Los sexos del psicoanálisis.1
José R. Assandri.

Nos parece natural que haya dos sexos. Y cualquiera que en esta sala objetara esa naturaleza de dos sexos corre el riesgo de quedar fuera de la sala. Voy a correr ese riesgo afirmando desde el comienzo que esos dos sexos son una invención bastante reciente si consideramos la historia de la humanidad, por ejemplo, desde su cuna griega. Hay dos sexos desde el siglo XVIII, y no es mucho tiempo un par de siglos en la historia. Dos sexos al menos como parece que los conocemos hoy, es decir, dos que serían distintos y claramente separados. Ha habido y hay una lista más o menos larga de rasgos que funcionan marcando las diferencias. A veces bajo la lógica de las oposiciones, por ejemplo el hombre es activo y la mujer pasiva; otras bajo la lógica de la complementariedad, la actividad del hombre se complementa con la pasividad de la mujer; o en la lógica de la proporcionalidad, un hombre sería 3/4 activo y 1/4 pasivo, mientras que la mujer sería 3/4 pasiva y 1/4 activa. Ese rasgo de la actividad forma parte de lo que, desde hace aún menos tiempo, se ha llamado el género. Hasta el siglo XVIII, en un continuo cuerpo-género, el sexo implicaba un rango social, asumir un rol cultural, es decir categorías sociológicas y no un sexo ontológico y orgánico como lo conocemos ahora. No quiere decir que antes haya sido mejor, sino distinto. Para nosotros, si algo del género hace problema, parece que es la carne la que tiene como función dirimir las cosas. Hasta el siglo XVIII el cuerpo era un signo más del rol social y no la causa definitoria de las diferencias entre los sexos(2). Tendríamos entonces dos categorías para tratar el sexo: la carne y el género. Y tenemos la creencia de que es algo natural que haya hombre y mujer a causa de la carne. La figura de los travestis o los intersexuales ponen en cuestión la supuesta relación natural que habría entre la carne y el género. Pero claro, sospecharan algunos, estoy mezclando las barajas, una cosa es la normalidad y otra la patología. La apuesta ha aumentado entonces.

Partamos de la patología, aún más, partamos de un cuadro de patología sexual que podría decirse que es obsoleto, que ha caído en desuso, al menos en desuso en la práctica clínica, pero que curiosamente, de alguna forma, prosigue su existencia. Ese cuadro perverso obsoleto y casi marginal en las clasificaciones, que me interesa poner sobre el tapete es la ninfomanía. Ejemplificaré esto con algunos relatos que ustedes veran por qué, no son de mi práctica, sino que son relatos de otros, relatos que tienen sus cosillas interesantes.

El pasado año, escuchando al Dr. Hagop Akiskal, en un curso de actualizaciones de tratornos afectivos (3), entre los casos que el Dr. Akiskal trataba via correo electrónico y otros que dió en comentar, hay uno que quiero relatarles. El Dr. Akiskal es alguien de una profusa trayectoria. Dos de los "papers" más citados en la psiquiatría biológica lo tienen como coautor. Es decir no es cualquier doctor en el concierto mundial. El caso es que cierta mujer, esposa de una autoridad eclesial protestante, era rápida de cascos, es decir, se acostaba con cualquiera que tuviera cerca, lo que dejaba a su marido en una muy mala posición respecto a su feligresía. Esta mujer rápida de cascos, es decir, esa yegua, llegaba a acostarse con negros, lo que según parece hacía las cosas aún más intolerables. Según el relato del Dr. Akiskal, era demasiado, y por lo tanto, ameritaba una intervención. Probablemente intervenciones como un divorcio, por ejemplo, no fueron posibles. Fijense que un divorcio de pronto podría haber resuelto las preocupaciones del clérigo por los avatares de su mujer en la cama. Tal vez hubiera otras vías, no lo podemos saber hoy, pero lo que me parece interesante es que si una intervención como el divorcio no era posible, dejaba de ser un problema moral o jurídico para transformarse en un problema "científico", y por lo tanto ameritaba intervenciones "científicas". Y la intervención fue una lobotomía. Según parece el tratamiento fue todo un éxito: los hombres dejaron de ser un problema. El eclesiático podía cumplir sus funciones tranquilamente. Pero como sucede muchas veces, hay tratamientos que tienen efectos secundarios, por eso es importante estar atento a las contraindicaciones. En este caso, según parece, esta mujer se volvió lesbiana, lo cual seguramente no mejoraría mucho las cosas para su marido. Podríamos discutir bastante sobre este extraño caso y su tratamiento salvaje, incluso sin saber si el caso había sido diagnosticado o no de ninfomanía. Pero a mi gusto tenemos muy pocos datos a partir del relato del Dr. Akiskal, aunque podemos hacernos un par de preguntas: ¿cómo es posible tolerar esa clínica salida del lado oscuro del medioevo, una clínica que abreva en la Inquisición efectuando lobotomías, que no son mas que variantes de lo que en aquellas épocas se hacía: arrancar del cuerpo al Maligno? ¿Y por qué temperados señores y señoras del siglo XX o XXI que asistíamos al curso no osamos decir nada frente a ese forzado viaje en el Túnel del Tiempo? No hay demasiados datos del asunto, por lo que sólo podemos opinar. Pero hay un punto que me resulta interesante, y es que el Dr. Akiskal dijo que con ese caso se demostraba que el sexo asienta en el cerebro. Diran ustedes, es cuestión de opiniones, e incluso en asuntos del sexo siempre es difícil saber cuan cerca estamos de la verdad. Convengamos que es un terreno sumamente discutible, pero lo que si me parece extraño, es el asunto de que alguien se haya permitido decir que con ese tratamiento, que con ese caso se demostraba que el sexo asentaba en el cerebro y que nadie del público, incluído yo mismo, dijera absolutamente nada. La afirmación de Akiskal podría decirse que seguía el principio hipocrático de que el tratamiento da cuenta de la enfermedad; si tocamos el cerebro con una lobotomía y hay cambios en los síntomas, ergo, la causa está en el cerebro. ¿Hasta dónde es posible sostener que el sexo asienta en el cerebro? Y a partir de allí, los que afirman que el sexo asienta en el cerebro, los que realizaron la lobotomía ¿qué tipo de clínica pueden ofrecer, con qué tratamientos abordan los llamados problemas sexuales? Y más allá de las diferentes clínicas, ¿por qué nadie objetó esa sinapsis salvaje entre sexo y cerebro? El silencio a ese relato es indicio de la dificultad de ubicar el sexo en algún sitio, en algo tangible, algo que no resulte tan difuminado como libido, género, identificaciones, etc. Pero pretender reducir las dificultades a algo que simplemente pueda tocarse en la carne, es un callejón sin salida que no es mejor que la plasticidad, por ejemplo, del término libido.

Pero tomemos otra entrada a la cuestión de la ninfomanía. ¿Existe una perversión o un trastorno sexual llamado ninfomanía? ¿Existe la ninfomanía? O más bien, ¿qué tipo de existencia tiene? Porque si hago la pregunta por su existencia deben tomar nota que por lo menos, pongo en duda que existan seres que en la clínica se califiquen de ese modo. Y si llegara a demostrar eso, el segundo paso necesario es, dado que existe ese término, que existe el cuadro patológico por más que no existieran casos para poner en el cuadro, la cuestión es de dónde ha salido la ninfomanía, cuál ha sido su función, si es que la tiene. El Dr. Gastón Boero, en su consultorio semanal EROZONA, del periódico Búsqueda (4) , se las ve con una pregunta de una lectora, justamente: ¿existe la ninfomanía? Boero responde, sé que Moscú existe aunque no lo conozco. Es una forma extraña de responder. En su vida de sexólogo no ha encontrado casos de ninfomanía. Sin embargo, en su afán de contestarle a su lectora, averigua entre sus colegas psiquiatras y ellos le dicen que sí, que hay casos, pero más que ninfomanía, mas que un cuadro en sí, eran síntoma de esquizofrenias. Revisa la bibliografía valorada por él, Helen Kaplan, quien en texto sobre el deseo publicado póstumamente, escribió que en su larga carrera sólo vió tres casos. La ninfomanía merecería entonces un estudio más fino, porque aún sin pronunciarme sobre la clínica de Boero, es interesante el hecho de que considere que no ha visto en su vida un caso, sino, que le han contado que hay. La ninfomanía, como Moscú, para él existe porque le han hablado de ella, porque tal vez le han mostrado fotos. Así como existe Moscú porque le han hablado de Moscú, ¿también existe la Atlántida, El Dorado, el Paraiso, el Infierno? La existencia discursiva de esos lugares fantásticos parece de un parentesco cercano a la ninfomanía, porque en definitiva, como muchas otras cosas, son hechos de discurso. Sin embargo Boero dice respecto a la ninfomanía algo que me parece sumamente atendible, porque señala que los hombres tienen "permiso de libre circulación sexual", mientras que "nadie se banca, y menos las mujeres, que una fulana disfrute del sexo con quien le plazca y donde le plazca". Digamos entonces que la ninfomanía (5) se trata de una forma de vérselas con el deseo y el goce femenino. Desde la masculinidad científica se busca atenuar el erotismo femenino para no dejar a los hombres mal parados, o mas bien, cuando los hombres quedan mal parados, mas vale buscar una explicación: ¡ah, ella se excede en sus exigencias,!... ¡es una ninfómana ...! Si alguien buscara la ninfomanía en la clínica, porque se tiene el nombre de un cuadro, una descripción de síntomas, esa búsqueda es una búsqueda tendenciosa, orientada, porque parte de la construcción de un tipo de trastorno que parece fundar su existencia en las tensiones, en los juegos eróticos, en los desencuentros entre hombre y mujer, sin tomar en cuenta que la ninfomanía es una invención peculiar, hecha de discurso, sobre todo, masculina.

