C R E E R R U M O R
Martín Wolf-Felder.

 

Para discutir con Kurt Neumann en sus noventa.

"/.../Vi que no había nadie, aunque seguía oyendo el murmullo como de mucha gente en día de mercado. Un rumor parejo, sin ton ni son, parecido al que hace el viento contra las ramas de un árbol en la noche, cuando no se ven ni el árbol ni las ramas, pero se oye el murmurar. Así. Ya no di un paso más. Comencé a sentir que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir unas palabras casi vacías de ruido: "Ruega a Dios por nosotros." Eso oí que me decían. Entonces se me heló el alma. Por eso es que ustedes me encontraron muerto./.../".

J u a n R u l f o
(Pedro Páramo, Méjico, 1955)

Se trata de hurgar sobre los efectos económicos del creer, el descreer y su contagio o transferencia e identificación en cada humano del colectivo social por las diferentes vías de la complejidad contemporánea.
La cuestión se podría definir con exactitud literal a nivel del texto de la palabra-significante "crédito" en relación con el con-texto que la nutre desde vocablos asociados en consonancia y semántica por circulación en la sintagmática y paradigmática de la red terminológica del mercado de la oferta y la "demanda" de "valores" en "satisfacción" de "necesidades".
Se abordaría así el "crédito" por el lado de la diferencia entre lo creíble y / o lo atendible del "rumor" y la "credibilidad" o dignidad de atención de la "comunicación formal" de enunciados, cuando esa diferencia pasa a no ser sólo aparente. Pero, además, se lo puede ilustrar con la manera en que juega la expectativa como espera de un auxilio de "crédito" "solicitado" al "exterior".
Mas, esto de esperar o des-esperar conduce a que ello sería en relación a una "satisfacción" lograda por una atención al clamar por aquélla que permitiría confiar, incorporar, poseer, usufructuar, gozar, etc. un bien ya antes vivido pero por referencia, precisamente no a él en sí mismo, sino a la huella impresa por él esa primera vez, elevada a la categoría de precedente que la consigna como valor de atención al clamar por la satisfacción de la necesidad de vivir.
Ahora ya no sólo con Freud sino también entonces con Marx, se agregaría que el vehículo real y el medio simbólico más universales de ello parecen transitar por dos extremos, uno anterior y otro posterior a la impronta de esa marca dejada por tan trascendente suceso:

a) la satisfacción no autónoma de la necesidad vital de cada humano recién nacido,
b) el trabajo de cada humano como partícipe actualizador del primer hecho histórico de su especie como la de estar constituida por posibles productores autónomos de sus propios medios de satisfacción de necesidades vitales.

