Recuerdos de cine y variaciones sobre notas al pie.
Lisa Block de Behar.

 

Un implicite corrélat pessimiste suggère que le cinéma ne peut pas tout dire: ainsi, on pense souvent au film comme s'il était encore -dans tous les sens du mot-muet.

                                                                                                                Christian Metz

                                        El cine de mis recuerdos es mudo.

                                                                                        Felisberto Hernández

 

Hace ya dos décadas, cuando la teoría defendía las definiciones, cuando todavía parecían definitivas, la ficción de Felisberto Hernández me había interesado para observar "los límites del narrador" (1). Ahora, cuando los límites y las funciones parecen menos inevitables, cuando el rigor de métodos y sistemas fuertes se someten a fueros de invención intelectual discutible, trataré de orientar la observación de su obra en otro sentido, tal vez en sentido contrario.
¿Por qué, después de interpretaciones y enumeraciones, de trabajos de tesis y de síntesis, la ficción de Felisberto sigue perturbando? Todavía es difícil explicar cierta incomodidad que la frecuentación de sus textos no ha superado y evitar el desasosiego por medio de categorizaciones genéricas, prolijas, que suelen disimularlo enrolándolo en rubros fantásticos, intentando normalizar la inquietud de sus misterios, más que insondables, rutinarios. Me pregunto aún cómo abordar un "orden del discurso" que cifra en el desorden una de sus claves. Ya se han tratado casi todos sus temas, se han transitado casi todos sus temores y, sin embargo, como si fallara o sobrara una pieza, el puzzle no termina de ajustarse, el juego no hace juego, algo así como ocurre con la descripción que no puede agotar lo que describe, "il y aura toujours un coin, un détail, une inflexion d'espace ou de couleur à rapporter" (2). Tal vez sea necesario afirmar una vez más la remota y consabida rivalidad entre ver y describir, la indecisa co-acción de lo que se muestra y lo que se dice, la contienda entre los sentidos y el sentido, esa vieja disputa hoy a punto de conciliación, la que mantiene el discurso de Felisberto en discusión.
En sus cuentos, como en "El acomodador", va iluminando con luz propia -como quien dijera, con luz mala- sus distintos puntos de vista "a través de puertas entreabiertas"; el narrador hace explícita su función discursiva y sus accidentes: sus dudas, sus distracciones, sus tropiezos y lagunas; más de una vez anota sus dificultades filosóficas y gramaticales: "Alguien me dijo '-Ud. no sabe escribir bien'. Entonces empecé a estudiar gramática. Quise comprender el verbo. Parecía que fuera nada más que acción; pero uno hace el verbo aunque esté quieto y aunque esté muerto."(3) No hay duda: el verbo cuenta y el narrador hace constar, hace constante, su recurrencia a verbos de decir, de pensar, de recordar, de sentir, verbos a los que la tradición crítica ha denominado "verbos prismáticos"(4) o de "refracción"(5) y no es raro que estos verba dicendi o, según Christian Metz, en términos más precisos, verbos declarativos (6), sean identificados con denominaciones figuradas procedentes del campo de la visión.
Es esta fusión de ver y decir -en la palabra, en la figura, en la imagen- la que requiere la mayor atención, tanto en la obra de Felisberto como ahora, en la actualidad mediática, aunque ya perdida la fe perceptiva. El narrador dice que ve, dice que sueña, dice que recuerda, dice que piensa, dice que cuenta y de esa manera apropia todas sus impresiones al acontecimiento de la dicción: el texto se dobla como se pliega un tejido; aunque plisado -tout pli vient d'un pli (7) - explica: expone y esconde; quien dice que dice refuerza la duplicidad de la palabra marcando la distancia que lo separa de un exterior presuntamente supuesto donde queda encerrado afuera y atento, en cambio, a una interioridad de donde sale, contradictoriamente, en busca de recuerdos revisados por vías de visibilidad variable.
Por esa fuga ambivalente hacia un fondo que es puro interior, intimidado por la vaguedad de un "théatre des ombres", el ojo penetra la intimidad en penumbra. El recuerdo no es nítido, el acceso inseguro, se anda a tientas como en la oscuridad de una sala de cine con temor de tropezar, de interrumpir, de no ver o impedir ver. El ojo no divisa y divide, no puede sustraerse a las restricciones de los espacios estancos, observa una jurisdicción territorial separándola del resto, fracturando partes que tienden a desagregarse y a aclararse, solo en parte: "tout se passe comme si une cloison invisible mais étanche les maintenait totalement isolés." (8). Como en una épokhê distinta, separada por un corte o dos, el discurso queda entre paréntesis.
En el cine no es fácil imaginar el uso de paréntesis. El texto de Felisberto los exhibe a su manera, aclarando apenas, como con la luz oblicua de una linterna, que no termina de aclarar. Su narrador suele abrir paréntesis, pero como si fuera uno solo de un par , el primero. Instala un margen de interioridad, marca una abertura a fin de deslizar la visibilidad hacia un recinto intersticial, dejando huecos en la escritura por donde se precipita el vértigo de la evocación, que no termina, se mantiene en suspenso; un precipicio textual solo por un paréntesis que se abre y no se cierra, por una aclaración que se insinúa y no se produce. A incisos (como quiebras) inconclusos (otras quiebras), esos recursos verbales y tipográficos que el cine desconoce, producen un intervalo momentáneo sin dar por terminada la fisura indecisa de una digresión; en ese lapso, la voz susurra con discreción de interior -¿quién se atrevería a hablar en el cine?- musitando como si se cuidara a un enfermo mientras se corren los visillos de una puerta de cristales, casi en secreto.