Para dar una última pincelada al cuadro de la ninfomanía, voy a citar un texto de un novelista inglés, David Lodge, de su novela Trapos sucios, un fragmento de un reportaje a un escritor de guiones de filmes: "La publicidad de la BBC describe a la heroína del último telefilm de Samuel Sharp, Oscuridad, como una ninfómana. Le pregunté si alguna vez había conocido alguna ninfómana. `Si, no, bueno, depende de lo que entienda por ninfómana´, balbuceó. `He conocido mujeres que dejaban bastante claro que si yo las alentaba un poco, ya sabe, pero es difícil decir si era ninfomanía exactamente ...´ Creo que estaba dando a entender con delicadeza que es difícil para un chico atractivo como él saber si el empeño de sus amistades femeninas en abrirse de piernas se debe al temperamento de esas chicas o a su propio e irresistible sex appeal".(6) Esta cita muestra cómo de alguna manera la cultura recoge y cuestiona este término, y plantea claramente el punto álgido, ¿de dónde viene el deseo? ¿dónde está socialmente aceptado que se manifieste? (7)

Las ninfómanas están para decir que habría mujeres que no serían mujeres como deben ser, sino otra cosa, antinatural, enferma, patológica. Es decir, sería necesario reconducir a alguien a la categoría mujer si se la ha diagnosticado de ninfómana. Y los hombres no nos ahorramos lo que sea necesario como para reconducir a esos seres a su lugar natural, ya que se han desviado de la naturaleza. La ninfomanía es una de las cosas que podemos encontrar en el cajón de las perversiones, o a un costado del cajón. En ese cajón se han ubicado esos seres que no serían precisamente hombre ni mujer, es decir, esos seres que harían cosas que no se esperan de un hombre o una mujer como se supone deberían ser habitualmente. Hay veces que no es posible entrar directamente a ciertas cosas, hay que tomar desvíos. Y para ello, me parece que esta figura erótica de la ninfomanía resulta de utilidad. Es una figura erótica que señala las posiciones femeninas y masculinas, poniendo límite al exceso, y más allá de que no se siga sosteniendo ese cuadro en la clínica, sigue existiendo en el discurso corriente, en la cultura, con lo que se hace evidente que hay un lazo entre juicio moral y diagnóstico de perversión.

Seguramente podríamos divertirnos mucho con estas cosas, por ejemplo, explorando la etimología del término ninfomanía (ninfo=novia, paraninfo=padrino de la novia, la ninfomanía sería un trastorno de las novias, pero las novias de cierta época, las que supuestamente comenzaban su vida sexual con el matrimonio). Pero volvamos al punto de partida, comenzabamos con el psicoanálisis. Un punto clave de discusión, en el que se cruzan estudios históricos, antropológicos y culturales con el psicoanálisis es el concepto de identidad sexual. Es decir, suponiendo dos sexos, la identidad sexual sería parecerse a sí mismo para siempre. Si eso sucede no habría problemas en el curso de la existencia erótica de los ciudadanos. La esposa del religioso del relato de Akiskal se acostaría siempre con el mismo y no habría necesidad de ninguna intervención. Realmente la identidad sexual es maravillosa, es decir, que se cumpla ese principio de la lógica que dice a=a, sin ninguna duda. Un hombre es un hombre, una mujer es una mujer. El problema es que como estamos en el campo del lenguaje, nada asegura que cuando alguien dice: una mujer, ... es una mujer, esa segunda mujer sea igual que la primera. Y si un hombre, es un hombre, el primer hombre tal vez no tenga el mismo significado que el segundo, así como en el famoso verso, una rosa es una rosa es una rosa ... cada una de esas rosas puede ser distinta.

La identidad sexual en la sociedad es un concepto clave, ordena muchas cosas. Y todo aquello que tiene que ver con el sexo, con la sexualidad puede decirse que identifican genéricamente al psicoanálisis. Las concepciones de identidad sexual, de sexualidad, de sexo han tenido su tiempo de invención, bastante cercano en lo que refiere a tiempos históricos, e incluso en el curso del siglo pasado, el siglo XX, han tenido variaciones, modificaciones, trastornos históricos y culturales. Y los usos que han tenido han variado. En relación a esa historia ha habido tiempos en los que el psicoanálisis se ha adelantado a su época, al menos hasta mediados del siglo pasado, hay otros tiempos en los que ha acompañado los avatares de la cultura occidental, mientras que en otros, ha mostrado cierto retraso. Y creo que ha estado en retraso en relación a fenómenos que parecen tener sólo el título de curiosidadades, cuando correspondería prestarles atención y dirigirse a esos fenómenos con los instrumentos necesarios para analizar y sacar consecuencias de esos análisis.

Uno de los asuntos clave, a partir de estas líneas, es la relación que tenemos con nuestros instrumentos, más precisamente el uso de las teorizaciones psicoanalíticas. Ciertos fenómenos pueden ser leídos de distintas formas como también leemos de distintas maneras, por ejemplo, los textos de Freud. Y si hay un lazo estrecho entre lo que genéricamente se llama la sexualidad y las lecturas de Freud, diferentes formas de leer a Freud podrían construir variantes de lo que es entendido por sexualidad. Una de las formas de leer a Freud es creer en lo que él decía, lo que resulta una manera religiosa de leer. Otra manera es leer a Freud buscando respuestas a nuestras preguntas, lo que en definitiva es aplicar fórmulas a los problemas que se nos presentan. Otra forma, con la que me encuentro más afín, es leer a Freud tratando de cercar las preguntas que él se hacía, y cómo sus producciones teóricas tenían relación a esas preguntas. Y sus preguntas puede que no sean exactamente las nuestras, porque probablemente tenemos otras preguntas que surgen de nuestro tiempo. Pero si alguien lee a Freud en una posición religiosa, o buscando respuestas para las propias preguntas y aplicar luego fórmulas, seguramente se aleja bastante de lo que es esencial en Freud. Y lo esencial para mí es la invención de un método: la libre ocurrencia y la atención flotante. Y muchas veces, cuando en la clínica se presentan obstáculos para la puesta en práctica del método freudiano, una conclusión muy frecuente es que el paciente se resiste. ¿Pero es que acaso del lado de la atención flotante no hay también resistencias, resistencias a oir lo que viene de otro lado? ¿Entonces, cuántas veces la resistencia es del paciente y cuántas del analista? Pregunta difícil de dirimir. Comenzar cada caso como si fuera el primero, esa vieja prescripción de Freud, no resulta fácil de poner en práctica, porque estamos habitados por teorías, entre ellas, las teorías freudianas. Freud, en la invención de su método no estaba habitado por las mismas cosas que nosotros, y es por eso que digo que algunas de sus preguntas no necesariamente son las nuestras, o al menos se las planteaba de formas distintas a cómo nos las planteamos nosotros. Y uno podría suponer que dentro de la demarcación de su campo, tal vez Freud podía poner en práctica la atención flotante de forma más flotante, ya que estaba francamente en un tiempo de investigación y exploración. Pero eso no es mas que un supuesto, porque no resulta fácil, a pesar de los desarrollos de la historia, reconstruir el campo de debate en que se encontraba Freud, cuáles eran sus interlocutores, cuáles eran las cuestiones en discusión. Para nosotros, muchas veces se nos vuelve necesario desprendernos de prejuicios teóricos a los que damos fe, descolonizarnos de formulaciones teóricas, resituar las cosas, teniendo presente que lo particular e inalienable del psicoanálisis es su método. Las formulaciones teóricas siempre pueden estar en discusión.

