Fragmentos de "Los fármacos
malditos" (I)
El holograma de las drogas y otros ensayos
Juan E. Fernández Romar.
Psicoterapia y sustancias psicoactivas. (II)
Luego de la Segunda Guerra Mundial sobrevino una época de gran
experimentación bioquímica tanto en EE.UU. como en Europa. La inclusión de
"tranquilizantes mayores" como la clorpromazina o la reserpina en el arsenal
terapéutico de los psiquiatras alentó esperanzas de encontrar soluciones químicas para
las patologías mentales. Si estos tranquilizantes mayores, también llamados
neurolépticos, habían logrado erradicar casi por completo los chalecos de fuerza para el
control y tratamiento de los síndromes maníacos se podía esperar mucho de las nuevas
sustancias psicotrópicas.
A fines de los años 40 y comienzo de los `50 no sólo se ensayaron las posibilidades
terapéuticas del LSD y la psilocibina sino que se creó una modalidad clínica que
levantó una gran polvareda: el narcoanálisis.
Intentando aprovechar las posibilidades del -por entonces idealizado- "suero de la
verdad", se experimentó con diversos pacientes aplicándoles una inyección
intravenosa de productos como el pentotal o el amital sódico, para lograr un estado
"hipnagógico", en el que estuviesen atenuadas las defensas del yo. Una vez
logrado ese estado, el terapeuta comienza a formular preguntas o solicita un régimen de
asociación libre buscando por alguna de estas vías la exteriorización de los conflictos
o el recuerdo de escenas traumáticas. De esta forma tanto el terapeuta como el paciente
intentaban establecer nuevas relaciones entre comportamientos y motivaciones
psicológicas, y entre éstas últimas y los recuerdos dolorosos .
No obstante la práctica del narcoanálisis suscitó una gran cantidad de problemas
judiciales e incluso políticos. Tanto del punto de vista deontológico como de la
eficacia práctica, resultaba indispensable el consentimiento del paciente y una
disposición colaboradora muy alta; más teniendo en cuenta las fantasías persecutorias
que despertaba el ser analizado bajo los efectos de algún "suero de la verdad".
Asimismo se observó que la verdad no siempre emergía y que los pacientes podían revelar
grados muy diferentes de disponibilidad o de resistencia a responder y que en sus
"revelaciones" solían mezclar fantasías con hechos reales desmoronando la
hipótesis de una posible objetividad lograda por vía química.
Del narcoanálisis al LSD
Luego de la publicación de los primeros informes científicos sobre
los efectos del ácido lisérgico, se iniciaron una serie de investigaciones sobre las
propiedades psicotomiméticas de esta sustancia. Al observarse que la misma podía
producir un estado controlable de fluctuación emocional entre la ansiedad depresiva y la
euforia, en el que se incrementaban las asociaciones y los recuerdos, acompañados de
episodios de catarsis y abreacción, se intentaron las primeras experiencias
terapéuticas.
Uno de los primeros ensayos que aparecieron sobre el tema fueron los de A. Busch y W.
Johnson compilados en "La dietilamida del ácido lisérgico como auxiliar en la
psicoterapia", donde alentaban el uso de la droga ya que sus pacientes habían podido
verbalizar contenidos reprimidos durante la intoxicación.
En 1952, C. Savage, otro investigador publicó en una revista de la sociedad de
psiquiatría norteamericana los resultados de un experimento farmacológico. Había
administrado pequeñísimas dosis de LSD regularmente a una vasta serie de pacientes
tratando de usar esta droga como un euforizante para el tratamiento de las depresiones.
Pero los resultados fueron muy magros y evaluó que empleado de esta forma no servía de
mucho.
En 1954, Sandison y colaboradores, comunicaron los resultados de otra experiencia en la
que administraban repetidamente dosis bajas (de 50 a 70 microgramos) a pacientes que
estaban atravesando por una psicoterapéutica de corte psicoanalítico. Por medio del
ácido buscaban fomentar "la irrupción de material inconsciente". A esta
técnica la denominaron terapia psicolítica y apoyados en su propia experiencia clínica
aconsejaban su uso.
En 1957, Osmond introdujo otra línea de trabajo basada en una dosis única y alta de LSD
(200 microgramos o más), buscando producir en el paciente una experiencia tan abrumadora
que le cambiase la vida. Sus primeros intentos fueron con alcohólicos y en algunos casos
lograron resultados sorprendentes en una sola sesión maratónica de diez o más horas.
