Dificultades del "mito".
Jorge Medina Vidal.

La investigación sobre este amplio tema social se plantea muy ardua por la variedad de disciplinas que compromete, por su presencia universal, por sus variaciones y sus franjas crepusculares, por su desarrollo en todas las épocas (incluida la nuestra), por su bibliografía, por su definición o errática identidad. A pesar de todos estos elementos presenta algunas estructuras básicas más o menos detectables en cada una de sus formulaciones . Por ejemplo, todo "mito" depende de una situación real de interés humano, promovida por un individuo o un grupo y registrada en las distintas posibilidades de la memoria.
El hombre y sus conductas desarrolladas en un entorno real posibilitan "discursos" que organizan los "mitos" tanto en la zona acústica como en la zona visual, para estructurarse en su finalidad comunicante, esencial, de fenómeno sociológico.
Su núcleo detonador e imprescindible reune lo disperso que nos ofrece el pensamiento racional, la observación exterior, las experiencias heredadas y las reune con la llamada experiencia poético-metafórico, con las funciones no disciplinadas de la mente y las integra en un complejo que pretende satisfacer su globalidad de inteligencia-emocional. Podría decirse que el discurso "científico" tiene una remota relación de identidad con algunos elementos que venimos desarrollando en ocasión del discurso "mítico"; sobre todo porque ambos se relacionan con un interés humano-existencial. Nunca está de más recordar que ambos discursos, el mítico y el científico son respuestas a preocupaciones desarrolladas específicamente en el nivel Hombre. Pero, antes que nada, esa "realidad" preocupante acepta modificaciones culturales según la sociedad que la define; la "mira" y la conoce desde su particular punto de vista, por eso podemos decir que la "realidad" para muchos pensadores del siglo XVIII, del Siglo XIX y parte del siglo XX era aquella que le concedía el Tribunal de la Razón. Para liberarse de los "mitos" tuvieron que refugiarse en otro "mito", el de la Razón.
La capacidad de relaciones sociales, necesaria en los individuos, se manifiesta en la fluidez con que acepta las repuestas que esa misma sociedad le ofrece a sus preguntas más inmediatas. A veces, los medios sociales le ofrecen juntamente la pregunta y la respuesta para alivianarlo y alivianarse frente a lo que, en su desarrollo cotidiano es más importante: vivir, alimentarse, crearse un nicho en el cuerpo social. El individuo medio se compensa fácilmente con los conocimientos y estructuras "mitologizadas" que su sociedad le ofrece. Es más un individuo de disfrute que de conocimiento. Es y quiere ser un usuario eficaz de su cuerpo y de su entorno, aunque los conocimientos de que disponga, no lleguen a desalentarlo.
Quizás no se mueva inmediatamente en la zona superior de "pregunta" y "problema" .La misma etimología deriva en la primera de "prae-cunutare", que arrastra un significado de "indecisión", mientras que la segunda "pro-balein" arrastra un significado de "lanzar hacia". Ambas sobreentienden un ejecicio mental que llamamos "conocimiento" , propio de un período de ociosidad separado de las exigencias cotidianas, descompensador para su "inteligencia" de hacer y usar.
En general los "mitos" sirven para vivir, para aplacar posibles titubeos, domesticando el Mundo y lo Otro con el prestigio de su elaborada certeza, heredada o a-temporal. Libera del plano personal o peligroso para colocarnos en un plano superior con algo de misterio. Se impone sin discusiones y y posee la capacidad de ocultarse en el tiempo para re-aparecer en momentos importantes.
Es un compañero y un refugio.
Muy a menudo los "mitos" se actualizan en la realidad objetiva a través de los "ritos". Estos son conductas, formas de "hacer" que ya su etimología, del sánscrito, emparentan rito con "danza". Sus relaciones son perdurables a través de las edades aunque a veces, el "rito" es arcaico y el "mito" actualizado es una forma mutante, variable o totalmente otra. El complejísimo y disimulado ritual de las consultas médicas contemporáneas, el entorno arquitectónico, los códigos vestimentarios, las luces, los olores, etc. Acompañan un ritual casi análogo a los encuentros chamánicos; en cambio el "discurso mítico" que lo acompaña ha variado profundamente. Se mantiene el esquema significante de uno que concede y es posible gratificador, frente a otro que pide empujado por una necesidad existencial que lo retro-trae a los elementos primarios de su "vivir". Otra vez se encuentran el poderoso y el impotente, el de arriba y el de abajo, separando los estratos sociales.
Las estructuras heredadas se matienen como estructuras u organizaciones de las actividades y conocimientos casi como verdades emancipadas "ad hominem", sin que se note en la actualidad una disminución estadística de los "mitos" y de sus posibles acompañantes: los "ritos".
Los "mitos" siempre dependieron de un discurso oral o escrito que le dan perdurabilidad transgeneracional. Para llegar a la categoría de "mito" operante es imprescindible su sistematización en uno o más discursos y su crecimiento depende de la difusión de esos discursos. Admite variaciones y perícopas epocales que documentan, antes que nada, la lectura que cada generación va desarrollando.
Es muy posible que el imprescindible "discurso mítico" se organice alrededor de dos polos: uno sería centralizado en personajes más o menos reales, afectando fuertes estructuras narrativas y biográficas. Lo que se dice de esos personajes es la verdad mítica aunque, a menudo se desentienden de la posible verdad histórica. El "discurso" en ocasión del "héroe", lo re-crea para dar una respuesta compensadora a la necesidad que lo creó. El otro polo sería difuso, menos dependiente de un personaje histórico definido, más descriptivo que narrante, está más cerca de una realidad exterior, es más próximo al discurso racional que al discurso emotivo, como el grupo anterior.