¿Podemos considerar al día de hoy que existen sólo dos sexos, varón y mujer, o es que hay otra serie de sexos que escapan a esa dualidad? ¿Es estrictamente el cuerpo lo que define los sexos? Para Freud, en la cuestión de los sexos, había dos, con eso era suficiente. Y no sólo era suficiente, sino que incluso establecía una diferencia radical, porque al instaurarse el psicoanálisis puso rápidamente en cuestión las teorías de su época. Hasta el siglo XVIII las concepciones científicas funcionaban con la idea de un solo sexo, el sexo masculino, al punto que los órganos de la mujer no tenían nombres propios. Hasta el siglo XVIII imperaba el unisexo, mientras que lo que más tarde sería el otro sexo, era fundamentalmente una inversión del primero. El sexo femenino era la inversión del masculino y eso es perfectamente evidente en las imágenes de los aparatos genitales, en los textos médicos hasta el siglo XVIII, donde el sexo femenino era diseñado en una inversión punto por punto de los rasgos y localizaciones anatómicas del hombre, como también es visible en las teorizaciones que polarizaban caracteríticas que partían de trazos que se consideraban masculinos. Luego del siglo XVIII se da un pasaje del unisexo a dos sexos, se descubría un nuevo continente, el sexo mujer, con sus particularidades, y el sexo pasó a ser eso orgánico, más o menos oculto, pero patrimonio del conocimiento científico, y el conocimiento científico pasó a ser el que encontraba o producía las diferencias entre uno y otro sexo. Allí se ubica Freud, por un lado, nombrando continente negro a la sexualidad femenina, en cierta forma pagando tributo a su época en la que se buscaba definir el sexo mujer orgánicamente desde la masculinidad, pero por otro lado, cuestionando los órganos como causa del sexo, en la medida en que todo sexo es construcción. Para Freud había una bisexualidad innata, esa bisexualidad, en el transcurso del desarrollo, debía concluir en uno de los sexos. Es decir, al cabo del desarrollo psicosexual cada individuo debía llegar a varón o mujer, pero para eso no era suficiente la anatomía.

A mediados del siglo XIX había comenzado a fundarse un nuevo campo, el de las perversiones. Ese campo de las perversiones se llamó psychopathia sexualis (8), así, en latín, porque también hasta Freud, incluso en el propio Freud, y en nosotros también, se escribe o se dice en latín eso erótico que se supone que puede herir la sensibilidad del público. Los actos eróticos en sí, no se dicen en lengua vulgar en las conversaciones serias, como si el erotismo pasado en una lengua muerta resultara menos perjudicial para la salud. Obvio los escabrosos ejemplos, pero los aqui presentes saben que hay otras formas de decir coito, cunilingus, fellatio, coito a tergo, coitus interruptus, etc. En esos términos aparece claramente que siguen operando mecanismos que establecen cómo puede ser dicho el erotismo.

Y en relación a ese campo de las perversiones Freud también hacía una diferencia, porque las teorías imperantes en su época eran las teorías de la degeneración, los individuos degeneraban y hacía eclosión la patología. Las teorías de la degeneración, degeneración de los tejidos nerviosos, asociadas tanto a supuestos factores hereditarios como a la decadencia de las costumbres, se sostenían en el imperativo de que cada individuo, un hombre, una mujer, debía generar otros, y aquellos calificados de perversos, que no cumplían con el objetivo de la reproducción, los homosexuales, los sádicos, los fetichistas, los masoquistas, practicantes de erotismos que no tenían como fin la reproducción, que no buscaban trasmitir su linaje, no generaban, por lo que resultaban degenerados. En relación a ese campo de la psychopathia sexualis, Freud establecía diferencias, porque lo que no entraba en la polaridad varón-mujer no eran degenerados, sino que eran tomados como detenciones o desviaciones del desarrollo. E incluso Freud establecía un punto central que trastornaba la distinción entre normal y perverso, y eso puede percibirse claramente a partir, por ejemplo, de algunos enunciados: el niño es un perverso polimorfo, los actos de los perversos son las fantasías de los neuróticos. Y fundamentalmente, algo a lo que ya no se le presta demasiada atención: cualquier actividad motriz o intelectual como andar en tren o leer puede ser libidinal. Con lo que se podría concluir, curiosa distinción, que habría perversos normales y perversos anormales, porque siempre será difícil establecer el punto donde comienza la normalidad y termina la perversión. Aunque en cierta forma, para Freud, si el erotismo terminaba en una relación genital, era normal. La polémica entre las teorías de la degeneración y Freud es importante, porque en aquella épocas se tenía una idea de cuerpo con la que se intentaba explicar todo, y la teoría de la degeneración hacía de puente entre la sanción moral y lo que sucedía en el cuerpo. Posición que podemos decir que es muy cercana a la del Dr. Hagop Akiskal. En la investigación biológica las ideas sobre el cuerpo tienen una participación importante, aunque no puede decirse que todo es imaginación científica, esa imaginación también juega.

Lejos de los tiempos de Freud, en los últimos años, le preguntaron a una lesbiana, Monique Wittig si tenía vagina. Su respuesta fue: NO. ¿Era posible una pregunta de ese tipo en tiempos de Freud? ¿Qué habría dicho Freud ante una respuesta como esa? Esta anécdota, puede servir de medida para considerar la distancia entre Freud y nuestros tiempos. La respuesta antes de Freud habría sido es una degenerada, algo de su tejido nervioso, de sus costumbres está en decadencia. En tiempos de Freud, podría haber sido que esa negación de la vagina denunciaba una detención o una desviación de su desarrollo, que podría ser reconducida al fin correspondiente, es decir, un reconocimiento de la vagina y un uso heterosexual de la misma. Pero dejando un poco de lado estas ficciones: ¿qué pensamos nosotros de una respuesta de ese tipo? Tal vez muchos piensen, se trata de una loca, el Dr. Hagop Akiskal podría postular como tratamiento un injerto de cerebro femenino ... Por mi parte prefiero evitar esos atajos, tomarme el trabajo de seguir caminos secundarios para tratar de aprehender la lógica de esa pregunta, y fundamentalmente la lógica de esa respuesta. En primer término es otra cosa que una anécdota, se trata de un acto político. Y por lo menos, tomar nota de que para Monique Wittig, militante política, ya la biología está sometida a la polarización varón-mujer, y que en la división de los sexos esa polaridad está presente. Monique Wittig no comparte la idea de que habría una biología aséptica, sin ideologías, sin prejuicios, sino que está marcada por esa polarización varón-mujer, la biología da nombres de por sí marcados como femeninos o masculinos. Rehusar a esa demarcación, como lo hace Monique Wittig, no puede ser reducida a una negación sorprendente, sino que puede dar lugar, justamente a analizar la dificultad que se produce al acoger desde las teorías ciertas subjetividades, ciertas posiciones eróticas, que no pasan exclusivamente por tener o no tener vagina (9).

El transexual, el travesti, el intersexual, el sadomasoquista, incluso otras figuras más antiguas como la lesbiana, el homosexual, o el gay, irrumpen en los bucólicos paisajes de una sexualidad, esa sexualidad que se suponía que a partir del esclarecimiento psicoanalítico y sexológico, podía contarse a los niños en clases de educación sexual, para de alguna forma, patear el tablero de una sexualidad que había encontrado sus formas de ordenarse a partir de discursividades sexológicas que tenían una historia, una respetabilidad, incluída cierta versión del psicoanálisis. Esas figuras del erotismo, proliferantes, que como extraños efectos generan rechazo y fascinación, merecen el derecho a interrogar las nociones habituales de sexualidad. Y quisiera que prestaran atención a esta inversión, no se trata de interrogar esas figuras eróticas con nuestras nociones de sexualidad, sino dejar que esas figuras interroguen nuestras nociones de sexualidad. Es decir, no interrogar la ninfomanía mediante una lobotomización teórica, sino que podemos interrogar nuestras teorías de la sexualidad con la ninfomanía o con otras figuras eróticas. Y debemos considerar que varón y mujer también son figuras eróticas, es decir, construcciones que las culturas se dan para acoger el erotismo.