Tal actividad, en su devenir milenario en algunas de las culturas humanas desde
1º) el trabajo real directo con valor de uso, en
2º) el trabajo simbólico indirecto con valor de cambio por otro equi-valente o no pero acumulativo en capital, vía circulación mercantil globalizada, hoy por hoy hace su síntesis o sinécdoque por hegemonía económica de la civilización cristiana occidental sobre las otras, como lo preveía también Engels, en la unidad de valor de cambio norteamericana denominada "dólar" y más aún y es mi hipótesis, por ahora, en base a lo que se derivaría del "Herr" de Lutero, Hegel y Feuerbach, en aquello que por compleja multideterminación se abriera paso en los último dos mil años de la más influyente convergencia cultural humana en las costumbres planetarias, para hacerse "acreedora" a su inscripción en una de las caras de dicha moneda: "In God we trust". Esto en el sentido de una suerte de referencia última cuya única consistencia seria, sería la que procede del "creer", ese creer que lo es por decantación conceptual de lo que en el acontecer humano social en medio del lenguaje hace al confiar, a la confianza, al dar o tener fe, al actuar con fe, con fiar, con fianza, al dar o pedir crédito o credibilidad o credencial o ser crédulo, originados en el antiguo pasaje del latín al "creder" luego "creer" y ser creído, creerse, qué se cree, quien se cree, el "creer" en fin pues, existente, es decir, como tal, más allá de en qué o en quién o en quiénes o porqué o para qué o con qué objeto.
Se trataría de la propia creencia, de la propia fe. Eso que sería como una suerte de animación desde algún lugar del ánima de cada quien, para animarse al riesgo de vida, porque habría alguien con el poder de re-animar, de re-animar la vida, de hacer volver el ánima o de darle un lugar más allá del cuerpo presente.
"/.../Jehová de los ejércitos/.../" repiten las sagradas escrituras de la Torah de Moisés: primer gran legislador. El rey David pone en primera línea de su ejército a Uria, esposo de Betsabé. ¿Quién lo salvaría al hitita?
Por otro lado, lo que nos enseña vivir en un país subdesarrollado, sobre todo hoy, en relación a su condición económica, es que por ser ésta última política, dicha "creencia" sólo parece basarse en el imperio de una exterior "dependencia" y esto nos recuerda nos remite, como más arriba insinuáramos o algo mas, a que asimismo cada humano nace dependiente. En efecto, vive por auxilio exterior el tiempo necesario que no por casualidad es el que lo forja como sapiens.
Ahora bien, se suele hablar del "rumor" en el sentido del comentario sobre un hecho aún no corroborado o no acaecido pero que podría llegar a suceder y que la vida hoy muestra en forma palmaria que constituye la propia causa por lo menos desencadenante del propio acontecimiento que, aunque producto en acto, fuera ya antes enunciado, pronunciado, anunciado.
Sin embargo no siempre se tiene en cuenta que un "rumor" es algo constituido por el hablar humano que obedece al fenómeno demasiado obvio cual es el que en realidad habitamos el lenguaje como ese mundo compartido más inmediato aún para lo interhumano que todos los otros, pues estos, los demás mundos, existen siempre designados, referidos, apelados, conocidos, enseñados, toqueteados, sufridos y gozados y / o aprehendidos por medio de ese mundo del lenguaje que es éste, este mismo que está aquí y me posee hasta el punto que mi yo como tal soy efecto de él, incluso, desde mi propio nacimiento hasta este momento en que usted, mi prójimo, ahora, aquí, sentado, me lee.
Platón en el diálogo Fedro dice que la palabra autorizada, la de Sócrates, tiene la calidad de poseer a quien la escucha, el cual, por ella, puede entrar en un estado de posesión, valga la redundancia, como alguien poseído.
Por otro lado es interesante que el término que desde el griego y por intermedio del latín llega a ser determinante etimológico del vocablo "posesión", lo sea también del verbo "catequizar" que si bien alude al ejercicio del método de enseñanza en la fe católica, hecho en base a preguntas y respuestas, también significa, según el DRAE: "/.../Persuadir a alguien a que ejecute o consienta algo que es contrario a su voluntad/.../".
Pero ¿por qué un rumor tendría más autoridad que la comunicación formal de una supuesta autoridad política? ¿Por qué atrae o llama más la atención o se le asigna más valor o se le inviste con más credibilidad?
Los que ejercemos el psicoanálisis si bien no somos sociólogos ni economistas podemos, por supuesto que fuera de nuestra práctica, opinar sobre aquello, es decir, aportar ideas, quizás incluso hasta teoría. Desde luego sólo aquella que deriva de nuestro quehacer investigativo en tanto ejercicio de una "atención" de índole técnica muy específica, exclusiva e intransferible pues, desde 1912 justamente ella se adjetiva como "flotante" por el hecho de que si bien se trata de una "escucha" de "palabras", ni éstas ni aquélla están libres de una "transferencia" en la que por método es imprescindible "no precipitarse" para, valga la redundancia, "flotar" o "suspenderse" y poder así percibir precisamente lo que de dicha "transferencia", "inconciente", irrumpe como acto de habla (fonema, secuencia de fonemas, palabra, frase u oración) repetido, erróneo o sustituido por acto de no habla o llamativo.
Señalamos con humor la sigla "r.e.s." con las iniciales de repetido, erróneo y sustituido, como mnemotecnia que apunta a invertir el dicho del latín: "verba non res", para recordar lo que se deriva del acto que pronuncia el psicoanalista hacia el analizante al dar comienzo el psicoanálisis, pues nuestro método, de por sí, responde a una muy sutil exigencia epistemológica. Y es la siguiente: tener en cuenta que, cuando le digo al psicoanalizante o paciente que la regla fundamental que rige o "di-rige" o da dirección a su trabajo mientras está conmigo, es hablar todo lo que se le pase por la cabeza sin excluir nada, le transfiero en ese acto verbal mío, efectos de las ganas de saber originadas –como en todo niño- en mi otrora infantil ingenua curiosidad acerca de lo sexual, según teoría de Freud aún muy vigente en los ámbitos más serios del psicoanálisis, ganas, según él, animadas desde las pulsiones parciales de investigar y saber y de aprehender que, aunque ahí convergentes, nacerían divergentes desde la búsqueda de reparación de mi propia economía de satisfacción.
Es que, como humano, mi primer problema social me sujetó a reclamar mediante el llanto la percepción de una satisfacción que repitiera en dimensión otra vez a la primera que me salvara la vida cuando era un recién nacido inerme o "prematuro" para lograrla sin ayuda. Fue ahí entonces que pasé a estar sujeto a lo relativo de esa comparación. Insisto para subrayarlo: percibí una diferencia entre la primera satisfacción de mi necesidad vital con la subsiguiente que no colmara y / o calmara mi expectativa y quedé allí sujeto a buscar eso que faltaba, búsqueda que F r e u d en 1 9 0 0 refirió como lo que para subrayar el nexo deseo-repetición me permito extractar así:
                   "/.../Wunsch/.../auf die W i e d e r h o l u n g jener Wahrnehmung/…/"
                   "/…/deseo/…/de la r e p e t i c i ó n/.../de aquella percepción/.../"

