La vejez y la muerte
Célica Cuello
Presentación
Las palabras que siguen son el resultado de una reflexión acerca del
envejecimiento y su relación con la muerte, en una época realmente difícil, porque
parecería que en nuestro universo cultural todo apuntara a la "juvenilización"
permanente. Como en cualquier proceso humano, identificar una explicación última resulta
falaz e inconducente, porque hoy más que nunca, la idea de policausalidad de los
fenómenos nos abre la posibilidad de replantearnos cuestiones en apariencia cerradas.
Creo que el hedonismo de estos tiempos, no es pernicioso en sí mismo; por un lado los
avances científicos que difieren la llegada de la vejez permiten llevar una existencia
más activa y el despliegue de muchas energías creativas, pero por otro se devalúa
constantemente lo viejo y los viejos.
Paradoja del nuevo milenio: mejorar las expectativas de futuro, alargando la vida, pero
otorgándole un lugar marginal a quienes lo logran.
Estas reflexiones pretenden dar cuenta de las ideas que mediante la lectura, pero sobre
todo el intercambio y el despliegue de interrogantes en ocasión de los sucesivos
encuentros en el curso que dictara en su oportunidad, Dr. E.. Korovsky y col. (1), pude
plantearme.
La vejez y la muerte
La vejez despierta miedo. Se asocia a ella la idea del deterioro y la
muerte. Este temor carente de "función realista" (2), opera en el sentido de
negar y por lo tanto mantener en el desconocimiento el proceso evolutivo
natural del sujeto humano. Algunos autores del Río de la Plata han analizado los
prejuicios subyacentes, que sustentan las actitudes de distanciamiento y segregación que
se desprenden de estas creencias.
No obstante la muerte, sigue silenciada en el discurso, y el tema a nuestro parecer
es tratado por la filosofía, la religión y el arte, más que por la psicología y
el psicoanálisis.
Este comportamiento es de algún modo normal para nuestra cultura, donde el
mito de la eterna juventud obtura la aceptación del paso del tiempo, que equivale a decir
la vida misma. Asistimos a un bombardeo permanente de imágenes acompañadas
de palabras, instándonos a transformar el cuerpo en objeto de un culto obsesivo. Ser
bellos, exitosos y siempre jóvenes es casi el paradigma de felicidad en nuestra vida
cotidiana. Para Lipovetsky (3) se trata de "... una sociedad centrada en la
expansión de las necesidades /.../ que re-ordena la producción y el consumo de masas
bajo la ley de la obsolescencia, de la seducción y de la diversificación."
El ideal de perfección estética ha desplazado drásticamente a otros valores. No es
absurdo que suceda, pues sabemos de los adelantos de la ciencia y la técnica, que
posibilitaron el aumento de la esperanza de vida.
Esperanza y calidad de vida son nociones diferentes.
Hoy, es posible prolongar la vida y es un hecho notable, que la alta especialización de
la ciencia plasmó. Pero cuando hablamos de la calidad se torna necesario identificar las
distintas dimensiones y sentidos posibles. La expresión se crea asociada al concepto de
calidad total en las empresas, vinculada a la obtención de un producto óptimo y se
aplica en el ámbito del trabajo terapéutico. Nuestra tarea, que requiere de la
permanente atención de la propia subjetividad en ocasión de la presencia del otro,
necesita revisar estas nociones, muchas veces impuestas como principios generales de
cualquier actividad. Con esto quiero significar la importancia del proceso en los diversos
quehaceres.
Verdugo Alonso (4) cita algunos indicadores de la calidad de vida (USA, 1996), a saber:
bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal,
autodeterminación, inclusión social, derechos.
La OMS, asimismo, también propone indicadores estandarizados con el fin de evaluar las
intervenciones que se definen con el objetivo de "mejorar la calidad de vida."
¿Cómo llenar de contenido cada uno de los aspectos mencionados? Y sobre todo ¿cómo
considerarlos en función de nuestro contexto?
Me permití esta digresión para referirme a una expresión que tuve oportunidad de
escuchar (5) y aludía la "calidad de muerte". El autor toma conciencia de sus
propios temores y fantasías en torno a la muerte, para elaborar una modalidad de trabajo
que permita afrontar y aceptar en las personas viejas esta experiencia inefable. Desde una
concepción psicoanalítica analiza los distintos niveles de contacto que los niños y
jóvenes tienen con la idea. Creo pertinente citar aquí un ejemplo compartido por él
"... la pregunta de un hijo al padre al enterarse de la muerte del abuelo: - ¿Quién
lo mató, papá?."