 

Una imaginación verbal visual.-

Si el autor suele delegar en el narrador la articulación de acciones y nexos de coherencia, el dilema de Felisberto o de su lector, más bien, es el de quien se debate entre lenguajes de conexiones dispares. Cuenta sobre un cine donde el narrador no aparece, un hombre invisible que describe los acontecimientos como si presentara imágenes en una pantalla que lo oculta. Las formas verbales no logran atajar los desbordes visuales de demasiados recuerdos ni redondear la agudeza de distracciones inesperadas. La apariencia de los objetos es poco nítida, arrinconados en ángulos de penumbra donde incide una luz filtrada como a través de un vidrio ahumado, ni transparente ni opaco, con cortes, biselado. Expuestos a (o en) la fragilidad de las vitrinas, que abundan en las salas descritas de sus narraciones, más que una transparencia, revelan una trans-apariencia espectral. Fuera del organismo y su vida, in vitro, el recuerdo queda en registro, un record, un objeto, en ambos casos. Impresiona esa condición contradictoria del vidrio, una fragilidad que protege con facilidad o una protección que se fractura; se puede ver de las dos maneras. Para el narrador de "Las Hortensias", como para otros narradores de Felisberto, el vidrio es materia prima. Horacio, su protagonista, la elabora en digresiones dejando la reflexión entre paréntesis: "(El hecho de ver las muñecas en vitrinas es muy importante por el vidrio; eso les da cierta cualidad de recuerdo.)" (9) La invisibilidad quebradiza del vidrio resalta esa trans-apariencia del recuerdo: No es "lo vivido" sino sus restos, conservados en una imagen retocada; es lo que queda, la reliquia que el autor guarda ("guardar" o [re-] garder es una forma de mirar) en una vitrina o una foto, siempre a través de un vidrio.
El cine registra la verdad del recuerdo, "la vi con mis propios ojos", sin embargo, esa evidencia solo es parte de verdad, es ver en parte(s); de esas partes se forma la ficción. También por esa parcialidad obligada, "tout film est un film de fiction" (10), _ ya que el ojo que ve es el mismo ojo que miente (11) y en esa mística paradojal y fragmentaria, espejismo y visión, mención y mentira coinciden.
No es solo la disposición cinematográfica de la imaginación verbal visual de Felisberto la que ha dispensado los mejores argumentos para explicar las irrupciones de una discontinuidad narrativa extraña, esa modalidad contradictoria de la coherencia que, suponiendo procedimientos decisivos de cutting o montaje, da lugar a una consecutividad diferente en la que cuenta más la sorpresa de la sucesión que la continuidad de lo sucedido.
Hace poco, un filósofo que hace de la visión y sus máquinas el tema de su preocupación, decía que "L'imaginaire c'est le fragmentaire" (12), esa imposición de los asaltos a la coherencia por una imaginación de quiebra, de montaje, de cortes y yuxtaposición, legitima una crisis o crítica de la lógica ordinaria, ordenada, por la mera aceptación de la contigüidad como razón de lo fortuito. Yuxtaposición o causa suficiente, habilitada por una mecánica de reticulados, encuadra la visión según una discontinuidad fotográfica.
El recuerdo o registro se presenta en espectáculo, como expuesto en pantalla; le cuadra así una posición encuadrada, rígida, que recorta la acción narrativa, la envisca, la detiene; el tiempo, lento, se reserva todo el espacio, despacio. Más que curiosidad es estupor lo que arrastra el curso del cuento; en lugar de desarrollo, es una descripción que resuelve, retóricamente, en tiempo el reto del espacio, el desafío de la mirada o "los privilegios de la vista" -diría un poeta citando a otro poeta (13) - en moderados ejercicios de ekfrasis, es decir, en descripciones que prestigian un segundo grado de la realidad, una realidad visible que solo se presenta bajo especie de artificio o de representación.
De la misma manera que los escritores clásicos se detenían en la contemplación de las grandes obras plásticas y de ese modo detenían el discurso, interrumpiendo el discurrir para describir sus modelos en pasajes brillantes, dando lugar a ilustraciones contextualizadas pero independientes, describiendo estatuas, cuadros, frisos y frescos, en los cuentos de Felisberto la contemplación aparece diferida, como recortada y conservada en tomas fotográficas, fracción de espacio en fracción de tiempo. Imágenes discretas, "sage comme une image", quietas, dicen los franceses, o imágenes cinematográficas, un sueño en movimiento, pero incorruptibles como las figuras que inventaba Morel (14) para asegurarse una eternidad por imagen interpuesta."Creo que un film debe estar precedido -dice Wim Wenders- por un sueño, ya sea por un sueño de verdad que uno recuerde al despertarse, ya sea de un sueño despierto." (15)
Ya se sabe que fue a partir de las funciones "notables" de la descripción literaria que Barthes se preocupó por comprender "l'effet de réel" (16). Interesa apuntar que, por su parte, unos cuantos años antes, cuando Felisberto evoca sus idas al cine, ya no como pianista sino solo como espectador, formula a su vez lo que entendía por "el efecto del cine "(17). Un efecto que, para él, no pasa ni por el expediente de una verdad presumida ni por las reglas culturales, ni genéricas, convencionales, que aseguran la verosimilitud de realismos varios sino por una fijación eminentemente sensual y con frecuencia visual (18), que se prolonga más allá de la contemplación de la pantalla: "A mí me había quedado en la sangre todo el lujo y los pasos lentos de aquella película". Al salir del cine, el narrador, el pianista, el espectador, experimenta la certeza de una fijación acumulada, de una triple o múltiple fijación que compromete primero la mirada -alguien que se fija- en imágenes fijadas en fotos, fotos fijadas en la superficie de películas como álbumes, o la fijación de un espectador sedentario que se enfrenta, imperturbable, al movimiento que es el cine. "Au cinéma, l'impression de réalité, c'est aussi la reálité de l'impression, la presence réelle du mouvement." (19)
No se trata de proponer una filiación fantástica más sino de observar un mundo hecho a su imagen, de dar lugar a un fotocinerrealismo que plasma un realismo distinto, distinguido por una distancia verbal que se ampara en la mimesis de una imagen anterior, ahora interior. El prestigio, la presencia del modelo en el atelier, en la antigüedad, o en la actualidad, la austeridad de la imagen congelada, gelatinosa, en el laboratorio, accede con reparos a la conversión narrativa, a la versión verbal, comprometiendo también la referencia: cuenta con su existencia, la da por cierta y al mismo tiempo la hace sospechosa; la foto, el film, son documentos pero la prueba no es más que una copia y, además, parcial. Ese compromiso ambivalente contraído con una instancia anterior (se) adhiere a un referente que-estuvo-ahí, pero a los efectos de "la impresión de realidad" no debería interesar si la referencia copia un objeto cualquiera o si copia la copia (pictórica, escultórica, fotográfica, cinematográfica). En ambos casos no deja de ser objeto de referencia. Una vez más se daría razón a Platón, cuando considera al artista como un autor de objetos en tercer grado porque su obra copia una obra que ya es copia, un imitador de tercer o cuarto grado, si hubiera previsto la profusión mimética de nuestros días, la multiplicación de copias indiscernibles.
Para empezar a escribir, indicaba Barthes como rito inicial, la necesidad de que el escritor transformara primero "lo real" en un objeto pintado, encuadrado, fr. Cadré(20). Aplicando con la mayor severidad esa necesidad iniciática también a otras instancias de la realización, Felisberto ingresa a una estética vigente que hace del encuadramiento su visión, elevando lo real al cuadrado, anticipando hasta la exageración los desafueros de esta telerrealidad (21), que encuadra tanto que nada queda fuera del ojo de vidrio panóptico de cámaras y televisores. Aunque luminosas, no se advierte que miman las pantomimas en la oscuridad de interiores infinitos. Por eso ya no importa qué limitan los límites. Las ventanas se cierran y, más que a uno, todo lo que pasa, pasa a/en pantallas. "Ce qu'il y a de mieux dans les musées, ce sont les fenêtres".(22) La afirmación es de un pintor que admira el paisaje o bien que parodia a Leon-Battista Alberti cuando instaura la contemplación de un cuadro como una ventana abierta al mundo. Ya se ha dicho: están quienes creen en la imagen y están quienes creen en la realidad. En ambos casos no se trata sino de una profesión de fe o de fidelidad.