Fue el inicio de la denominada terapia psicodélica, una forma particularmente breve e
intensa de tratamiento, que requería de un auxiliar de enfermería a disposición del
psiquiatra, y que tenía en cuenta además los estímulos ambientales, buscando un entorno
cómodo, agradable, con música y decorados sugerentes. Basándose en los rituales de la
Iglesia Nativa Norteamericana en los que utilizaban peyote, el terapeuta guía, moldea, y
programa el curso de la sesión, permaneciendo flexiblemente compenetrado con el devenir
emocional de su paciente, dándole seguridad y continentándolo en los momentos de mayor
ansiedad.
Generalmente, la experiencia estaba precedida por una preparación de aproximadamente un
mes en el que el terapeuta buscaba crear un rapport conveniente e intentaba desarrollar en
el paciente un grado elevado de confianza en las perspectivas de ese tratamiento. Del
mismo modo, luego de la sesión con LSD se desarrollaba un tratamiento de apoyo y
reorientación de duración variable.
Uno de los centros de salud donde más se ensayó la terapia psicodélica fue el Hospital
Estatal de Spring Grove, de Baltimore, Maryland. Allí se probó esta modalidad
terapéutica con más de doscientos pacientes con diagnósticos de neurosis y alcoholismo.
En la evaluación final de esta investigación que finalizó en marzo de 1967 (luego de
tres años de aplicación regular de un programa terapéutico) debido a los problemas que
implicaba el uso de sustancias ilegales, su responsable, Albert Kurland, por entonces
Director del Departamento de Higiene Mental del Estado de Maryland, consideró que la
terapia psicodélica resultaba especialmente útil para el abordaje de pacientes
refractarios a otras modalidades de psicoterapia más convencionales. Asimismo señaló
que: "Nos ha impresionado el número relativamente pequeño de secuelas atribuibles a
esta modalidad de tratamiento...Los riesgos de esta forma de tratamiento, cuando está
aplicado por personal adiestrado, no parecen ser ni especiales ni extraordinarios.
En conclusión, debe hacerse hincapié en que no se cree que el LSD posea efectos
benéficos inherentes, o sea que su aplicación sea distinta a la de otras drogas o
agentes quimioterapéuticos y fuera de lo común, muchas de las cuales son irrelevantes a
su empleo terapéutico (la producción de las denominadas alucinaciones, etc.). La
historia del trabajo experimental realizado con este compuesto ha indicado profusamente
que los resultados benéficos no se consiguen solamente con administrarlo; de hecho
resulta bastante claro que sin intención, preparación y cuidado terapéuticos, la
administración de la droga a sujetos humanos resulta definitivamente peligrosa. El
potencial terapéutico del LSD depende fundamentalmente de su capacidad para activar en el
paciente un período de emocionalidad intensa, al mismo tiempo que permite el control, la
dirección y la guía por parte del terapeuta. El propósito y la estructuración
terapéuticos se centran en la secuencia de la experiencia psicológica. Una analogía que
hemos usado algunas veces para tratar de ilustrar el papel del LSD en la terapia es la de
un bisturí en una intervención quirúrgica: el bisturí es útil pero sin el cirujano
hábil no es más que un instrumento peligroso." (1)
Experiencias nacionales
El 26 de agosto de 1964 varios psiquiatras uruguayos (Berta, Duarte,
Severino, Silvera y Gaspar) informaron positivamente sobre una larga serie de experiencias
psicoterapéuticas con enteógenos en el Sexto Congreso Internacional de Psicoterapia
realizado en Londres. En una extensa comunicación científica presentada por el Dr. Juan
P. Severino daban cuenta de varios años de investigaciones en una nueva técnica
fármaco-psicoterápica que estaban desarrollando y a la que habían denominado:
psicolisis dirigida.
En este ensayo resumían un bagaje experiencial de 377 sesiones desarrolladas a lo largo
de cuatro años con 105 casos tratados (57 hombres y 48 mujeres) con una amplia gama de
síntomas y diagnósticos psiquiátricos.
El fundamento técnico lo habían buscado en el "rêve éveillé dirigé" o
"ensueño dirigido" de Robert Desoille *. No obstante, la forma en que
instrumentaban esta técnica difería de las otras técnicas de imaginación dirigida por
el empleo de psicolíticos.