Cuando a las puertas de una mujer se presentaba ese trozo de carne que todos somos al nacer, antes de los avances de la genética, era la imagen la que decidía de qué lado iba a caer cada uno. Presencia de pene-ausencia de pene era el par que definía y que aún hoy mantiene su público apretujado frente a la pantalla del ecógrafo a la pesca de ese trocito que permita asegurar la pertenencia de un individuo al conjunto que corresponda. Aún hoy esa presencia sigue teniendo un papel prevalente en la definición. Aún hoy la imagen sigue operando, y aún hoy, el hermafrodita sigue siendo una figura que ha cuestionado ese acuerdo supuesto entre un trozo de carne y esas dos figuras prefiguradas. Cuando al nacer alguien, la apariencia externa de los genitales, las malformaciones de los genitales hace problema para los padres, para la medicina, el asunto es cómo resolver eso, cómo ubicar a ese ser que nace. A los médicos yanquis se les plantea la cuestión como: Girl, Boy or ... Shit! (Varón, Nena o ... ¡Mierda!). Y si la apariencia es de un pene de menos de 2,5 centímetros es un pene monstruosamente pequeño. Y un clítoris de más de un centímetro es monstruosamente grande. En ese centímetro y medio que media entre ambos se abre un abismo sumamente oscuro. Partiendo de la imagen, cada nacimiento plantea un asunto a resolver bajo el modo varón o nena, pero cuando no es posible resolverlo de ese modo son necesarias algunas operaciones. Hacia el siglo XVII, según plantea Foucault, al hermafrodita se le adjudicaba un sexo al nacimiento, pero llegado a la mayoría de edad podía elegir, si continuar con el mismo sexo y nombre o cambiar. Pero para Foucault, en el siglo XVIII, los aparatos medicojurídicos atornillaron en la historia la necesidad de adjudicar un sexo, uno sólo para cada uno, y sin variaciones. En nuestros tiempos el hermafrodita ya no es ese ser extraño, fundamentalmente mitológico, que emerge desde antiguas historias griegas, sino que bajo el nombre de intersexuales, en una incidencia que según parece es de un nacimiento cada 2000 en EEUU, se expresan políticamente desde testimonios vía periodística o Internet, revelando el salvajismo al que han sido sometidos.

Probablemente algunos se pregunten a qué viene este asunto de los hermafroditas, de los intersexuales, casos absolutamente exepcionales, "curiosidades de la naturaleza". Si yo les preguntara de dónde viene la conceptualización de identidad sexual, seguramente muchos, no encontrarían dificultades en hacer concordar ese concepto con el psicoanálísis. Es un error, pero no deben sentirse culpables por ello, sino preguntarse de dónde nos vienen ciertas formulaciones. La identidad sexual es algo que no van a encontrar en ningún sitio en la obra de Freud. No van a encontrar en ninguna página de Freud la unión de esos dos términos identidad+sexual, si debemos suponer que para algo exista en el psicoanálisis, debió ser dicho por Freud. Podrán encontrar en Freud identidad de percepción, identidad de pensamiento, pero no identidad sexual. Lo más cercano que podrán encontrar es identificación que si es un concepto psicoanalítico. Podrán encontrar identificación con el médico, con el pene, con el padre, con la madre, pero tampoco encontrarán identificación sexual. Pero no van a encontrar identidad sexual porque es un concepto posterior, y no sólo posterior sino estrechamente asociado a la problemática planteada por el hermafroditismo. EEUU, años 60, las asignaciones de sexo vía quirúrgica aparecen como el modo de solucionar las malformaciones o la dificultad de hacer operar los principios clásicos para asignar un sexo. Es el Dr. John Money, que acuña la identidad sexual en la convicción de que hasta el mes 24 es posible modificar la forma en que es criado alguien, como varón o como nena, vale decir, que hasta ese entonces la identidad sexual, puede variar. El Dr. Money no encontró mejor banco de pruebas para sus teorías de la identidad sexual, que un tal John(10), que tenía un hermano gemelo, cuyos padres eran jóvenes y de origen campesino. Ustedes saben que tener hermanos gemelos, es decir individuos distintos pero con los mismos genes, ha sido un lugar privilegiado para investigar el peso de los genes y del ambiente en muchas de las afecciones de las que resulta difícil extraer sus causas orgánicas. En el caso de John y su gemelo, la cuestión era útil para otra cosa: demostrar que una misma naturaleza, una misma historia, aunque fuera corta, podía ser conducida a diferentes destinos. Este tal John, nacido en 1965, tuvo la mala suerte de que en una operación de fimosis, a los 8 meses, le fuera carbonizado el pene por alguna falla médica o del bisturí eléctrico. Ante semejante catástrofe, los padres, luego de deambular intentando encontrar una salida, confiaron en las convicciones del Dr. John Money, para quien la puerta de la identidad de sexo está poco después de los dos años. Los padres de John accedieron, a los 22 meses de éste, a la castración testicular, al cambio de vestimenta, de hábitos, y por cierto, al cambio de nombre: en vez de John, Joan.

Es claro que en una situación como esa no es fácil decidir qué hacer, sobre todo para los padres. Pero el hecho es que el Dr. Money enfrentaba el desafío de demostrar sus teorías de la identidad sexual, y el caso John le venía como anillo al dedo. Sus intervenciones no terminaron allí, en la decisión de la reasignación de sexo, sino que siguió durante un tiempo tratando a los gemelos, con protocolos que no vamos a discutir ahora, pero lo más interesante del caso, es que la intervención e historia clínica del caso relatada por el Dr. Money, llegó a figurar durante años en la literatura científica como una exitosa reasignación de sexos. Y sirvió de ejemplo paradigmático para una serie de intervenciones quirúrgicas que se apoyaron en esa historia. En realidad, Joan devino nuevamente John luego de haber sido sometido a tratamientos hormonales, a un travestismo obligado, a las burlas de los compañeros, al intenso sentimiento de extrañeza. Luego de todo eso, se hizo intervenir quirúrgicamente de nuevo, en este caso para una faloplastia y extirparse los senos. Dejó las hormonas femeninas para casarse con una mujer con tres hijos de otras parejas, porque en su definición de hombre, el oficiar como padre era fundamental. De estas historias ustedes pueden encontrar varias vía Internet. Por cierto que además del sufrimiento de John (11), hay que agregarle el intento de suicidio del hermano gemelo, el alcoholismo del padre, las profundas depresiones de la madre ... Un error médico produjo ese desvastador sismo en las creencias comunes de esa gente sencilla, de campo. Es difícil poder decir algo sobre eso, pero lo más importante es que el Dr. Money hizo figurar el caso como todo un éxito, falsificando las cosas incluso mucho antes de los tiempos en que Joan decidió cambiar a John. Es en relación a los hermafroditas, al problema de las asignaciones y reasignaciones de sexos, que el Dr. John Money inventa la concepción de identidad sexual, y para eso inventó también una historia.

A las dificultades que surgen al partir de la imagen de un niño recién nacido, la genética parece venir a darnos la solución, eso que puede no ser claro podría dirimirse por los mapas genéticos. Es que el supuesto de un mapa genético que determinaría las posibles formas sexuales, incluso aunque se encontrara un gen que produjera la homosexualidad, en el horizonte, probablemente, seguirían estando dos, hombre y mujer. Tendríamos que ahondar en qué es lo que determina que ciertos genes sean femeninos y otros masculinos, si es posible conmover esas "evidencias" genéticas, aunque no es fácil prever cuales pueden ser las consecuencias para los sujetos a partir de la aplicación de técnicas o conocimientos novedosos desde el campo de la biología. Porque la biología no deja de plantear problemas cuando el asunto es Shit!. ¿Qué tipo de operaciones permitirían dar una solución? Operaciones no sólo en el sentido quirúrgico del término. No sólo porque la tecnología médica ha permitido ciertas operaciones que producen cortes en la carne, sino que también se trata de operaciones que producen cortes en la historia de los sujetos, en los lazos sociales potenciales o establecidos, abriendo formas de goce diferentes, alternativos, alterativos. Y esos cortes que producen, que fabrican una vagina o un pene, que reasignan sexos, o ese corte que es el trastocamiento de los géneros en el travestismo, también produce cortes, modificaciones, más allá de esos cuerpos, en otros sitios, justamente en aquellos que se supondrían en ejercicio de un mapa genético normal, sin mutaciones. Si de alguna forma se supone que los mapas genéticos podrían dar una solución, generan otros problemas. Como ejemplo vale la medida del Comité Olímpico Internacional que comenzó a controlar el cariotipo femenino desde 1968. El resultado fue de que una cada 500 olímpicas mujeres no pasaran la prueba debido a sus cromosomas inusuales (12). En algunos casos la decisión fue tomada luego del evento, lo que implicaba el despojo del título y la prohibición de competir en el futuro. En otros casos, al descubrise que eran "genéticamente masculinas" se les recomendaba fingir una lesión. Esos seres, que habían sido criadas como mujeres, tal vez nunca en su vida se les había planteado ese problema, al menos en el sentido cromosómico. Lo que no quiere decir que en algún momento no se plantearan de qué lado estaban, si del lado hombre o del lado mujer en el sentido del género. Pero esa forma de plantearse y resolver la pregunta sin duda habrá tenido efectos desvastadores en esas atletas. Este tipo de acontecimientos pone de manifiesto que el sexo social no siempre está preparado para recibir los avances de la biología, hay un desfasaje, que tal vez en algún momento encuentre alguna forma de arreglárselas con esos problemas. Pero por otro lado, algo que para mí es muy importante, los eventos científicos modifican la imaginación erótica. Asi como la ninfomanía formaba parte de la imaginación erótica de un tiempo, incluso habitando las fantasías de los comunes neuróticos heterosexuales, esos pasajes entre sexos, esas reasignaciones de sexo, esos pasajes de uno a otro, que ya no son uno u otro, ni siquiera son estables, también modifican la imaginación erótica de estos tiempos.