 

Al filo del film.-

Carmen - C'est quoi ce qui vient avant d'un nom?
Joseph - Le prénom.
Carmen - Non, avant. Avant qu'on vous appelle.
Joseph - Je ne vois pas

Jean-Luc Godard

 

 

No es necesario, pero si hubiera que establecer un orden en el discurso de Felisberto se diría que el efecto de lo real coincide con el efecto del cine; sus unidades, vidriosas: los recuerdos, más que puntos o nudos de coherencia, cabos sueltos, la inserción en lo real una inserción en las sombras del cine. Felisberto se acomoda así en un significante imaginario(23), un lugar doblemente ideal que anticipa el lugar sin tiempo de la ceremonia: el espacio desplazado, el tiempo suprimido, un topos de ficción que es, además, un lugar común, el tópico literario y donde los recuerdos de Felisberto se cruzan -sin verse- con las invenciones y pasiones de otros narradores latinoamericanos, rioplatenses. Por distintas circunstancias, Felisberto se encuentra en el cine.
Pero a diferencia de Borges, de Bioy Casares, de Cabrera Infante o de Manuel Puig, por ejemplo, quienes han establecido con el cine una relación profesional esporádica (autores de libretos, de diálogos, de textos críticos) o de espectación fanática de la que sus narraciones se hacen cargo y cuento, Felisberto forma parte de un establishment cinematográfico complejo. Su juego es más que doble: toca el piano y por eso, es espectador pero de algún modo no lo es; no es actor pero de algún modo lo es; en todo caso, un intérprete, alguien que intermedia, entre dos medios: fuera del cine, cuenta lo que ve, dentro del cine toca el piano,al filo del film, de espaldas al mundo, entre la pantalla y el público; tal vez se hace oír, seguramente no se hace ver, como un acomodador que, en la oscuridad de los pasillos, realiza su función, al margen del espectáculo, por medio de una ficción que rescata las imágenes en una puesta en escritura doblemente biográfica: su vida, el biógrafo.
Tantas funciones afines, aunque diferentes, asimiladas en una decisión literaria, traman esa forma de transacción estética capaz de rescatar la tenebrosa y profunda unidad que no solo Baudelaire reclamaba como vocación del poeta. La imagen mecánica del cine, las imágenes electrónicas de la televisión y el video, se prestan a estrechar esas correspondencias.