La ensoñación activada se caracterizaba "por una mayor fluidez dinámica de
la corriente imaginaria con numerosos cambios, metamorfosis espontáneas, por una mayor
riqueza cuantitativa y cualitativa de las imágenes y por una aumentada profundidad de las
vivencias con participación vivencial mas estrecha e intensa" (2)
El método empleado era el siguiente. Primeramente, elaboraban una historia personal del
paciente tratando de distinguir una doble lista de estímulos (objetos, seres,
situaciones): los que le procovan ansiedad y angustia y los que le provocan sedación
y tranquilidad. Estos eran luego utilizados para el desarrollo de situaciones imaginarias
durante el ensueño. En ocasiones realizaban un estudio psicológico y le solicitaban
además al paciente, que elaborase por escrito su propia autobiografía, relato que podía
ser complementado en entrevistas clínicas posteriores.
Cuando ingresaban a la etapa del desarrollo de la psicolisis dirigida, lo primero que se
ensayaba era alguna técnica de relajación en algún consultorio con luz ténue, poco
ruido, ambiente templado, posición decúbito dorsal, y con el psicoterapéuta sentado al
lado y de frente al paciente.
Cuando el paciente estaba convenientemente relajado y dispuesto a encarar la experiencia
se le inyectaba por vía parenteral LSD (de 100 a 300 gamas o microgramos, una o dos
ampollas) o bien de 3 a 6 mg de psilocibina, aunque en ocasiones probaron la
administración de ambas drogas. Seguidamente comenzaban con el ensueño dirigido,
proporcionando una situación imaginaria inductora antes de que el psicolítico inicie su
activación.
Este proceso terapéutico exigía entrevistas semanales, intercalando la psicolisis
dirigida entre dos sesiones destinadas a reflexionar sobre la experiencia vivida.
Normalmente, las sesiones de ensueño psicolítico duraban más que las otras, de 2 a 3
horas, y se realizaba un promedio de dos rêveries por sesión.
Este equipo de investigación se permitió también utilizar una gran variedad de recursos
psicoterapéuticos además del citado ensueño dirigido; incorporando según las
necesidades del caso, técnicas psicodramáticas; técnicas conductistas como las llamadas
respuestas de relajación de Wolpe (entrenando al paciente en una relajación
psico-física cuando evoca situaciones imaginarias angustiantes); y estrategias
psicoanalíticas de análisis de los contenidos inconscientes emergentes (aunque no
tomaban en cuenta ni analizaban la transferencia), entre muchas otras.
Las valoraciones que realizaron sobre esta extensa investigación fueron francamente
positivas. "En casos de toxicomanías, neurosis de carácter, personalidades
psicopáticas, neurosis obsesiva, la técnica psicolítica dirigida ha permitido una
acción decisiva e inmediata, incluso en sujetos donde otras técnicas y tratamientos
biológicos habían fracasado y no era posible su reanudación."(3)
Curiosamente no encontraron ningún tipo de inconveniente que condicionara su aplicación.
"No hemos encontrado ninguna contraindicación especial para la aplicación del
tratamiento psicolítico dirigido. Lo empleamos incluso en sujetos epilépticos (con
E.E.G. anormal) sin que podamos señalar accidentes somáticos o psíquicos. Nunca se
empleó el Largactil, como antídoto, por vía parenteral, a pesar de la dosis
corrientemente empleadas y que se consideran medianas y fuertes." (4)
Las causas de su prohibición
Tal como han señalado tanto Kurland como este equipo de investigadores
uruguayos, las reacciones adversas en experiencias terapéuticas bajo supervisión
profesional han sido siempre mínimas. Según el Dr. Donald Louria de la Universidad de
Harvard, la tasa de reacciones adversas computadas en tratamientos terapéuticos nunca han
superado el ínfimo 0,08%
No obstante, en los informes que le llegaron al Congreso de los EE.UU. y que determinaron
finalmente la prohibición de esta sustancia, se hacía especial énfasis en las
reacciones adversas que generaba el LSD consumido sin vigilancia médica. Estos informes
particularmente alarmantes se basaban principalmente en estudios epidemiológicos a nivel
hospitalario de pacientes ingresados por descompensaciones originadas por el consumo de
LSD. Además de las esperables reacciones esquizofrénicas generadas en consumidores
ocasionales, y de diversos casos de suicidio bajo sus efectos, se agregaba en el gran
rubro de reacciones adversas, a niños que habían ingerido accidentalmente LSD, a
personas que manifestaban "conductas antisociales" (sin aclarar cuáles eran
éstas), e incluso a personas que bajo los efectos de la droga exteriorizaban de algún
modo algún deseo homosexual. Categorías de discutible importancia y de gran contenido
ideológico que colaboraron en la decisión de prohibir la producción legal de esta
sustancia.
