceso de sujetación, el proceso de socialización no tendrá lugar. Y el hecho social implica inexorablemente el atravesamiento, vivido como transversalidad, de los múltiples procesos de socialización, con sus rupturas reales y simbólicas, con sus amores y odios, con sus ideales y sus miedos. La educación como vehículo, transmisor (en su doble dimensión de emisor y receptor) de lo ideológico, van a estar en la base de tal proceso.

Las caricias, el cuidado, la leche materna; gestos y rituales que el niño recibe desde la primera infancia, se imprimirán en su cuerpo como primer contacto con lo social. Cuerpo que desde el alumbramiento y aún anteriormente, desde el vientre materno, recibe estímulos e improntas del entorno social que marcarán su desarrollo posterior, pautando la conflictividad de esa ancestral relación individuo-sociedad .
El objeto del Psicoanálisis es develar los mecanismos inconscientes por los cuales el individuo se vive y actúa.
Y vive y actúa siempre en sociedad.

Pero remitirnos sólo a "ese inconsciente" freudiano y desconocer la obra de Castoriadis, Enriquez o Devereux me parece incompleto Aproximémosnos entonces al concepto de "inconsciente cultural" de Devereux.
Desde un doble posicionamiento, desde una doble formación -antropológica y psicoanalítica Devereux introducirá la importancia de lo cultural, como construcción de un basamento mítico-simbólico, donde las pulsiones de los seres humanos estarán inmersas en él ineludiblemente como su entorno y su ontología , como su génesis y su devenir.

"Cada cultura -nos dice Devereux- permite a ciertas fantasías, pulsiones y otras manifestaciones del psiquismo, acceder y permanecer en un nivel consciente, y exige que otras sean reprimidas. Por eso los miembros de una misma cultura poseen en común un cierto número de conflictos inconscientes que los caracterizan, los identifican" (Devereux, G.- "Ensayos de etnopsiquiatría general", Barral Ediciones, Barcelona, 1973).

Y la salud o enfermedad, "lo normal o patológico" ya no serían paradigmas universales (desde la economía o el Psicoanálisis) sino conceptos con-textuados en campos culturales-sociales y simbólicos; conceptos concretos y cambiantes. En movimiento, desde la inmanencia de los tiempos y la relatividad arbitraria de los espacios.

Comprender los procesos narcisistas, de identificación, de proyección; la formación de fantasmas que interactúan y que afectan la vida psíquica de sus protagonista ; interpretar los imaginarios individual y colectivo, que producen sufrimiento o placer, que crean praxis desde un devenir cultural, se nos presenta como esencial para aprehender la integralidad del ser humano.

Y si el objeto de la Sociología sigue siendo intentar aprehender cómo los individuos interactúan en grupos y para eso fundan sociedades, elaboran mitos, crean cultura, vehiculizan ideologías, entonces, ella (la Sociología) tendrá que dar cuenta del inconsciente social y de su producción real e imaginaria.

Si las Ciencias Sociales mantienen su vocación por "explicar el comportamiento del grupo social todo entero", según el precepto de Marcel Mauss, hacer abstracción de cómo los individuos sienten, actúan, aman y sueñan, o sobre los procesos de represión, sublimación y canalización de pulsiones en el medio social, nos parece caer en una actitud reduccionista , religión mecanicista.

A priori, el mundo de los fantasmas es fundamentalmente diferente de la realidad.

El Edipo (o el Electra) no se juega, sin embargo a nivel del fantasma, y de lo individual, sino que se refiere también y esencialmente a lo real y a lo social.

Sabemos, a partir de Levi-Strauss y Freud que la prohibición del incesto trajo aparejados los orígenes de la simbolización, la cultura y la civilización...

Sabemos también que Edipo era Rey.

Sin embargo, sabemos también que no es imprescindible que exista acto para que se desarrolle el fantasma, porque "el fantasma es inventivo, se nutre de impresiones o de proyecciones, las más inesperadas y es expresión de la pulsión y del deseo. Sin embargo, lo real representa el punto de partida y el sostén de su creación, de su manifestación" (Enriquez, E. - "Realité physique et realité historique" en "L`etat des Sciences Sociales en France", Ed Máspero, 1986). Porque, en definitiva, los fantasmas individuales toman sus raíces de la realidad de la vida colectiva.

Por otro lado, la realidad social está atravesada de mitos y de símbolos, de "dioses" intocables y de hombres que se metamorfosean en dioses, inmersos en procesos de paranoia o de delirio colectivo. Después de W. Reich analizar el fenómeno del Nacional Socialismo en Alemania y del racismo anti-judío, por ejemplo, basándose exclusivamente en un análisis marxista materialista-histórico, sin tener en cuenta el peso de lo irracional y de fantasmas colectivos, sin interpretar la Autoridad y la imagen del Padre, y la "catarsis expansionista" del pueblo ario, nos parece ya casi imposible.