Los ejemplos se multiplican .En esta vastedad de la luz o del espacio infinito que estremece como la noche, Jean-Luc Godard mostraba, paradójicamente -por medio de imágenes satelitales- los ecos electrónicos de las palabras en Puissance de la parole, un video que retoma el diálogo angélico entre Agathos y Oinos de "The Power of Words" de Edgar Allan Poe. En el video: "yo veo" el estremecimiento de las vibraciones; en sus ondas, la palabra se hace imagen, la voz se ve. Una hipóstasis más literal muestra en un film de Wim Wenders a otro par de ángeles que rechazan -a su manera angelológica o losangélica- la vieja rivalidad entre lo visto y lo nombrado: la metamorfosis de su voz o de la voz de un poeta, por medio de una escritura que se va extendiendo por toda la pantalla, su voz aparece escrita, oída a la vista letra por letra. Cada vez más, las imágenes mecánicas o electrónicas hacen menos sentencioso el reversible aforismo "What can be shown, cannot be said" (24); una poética cinematográfica actual hace la palabra a su imagen. Horas y horas, leo y no veo más que palabras en pantalla, que se pueden mostrar y decir, semejante y contraria a las figuras pintadas en los libros (25) de oraciones, de horas de otros tiempos.
Los extremos de la página y de la pantalla se rozan en el film. ¿Dónde empieza la imagen, dónde termina la vocación? Peter Greenaway muestra la conversión de palabras inscritas en figuras que representan lo mismo que significan esas palabras. Las metamorfosis ocurren a la vista en láminas que muestran Los libros de Próspero, a través del vidrio de una pecera o de una piscina. Es la visión o las visiones de un maestro que domina la tempestad en espacios próximos a las utopías de un universo que se inicia, donde las diferencias se contraen en las coincidencias del origen. Si Felisberto se vale de procedimientos cinematográficos para impugnar la narratividad literaria, en el film La nube de Magallanes (Montevideo, 1989) (26), Adriana Contreras hace lo mismo: impugna por medio de narraciones literarias la narratividad cinematográfica. En su film, Adriana muestra cuentos de Felisberto y de otros narradores rioplatenses.
En el film La nube de Magallanes se cuenta y se muestra. Cruza dos funciones opuestas y este cruzamiento las remite al mito del Minotauro, a la condición híbrida del monstruo en su laberinto. Como en el mito, en el film, el hilo de Ariadna es un leit motiv verbal y visual no necesariamente musical. Un motivo, un motto, o movimiento conductor como el cine, a motion picture, muestra una frase que indica, que es una forma de "no decir". Hoy, las palabras hilo, film y película se diferencian; en su origen, antes de significar lo que significa cada una, esos términos coincidían en una misma anterioridad, una pre-lengua que no diferenciaba nombres ni los diferenciaba de las imágenes. El film pone ese pre-nombre en un hilo de voz y por la imagen y la palabra reunidas, Adriana-Ariadna tiende la mano que indica una salida del laberinto, realiza un pase mágico: una cinta en movimiento, inscrita en el film, repite una frase con soportes distintos: estandartes, telegramas, tiras, cuerdas, cintas, hebras. Guiderope, guía y nudo, el hilo orienta el film a la vez que le da sentido y consistencia a su naturaleza simbólica (27) anudando fragmentos narrativos diferentes, suelda las partes sueltas: "Nec spe nec metu" es su consigna, siempre presente.
En esta época de imágenes ubicuas, de transmisiones interespaciales instantáneas, contemporáneas y públicas, una misma filosofía ha especulado sobre la destrucción que propician las máquinas de la visión desplazando al referente, un desplazamiento que es una metáfora pero también una aniquilación. Por esa misma profusión de imágenes minuciosas, perfectas, simultáneas, siempre presentes, desde hace algún tiempo se viene hablando, en varios sentidos, de una estética de la desaparición (28), una figuración melancólica que -por imagen (inter)puesta en pantallas- está terminando no solo con la representación del mundo y las cosas sino con la advertencia de su propia condición. Siempre presente, la imagen oblitera la referencia y, al mismo tiempo, se acaba como imagen. Ni re-presentación ni referencia, si la realidad está en crisis, también sus réplicas y recuerdos son una especie en vía de extinción.

 

Las danzas macabras.-

La alucinación rutinaria de la sala de proyecciones que describe Felisberto proyecta un mundo reducido, sin proyectos, el pasado de un pequeño mundo, un cuarto casi vacío donde la continuidad y el sentido se dan por la inercia de cosas yuxtapuestas, cosa por cosa, cosa por causa. ¿Cuál de las dos está primero? "Me juré no mirar nunca más aquella cara mía y aquellos ojos de otro mundo. Eran de color amarillo verdoso (...) los ojos eran grandes redondeles, y la cara estaba dividida en pedazos que nadie podría juntar ni comprender." (29) Fracción doble, las fotos en movimiento exhiben cinematográficamente el cuerpo como un organismo desorganizado, ojos, manos, miembros que se dispersan como disjecta membra a punto de iniciar una danza de la muerte varias veces lúgubre, un baile siniestro en la oscuridad y, para peor, en silencio. ¡Todas esas manos y cabezas cortadas! y nadie dice nada. No es extraño que la sospecha sea parte del espectáculo si spectare y suspectare son variantes de una misma visión dudosa.
Los conocidos recursos de "Le corps en morceaux" coinciden con las quiebras de las figuras y de las ilusiones de una época que termina sus alegrías de belle époque en desmanes totalitarios, las fracturas cubistas muestran el cuerpo destrozado en espejos rotos, un mal que, según alguna "Fable" (30), duraría siete años, duró más, formulado en versos como parábola de la palabra en espejo.
Pero la ficción del espectáculo cinematográfico y sus quiebras propician una identificación que no descarta "le sentiment du corps propre -et donc du monde réel- qui continue à jouer faiblement (ainsi lorsqu'on s'agite dans son fauteuil pour trouver une meuilleure position)" (31), o sumamente placentera cuando, según Felisberto, "El alma se acomoda para recordar como se acomoda el cuerpo en la banqueta de un cine. No puedo pensar si la proyección es nítida, si estoy sentado muy atrás, quiénes son mis vecinos, o si alguien me observa. No sé si yo mismo soy el operador" (32). Con mayor frecuencia, sin embargo, los recuerdos arañan órbitas oscuras como huecos descarnados resumiendo el orbe que estalla y dispersa los destrozos de un cuerpo en trozos que entran en descomposición: "Aquella noche, al rato de estar acostado, abrí los párpados y la oscuridad me dejó los ojos vacíos. Pero allí empezaron a levantarse esqueletos de pensamientos -no sé qué gusanos les habrían comido la ternura- Y mientras tanto, a mí me parecía que yo iba abriendo, con la más perezosa lentitud, un paraguas sin género."
Un signo de mal agüero no solo desarticula el discurso en crisis de coherencia sino (in)augura una lógica macabra, una necro-lógica que da por tierra con los sueños de médicos abusivos (Frankenstein, Mabuse, Caligari), quienes desconocían la invención de Morel pero lo indujeron a perpetrar la inmortalidad por medio de máquinas que la aseguraban paradójicamente, anticipando la muerte. Médicos y máquinas asociados a empresas con el otro mundo, tratos con el más allá, con tratos que el cine hizo suyos. Tal vez en un sentido menos dramático, también para Ch. Metz, "Le spectacle cinématographique (...) est complétement irréel, il se déroule dans un autre monde".

Aparte de esas asociaciones funestas, si solo se tomara en consideración el cine que vio y no oyó Felisberto, no puede sorprender la monotonía cromática de su espectro. Espectro de un espectro, doblemente espectral, el mundo de Felisberto es, sin alusiones maniqueas, un mundo en blanco y negro, pero con algunos matices, un registro nocturno obsesivo que releva la visión, la supera o la suspende. También en "El caballo perdido" (33), uno de sus cuentos más cinematográficos, empieza como un film, más todavía, antes de que el film empiece, cuando se ilumina la pantalla, bien blanca, previa a la proyección.