Sin embargo, tiempo después se supo que luego de ser prohibido, el LSD pasó a manos de
militares que experimentaron largamente con él para finalmente incluirlo en su lista de
armas estratégicas.
Citas y comentarios:
* Ensueño dirigido: Técnica que tiene como finalidad la intervención
en el psiquismo mediante una transformación simbólica.
Acostado en una semioscuridad, la persona es invitada a ponerse en un estado de
relajación. Se parte de una imagen de un sueño nocturno o de alguna que haya surgido en
la sesión anterior y se le propone al paciente moverse en ese espacio imaginario. El
terapeuta anota las asociaciones y emociones despertadas. Por su parte el paciente se
esfuerza por interpretar estas asociaciones y por reflexionar sobre lo que ocurre.
Otras técnicas similares, emparentadas con ésta son muy usadas en terapias grupales y se
las conoce como visualizaciones.)
1) El potencial terapéutico del LSD en medicina, por Albert Kurland, transcripto en la compilación LSD: Individuo y sociedad, de De Bold y Leaf, Ed. Cuadernos de Joaquím Mortiz, México, 1970, págs.33 y 34.
2) Psicolisis dirigida por Berta, Duarte, Severino, y otros, Edición a cargo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, Montevideo, 1965, pág. 7.
3 y 4) Idem. págs. 26.
Otra bibliografía consultada:
De Bold y Leaf; LSD: Individuo y sociedad, , Ed. Cuadernos de Joaquím Mortiz, México, 1970.
Fages J., Historia del psicoanálisis después de Freud, Ed. Martínez Roca S.A., Barcelona, 1979.
Kennedy N., Efectos clínicos de las drogas psicoactivas: ¿dañinas o terapéuticas?, artículo compilado en Las adicciones: dimensión, impacto, y perspectivas, Ed. El Manual Moderno, México, D.F., 1994.
Nowlis H., La verdad sobre las drogas, Ed. Unesco, París, 1975.
Zehentbauer J. , Drogas endógenas: Las drogas que produce nuestro cerebro, Ed. Obelisco, Barcelona, 1995.
Sustancias psicoactivas y literatura (III)
Las sustancias psicotrópicas están presentes en los primeros
registros escritos que se conocen dando cuenta de la importancia que le otorgaban a éstas
las culturas antiguas. Hace más de 3000 años, el Papiro Terapéutico de Tebas, uno de
los registros escritos más antiguos, aludía al uso del opio.
En el mismo sentido, desde 1968, gracias a Gordon Wasson, también sabemos que el soma,
aquella planta milagrosa de los dioses, adorada por los arios que invadieron el valle del
Indo hace 3.500 años, y celebrada extensamente el los Vedas (textos básicos del
hinduismo moderno) era justamente un hongo alucinógeno. Asimismo, Homero y Virgilio
legaron múltiples referencias a sustancias psicoactivas y en particular del opio.
Expertos en etnobotánica como Peter Furst explican la barroca imaginería medieval de
pintores y escritores que describían los tormentos infernales como un resultado de la
ingestión involuntaria de cornezuelo de centeno, un hongo inferior que ataca a las
plantas gramíneas y en particular el centeno. Este hongo que produce compuestos
alucinógenos similares al LSD fue responsable de una enfermedad por intoxicación,
denominada ergotismo, que adquirió dimensiones epidémicas en Europa en distintos
momentos entre los siglos XI y XIX.
En el mundo europeo luego del descubrimiento de América, si descartamos el alcohol (la
droga más extendida y de mayor impacto cultural), encontramos que el opio fue el que
concitó la mayor atención de los escritores.
El primer cultor célebre del consumo de opio fue el dramaturgo inglés Thomas Shadwell
(1642-1692) aunque recién un siglo después se tornó significativo su influencia en la
literatura.