Pero no sólo importa señalar ese lugar peculiar que ha tenido el hermafrodita o intersexual en las cuestiones de la sexualidad, no sólo importa señalar que esa idea de una identidad sexual, que alguien sería sexualmente idéntico a sí mismo desde cierto momento y para siempre, que eso se puede construir con buena voluntad, con operaciones quirúrgicas, hormonales, con operaciones que implican cambios de nombre o de vestimenta, con todo el peso que eso puede tener en la vida erótica de los ciudadanos y en la práctica analítica, además de todo eso, Freud aparece en el ojo de esa tormenta. La famosa frase de Freud la anatomía es el destino figura como punto de apoyo en las teorizaciones y prácticas del Dr. John Money. Hay aquí algo que he planteado desde el comienzo, un problema de lectura. ¿Cómo se ha leído esa frase de Freud? ¿En qué contextos ha sido utilizada? Si, como decíamos, leemos religiosamente, la anatomía es el destino funciona como un imperativo. Si leemos con preguntas que surgen, por ejemplo en la cuestión de las formaciones atípicas de los genitales que se manifiestan en el momento del parto, la cuestión es simple: apliquemos la fórmula de Freud y determinemos exactamente mediante pruebas biológicas de qué se trata, es decir, es un varón o una nena, o en su defecto intervengamos quirúrgicamente para definir una anatomía y a partir de ello será posible marcarle el rumbo a los padres, y al propio ser. La cosa parece simple, pero el experimento John-Joan, las historias de otros intersexuales como Chery Chase o Kira Triea, el mosaicismo en las células, está allí para objetarnos ese tipo de movimientos. Pero si situamos la frase de Freud, "la anatomía es el destino", si la ponemos en su contexto poniendo en práctica el método de aislar qué tipo de preguntas, de problemáticas estaban en juego cuando Freud escribió esa frase, probablemente esa frase deje de ser creída como artículo de fe o ser aplicada como forma de intentar resolver problemas que no tienen respuestas fáciles, y que haya que buscar otras formas de abordar esas preguntas.

"Freud es en muchos sentidos un hombre de la Ilustración, heredero de su modelo de la diferencia sexual. La anatomía es destino, como dijo en una frase a la que realmente no quería dar ese sentido(13) Freud escribe como si hubiera descubierto en la anatomía la base de todo el universo del género del siglo XIX. En una época obsesionada con la posibilidad de justificar y distinguir los roles sociales de mujeres y hombres, la ciencia parece haber descubierto en la diferencia radical de pene y vagina no sólo un signo de la diferencia sexual, sino su verdadero fundamento(14) la respuesta de Freud puede considerarse como un relato cultural con disfraz anatómico ... El lenguaje biológico confiere a este cuento su autoridad retórica, ..."(15) Para Thomas Laqueur Freud escribía con el lenguaje de la biología, lo que debe entenderse como re-presentaciones de un ideal social bajo otras formas. Y es de esa manera que puede leerse la famosa frase de Freud, es decir, en su contexto(16). Pero algo a lo que no se le ha prestado demasiada atención es al hecho de que la frase con la que Freud parafraseaba a Napoleón aparece por dos veces en la obra de Freud y en contextos diferentes(17). La primera de ellas refiere a la cercanía de los genitales con los orificios cuya función es la deyección. Que anatómicamente los órganos de evacuación estén cercanos de otros llamados genitales, para Freud es casi fundamento de una represión orgánica, como muchas veces la llama. Más que un destino, que debe ser aceptado como en las tragedias griegas, se trata de ese tope que supuestamente dan las característica del cuerpo que están en juego. Y si la heterosexualidad parece estar en la base de la naturaleza freudiana, es el mismo Freud que hace que esa arquitectura no se sostenga, porque para Freud la libido no conoce el sexo, para Freud, si hay desviaciones o detenciones del desarrollo, quiere decir que la cuestión del sexo no está determinado por la biología sino que sigue otros trayectos.

Probablemente a esta altura muchos se planteen que estas cuestiones de reasignación de sexo, de intersexuales por nombrar algunos de los casos, son productos de estas épocas, un tanto loca, tal vez más loca que otros tiempos, y con eso podrían tener la impresión que se zanja el asunto. Les voy a presentar brevemente un personaje muy probablemente desconocido para la mayoría de ustedes: el Dr. Magnus Hirschfeld, alemán, 1868-1934, llamado el Einsten del sexo, fundó en Berlín en 1897 el Comité científico humanitario (WhK), cuya divisa era La justicia gracias a la ciencia y tenía como objetivos la investigación científica sobre el sexo pero también la actividad política para la derogación de leyes que penalizaban la homosexualidad. En 1901 publica un texto ¿Que debe saber el pueblo sobre la cuestión del tercer sexo? del que se llegaron a editar 50.000 ejemplares. En ese texto figuraban una lista de homosexuales célebres, cuestiones sobre la moralidad de éstos y su voluntad de integrar la sociedad. En 1919 funda el Instituto para la ciencia sexual, en cuya entrada figuraba la leyenda: Consagrado al dolor y al amor, y acogía a los homosexuales que buscaban ayuda médica, apoyo psicológico, o el sostén de un grupo. En 1919 se hace público el film Diferente a los otros, en el que Hirschfeld actuaba como médico comprensivo y el primer actor, un violinista homosexual, era interpretado por Conradt Veidt, que sería el héroe de la película El gabinete del doctor Caligari. En el mismo año la película fue prohibida para un público que no fuera especializado. Es posible calibrar la diferenia de los tiempos comparando esos avatares con el Oscar que recibió Todo sobre mi madre de Almodovar. El movimiento de Hirschfeld hacía lobby político para modificaciones legales, se realizaban actos políticos, en uno de los cuales fue herido y dado por muerto. El ascenso del nazismo y la persecusión a los homosexuales pone fin a ese y otros movimientos que había en Berlin. A comienzos del siglo XX, Hirschfeld fue una referencia importante para los movimientos uranistas(18). Y era un movimiento que nucleaba mucha gente, que promovía modas, como por ejemplo el corte de pelo a la garçonne, tenían sus propios bares y lugares de encuentro. Hirschfeld fue el inventor del término travestismo, parece que también del término transexual. Informó en un artículo de la primera operación de reasignación de sexo, realizada de mujer a hombre en 1918, mientras que la primera de hombre a mujer fue realizada en los años 20 (19). En esos tiempos llegaban a hacerse injertos de testículo de mono, inoculación de hormonas, en fin, una serie de operaciones que si uno se las pregunta de manera simple, supondría que son propias de estos tiempos y no de comienzos del siglo XX. Tal es nuestra ignorancia en cuestiones históricas.(20)

Pero este personaje, aún podría ser más llamativo si les contara otras cosas, por ejemplo, que Freud publicó en una de sus revistas el artículo Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad(1908), o si les contara que sus obras fueron quemadas junto a las de Freud por los nazis. Y seguramente más les asombrará que fuera fundador de la Asociación Psicoanalítica de Berlin junto con Abraham y otros, y perteneció a ella desde 1908 hasta 1911 (21). Durante ese tiempo, la Asociación Psicoanalítica de Berlin llevó a cabo una encuesta para cuantificar el porcentaje de uranismo en la población, llegando a la conclusión de un 6% en las poblaciones estudiantiles y 4% en las poblaciones obreras. Esa encuesta aparece referida y refutada en la Psychopathia sexualis, el manual médico-legal de las perversiones de Krafft-Ebing, profesor de psiquiatría de Viena, la autoridad en psiquiatría en épocas de Freud. Dentro de las huestes psicoanalíticas la realización de esa encuesta levantó mucha polvadera. Magnus Hirschfeld dejó el psicoanálisis por algo que le dijo Jung en un congreso psicoanalítico. Y luego de la ida de Jung del psicoanálisis, Ferenczi le escribe a Freud lamentándose que por culpa de Jung, Hirschfeld se hubiera ido del psicoanálisis, diciéndole que el affaire Hirschfeld demostraba la peligrosidad de Jung (22). Les cuento esto, porque si por un lado dije que nuestros tiempos no son los tiempos de Freud, aquellos tiempos de Freud para nada eran ajenos a estos asuntos, y, que además Freud estaba vinculado e interesado en lo que sucedía y se producía en su época en el campo uranista, lo que podríamos llamar ahora el campo gay y lesbiano.