"Primero se veía todo lo blanco: las fundas grandes del piano y del sofá y otras, más chicas, en los sillones y las sillas. Y debajo estaban todos los muebles. Los árboles que miraba Celina, antes de entrar, estaban cargados de hojas oscuras y grandes flores blancas... porque eran magnolias.
En el instante de llegar a la casa de Celina tenía los ojos llenos de todo lo que habían juntado por la calle. Al entrar en la sala y echarles encima de golpe las cosas blancas y negras que allí había, parecía que todo lo que los ojos traían se apagaría.(...)
Por eso más adelante -y a pesar de los instantes angustiosos que pasé en aquella sala- nunca dejé de mirar los muebles y las cosas blancas y negras con algún resplandor de magnolias."

El cuento sigue en el mismo tono: pesadumbre de memorias chicas, situaciones incómodas, relaciones grotescas con las fotos de un matrimonio que realiza, desde los óvalos del cuadro, como en un film viejo de humor fechado, sin palabras, el drama de la mirada, el vaivén de una broma casi macabra que es parte del rito luctuoso y sus convenciones. Celina, la profesora de piano, aparece en figura de cine "ajustado de negro su cuerpo alto y delgado"[...]"la cara muy blanca, los ojos muy negros, la frente muy blanca y el pelo muy negro" y, más adelante, "en vez de venir severamente ajustada de negro, se había puesto encima un batón blanco de tela ligera y almidonada, de mangas cortas, acampanadas y con volados. -Del volado salía el brazo con el paño negro del vestido..." Todo el espectro reducido a blanco y negro, en un espectáculo espectral que invita a los fantasmas a un ritual entre muebles animados recuperando, a pesar de la quietud del sitio, la movilidad de su condición: el mueble se mueve, interviene en esa danza macabra donde:

"La noche subía del piso y de entre los muebles, donde se esparcían las almas negras de las sillas. Y entonces empezaban a flotar tranquilas, como pequeños fantasmas inofensivos, las fundas blancas. De pronto Celina se ponía de pie, encendía una pequeña lámpara y la engarzaba por medio de un resorte, en un candelabro del piano. (...) En seguida Celina ponía la pantalla y ya no era tan blanca su cara cargada de polvos, como una aparición, ni eran tan crudos sus ojos, ni su pelo negrísimo."

Polarizados por dos colores cinematográficamente emblemáticos, los demás colores, como las radiaciones, desaparecen absorbidos por el negro, las flores artificiales que hacía Celina, las flores de cera preferidas por la mujer que había dejado de estudiar piano, el encendido de las velas, las vestimentas negras, la blancura fantasmal de rostros y telas, todo asiste a un duelo sin dolor, casi divertido, como la ronda que burla la muerte, con el piano como un ataúd, en el centro del cuento, al lado de la pantalla.
Como se dice del difunto en los velorios, el narrador dice "El piano era una buena persona". Y sigue: "Yo me sentaba cerca de él; con unos pocos dedos míos apretaba muchos de los suyos, ya fueran blancos o negros; enseguida le salían gotas de sonidos; y combinando los dedos y los sonidos, los dos nos poníamos tristes." Ya se han mencionado las coincidencias de las visiones de Felisberto con las visiones de los pintores surrealistas (34): la pasión de la mirada, la aventura y el sacrificio del ojo (Buñuel, Richter, Picabia, Brauner, todos), la levitación que ironiza la gravedad de las leyes por "La force des choses", hombres inexplicablemente vestidos de etiqueta para situaciones triviales entre mujeres inusualmente desnudas en lugares públicos, venus con cajones como muebles con cajones, cajones como ataúdes que se asoman al balcón para contemplar la calle o como un féretro reclinado sobre el respaldo de un diván en la intimidad. Como Magritte, que vivía jugando con la muerte, Felisberto confunde en una sola pieza al muerto y al mueble, el cuerpo rígido con la rigidez del cajón; pero el balcón de Felisberto no se cayó, "se tiró... -.. El ya estaba viejo. Hay cosas que caen por su propio peso." (35)
Esas danzas y ceremonias paródicas de sus cuentos segregan un humor negro, juegan con las sombras en la oscuridad o con las que produce la luz, la penumbra de las habitaciones se adhiere a los objetos, como la letra impresa en la página, como la tinta sobre el papel, como en las teclas iluminadas resalta en blanco el negro.

 

Otro black hole.-

Recientemente, Noël Burch en Life to those Shadows(36), cita el comentario de un espectador de cine:

"Ayer estuve en el reino de las sombras. Si supieran qué extraño es, un mundo silencioso, sin colores. Todo: la tierra, los árboles, los seres humanos, el agua, el aire, ahí todo es de un gris monótono. Los rayos grises del sol brillan en un cielo gris. Les ojos son grises en rostros grises, grises también las hojas y los árboles. Eso no es la vida, sino su sombra. No es movimiento sino su espectro mudo. (...) Todo ocurre en un silencio extraño."