En el siglo XIX, Thomas de Quincey (1785-1859) conmovió al público europeo con una obra
en la que documentó el uso del opio y las peculiaridades de los ambientes en que se lo
consumía, Las confesiones de un inglés comedor de opio (1821). Libro que dividió las
aguas entre admiradores y detractores moralistas, determinando además que se lo
considerase un "escritor maldito" y el "Papa de la Iglesia del Opio".
La edición inglesa llegó rápidamente a Francia e interesó particularmente a los poetas
Alfred de Musset y Charles Baudelaire. Alfred de Musset se abocó enseguida a su
traducción pero prefirió tímidamente firmar con sus iniciales su trabajo.
Baudelaire, entusiasmado con la obra de Quincey, tomó como referencia Las confesiones...
y otro menos conocido Suspiria de profundis, y redactó un par de ensayos sobre la
experiencia psicodélica donde incluía un análisis de los efectos del haschich. Debido
al éxito de estos ensayos, el editor de Las flores del mal, le propuso a Baudelaire
publicar ambos en un sólo texto que salieron de prensa en 1960 bajo el título de Los
paraísos artificiales.
Baudelaire era un buen conocedor de esta temática. En 1843, al ser declarado mayor de
edad, se mudó al hotel Pimodan, el cuartel general de un club de consumidores de haschich
capitaneados por el poeta Teóphile Gautier, quien le prologó la tercera edición de su
obra mayor Las flores del mal.
No obstante, Baudelaire siempre mantuvo una actitud de cierta reserva moral con respecto
al consumo indiscriminado de psicotrópicos.
La lista de escritores anteriores al presente siglo que en algún momento experimentaron
con haschich o con opio es muy extensa e incluye entre muchos otros de menor jerarquía
artística a Poe, Percy Shelley, Rimbaud, Oscar Wilde, Lord Byron, William Blake, e
Elizabeth Barret Browning.
En 1916, en medio de la primer Guerra Mundial, el poeta Tristan Tzara, el dramaturgo Hugo
Ball, y otros inauguraron en el barrio antiguo de Zurich el legendario Cabaret Voltaire,
cuna del movimiento dadaísta, lugar de preferencia para muchos consumidores de opiáceos.
Sustancias que interesaron a muchos surrealistas como el poeta Antonin Artaud o la gran
documentalista de esa época, Anaïs Nin.
La experimentación psicodélica cobró una nueva dimensión literaria con la llamada
generación beat que fuera emblematizada por Allen Ginsberg, William Borroughs, y Jack
Kerouac. Trío que junto a Neil Cassidy configuró una usina creativa tan afecta a la
investigación como a los excesos. "Mis pensamientos se orientan hacia el delito, son
increíbles viajes de exploración, expresión en términos de acto extremo, de un exceso
de sentimiento o de conducta que logre resquebrajar las pautas humanas" escribió
Ginsberg, poeta que a comienzos de los 50 ayudó a William Borroughs a difundir en
Occidente las propiedades de la ayahuasca. En sus Cartas del yajé Borroughs dio cuenta de
su periplo sudamericano en busca de ese potente enteógeno. Sustancia que en 1991 sería
tomada nuevamente como fuente de inspiración por el poeta argentino Néstor Perlongher,
quien escribió su poemario neobarroco Aguas aéreas bajo los efectos de esa exótica
liana psicoactiva.
Los beatniks no sólo experimentaron con todas las drogas que existían en el mercado
americano de entonces sino que salieron por el mundo en busca de las plantas sagradas de
los indígenas inaugurando una pesquisa hasta entonces reservada a los científicos.
Pero cabe aclarar que ese movimiento de búsqueda e indagación con sustancias
psicodélicas no fue patrimonio exclusivo de los beatniks, un escritor mucho mayor que
ellos llamado Aldous Huxley publicó a los 60 años Las puertas de la percepción. Cielo e
infierno, libro que marcó a fuego a la generación posterior, los hippies.
Otro célebre escritor americano vinculado estrechamente a los alucinógenos fue Ken
Kesey, quien durante un tiempo se prestó para experimentos científicos y de esta forma
descubrió los efectos del LSD. Su libró más famoso Alguien voló sobre el nido del cuco
fue escrito parcialmente bajo los efectos de la psilocibina, la mescalina, y el LSD.