Pero una cosa era Freud y otra aquellos que lo seguían. Es curioso, pero si uno revisa las biografías de Freud para nada aparecen referencias a Hirschfeld, (Gay, Jones, Rodrigué) esta totalmente borrado. Sólo es posible reconstruir algo de esa relación si uno recurre a las cartas entre Freud y sus discípulos. Es algo en lo que tuve que investigar al estilo hormiga, porque incluso la correspondencia entre Freud y Abraham, de la que se ha censurado más de la mitad, no tiene índice de nombres y hay que buscar carta por carta. Y presten atención a esto. El primer Instituto de Psicoanálisis que se fundó, es decir, ese lugar en el que deberían formarse los psicoanalistas, tuvo su origen en Berlín, bajo el impulso de Max Eitington. Así como el uranismo estaba en todas partes, en los cabarets, en los teatros, en la calle, también el psicoanálisis, según Bernfeld estaba en todos lados. Una de las discusiones más importantes en la fundación del Instituto de psicoanálisis era si los homosexuales podían ser miembros de las asociaciones de psicoanálisis, si podían ser analistas o no (23). La relación entre el psicoanálisis y el movimiento uranista berlinés había sido tan estrecha, que en la fundación de los institutos que fueron modelo para la trasmisión del psicoanálisis en el resto del mundo, se fundaron en un sustrato político, que entre otras cosas, estaba impregnado de homofobia. No es poca cosa esto. Pero el borramiento de la relación entre Freud y Hirschfeld, entre el psicoanálisis y el uranismo también se ha borrado en los estudios históricos del movimiento gay. Al menos en algunos textos que he consultado. Parece que reconocer ese lazo que históricamente se dió no es del agrado, ni de analistas ni de los llamados homosexuales.

Y esto podrían ser simplemente datos históricos, pero tiene que ver con cuestiones claves del sexo. La construcción del sexo, las modificaciones en esas construcciones, no sólo implican niveles epistemológicos, como es el claro caso de los avances de la biología en la investigación del cuerpo, sino que también tiene niveles políticos, como el propio Laqueur señala (24). Epistemológicamente se produjeron avances en cuanto a la biología del sexo que desalojaron sobre todo a la religión de esas cuestiones. Es decir, a nivel epistemológico hay diferencias en cuanto al nivel de los enunciados que definen, que producen las diferencias sexuales, que tocan al sexo, pero la cuestión del sexo no puede reducirse a un problema epistemológico. El alejamiento de Hirschfeld tuvo un tipo de consecuencias que fueron desconocer ese lado político de los sexos, porque con Hirschfeld era justamente el lado político lo que prevalecía, y lo que el Instituto para la ciencia sexual trabajaba estaba al servicio de la política, es decir, desde la ciencia a la justicia. Y con su exclusión, en el psicoanálisis, se tomó un sesgo biologista en cuanto al sexo, quedando a un costado el lado político en la construcción de los sexos. Pero el problema político no ha dejado de retornar, en una supuesta apoliticidad del psicoanálisis en estos asuntos, desde lecturas del feminismo, desde las críticas que teóricos gay y lesbianas han hecho a las formulaciones del psicoanálisis. Que no solamente son problemas de política genérica, sino que hacen a las concepciones de sexo con las que se opera en el psicoanálisis. Es necesario poder dar cuenta de eso, y trataremos de llegar a ese punto, pero pasando por alguna cuestión más local.

Es probable que planteadas así las cosas, en lo que implica del transgénero, los intersexuales, los transexuales, los homosexuales, parezca una geografía muy lejana a la nuestra. Les puedo decir que en nuestra Biblioteca Nacional hay libros de aquellos tiempos, libros reinvindicativos del uranismo, y uno de ellos es de Magnus Hirschfeld, una versión en francés de un libro publicado en 1908 en alemán. ¿Cómo llegó a dar ese libro a estos archivos? Y un libro de Raffalovich, también sobre uranismo, una versión en italiano de un libro publicado en francés(25). Hay una serie de interrogantes en este sentido, pero esas figuras han sido problemáticas desde hace mucho tiempo, incluso en estas tierras. En los años 30, un oriental escribió dos libros sobre homosexualidad, libros que fueron enterrados por la historia. Entonces voy a presentarles otro personaje, aún más oculto que Magnus Hirschfeld, alguien que encontré hace unos tres años, que estuve trabajando el pasado año, y que por esos azares, o mas bien, para nada se trata de azares, coincidió que el historiador José Pedro Barrán también estuviera trabajando y escribiera algunas cosas sobre él que figuran en su último libro, Amor y transgresión en Montevideo: 1919-1931 (26). Y gracias a Barrán obtuve algunas pistas, algunos elementos, intercambiamos algunos materiales y las conversaciones con él me permitieron avanzar en ese oriental. Y digo que no es azar porque justamente cuando se replantean ciertos asuntos, ciertas problemáticas, eso hace que varios podamos coincidir, que varios nos topemos con las mismas cosas, en la medida en que hay algún trabajo de investigación, de arqueología seria.
 

Alberto Nin Frías, nacido en Montevideo en 1879, muerto en Buenos Aires en 1937, publicó en 1932 Alexis o el significado del temperamento urano, y en 1933, Homosexualismo creador. Homosexualismo creador es un libro clave para la lengua española, probablemente el primero escrito en esta lengua dentro del movimiento uranista y con una erudición realmente sorprendente. Cuatrocientas páginas, 36 láminas, editado en la Sección Ciencias Biológicas de la editorial española Morata, con un recorrido histórico de los homosexuales más importantes de la historia, comenzando con David y Jonatán en el Antiguo Testamento, pasando por los llamados pueblos primitivos, hasta llegar al paradigmático Oscar Wilde. Una lista de todos aquellos que han aportado grandes bloques con los que se ha construído la cultura occidental, en el campo de la ciencia, del arte, del gobierno de los pueblos. Con estas publicaciones de este oriental podemos preguntarnos: ¿cómo es que alguien pudo escribir en los años 30, en el Río de la Plata, dos libros sobre homosexualidad, tomando incluso al psicoanálisis como interlocutor? ¿Cómo es que se producen semejantes enterramientos? Sea que Hirschfeld no figure en las historias del psicoanálisis o de la vida de Freud, sea que haya sido censurado Nin Frías que figura minimamente en las historias de la literatura oriental y que no figura en las historias argentinas, a pesar de haberse nacionalizado argentino, los avatares históricos en relación al erotismo debieran advertirnos sobre la importancia de la política en las construcciones del sexo. A partir de mis lecturas de Nin Frías se me ha hecho patente un punto importante: ¿cómo es que aquellos que forman parte de la larga lista elaborada por Nin Frías y que tanto han aportado a la civilización son censurados a partir de su erotismo?

Si fuera posible escribir una historia de la sexualidad en el siglo XX, podríamos decir que comenzó con el par normal-patológico. Es por eso que me parece importante volver a implantar a Freud en su tiempo, el tiempo de la producción colectiva de la pyschopathia sexualis, porque han ocurrido cosas en el campo mismo del psicoanálisis que deben ser tenidas en cuenta. El propio psicoanálisis de Freud ha sido normalizado, neutralizado con concepciones como las de identidad sexual. Y la censura ha funcionado a tal punto que se ha sepultado la relación entre Freud y Magnus Hirschfeld. Sólo a partir de la letra pequeña de las correspondencias entre Freud y sus discípulos puede saberse algo de eso. Ese par normalidad-patología, en el que operó Freud, que hacía que el psicoanálisis estuviera adelantado en su tiempo, dejó de tener vigencia, entre otras cosas, por el efecto Freud en la cultura. Y comienza a tener preminencia otro par: normalidad-liberación que tuvo su acmé en los años 60-70 en el que la liberación era una posición política frente a la normalización del erotismo. Ese tiempo, que sobre todo tuvo su importancia en lo que tiene que ver con los cambios en la posición de la mujer, también dejó de tener prevalencia. Por efecto de muchas cosas, entre ellas, por las lecturas que Michel Foucault realizó de la sexualidad. No es posible una sexualidad fuera de los dispositivos del poder, no hay entonces una liberación, sino formas de arreglárselas con el poder. Y si ya no es ese par normalidad-liberación que predomina, ¿hay algún otro par que ordene la gama de los placeres, de los gozos y por supuesto, de las sombras? ¿Hay posiciones que polaricen ese asunto de la sexualidad? Tal vez la novedad, la más pura novedad, está situada en la palabra producción: en la sexualidad ahora se trata de producción. Cada cual debe producirse, incluso en aquellos que no creen producirse, sin embargo también se producen, por lo que el par podría ser natural-producción.