En la medida en que el morir ya no sucede en la propia casa, nos vamos despojando de la
muerte natural como hecho cotidiano y entonces se asimila a la triste consecuencia de un
acto violento, a lo dramático, o al resultado de la lucha de los malos contra los
buenos y viceversa.
La propia palabra está connotada de cierta opacidad, es una experiencia de la que no
poseemos relato, está en el registro de "lo innombrable" (6), "Freud
destacó el hecho de que nuestra muerte no nos es representable, frente a ella somos
siempre espectadores." También afirmó que no existen diferencias entre la vivencia
subjetiva del hombre primitivo y el actual, ya que para ambos este hecho es
"inimaginable e irreal".
Para Khan (7) "la gente muere y está muerta. Pero la muerte es infinita. A la muerte
se le han pintado los rasgos más macabros y extraños: no obstante la muerte está más
allá de todo lo que se imagine. Los seres humanos no pueden imaginar lo que no ha estado
en la experiencia vivida de nadie. Combinamos imágenes vivientes y declaramos que tienen
el semblante de la muerte. No es así, son mentiras sobre el morir y la muerte elaboradas
por los que viven. La muerte permanece silenciosa y perceptiblemente invisible. La espera*
nos involucra con anuncios de la muerte, o por lo menos así lo pensamos."
*"
Cioran (El Aciago Demiurgo) confesaba: "Mi razón se tambalea ante todo lo que debe llegar. No es lo que me espera, es la espera en sí, es la inminencia como tal, todo lo que me roe y me espanta. Para hallar un simulacro de paz necesito aferrarme a un tiempo sin mañana, a un tiempo decapitado", citado por Silva García, Mario ("La gran desconocida", Revista Relaciones Nº 128/129, Montevideo enero-febrero de 1995)
La vida, la muerte, la escucha
"...¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue al fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino Olvido
ser para siempre; pero no haber sido."
Borges, "Los Enigmas" (en El otro, el Mismo) [1964]
"¿Qué es vivir?
Heráclito decía: Morir de vida, vivir de muerte. Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son remplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de nuestra descomposición y para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más."
Edgar Morin, "Amor, poesía, sabiduría" [1998]
Estas palabras me conducen a diferentes nociones, vinculadas al proceso
de envejecer. Desde la biología, en última instancia a partir de la concepción misma
los organismos necesitan envejecer para vivir. En el interjuego de lo se adquiere,
integra, asimila y pierde radica la idea misma de desarrollo. La vida cobra sentido en su
relación con la muerte.
A nivel del funcionamiento psíquico hablamos de duelo entendiéndolo como
dispositivo normal de los sujetos para hacer frente a sus distintas pérdidas que
permite la elaboración de los sucesivos cambios inherentes a la vida.
Descubrirse viejo, para algunas personas puede ser el desencadenante de una
crisis. Crisis, vinculada etimológicamente a la patología es una "mutación grave
que sobreviene en una enfermedad para mejoría o empeoramiento", también se entiende
como "un momento decisivo en un asunto de importancia." (8)
El sujeto que ha entrado en la vejez asistió y asiste a numerosas pérdidas: sus padres
ergo, el lugar de hijo -, el cuerpo de la mediana edad (y concomitantemente la
adquisición de una nueva representación de sí, esquema e imagen corporal), el rol de
trabajador para ingresar en la categoría peyorativizada de pasivo. (El
lugar ocupado en la cadena productiva es condición para la valoración social, su
pérdida, puede favorecer el despliegue de aspectos profundamente depresivos. Jubilarse es
un hecho crucial en la vida de las personas y la desvinculación laboral cobrará diversos
significados de acuerdo al sentido subjetivo que cada cual le confirió al trabajo.
Quienes cuentan con recursos psíquicos que lo anticipen a metabolizar el
cambio, vivirán de modo menos traumático esta etapa y apelarán a la creatividad, en el
sentido de transformar la realidad activamente, conciliando las vivencias penosas).
Sin embargo para todos, la muerte como afirma Salvarezza (9) se
"personaliza", y aunque siga conservando su carácter enigmático y misterioso,
ya no es una abstracción lejana.
La vejez instaura una nueva temporalidad, una medida diferente del tiempo: lo que resta
por hacer, junto a una revisión del proyecto de vida construido en las etapas
anteriores. Silva García (10) dice que "la muerte está enlazada con el tiempo, que
cada momento es una pequeña amortización de una deuda que al final habrá que saldar
íntegra."
La angustia, susceptible de ser intensificada y favorecida por el contexto social adverso,
no encuentra muchas veces un camino adecuado para manifestarse, (la palabra silenciada
puede quedar atrapada en el cuerpo, en numerosas manifestaciones de padecer somático). Si
nuestra escucha de la persona vieja está teñida de escepticismo (nada puede cambiarse
ya) o comprensión (en ocasiones infantilizada, al colocarnos en un
supuesto rol de nietos), contribuiremos en gran medida a estrechar, limitar los sentidos
posibles de su decir.