A fines de los 60 el uso social de alucinógenos creció enormemente influyendo en forma
directa o indirecta a una gran cantidad de escritores en todo el mundo que comenzaron a
tematizar de una u otra forma su consumo. Paralelamente la mercantilización furiosa y
clandestina de los agentes psicoactivos, y el aumento de la criminalidad que ha rodeado su
comercio, ha acentuado aún más el dilema sobre el uso de psicotrópicos. Sustancias que
pueden ser tanto las llaves a un mundo inexplorado como la contraseña de ingreso al
infierno.
Ayahuasca: La liana de los sueños (IV)
En 1851, el explorador inglés Richard Spruce, que contaba con una
buena formación en botánica, descubrió que los indios tukanos del Vaupés en Brasil,
consumían con fines religiosos una liana a la que llamaban "caapi". Al estudiar
la planta en cuestión, Spruce se percató de que se trataba de una especie de Banisteria
que hasta ese momento no había sido clasificada. Incluso tomó muestras de la liana
esperando poder realizar algún estudio químico que nunca se concretó. De hecho, el
análisis de la planta debió esperar más de un siglo concretándose recién en 1969.
Ese análisis cualitativo y otros estudios posteriores permitieron identificar los
alcaloides de la Banisteriopsis, los betacarbolinos: harmina, harmalina, y
tetrahidro-harmina. Los bioquímicos también aportaron respuestas al por qué las
culturas ayahuasqueras suelen complementar la preparación de su poción de liana con
alguna otra planta.
Aunque hay una gran variedad de combinaciones posibles de plantas complementarias en la
preparación, las aditivas más comunes son la Psychotrya viridis, anteriormente citada, y
una planta malpighiacea Diplopterys cabrereana. El elemento común entre ambas es que las
dos contienen triptaminas, sustancias psicoactivas al ser ingeridas oralmente.
Cuando cualquiera de estas plantas aditivas son mezcladas con la Banisteriopsis se
potencia sensiblemente el efecto del preparado. Este hecho configura una auténtica proeza
farmacológica dado que se trata de una combinación eficiente de plantas, que no crecen
juntas, y que se integran a un ecosistema compuesto por más de 80.000 especies diferentes
de vegetales.
No obstante, no todo es química en el mundo de los ayahuasqueros americanos. Algunos
chamanes contemporáneos suelen incorporar a sus pócimas otros elementos que sólo
cuentan con un determindado valor simbólico. Luis Eduardo Luna, suele comentar cómo se
sorprendió al ver a un chamán colombiano que agregaba una pizca de ácido de una
batería de auto a su preparación de ayahuasca con el fin de agregarle algo del
"poder" de un vehículo motorizado. Pero volvamos a Spruce.
Nombres y taxonomías
En un viaje posterior por los Andes ecuatorianos, Spruce constató que
los Záparos consumían una pócima extraña denominada "ayahuasca" elaborada de
la misma forma que el "caapi" que había visto en Vaupés. Investigadores
posteriores que descubrieron una gran variedad de denominaciones regionales para el mismo
preparado.
La misma fórmula usada con fines similares puede ser encontrada tanto en el oeste y
sudoeste amazónico de Bolivia, Colombia, Brasil, Ecuador, o Perú, como en la zona del
Pacífico de Ecuador y Colombia. Sus nombres pueden variar mucho, siendo llamada ayahuasca
en Perú y Ecuador; yajé o pindé en Colombia; caapi en Brasil y en algunas regiones de
Colombia; natema (o natém) en ciertas zonas de Ecuador; o bien Santo Daime, en diversas
zonas de Brasil, ya que se trata de la versión sacramental de una religión sincrética
nacida en el estado del Acre (Brasil), que ha logrado extenderse dentro y fuera de
fronteras, y que cobró forma doctrinaria a través de las enseñanzas de Raimundo Irineu
Serra y Sebastián Mota de Melo.
Para los nativos del Amazonas existen diversas variedades de ayahuasca aunque el botánico
occidental las encuentre indistinguibles entre sí. Las taxonomías indígenas difieren
sustancialmente de las occidentales. Para ellos, una variedad no sólo se reconoce por la
forma sino por su edad, su potencia psicoactiva, o por el lugar en que se encuentra, entre
otras variables.