Toda esta creación social es ante todo "institución imaginaria", nos dice Cornelius Castoriadis. Porque si el hecho social existe, existe también en el imaginario social de aquellos individuos que lo construyeron, le dan cuerpo y lo viven. "El hombre, lo social, es una creación de lo imaginario, de lo quimérico, del deseo, y no solamente una creación de la necesidad" (Bachelard, G.- "La psychanalyse du feu", Ed. Gallimard, 1983). Y lo racional emerge también a partir de elementos irracionales, de nuestros intereses desmesurados, de nuestros sueños.

El Psicoanálisis al "descubrir" lo oculto, lo "innombrable", aquello excluído de lo aparente de la historia, nos enfrenta a los fantasmas y a las elaboraciones imaginarias.

Pero si, algunas veces, el Psicoanálisis se obstina en des-contextualizar el significante y el significado, se olvida de los mitos como historia condensada y memoria deseante; de los símbolos como vivencias sociales de un inconsciente primero o de un imaginario social arcaico. Si no transgrede el texto del "Padre" e incursiona en el "continente negro", entonces su tarea no será ya cuestionar y cuestionarse, sino dar la espalda a la vida misma, esclerosándose.
Nos confrontamos hoy esencialmente, con la problemática del Deseo (sea a través de la voluntad de Poder o de la sexualidad).
Y detrás de él aparece la conflictividad de lo inconsciente y de los elementos pulsionales que marcan la vida del individuo como ser social. Eros y Thánatos van a situarse en la base misma del desarrollo social.

Freud, en "Mas allá del principio del placer" (1920) ha mostrado que la vida y el comportamiento humano (que es siempre social) está regido por dos pulsiones antagónicas, conflictivas e indisociables: la pulsión de vida-Eros (expresadas en sus más diversas formas de sexualidad, sensualidad, creación, producción artística, solidaridad, ternura...) y Thánatos (la pulsión de muerte).

Eros está en el origen de la construcción de lo social.

Y "al igual que en el individuo, también en el desarrollo de la humanidad entera es el Eros (el amor o la fuerza pulsional sexual-afectiva) que actúa como factor de civilización en el pasaje del egoísmo al altruismo" (Freud).

La pulsión o las pulsiones de muerte (compulsión de repetición, pulsión de destrucción y autodestrucción) actúan, en cambio, como desintegradores de lo social, orientándose hacia el bloque de la síntesis dialéctica de los contrarios y a la angustia y al miedo a la libertad.

Ambos coexisten. Ambos dan cuenta de la vida individual y social, como realidad en movimiento, en conflicto, en transformación y cambio. Ambos nos enfrentan a un inconsciente sumergido que pautará el juego de identificaciones, de lucha y de proyecciones individuales, de grupos, de naciones y clases.

Los grandes mitos, la fuerza de lo ideológico, el placer, el gusto, la sexualidad de una comunidad o de un grupo, el lenguaje, la fuerza del líder, la servidumbre, la dominación, el poder y el contra-poder, las instituciones, van a estar impregnados de una realidad inconsciente, de un inconsciente social donde Eros y Thánatos estarían presentes, inequívocamente juntos.

¿Cómo comprender sino, que los hombres guiados por el principio de placer y las pulsiones de vida, aspirando a la paz, a la libertad y deseando -conscientemente- la felicidad, forjen sociedades alienantes, donde reina el autoritarismo, la represión, la agresión y la destrucción a la vida comunitaria; donde se aplasten las diferencias?.

La complejidad de lo social nos exige en todo caso no limitarnos a una visión monocósmica, sino por el contrario, abrir perspectivas de análisis, otras..., diferentes.

Articular lo psico-simbólico y lo socio-histórico. Dar cuenta, como nos dice De Gaulejac, de la historia y la historicidad.

La obra de Enriquez, Castoriadis, De Gaulejac, Pagès, Devereux, favorece quizá otra aprehensión de lo social, donde el universo subjetivo emerge con su complejo juego de afectos, identificación y confrontaciones.

"Las ciencias sociales sin el aporte del Psicoanálisis se limitan a la escena de lo visible. Sin embargo, lo invisible, lo enmascarado, lo no dicho, lo reprimido, tiene a menudo tanta o más importancia que lo aparente. Cierto, el psicoanálisis no debería convertirse en una ideología más, o en una religión, con sus Dioses y rituales ...
Cierto también, no se trata bajo ningún concepto de reducir toda la vida social, la vida de grupos, a él. Pero no esbozarlo es aceptarse ciego frente a las motivaciones más profundas que gobiernan la vida en sociedad, a todo aquello donde la razón no podrá jamás tentotalmente razón: es decir, el deseo y el odio del otro, el deseo de crear y de destruir" (Enriquez Eugène, "L` etat des Sciences Sociales en France", Ed. Maspéro, 1986).

De vivir y morir.



Notas:

Trabajo prublicado en la Revista "Sociología Clínica", Publicación del grupo de Sociología Clínica -Uruguay- Compiladores: Soc Argene Benedetti, Soc. Mabela Ruiz, As. Soc. Rosario Secco. Montevideo. 1998.