Estas polaridades no se encadenan y se sustituyen unas a otras, sino que prevalecen unas sobre otras en distintos tiempos y contextos políticos. Y en cada una de ellas operan polaridades, en la medida en que el cuerpo es en general convocado como causa del sexo, me parece importante referir esas polaridades al supuesto sustrato natural. El primer par, normalidad-patología, se correlaciona estrechamente con el par natural-antinatural, que sin que lo antinatural se trate de algo teológico, sigue teniendo un carácter de ordenamiento jerárquico con una raíz netamente teológica. En el par normalidad-liberación, opera el par natural-artificial, en el que habría una cierta naturaleza que habría sido sepultada por la artificialidad de las normas. Y por último, en lo que podemos llamar la polaridad más actual, opera el par natural-producción en el que la naturaleza sería algo vacío, o al menos con algunos signos que son moldeados por la producción. No sólo se producen actores y actrices de cine o televisión, no sólo se producen los travestis hasta llegar a signos de femineidad aún mayores que en una mujer, sino que el ser más lisa y llanamente heterosexual, de alguna manera se produce, pone en la escena ciertos actos, palabras, vestimentas, relaciones, para en definitiva, mediante actos y palabras que en el campo erótico y social son realizativos, cada uno se realiza de tal o cual modo en su género, donde dificilmente pueda distinguirse entre la carne y el comportamiento, entre sexo y género. Hay grandes diferencias en el suponer que habría una naturaleza natural y considerar que el cuerpo es carne explorada por imágenes y palabras.

Entonces, cuando Foucault nos pregunta, ¿desde cuándo se cree que la verdad última ha de buscarse en la sexualidad y por qué tendría que haber un sólo sexo para cada uno y sólo uno? necesariamente hay cosas que tienen que oirse. ¿Cómo ha llegado a ser el sexo el lugar donde se supone que se encontraría lo esencial de cada sujeto? Pueden parecer preguntas ociosas, pero si se toman en serio, se puede ver que son muy pertinentes, pertinentes porque nos permiten una apertura a mutaciones de la sexualidad propias de nuestros tiempos, y desde esas mutaciones, podemos a la vez interrogar las concepciones de sexualidad que tenemos. Mas que descubrir una verdad que yace en el fondo del psiquismo de cada uno, la cuestión es que hay una producción de los sexos. Esa sería la única forma de responder a la pregunta: ¿por qué está tan presente la política cuando se trata la cuestión de los gays y las lesbianas, de los interesexuales? Otro de los planteamientos importantes de Foucault es la pregunta de por qué para nuestra civilización el sexo aparece anudado a la verdad. La verdad se anuda con la política porque se trata de problemas de poder, y siempre hay una construcción de la verdad del lado del poder, esa verdad se llama normal. Pero también hay construcciones de la verdad del lado de la resistencia al poder. Tratándose de política se trata del ejercicio poder y la resistencia al poder. Y la resistencia es un tiempo necesario pero tampoco resulta explicativo, ya que la cuestión central está en que hay dispositivos discursivos que producen el sexo, en uno y otro polo.

Ese caracter de producción está en la performatividad, en el caracter realizativo de declaraciones, de actos, ya que es en la escena pública, con las características de cada época, donde se producen los sexos. Cuando alguien dice: acepto por esposo/esposa a alguien, en el acto de declarar si, no sólo da un si contractual, legal, sino que se realiza como esposa/esposo y como heterosexual. Me parece interesante esta cuestión que hace una relación entre los actos públicos. Hay actos preparados por el poder, que nos parecen naturales, como puede ser el matrimonio. Pero también hay otros actos públicos que resisten al poder, como puede ser una marcha del Orgullo Gay, otro tipo de actos políticos y declaraciones que producen la subjetivación de los que participan de esos actos. Hay un peso de lo social en el acto del matrimonio como vía normal, pero hay un peso de esos otros actos que buscan hacer visibles formas eróticas que han sido consideradas perversas. Esos actos de resistencias buscan conmover al Otro, al poder político para que deje un lugar, un espacio. Pero que esas sexuaciones tengan lugar atenta contra la supuesta naturaleza de los dos sexos, mostrando finalmente que ninguna de las formas de la sexuación tiene ningún tipo de garantías. No hay ningún acto social que de garantías de una vez para siempre respecto a una u otra forma de sexuación. No hay en el psiquismo nada que de la certeza de eso es hombre eso es mujer, eso es un gay, eso es un travesti, hay lazos sociales, escenas para que eso se produzca. Hay un cuerpo nombrado macho o hembra, hay una subjetivación que pasa por identificaciones, por las fantasías, que implican declaraciones, realizaciones, producciones y no naturalezas. El asunto está, como lo plantea Judith Butler, en que se espera coherencia entre sexo, género, deseo sexual y prácticas sexuales para que haya una inteligibilidad del género (27).

Esas eróticas que no son heterosexuales nos muestran el lado realizativo de la identidad de género (y no identidad sexual) por su necesidad de producción. Pero también por otras vías, vías que están encadenadas al asunto entre Hirschfeld y el psicoanálisis. Lo que desencadenó el abandono de Hirschfeld del psicoanálisis fue algo que dijo Jung, no sabemos exactamente qué, pero seguramente algo del orden de la injuria. Aquí se haría necesario distinguir entre injuria, insulto, persecución, pero por lo menos podemos decir que hay distintos tipos de injuria. Hay injurias raciales, religiosas, políticas, como hay una injuria sexual, cuando a alguien se le dice, o se dice de él: Torta, Puto, Gay, Travesti, cuando hay determinados gestos, silencios, sobreentendidos. Esa dimensión de la injuria es una forma de afirmar líneas demarcatorias entre unos y otros, y en ese sentido producen efectos realizativos expulsando y a la vez constituyendo ese otro lado, eso otro, extraño, para afirmar lo mismo, lo que se supone propio de una sociedad normal, lo que se supone natural. Pero esa cuestión que demarca grupos, diferentes sexos, porque a esta altura no podríamos considerar que se trata sólo de dos sexos, si bien no es posible arrancarse de esa polaridad, esas injurias que separan grupos, producen la sexualidad. Didier Eribon llama a eso un mundo de injurias (28). Aquí podemos tener otro vuelco metodológico como con la ninfomanía. No se trata de interrogar ciertas figuras eróticas con algunas teorías de la sexualidad, sino interrogar nuestras teorías, por ejemplo, con la cuestión de la producción de los sexos, con la injuria sexual.

Hace un par de años presenté en Bs As un trabajo, del que ahora puedo decir que me faltaban elementos para ahondar en el asunto. Ese trabajo se titulaba Apología y nomenclatura del carajo (29). El título no fue de mi invención, les aclaro. Pero si les asombra el título, el nombre del autor ustedes lo conocen, incluso desde la escuela. Se trata nada menos que de quien compuso la letra de nuestro himno nacional, Don Francisco Acuña de Figueroa, que además tuvo el bien de hacer la letra del himno de nuestros hermanos paraguayos. Que alguien escriba un largo texto poético sobre el carajo puede resultar asombroso. De asombro en asombro, creo que más asombro les puede producir el hecho de que el carajo, aunque cueste creerlo, era uno de los nombres que tenían los genitales masculinos en la lengua española (fuera de nuestras tierras aún lo sigue teniendo, al menos en tierras del Diccionario de la Real Academia). ¿Qué llevó a que ese nombre que nombraba algo tan caro a una cultura machista como la rioplatense llegara a nombrar nada, a valer un carajo? Esa dimensión de injuria hacia los goces de una cultura machista, ¿no debemos considerar que es una de las formas por las que el poder asienta en los cuerpos, degrada el placer, lo controla, lo normativiza lo produce? ¿Por qué habría un tipo de injuria que se dirige específicamente hacia los genitales? ¿Qué sentido tiene decirle a alguien conchuda, conchudo? ¿Boludo? Y otros términos que tal vez preferiría decirlos en latín para no herir vuestra sensibilidad. Esa dimensión de injuria respecto a los goces eróticos sobrepasan las cuestiones de las clasificaciones y sitúan lo que hay en cada uno de denigración del goce, del erotismo. La injuria no sólo se dirige a aquellos que son realizados como extraños, otros, perversos, excluyédolos de la cultura machista, al mismo tiempo son utilizados para afirmarla, sino que también se dirige a los propios cuerpos de quienes las profieren. ¿No debiera producirnos algún tipo de asombro la aceptación que tenemos de la injuria, sea hacia aquellos que son producidos como mutantes como hacia partes del cuerpo de las que estamos convencidos que nos producen satisfacción?