La teoría de aquél, supone entonces que hubo de quedar una marca tal a igualar que, como incentivo, siempre se ha de desear.
Este aspecto de la teoría pasa a ser un problema que nos planteamos en la práctica del trabajo investigativo en tanto su ejercicio conlleva la implicación de este deseo también mientras yo mismo obro como psicoanalista. En la resolución de esta dificultad transcurre nuestra lógica operativa que parte de esa aceptación de una imposibilidad que si bien no transmitimos verbalmente en nuestra consigna inicial, jugará en consonancia con el deseo del paciente analizante.
Ahora bien, la teoría también dice que el acto del llanto que clama y reclama con la boca para la misma boca, es sustituido sobre todo por los posteriores actos de aquélla que son de habla y que entonces por coherencia o isomorfismo en nuestro método privilegiamos en relación a los demás actos.
Por otro lado, el rumor, más allá de lo que lo sustancia como contagio "de boca en boca" en lo macrosocial, está constituido por esas mismas palabras que en nuestra teoría suponemos como sustituto de aquel primer llanto que por su clamar obtenía aquella primera atención y satisfacción y su posterior re-clamar para repetir o igualar, cuando así con razón son estas mismas palabras las que hacen a la esencia de nuestra práctica microsocial.
Así las cosas, lo precedente nos permitiría plantear la hipótesis de la conveniencia de una consideración psicoanalítica del rumor, articulada en forma interdisciplinaria con por lo menos otra económico-social.
El trabajo, humano productor básico de la posibilidad de autonomía en la "satisfacción" de la "necesidad", hace a la diferencia de distribución del dinero generada por su división en trabajo real directo y trabajo simbólico indirecto acumulado en el capital.
Desde nuestra teoría se valora pues el trabajo a escala humana en toda una muy extensa gama entre dos límites:

- uno sublime como efecto directo propio real del deseo de cada quien y
- otro despótico como dinero en cuanto trabajo simbólico propio y no propio que alguien busca acumular sin lograr nunca del todo con él su absoluta satisfacción.