Prácticas oraculares y vómitos terapéuticos
La primera referencia édita sobre la ayahuasca o yajé apareció en
1858, en un texto ecuatoriano de geografía, en donde se citaba el uso de una droga
preparada por los Záparo y otras tribus del río Napo con los más diversos fines. De
acuerdo a ese informe escrito por un tal Villavicencio, los indios utilizaban esa
sustancia para predecir oracularmente futuros sucesos, para tomar decisiones políticas
adecuadas en casos de crisis o peligro, para lograr ciertos fines medicinales, para
entablar amistad con otras tribus, o bien para ganarse el amor de una mujer.
La variedad de fines que los diferentes pueblos le otorgan a la intoxicación deliberada
con ayahuasca, asombra; más teniendo en cuenta que nunca configura una situación
plenamente placentera ni una instancia lúdica de divertimento.
Los efectos fisiólogicos más comunes de la ingestión de cualquier preparado en base a
Banisteriopsis son nauseas, vómitos, y diarreas. Asimismo, el consumo de cualquiera de
estas bebidas origina habitualmente una serie de vivencias de gran dramatismo debido a la
emergencia de torrenciales contenidos inconscientes.
Incluso hay pueblos como los shuar, integrantes de la gran familia jibaroana (conocidos
vulgarmente como jíbaros) que consumen con gran frecuencia natém en un ambiente familiar
como práctica higiénica, procurándose así un vómito terapéutico.
El cabeza de familia suele preparar de madrugada una gran ración de ayahuasca muy diluida
y sin plantas aditivas que es distribuida entre todos los integrantes de la familia para
organizar una gran sesión familiar de vómitos. De esta forma se preparan para afrontar
con el mejor ánimo posible y con la mejor disposición física un día especial. Asimismo
la usan para resolver conflictos familiares.
Cuando se presentan tensiones intrafamiliares de particular intensidad y difícil
desenlace, la práctica del vómito colectivo configura una solución y no un castigo.
El retorno al útero primigenio.
Los shuar, ese pueblo cazador-recolector que habita el bosque húmedo
de la amazonia ecuatoriana, es uno de los pueblos que más consumen sustancias
enteógenas. Tradicionalmente, los shuar suministran a sus recién nacidos ayahuasca para
que desde la cuna aprendan a distinguir entre el engañoso mundo irreal de la materialidad
y el auténtico mundo de las visiones.
Más tarde las madres volverán a suministrar otro enteógeno a sus bebés de siete meses
para estimular el desarrollo y ayudarlos a aprender a caminar.
En la etapa de la prepubertad, los niños son invitados por el patriarca de su familia un
ritual que incluye el consumo de algún enteógeno para que de esta forma -mediante las
visiones inducidas por la sustancia en cuestión- el chico intente vislumbrar su destino,
su suerte en la vida.
Con respecto a los contenidos de las visiones inducidas por la ayahuasca hay tantas
versiones como culturas. Según el antropólogo Luna, la experiencia visionaria con la
ayahuasca es una forma de confirmar los mitos culturales, experimentándolos con un
realismo inédito. Por eso cada pueblo o grupo cultural suele encontrar en la experiencia
enteógena con ayahuasca revelaciones de sus figuras religiosas más destacadas.
Los tukano del río Vaupés de Colombia conciben la experiencia con ayahuasca como una
experiencia de muerte y un retorno al gran útero original. "Los tukano creen que al
estar dentro del útero están más allá de la Vía Láctea, el lugar del que vinieron
sus antepasados en una canoa conducida por una serpiente anaconda acompañada de un hombre
y una mujer, la planta de la tapioca, la planta de la coca y la planta caapi." (4)
Para los tukano como para los shuars la posibilidad de tener visiones depende de la
necesidad real de orientación en la vida. Josep Fericgla se ha encargado de dejar bien
claro este aspecto: "Si alguien consume natém sin ningún objeto vinculado a un
menester serio o importante para él o ella, lo más probable es que no tenga visiones. A
lo largo de mi experiencia he podido verificar que realmente sucedía algo en este
sentido: en la campaña del verano de 1992 han participado un psiquiatra, un
etnomusicólogo, una ayudante y yo mismo. Las veces en que alguno de nosotros ha consumido
para probar o para que los demás le hiciéramos los electroencefalogramas como grupo
autoexperimental, casi nunca han habido visiones. Contrariamente, cuando se ha planteado
algún problema dentro de la campaña, o alguno de nosotros ha orientado su ingestión
hacia algún tema que le requería realmente una decisión más o menos grave, han
aparecido las visiones." (5)
De acuerdo con las crónicas de la mayoría de investigadores, las experiencias de vuelo
aéreo bajo los efectos de la ayahuasca, esa percepción de estar sobrevolando el espacio,
configura junto con la observación de figuras geométricas de gran complejidad y colores
brillantes dos de los efectos psicodélicos más comunes a la ingestión de los preparados
de Banisteriopsis. Esta experiencia de "vuelo chamánico"(6) es interpretada por
los jíbaros y otros indios de Ecuador y Perú como la separación efectiva del alma, la
cual emprende vuelo hacia la "morada de la muerte" en busca de sus antepasados
fallecidos, con los que en ocasiones consigue establecer contacto.