Encierra una gran complejidad hablar de estos aspectos, pero creo necesario, al menos
enunciarlos, como pre- requisito que favorezca el intento de desprendernos de conceptos
falsamente sustentados
Acercarnos al trabajo con los viejos, - en mi opinión implica: tomar contacto con
el devenir mismo del sujeto, la re- actualización de la propia conflictiva edípica (la
dolorosa aceptación de la sexualidad de nuestros padres) y la proximidad del acto de
morir que si bien no es patrimonio de ninguna "edad" en particular
se patentiza, es decir se pone de manifiesto en este momento del eje evolutivo.
Los obstáculos para una escucha no prejuiciosa (o que al menos procure serlo) se
acrecientan si el profesional ignora sus dificultades personales al respecto.
Dijo Pedro Figari (11) "Todos entienden por igual que el hombre es el único ser de
la naturaleza con derecho a la inmortalidad (...). El anhelo de la inmortalidad es menos
altruista y superior de lo que parece" y encuentro aquí puntos de contacto con
algunos fragmento del discurso pronunciada por Freud (12) ante los miembros de la
organización Bnai Brith, de la cual formó parte. Transcribo entonces, los pasajes
referidos: "Nuestro inconsciente asume la misma posición que el hombre
prehistórico. /.../ Vale decir que lo inconsciente en nosotros no cree en su propia
muerte. Está obligado a comportarse como inmortal" (...) "El miedo a la muerte,
que sufrimos más frecuentemente de lo que sabemos, es una contradicción ilógica de esta
certeza. De cualquier modo no es tan original y nació generalmente de una conciencia de
culpabilidad."
Podríamos considerar entonces que esta angustia es la contra-cara del sentimiento
omnipotente de eternidad y juventud de nuestro inconsciente. Entonces los viejos se
colocan ante la mirada de los que aún no lo somos, como el destino prefijado y funesto,
inexorable, del que es menester tomar distancia mágicamente, olvidando que es tan sólo
cuestión de seguir viviendo.
Conclusión
La muerte debe ser integrada al ciclo de la vida como hecho natural, lo
que no implica despojarse omnipotentemente de los miedos y las interrogantes que el hombre
ha procurado responderse desde los inicios (ya sea mediante al arte, la filosofía o la
especulación religiosa), sino por el contrario, tenerlas presente en nuestro trabajo.
La disposición a la escucha clínica de esta temática implica un desafío, por el alto
monto de angustia que moviliza, pero se torna un requisito ineludible en la tarea con los
viejos. Esta obviamente deberá adecuarse a las características personales
y tendrá como objetivos primordiales acompañar, sostener y ayudar a elaborar la impronta
de la muerte para cada sujeto.
Más que nunca cobran especial validez las palabras de Freud (13), "si vis vitam,
para mortem. Si quieres soportar la vida, prepara la muerte."
NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
Universidad de la República, Facultad de Psicología: Unidad de Formación Permanente para Graduados. Trabajo elaborado en el marco del Curso dictado por el Prof. Dr. Edgardo Korovsky y Ps. David Karp 1998
Bleichmar, Emilce Dío, "Temores y fobias", Gedisa Editorial, Buenos Aires, 1998
Lipovetsky , Gilles, "El imperio de lo efímero", Anagrama Editorial, Barcelona, 1996
Verdugo Alonso, Miguel. Conferencia: "Calidad de vida en personas con discapacidad", pronunciada en la Universidad de Salamanca, marzo de 1998
Schwarcz, Alfredo J. Conferencia: "La difícil tarea de morir", pronunciada en las Primeras Jornadas Internacionales para una Mejor Conciencia Gerontológica", Buenos Aires, mayo de 1998.
Freud, Sigmund, "Nosotros y la muerte", Correo de FEPAL (inédito), en Revista Relaciones N º 134, Montevideo, julio de 1995
Khan, M. Masud. R, "Cuando llegue la primavera", Editorial Paidós, Buenos Aires, 1991
Corominas, Joan, "Breve diccionario etimológico de la lengua castellana", Editorial Gredos, Madrid, 1997
Salvarezza, Leopoldo, "Psicogeriatría", Editorial Paidós, Buenos Aires, 1988
Silva García, Mario, "La gran desconocida", en Revista Relaciones N º 128/129, Montevideo, enero-febrero de 1995
Mozzo, Damián, "Figari y la muerte", en Revista Relaciones N º 158, julio de 1997
Freud, Sigmund, op. cit.
Freud, Sigmund, op. cit.