La praxis mítica organizada alrededor de la figura de San Jorge, o de Atila o las hermanas fatídicas en el ciclo de la guerra de Troya podrían ilustrarnos el primer caso y en la segunda categoría pondríamos los condicionantes míticos de una situación clínica a través de la Historia, organizada alrededor del motivo existencial de lograr ese estado benéfico que llamamos "Salud", que recién desarrollamos.
Para nosotros es fundamental "lo mítico" y su actualización en las variables formas del Discurso. Dicho de otro modo, no pueden existir uno sin el otro. Este proceso de realización nos permitiría hacer una primera clasificación en "mitos" de personajes y "mitos" de conductas. En ambos y en diversos grados, puede descubrirse que se suspende la realidad objetiva para dotarlos de mayor fortaleza y poder de aceptación de la que carecería si se ajustara a las posibles verdades históricas o científicas que los individuarían.
Los "mitos" de personaje tiene una extensa bibliografía relacionada con la Literatura y la Historia por su carácter de narrativa y los mitemas detectables en muchos "héroes" novelescos e históricos que a menudo se los define como "caracteres" en el teatro de Molière, en la Literatura gótica y fantástica, en el "doppenganger", en los enamorados, en la unión de contrarios, en la Historia épica, en el donjuanismo, en el "menàge a trois", en el "miles gloriosus", en los patriarcas y fundadores históricos y en los discursos que se promueven en ocasión de ellos.
En cambio los "mitos" de conducta están más cercanos a los discursos antropológicos y sociales respondiendo a preguntas cotidianas, masivas para ampliar nuestros conocimientos sobre realizaciones que a menudo ejecutamos en forma automática. Ambos son acompañados por elementos "rituales", mecánicos como el fuego de las hogueras, congregante masivo en momentos de distensión y con remotos recuerdos ancentrales de peligros. En los momentos iniciales del "homo sapiens-sapiens", rodeado por una naturaleza demasiado hostíl o la cercanía de animales feroces, el fuego creaba muros de contención entre el grupo humano y lo Otro peligroso que luego fue pasando, como recién dijimos de ser una situación angustiante a una contemporánea situación distensiva y placentera ya sea en reuniones campestres o en confortables reuniones de chimenea hogareña.
Para el usuario común de este aparato cultural que significamos bajo el término "mito" representa una conducta de "brouillage" producto de interferencia entre las Leyes de lo conocido y lo heredado y las Leyes de lo mecánico y el sin-sentido. Quizás se justifique su perdurabilidad como la fórmula más cómoda de superar los latentes empujes de la ansiedad des-compensadora.
Si ahora nos detenemos en los llamados "mitos" de conducta las dificultades se acrecientan para su organización sistematizada. A veces crean su propio espacio, su propio tiempo, sus ritos y sus roles (en el sentido barthesiano) que, una vez más nos remiten a la heredada distinción entre "hechos" y "actos de la Cultura".
Esto podemos ejemplarizarlo con algún ejemplo de situaciones reales recordando las naturales trampas que acompañan los relacionamientos entre lo teórico y lo objetivo-real.
Toda "situación clínica" desarrolla aspectos míticos y rituales, con espacio, tiempo y "roles" diferenciados. Antes que nada es un "acto" de clínica, aunque pueda conservar algunos componentes de "hecho" clínico. Vista superficialmente una situación amistosa entre compañeros puede aparecer como una consulta clínica por el material y los componentes desarrollados y por el descubrimiento de un cierto estado de gratificación que a menudo se da entre amigos, parodiando el "acto" clínico organizado por un terapeuta en Psicología.
En el "hecho" amistoso el meta-discurso que lo preside en la buena voluntad, las formas afectivas y la inter-relación que, a veces, sirve para superar lo ocasional y momentáneo.
Desarrolla mitemas difusos y ritos que pueden tener relativa eficacia. Pero, el "acto" clínico tiene su propia identidad, el meta-discurso que lo preside se impone sin predominio de lo afectivo y amistoso, es teórico pragmático al mismo tiempo; no se agota en el encuentro ocasional y sus mitemas y aspectos rituales colaboran para satisfacer las extensas zonas de lo llamado mental hasta satisfacer las misteriosas relaciones que lo acompañan con lo corpóreo. La típica sesión terapéutica incluye elementos interlocutorios con ciertos rasgos narrantes. Abarcan descripciones que seleccionan los entornos de las acciones desarrolladas, usa "relatos" donde predomina el pronombre personal, usa el tercer pronombre narrativo junto al diálogo o el estilo indirecto-libre. Frente al silencio del que se siente observado a menudo apela a elementos per-locutivos de fuerte carga emotiva. Lo inesperado rompe la linealidad del discurso para sorprender al observador y escucha con algun "mitema" de lucha y agresión, frente al terapeuta que lo sorprende en la zona crepuscular entre el amigo y el enemigo. Su misma oralidad hace inocente lo que antes no se organizaba en discurso, lo que fatigosamente se va proponiendo en "gerundio" .
El llamado "paciente" es portador de elementos "míticos", flutúa entre la compensación y la lucha y el entorno que capta como "ritual" cumple idéntica función. La palabra actúa como liberación, solicitando que se cumpla una Ley de Aministía para seguir desarrollando su discurso interior. El "mitema" tan desarrollado en los discursos donde el protagonista es el propio "locutor" : "Yo soy otro" que Gerardo de Nerval y Arturo Rimbaud "derramaron" en la Literatura del siglo XIX; tópico que atraviesa todos los "Diarios Intimos" desde la antigüedad hasta en las situaciones clínicas contemporáneas, hace que los "mitos" de conductas en la sociedad actual predominen en todas o casi todas las situaciones posibles desde las terapéuticas, hasta las político-sociales y las cotidianas-individuales.