Al terminar la experiencia, el retorno al estado ordinario de percepción es interpretado
consecuentemente como el retorno del alma a su receptáculo de carne y hueso, luego de
haberse internado en un universo de misterios y de haber participado de esos secretos.
Citas y bibliografía consultada:
1) El campo virgen en la investigación de las plantas psicoactivas de R.E. Schultes, correspondiente a la compilación Plantas, Chamanismo, y Estados de Consciencia realizada por Josep Ma. Fericgla, Ed. La liebre de marzo, Barcelona, 1994, pág. 73.
2) ¿Alucinógenos o adapatógenos inespecíficos? de J.M. Fericgla, correspondiente a la compilación Plantas, Chamanismo, y Estados de Consciencia realizada por Josep Ma. Fericgla, Ed. La liebre de marzo, Barcelona, 1994, pág. 244.
3) El término chamán proviene de los tungus de Siberia y puede según algunos investigadores estar relacionado con el término hindú samana, monje.
En 1951, Mircea Eliade publicó un libro que generó gran impacto en
diferentes ámbitos de la cultura: "El chamanismo y las formas arcaicas del
éxtasis" En este se demostraba que el chamanismo era un fenómeno de alcance
universal.
Curiosamente, las prácticas chamanísticas chinas, japonesas, australianas y las
americanas revelan múltiples puntos de contacto, compartiendo muchas temáticas y
prácticas.
El chamán suele actuar como como intermediario entre diferentes niveles de realidad y
como conductor de almas . Mediante ciertos rituales que pueden conllevar el consumo de
sustancias psicotrópicas entra en trance para así poder "viajar al mundo celestial
o bien al submundo subterráneo" donde persigue respuestas o mensajes para su pueblo.
En las prácticas siberianas, los chamanes dicen ascender a través de diferentes cielos
para recibir mensajes del Creador supremo.
Estando en trance, los chamanes creen volar cubriendo grandes distancias y en ocasiones
pueden caminar sobre el fuego sin quemarse.
Para ojos occidentales y urbanos, los chamanes configuran un mezcla de sacerdote, poeta,
mago, y curandero.
Aunque los chamanes suelen ser varones, en algunas tribus ese rol puede ser desempeñado
por mujeres. Entre los igorot de las montañas de Luzón, en las Filipinas, es posible
encontrar mujeres-chamanes llamadas aniteras.
La vida religiosa de una comunidad se centra en su chamán como mediador entre ella y sus
dioses, como escolta de las almas de los muertos, o bien como sanador de los vivos.
La paulatina complejización de las sociedades condujo a que las prácticas chamanísticas
arcaicas se fragmentasen en una gran variedad de artes y oficios, siendo los chamanes
reemplazados por herreros, magos, astrólogos, sacerdotes, poetas, filósofos, y
curanderos.
Ayahuasca visions, de Luis E. Luna y Pablo Amaringo, Ed. North Atlantic Books, Berkeley,
California, 1991.
Historia de las drogas de A. Escohotado, Ed. Alianza, Madrid, 1996.
El manjar de los dioses de Terence Mckenna, Ed. Paidós-Contextos, Buenos Aires, 1993.
Diccionario de la mente y el espíritu de Donald Watson, Emecé Editores, Buenos Aires,
1997.
Ayahuasca, de Alex P. de Alverga, Ed. Obelisco, Barcelona 1994.
Notas:
(I) Los Fármacos Malditos, Nordan, Montevideo, 2001.
(II) Apéndice 1. "Experimentos psicoterapeuticos" Págs.135-141.
(III) Apéndice 4. "Sustancias psicoactivas y literatura". Págs. 177-179.
(IV) Apéndice 6. ""Ayahuasca: La liana de los sueños". Págs 185-189.