Si volvemos a la ruptura entre Hirschfeld y el psicoanálisis, una de las consecuencias que pueden sacarse de esa ruptura, es que han habido lecturas de la sexualidad que apoyadas en la carne implican abordajes desde un lado epistemológico, del lado del conocimiento. Desde el psicoanálisis, incluso desde Freud (30), el lado epistemológico, se hace presente en la expectativa del avance del conocimiento científico, del esclarecimiento, punto en el que la hipótesis del inconsciente como un saber que no se sabe y la represión como mecanismo central juegan un papel clave. ¿No es curioso que puede hablarse de homosexualidad reprimida? ¿Habría también una heterosexualidad reprimida en el homosexual? Pero otras cuestiones que tienen que ver con la política, con la producción de los sexos, con la injuria y el papel que pueden jugar ciertos términos como partición de los sexos y los tratos de los goces es un campo en el que mucho por avanzar. Abordar ese complejo campo de la injuria, sus formas de operación, implica abordar algunos obstáculos, que van desde las teorías linguísticas con las que puede ser posible tratar la injuria, hasta el lado cómico que muchas veces aparece encadenado a ella. Entonces ¿cuántos sexos hay en el psicoanálisis? Es una pregunta que no tiene respuesta si se parte de una supuesta división natural hombre-mujer. Desde esa lógica, la respuesta está en la pregunta, desde el inicio. Si partimos de la producción de los sexos, sin que eso implique prescindir de la polaridad mujer-hombre, tal vez haya n sexos, incluso n+1, ya que no sería posible definirlos a priori, sino que se producen.
 

Notas:

   1 Conferencia dictada el 28 de julio del 2001 en el XV Encuentro Nacional de Psicólogos organizado por la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay. Bajo este título intentaba trasmitir algo de lo que desde hace unos años venimos trabajando en el taller usos de la sexualidad con un grupo de colegas: Gustavo Castellano, Sandra Filippini y María Teresa Arcos. El trabajo en ese taller está abocado a ahondar en el psicoanálisis como una erotología de pasaje, tal como lo formulara Jean Allouch, fórmula que demarca un campo de trabajo en la école lacanienne de psychanalyse.
   2 Seguimos aquí las investigaciones de Thomas Laqueur, La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, 1990, Ediciones Cátedra, España, 1994.
   3 Curso de Actualización en Trastornos Afectivos dictado por el Prof. Dr. Hagop Akiskal el 15 de diciembre de 2000, organizado por la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay.
   4 Búsqueda del 24 de mayo de 2001.
   5 Incluso, como el mismo Dr. Boero señala, hay hasta un error en el diccionario de la Real Academia, ya que el sentido dado a ninfomanía es furor uterino, cuando no es necesariamente ese el órgano que estaría en juego. Hay un interesante desplazamiento, de la sexualidad hacia la faz reproductiva.
   6 Trapos sucios, David Lodge, 1991, Editorial Anagrama, 2001, página 21.
   7 En la primera mitad del siglo XIX se les extirpaba los ovarios a las vacas "pero sólo por motivos de salud: por "deseo de toro, una especie de ninfomanía", Thomas Laqueur, op. cit., página 306. La extensión del término ninfomanía, incluso a animales como las vacas, puede resultar sorprendente. Pero el desplazamiento de concepciones que tienen que ver con el erotismo, como por ejemplo en la clasificación de las plantas de Linneo, nos muestra como funciona muchas veces la imaginación científica cuando se erotiza.
  8 Psychopathia sexualis fue el título de la obra del Dr. Richard von Krafft-Ebing publicada por primera vez en 1886. Esta obra, que conoció muchas reediciones hasta la última en 1923, es una de las primeras síntesis sobre las llamadas patologías sexuales. Unos cincuenta años antes, 1844, un suizo Kaan había publicado otra obra con el mismo título.
  9 El término vagina no fue inventado hasta 1700, según Thomas Laqueur, op. cit. página 274.
10 La verdadera historia de John Joan, John Colapinto, Rolling Stone, diciembre 1998
11 En realidad no se llama John, sino que el año pasado salió su biografía realizada por John Colapinto, el mismo que publicara el artículo en Rolling Stone.
12 Según Enfrentándose a la razón, Chery Chase, traducción de Rafael Dumett. A este asunto también ser refiere Thomas Laqueur en su libro La construcción del sexo.
13 Thomas Laqueur, op. cit., página 397.
14 Ibid, página 400.
15 Ibid, página 402.
16 Daniel Gil plantea en La anatomía, ¿es el destino? (inédito), una serie de cuestionamientos interesantes. Por un lado que no hay la anatomía, sino las anatomías, por otro lado: ¿qué es el destino sino otra sombra de Dios?
17 La anatomía es el destino aparece dos veces en la obra de Freud en diferentes contextos, lo que no hay que despreciar:

Lo excrementicio forma con lo sexual una urdimbre demasiado íntima e inseparable, la posición de los genitales -inter urinas et faeces- sigue siendo el factor decisivo e inmutable. Podría decirse aquí, parodiando un famoso dicho del gran Napoleón: "La anatomía es el destino". Los genitales mismos no han acompañado el desarrollo hacia la belleza de las formas del cuerpo humano; conservan un carácter animal, y en el fondo lo es tanto el amor hoy como lo fue en todo tiempo. Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa, 1912, AE, Tomo XI, página 182-183.

... las cosas no pueden suceder de igual manera que en el varón. La exigencia feminista de igualdad entre los sexos no tiene aquí mucha vigencia; la diferencia morfológica tiene que exteriorizarse en diversidades del desarrollo psíquico. Parafraseando una sentencia de Napoleón: "la anatomía es el destino". El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en todo como un pene, pero ella, por la comparacion con un compañerito de juegos, percibe que es "demasiado corto", y siente este hecho como un perjuicio y una razón de inferioridad. El sepultamiento del complejo de Edipo, 1924, AE Tomo XIX, página 185.

18 Histoire de l`homosexualité en Europe. Berlin, Londres, París 1919-1939, Florence Tamagne, Éditios du Seuil, París, 2000. Uranista era el nombre que se daban. Inventado en 1860 por un jurista alemán, Ulrich, de hecho resulta más antiguo que el término homosexual que fue inventado a posteriori.
19 Harry Benjamin, la reasignación del sexo y sus raíces europeas, Friedmann Pfaefflin, 1997 (http: //WWW. SYMPOSION.COM/IJTC0202.HTM) Estos datos deben ser sometidos a una historia que aún no está establecida.
20 Es posible consultar a respecto Estados intersexuales de la especie humana de Gregorio Marañón, 1929, Editorial Morata, España, capítulo XXI. Gregorio Marañón, médico español fue una figura importante en toda la América de habla española. En sus textos puede captarse la importancia de los descubrimientos de la endocrinología en lo que tiene que ver con el sexo.
21 Sigmund Freud-Karl Abraham. Correspondencia, Gedisa, página 75, carta del 21 de agosto de 1908, y otras posteriores.
22 Sigmund Freud-Sándor Ferenczi. Correspondencia 1908-1914, Calmann-Lévy, 1992, París, carta 269, página 351.
23 Freud, la homosexualidad masculina y los americanos, Henry Abelove, 1993, en Grafías de Eros,Edelp, Argentina, 2000.
24 Hay dos formas de tratar cómo los dos sexos modernos, tal como los imaginamos, fueron inventados y continúan siéndolo: una es epistemológica y la otra, hablando en general, es de carácter político. Thomas Laqueur, op. cit., página 261.
25 Lamentablemente, a pesar del mucho tiempo transcurrido no he podido consultar esos libros. Uno parece perdido. Otro está secuestrado en encuadernación.
26 Amor y transgresión en Montevideo: 1919-1931, José Pedro Barrán, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2001, capítulo VI.
27 Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, Judith Butler, 1999, Routledge, Garn Bretaña, página 23.
28 Reflexiones sobre la cuestión gay, Didier Eribon, Anagrama, 2001.
29 1999, inédito.
30 Es interesante el hecho de que Freud estaba a favor del uso de términos científicos en la práctica analítica, polemizando con Ferenczi que señalaba que había que pasar por las palabras obscenas.