Hablando de la aproximación establecida entre las obras de arte originales y su reproducción fotográfica, la asimilación de los colores, tamaños y texturas, el rescate mecánico de los fragmentos en blanco y negro que esas copias propiciaban, ya se ha comparado la precisa infidelidad fotográfica con el desgaste -un enriquecimiento-, que la historia imprimía a esas obras: "Athènes ne fut jamais blanche.(...) Le passé presque entier nous est arrivé sans couleur" (37), sin embargo se reconoce que ese candor involuntario impuso su orden estético a la posteridad.
A cada paso Felisberto multiplica fetiches en blanco y negro y, por contraste, con la misma frecuencia, se supone la ausencia de otros colores. Para peor es un personaje tuerto el único quien, en algún momento, intenta ver colores. La refracción de la luz en cajas de vidrio, la rarefacción de la luz por energías extrañas, las persianas y postigos casi cerrados, los interiores casi en tinieblas, la somnolencia, la pereza de sentir, los pensamientos como los cuerpos, descarnados: "debo de tener un cuerpo porque hay oscuridad en mí" decía Leibniz, quien de esa manera solo suponía su cuerpo (38), una de sus hipótesis.
El mundo de Felisberto aparece descolorido, poblado por seres y sombras que se desvanecen, por la luz diurna pierden color y sentido, como los vampiros del cine, o como las cartas telecopiadas de hoy; son recuerdos de cine, de un cine que prodigó recuerdos, pasando de una profundidad interior a otra. Si más allá de las apariencias, la luz blanca reúne todos los colores, el negro del cine, su oscuridad, vela -oculta, vigila, toda la noche- el misterio de su verdadera energía, es el "black hole" que absorbe y transforma todo, un agujero negro que resume todo en una dialéctica de blanco y negro, del cine y sus recuerdos. Recordando su primer concierto en Montevideo, Felisberto volvía a sentir "la dicha como si hiciera una guiñada ante un pequeño agujero donde viera iluminado el fondo de mi casa." (39)
En "Las hortensias", las muñecas infladas y su dueño viven en una "casa negra" a la que el narrador menciona siempre de la misma manera. Más que a María, su mujer, "El dueño de la casa negra" prefería ver a las muñecas en habitaciones de vidrio, una casa negra esta casa de muñecas, la suya como la Black Mary de Tomas Edison, el famoso laboratorio en que se llegó a oír el cine sonoro.
Ya se citaba más arriba un breve fragmento inconcluso, cuando Felisberto recuerda esa noche de otoño en que fue al cine (40): "La linterna del acomodador alumbraba mis pasos y hacía brillar mis zapatos, que a cada instante estaban a punto de pisarlo. El se detenía bruscamente para ofrecerme asiento y le parecía raro que a mí me gustara sentarme tan adelante. Mientras tanto yo pensaba: 'Él no sabe que yo tocaba el piano en los cines cuando era joven y me acostumbré a mirar la película al pie de la pantalla -como quien dice: tomar leche al pie de la vaca."

El canto del cine.-

Por eso, cuando en el título mencionaba las "notas al pie", no me refería a las notas al pie de la página, las footnotes, que el cine tampoco podría resolver con facilidad, sino a los sonidos musicales que interpretaba Felisberto al piano, esas notas al pie de la pantalla que tocaba "adelante y un poco a la izquierda de la tela" como pianista en las sesiones de cine mudo.
Como si fuera una naturaleza muerta, a still life, en inglés se habla de a silent film y, según afirman algunos teóricos de cine, no es una denominación apropiada; tampoco es justo llamarlo en francés cinéma muet o en español cine mudo porque el acompañamiento sonoro (locutor, orquesta, piano) formaba parte del espectáculo. Sin embargo, la denominación se ha impuesto y, en este caso, corresponde reivindicarla, en varios sentidos, en cuanto al "efecto de cine", de los que cuenta Felisberto, a los recuerdos en blanco y negro, a las notas que se escriben y se tocan: blancas, negras, corcheas, ... El narrador teme al vértigo de sus recuerdos como a los desbordes de su imaginación, un peligro en el que "caía -dice- como si me fuera para otro mundo; [...] en ese lugar no crecían los sonidos: era un mundo mudo." (41)
En su libro con Th. Adorno, H. Eisler (42) atribuía al cine mudo un "ghostly effect", por eso los autores entienden que, desde los orígenes, los films se proyectaran acompañados por música, como interpretando una canción que serenara a un niño asustado en la oscuridad -es la explicación un poco pueril que dan. "Music was introduced as a kind of antidote against the picture. The need was felt to spare the spectator the unpleasantness involved in seeing effigies of living, acting, and even speaking persons, who were at the same time silent." (43)
Si "Le cadrage décentre volontairement le sujet" e "il instille de la rupture dans l'harmonie de l'image" (44), es posible que una re-composición musical puede dar su Stimmung: una coincidencia de voces que son a la vez un humor y un acuerdo. Michel Chion coincidía en que la ausencia total de sonido transforma la presentación de films mudos en un rito un poco siniestro.
