CLINICALAMBUR
Martín Wolf-Felder

Cuando la letra sueña o el sueño deviene letra, algo resuena. Traigo aquí resonancias de una enunciación que, si bien fue única y nunca dejó de serlo, se escinde si y no por sí misma y por el transcurrir del tiempo, sin dejar en nada de ser exacta y estrictamente la pronunciación literal del texto que es y que fuera. Se divide en la sedimentación de dos enunciados por ese único expresado texto que sólo se hace otro opuesto por obra de lo diacrónico que forja en el casi inmediato con-texto sintagmático siguiente, la razón de la partición de aquél que le precediera. Sólo el enunciante tendrá la última palabra que nunca será tal. Si el analista hubo de atender con atención flotante no pudo eludir oír dos cosas antagónicas en una misma secuencia fonemática, aunque no en forma simultánea con idéntica intensidad de conciencia receptora. Lo simbólico de la cadena devino lo imaginario en camino hacia lo imposible de acceder en el horizonte de lo real lacaniano. Lo adjetivo. ¿Por qué? Porque no entiendo por qué "real" –salvo como "eco de voz, efecto de proclama del rey", se me ocurre- y me resisto a aceptar así porque sí esa denominación de fallida etimología que no opera en su reiteración ninguna crítica desmitificante y así no hace a lo central del psicoanálisis. Sucede lo mismo que con ese desarraigado "amo" de la traducción del hegeliano "Herr" (4) de raigambre bíblico-luterana equivalente al "Señor" de la semántica de Casidoro de Reina. Pero lo peor no está en esos dos términos poco felices, "amo" y "real", sino en que los repetimos tal cual como si las palabras no tuvieran su importancia en la dialéctica significante-signo del quehacer psicoanalítico. Quehacer en el sentido de praxis donde la teoría no se puede apiadar de los efectos de simpatía que atraviesan la permeabilidad de nuestras ingenuas almas de vocación por identificarse. Y vuelvo; retomo lo del comienzo, porque cuando el prestigioso colega de otro país trajo a controlar su trabajo y en un fragmento del texto según él la analizante había dicho lo que él por supuesto creyó escuchar como "/.../una se va trazando planes/.../" y luego esa misma frase resultara para nosotros "/.../una se va atrasando planes/.../", nos pudimos poner de acuerdo en esa nuestra tarea de co-escucha como des-control que, la transferencia, esta misma, había sabido allí irrumpir como letra excluida: fonema forcluído.. La traducción (3) (Übersetzung) no deja de ser una transferencia (Übertragung). La amorosa adhesión a una creencia parece operar como atractor en forma similar a lo nuclear de la represión freudiana en relación con lo secundario a reprimir. El trazo unario de la teoría transmitida mediante convicción de invocación, arma su atrapante red de sintonía y ésta tiñe la escucha de un único color que, sin mas, sin fintas, se descuelga en forma mágica de la diversa gama del arco de todo lo posible. Mas que transmisión, transferencia de teoría que a su vez adhiere a la atención flotante para convertirla en un oír que se abstiene de permitirle al tiempo de la palabra del otro hacer su obra de registro de matices, no un(it)aria, de todos y cada uno de sus distintos trazos. Una oreja contra sorpresas al margen del necesario candor, quizás no pudo flotar al amparo de la importancia que Lacan daba al afecto en la línea de lo que Masotta buscara extremar cuando llegara a proclamar, en homenaje a aquél que: el afecto era un mero efecto del significante o al decir también de Germán García: "/.../de los desplazamientos inconcientes de las representaciones/.../" (2). Y podría compartir esto. Es mas, se trataría en ese caso de una clave por la cual precisamente es posible poder progresar un poquito para aproximarnos a lo más preocupante del ejercicio directo de una clínica viva: el cómo transita la pasión por una idea que al enunciarse ya no puede evitar los laberintos del significante invocante productor del afecto del receptor devenido así adherente. Pues ¿cómo escuchar adherido, el vocablo herido? Porque el que se adhiere también lo hace de hecho a un sintagma que, aunque de cadena, es más libre en diacronía que su propio registro desde la supuesta paradigmática de quien como a-dicto sin dicción de palabra propia, adhiere a la clínica no viva de una teoría ni siquiera muerta. He intentado expresar así hasta aquí alguna de las interrogantes que pugnan hoy en mi junto a las que proceden de la búsqueda de un isomorfismo perdido a la manera médica (5) y del estudio de la reducción de lo metodológico a la aplicación de una moda teórico-técnica de época y de lugar, cuando se trata de un trabajo entre dos humanos que nace de una demanda de análisis o de "supervisión" o de "control" como decía Freud. Lo que sucede es que, con toda la distancia que se quiera, hoy más que nunca la tragedia sapiens nos señala que también debemos vivir la clínica de los efectos macabros de los errores de las antes pretendidas ciencias exactas objetivas sin sujeto: hace unos pocos años la lección era dictada por la planificación consciente del genocidio con el uso del gas Ciclon B de la Bayer; ahora, la enseñanza se transmite por lo del agujero de ozono que también en dicho momento aunque en forma inconsciente los rigurosos investigadores en gases refrigerantes todavía no habían vislumbrado conjeturar acerca de él como futuro efecto. Y hoy mejor ni recordar que, por el contrario, pero más que idéntico –valga paradoja- resultaba que con fe de previsor hace más de treinta años alguno de nuestros "supervisores" nos anunciaba orgulloso lo que le iba a suceder a nuestro analizante si en la sesión próxima le decíamos lo que él nos recomendaba interpretar ante la aparición de determinado material. Literal: super-visión –permítaseme agregar- sin kriptonita y con polución. De una época de invocaciones a otra, en los avatares políticos del campo freudiano por los intersticios mercantiles de la trama médica que pariera hace ya mas de un siglo el psicoanálisis, el poder se desplazó entre personajes supuestos: desde los "prácticos" hacia los "teóricos de la práctica". No deja de ser un avance –aún no sabemos hacia donde - pero es conveniente percibir que hoy se trata de Clark Kent, aunque su collar sea diferente al que suelen usar los tímidos. Si por tomarnos estas libertades discursivas, ladran Sancho, es señal que con la vida -de Masotta por ejemplo- también algo hemos aprendido sobre la historieta y su semiótica..

 

Punta del Este,
año 2001,
fin–del-verano...que lastima,
¡Qué lástima!
¡Que la estima
del calambur
tenga su lugar!


Notas:

1 Freud, S. (1905) – El chiste y su relación con el inconciente, (confr. págs.46-7 VI G.W.) págs. 44-46 VIII O.C. Am.., B.Aires, 1979.
2 García, G. (1992) - "Una Escuela fallida", pág.126: "Oscar Masotta. El revés de la trama", Marcelo Izaguirre, Atuel, B.Aires, 1999.
3 Hajer, D. (1991) – Transferencia y transmisión, Primeeras Jornadas "Transferencia", AUDEPP, Montevideo, 1991.
4     "           (2001) – Comunicación personal, Montevideo, 2001.
5     "           (2001) - Comunicación personal, Mont., 2001.
6 Lacan, J. (1957-58) - Las formaciones del inconciente, págs.65-124 "Las formaciones del inconciente", N.Visión, B.Aires, 1970.
7 Lázaro, F. (1953) – Calambur, pág.77 Diccionario de términos filológicos,, Gredos, Madrid, 1977.