La incidencia musical solía ser considerada como un mal necesario, el menor, para atenuar el ruido producido por las máquinas de proyección. También en la casa de "Las Hortensias", en "la casa negra", esa preocupación está presente: "Al principio puso atención a los ruidos de las máquinas y los sonidos del piano", "el piano hacía ruido de tormenta", "El piano seguía haciendo el ruido del mar; y seguía la luz en las ventanas y en las máquinas", "los ruidos de las máquinas y los sonidos del piano habían escondido a otros ruidos que huían como ratones".
No siempre se recuerda que la diferencia entre la fotografía y el cine no es solo movimiento sino también sonido. El cine puede tener voz, por ahora, no por mucho tiempo, la foto es pura imagen, fija, en silencio.
De la misma manera que una dialéctica de blanco y negro da lucidez a la narrativa de Felisberto, el contrapunto de sonido y de silencio es otro de los recursos cinematográficos que concurren a su puesta en escritura. El piano, las lecciones de piano, los smokings negros de los profesores de piano, las casas negras, las cajas negras, las notas, "las primeras notas agujereando el silencio". Por ese agujero, el sonido se hace ver. La toile trouée (45) es un libro que trata sobre el sonido en el cine y podría haber sido un título de Felisberto.
En el cuento "El acomodador", fiel intérprete avant la lettre de John Cage, un personaje, el dueño de casa, llegaba al comedor "como un director de orquesta después que los músicos estaban prontos. Pero lo único que él dirigía era el silencio." El narrador continúa insistiendo en el silencio del anfitrión y sus invitados, "profesores de silencio" que tocaban para sí. La música no se oye, se instala en sus cuentos por la palabra, que es en parte imagen de sonido e imagen de silencio. Si, como decía Metz, en el cine tampoco es posible decir todo; si, puesta en imagen, actualizada, la palabra, además de significar, también indica -no dice, muestra, extendiendo a deixis toda forma de referencia (47), recupera, por in-dicar, parte del silencio del origen, como en un principio, cuando la lengua de los dioses "fu una lingua quasi tutta muta, pochissima articolata" (48).
Una palabra muda y la historia de la palabra concilia la contradicción, confirma el mito y, en francés, por lo menos, su origen lo revela: del latín muttus, derivado de una onomatopeya (mu) y, especialmente de mutus, "sonido", "ruido de la voz","que no tiene significación", da mot que es "palabra" y muet, que significa "mudo". En realidad, como ya se dijo, sería absurdo hablar de cine mudo; sordo, en todo caso, al principio (49), sonoro y siempre sordo, después, en mutación o movimiento.
El tema de la palabra y la música en el cine multiplica coincidencias y discrepancias. El conflicto no solo se plantea como rivalidad entre la imagen y la escritura, entre imagen y sonido, sino entre sonido y silencio; pero tal vez no se trate de otro conflicto. Se ha dicho que "la música de la película no debe oírse". Una interdicción paradójica contrarrestaría así el desagrado dejado por el sonido, la voz, la palabra en la imagen. Al comienzo del cine sonoro, realizadores, críticos y teóricos renegaban del sonido y presagiaban que la voz entonaría una especie de canto de sirenas o un canto del cisne: ese canto del cine lo llevaría a su perdición. Un teórico se pregunta "¿Qué podría perder el cine?"(50) Su inocencia. En su primera edad, el film no hablaba porque no sabía hablar. Porque no sabía era inocente, puro, puro cine. Como el hombre, como el niño, su infancia (infans, infantis: "que no habla")(51) transcurrió sin decir esta boca es mía. Beau comme... es un video realizado por J.C. Averty sobre Lautréamont, donde una boca espía, vigilante, (re)cita Chants de Maldoror y fija en la imagen un ojo desorbitante, dentro de una boca que no para de hablar y de mirar. Su paraguas, etc., por fortuito no menos famoso, a esta altura, no sorprende más que los paraguas de Felisberto que se abren esqueléticos, sin género, como una cosa mental, una abstracción que el cine mudo insinuaba, universal, anterior a la fragmentación de los idiomas y a la diáspora de sus particularidades.
La interpretación del narrador pianista va más allá de la función del espectador, de un "sujet tout-percevant" (52), esa pasión de percibir por la que el espectador se identifica con el personaje, con el actor, con la cámara, con todo, pero, especialmente, consigo mismo. Como el cine de los primeros tiempos, esa afición de Felisberto -voyeurismo incluido- es más que una obcecación infantil. Un narrador extraño que toca el piano, que para tocar mira, para mirar habla, usa la palabra para ver y verse ver. Felisberto cruza el cine, la música y la escritura en un tráfico de sentidos que, en su variedad inabarcable, se confunden con el mundo, llegando por el fondo de las imágenes, en silencio, en la pantalla hasta al fondo de las palabras, a esas profundidades donde el lenguaje poético coincide con el lenguaje de los ángeles, y esta vez escribo "Los Angeles" con mayúscula, como un recuerdo de cine y algunas notas (musicales, literales) al pie.

                                            Lisa Block de Behar

 

Notas:

1 L. B. de Behar. "Los límites del narrador". Studi di letteratura ispano-americana 13-14. Cisalpino Goliardica. Milan, 1983.
2 R. Barthes. "L'effet de réel".Communications 11. Paris, 1968.
3 Felisberto Hernández. Obras completas. Tomo III. Arca-Calicanto. Montevideo, 1988. P. 169.
4 H.Hatzfeld. Estudios sobre el barroco. Gredos. Madrid, 1972.
5 L.Spitzer. Lingüística e Historia Literaria. Gredos. 2a. ed. Madrid, 1968.
6 Fue Christian Metz quien observó la conveniencia de clasificarlos como: ' "declarativos", mejor que "verba dicendi", decir,a firmar, pretender, declarar,etc., esos verbos que van seguidos de una proposición completiva, y que, en una concepción pragmático-generativa, serían para cualquier frase de superficie los "encastradores" más profundos, "Hoy está lindo" remite a "Alguien declara que hoy está lindo". Me parece, en síntesis, que es una noción sintáctico-retórica mientras que en la tradición latina los "verba dicendi" forman una categoría predominantemente semántica, que no se define por limitaciones frásticas tan precisas.' (Carta del 20 de setiembre de 1989)
7 Gilles Deleuze. Le pli. Leibnitz et le baroque. Minuit. Paris, 1988. P. 16.
8 Christian Metz. Essais sur la signification au cinéma. Tome I. "A propos de l'impression de réalité au Cinéma." Klincksieck. Paris, 1968.
9 Felisberto Hernández. "Las Hortensias". En Obras completas. Tomo 2. P. 153
10"Au théâtre, Sarah Bernhardt peut me dire qu'elle est Phèdre ou bien, (...) elle me dirait, comme dans certain théâtre moderne, qu'elle est Sarah Bernhardt.(...)Au cinéma, elle pourrait aussi me tenir ceux deux sortes de discours, mais ce serait son ombre qui me les tiendrait (ou encore, elle me les tiendrait en son absence). Tout film est un film de fiction. Ch. Metz. Le signifiant imaginaire. Christian Bourgois. Paris, 1977. P.63.
11 L'œil qui ment. Film de Raúl Ruiz. Paris, 1993.
12 Entretien avec Paul Virilio. Hors Cadre, 4. "L'image. L'imaginaire." Paris, printemps 1986.
13 Octavio Paz citando a Góngora: Los privilegios de la vista. Arte de México. F.C.E., México, 1987.
14 Adolfo Bioy Casares. La invención de Morel. Buenos Aires. Emecé, 1940.
15 W. Wenders "The Act of Seeing". La vérité des images. L'Arche. Paris, 1991.
16 R. Barthes. "L'effet de réel".Op. cit..
17 Felisberto Hernández. Obras completas. Tomo II. "Fragmentos" en "Textos afines (En el cine)" Op. Cit. Montevideo, 1982.
18 R. Barthes."Sagesse de l'art". "Cy Twombly. Paintings and Drawings". Whitney Museum of American Art. 1979. En L'obvie et l'obtus. Essais critiques III. Seuil. Paris, 1982.
19 Ch. Metz. Essais sur la signification au cinéma. Op. Cit. P.19.
20 R. Barthes. S/Z . Paris. Seuil, 1970. pp61-62.
21 P. Virilio. L'inertie polaire. Christian Bourgois. Paris, 1990.
22 TRAFIC.Revue de cinéma. Nº5. Hiver 1993. Paris. La cita es de Bonnard.
23 Christian Metz decía:"L'imaginaire, par définition, combine en lui une certaine présence et une certaine absence. Au cinéma, ce n'est pas seulement le signifié fictionnel, s'il y en a un, qui se rend ainsi présent sur le mode de l'absence, c'est d'abord le signifiant. Aussi le cinéma "plus perceptif" que certains arts si l'on dresse la liste de ses registres sensoriels, est également "moins perceptif" que d'autres dès que l'on envisage le statut de ces perceptions et non plus leur nombre ou leur diversité: car les siennes, en un sens, sont toutes "fausses". Le signifiant imaginaire. Op.cit. P. 64.
24 L.Wittgenstein. Op. Cit. 4.1212: "Was gezeigt werden kann, kann nicht gesagt werden."
25 "Quand la peinture était dans les livres". Es el título de la exposición de libros iluminados presentados por la Bibliothèque Nationale. Paris, enero de 1994. (Confirmar datos)
26 Fue el único film que vio Christian Metz, en una proyección privada, reservada solo para él, durante su visita a Montevideo, en junio de 1990. En una de las conferencias que dictó entonces, al presentar sus reflexiones sobre "Les écrans seconds, ou le rectangle au carré", anticipando, "en primicia mundial", su libro L'énonciation impersonnelle ou le site du film (Méridiens Klincksieck. Paris, 1991), Metz hizo varias referencias a ese film.
27 Dice Hans Eisler y Theodor Adorno en :La música en el cine": "Aún hoy en día la música de cine se enhebra con 'leit motiv'. Mientras que su fuerza evocadora proporciona al espectador sólidas directivas, facilita al mismo tiempo la labor del compositor en medio de la apresurada producción: se limita a citar en donde, en otro caso, debería inventar. La idea del 'leitmotiv' es popular desde los tiempos de Wagner. (...) El 'leit motiv' wagneriano está inseparablemente unido a la representación de la esencia simbólica del drama musical.(...)Wagner quería expresar la esfera de lo grandioso, de la voluntad universal, del principio original., La técnica del 'leitmotiv' fue inventada solamente en aras de un simbolismo como el descrito." El libro traduce del alemán. El título original Komposition für den Film.
28 P. Virilio. Esthétique de la disparition. Balland. Paris, 1980 y La machine de vision. Galilée. Paris, 1989.
29 F.Hernández. "El acomodador". Nadie encendía las lámparas. Obras Completas. Tomo II.
30 El poema "Fable" es de Francis Ponge y fue objeto de un seminario que dictó Jacques Derrida en Montevideo, octubre de 1985. Publicado en Psyché. Inventions de l'autre. Galilée. Paris, 1987. Trad. esp. in Diseminario. La desconstrucción. otro descubrimiento de América. Ed. x y z . Montevideo, 1987.
31 Ch. Metz. Essais sur la signification au cinéma. Op. Cit. P. 20
32 Felisberto Hernández. Obras completas. "El caballo perdido". Tomo II. Op. Cit.
33 F. Hernández. Ibid.
34 L.B.de Behar. "Los límites del narrador." Op. cit.
35 Felisberto Hernández. Tomo 2. "El balcón". Op. Cit
36 Noël Burch. La lucarne de l'infini. Naissance du langage cinématographique. Nathan Université. París, 1991, traduce el inglés Life to those Shadows. The University of California Press. 1990.
37 André Malraux. Les voix du silence. La Galerie de la Pléiade. NRF. Paris, 1951.
38 Citado por G. Deleuze. en Le pli. "Avoir un corps. La perception dans les plis". Minuit. Paris. 1988.
39 "Mi primer concierto en Montevideo." en "Textos afines". Obras completas. Op.cit.
40 Felisberto Hernández.(En el cine).. Ibidem
41 "Mi primer concierto en MOntevideo" Ibidem. P.201.
42 Th Adorno y H. Eisler. Op. Cit.
43 Roy M. Prendergast. FILM Music, a neglected art. Norton & Co. New York, 1992.
44 Pascal Vimenet. Le mépris. Jean-Luc Godard. Hatier. Pris, 1991.
45 Michel Chion. La toile trouée. Cahiers du cinéma. Paris, 1988.
47 Ch, Metz. Op.Cit. "Langue ou langage?": "Un gros plan de revolver ne signifie pas 'revolver' (unité lexicale purement virtuelle)-, mais signifie au moins, sans parles des connotations, "Voici un revolver!"
48 Giambattista Vico. La scienza nuova. Introduzione e note di Paolo Rossi. Rizzoli Editore. MIlano, 1977. P. 317.
49 Serge Daney. Michel Chion avait eu l'heureuse idée de parler, plutôt que de "cinéma muet", de "cinéma sourd". Le cinéma "muet" n'a sans doute jamais existé. D'abord à cause de la musique dans la salle. Ensuite, à cause des images auditives hallucinées. Devant la recrudescence des vols de sacs à main, cinéma, télévision, information. Aléas Ed. Lyon. 1991. P. 226, N. 22.
50 Michel Chion. La voix au cinéma. "L'invitation à la perte". Cahiers du cinéma. Paris, 1982. P. 100.
51 Se forma el prefijo negativo in y del participio presente del verbo fari "hablar", que deriva de una importante raíz indoeuropea que significa al mismo tiempo "aclarar"..
52 Ch. Metz."Le spectateur, en somme, s'identifie à lui-même, à lui-même comme pur acte de perception (comme éveil, comme alerte): comme condition de possibilité du perçu..." Op.Cit. "Le sujet tout-percevant". P.65-69