Wilhelm Reich y Jacques Lacan han sido los teóricos más prolíferos en el esfuerzo de articular las ideas de Sigmund Freud y Karl Marx. Ambos, freud-marxistas que no descuidan la especificidad humana de la economía, no pudieron, según mi parecer, recoger sin embargo a su tiempo la postura institucional freudiana de que el psicoanálisis ingresara como una disciplina al encuentro de otras en la Universidad, para evitar ciertos efectos culturales que en la civilización cristiana occidental pueden hacer a la producción de saberes y conocimientos en medio de lo monodisciplinario institucional regido sólo por pares y no co-regido.
Ya antes de 1920, el positivismo académico de la Facultad de Medicina, la religión estatal y el corporativismo médico de Viena y Budapest, habían impedido o malogrado a Freud y Ferenczi respectivamente, la introducción de la enseñanza del psicoanálisis como una disciplina mas entre las otras de la Universidad.
El hecho histórico-científico-educativo fundamental de que la exclusión universitaria del psicoanálisis no fuera abordada y analizada como un grave problema epistemológico y metodológico, hizo lugar al mayor "rumor" malentendido institucional que como "comunicación formal" incidiera en los excesos teóricos de Reich y Lacan, ajenos al estilo de los no menores pero co-regidos o no errores—excesos del ámbito universitario de producción, transmisión y socialización democratizadora de nuevos conocimientos en el marco del representativo co-gobierno-institucional-multidisciplinario-intergeneracional.
Por nuestra parte, pretendemos rescatar lo que apreciamos como apertura en ambos teóricos, para reconectarla con su origen real en la propia letra de la teoría de Freud, con todo el aporte posible que ésta de por sí requiere de otras disciplinas, en particular de la economía política, cuando no por casualidad en el cierre de las jornadas del 6 de mayo en homenaje a Freud en la Facultad de Psicología, el Área de Psicoanálisis convocara precisamente la palabra de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República.
En esa línea y en relación crítica al "discurso" como categoría que define un estilo de relación humana por referencia al lenguaje como vehículo universal de la misma, nuestra idea de los discursos ubica en particular dos de ellos: el "acreditativo" o "credencial" o "crediticio" o "señorial" y el "médico", para recoger y modificar la concepción de los discursos "amo" y "universitario" del freud-marxismo de Lacan, producto de los acontecimientos políticos internacionales de la década de los 60 y en particular de lo institucional estudiantil del mayo francés de 1968.
Si se tiene en cuenta que según Freud cada sujeto tiene como objeto la búsqueda otra vez en el otro humano de su satisfacción primordial que ahora sólo produce, en lugar de esa repetición buscada, diferencia en menos que perpetua la insatisfacción determinante del deseo que lo sujeta a reclamar mediante el habla del discurso, se puede pensar que aquel trazo o marca o huella sería el denominador o nombre en acción de registrarse o numerador significante primero de lo que luego sería el ya édito significante segundo en el tiempo, ahora como un saber de lo que habría que re-clamar como repetición de valor de atención y satisfacción.
Lacan toma esos cuatro elementos de Freud e ilustra las relaciones que establece su maestro mediante la asignación de cuatro signos ( $, a, S1, S2 ) y su rotación en block por cuatro lugares ( numerador superior izquierdo, denominador inferior izquierdo, numerador superior derecho, denominador inferior derecho ) que forjarían cuatro conjuntos emblemáticos o marcas registradas o siglas o etiquetas de estilos de relación humana dentro del ámbito del lenguaje, cuatro distintos discursos que como esquema, aunque móvil, debe hace pensar en la incidencia del derecho romano y la medicina legal italiana sobre la psiquiatría francesa.
Nosotros sostenemos que cuando el lugar rector del matema ( numerador superior izquierdo ) que pretende sintetizar Lacan, está ocupado por el significante señorial ( S1 / $ - S2 / a ), la creencia obstaculiza tanto la palabra como la escucha no teológicas de una práctica que trabaje con imprevistos. No se trata del discurso del amo porque lo que está en juego es la creencia en la repetición, es decir, confirmar la teoría en la práctica o convertir por ejemplo el enunciado del rumor mediante el rumor mismo en hecho que repite el enunciado y no lo que sería la imposición de una credibilidad como si realmente hubiera un amo así que, por omnipotencia, sólo podría ser Dios. Téngase presente que ese poder que nuestra civilización monoteísta le asigna, se le suele atribuir en nuestra época al mercado cuando en realidad somos testigos de tantas "diabluras" monetario-financieras como "credulidades" que dan clara cuenta que el propio "Señor" del mismo es en realidad la creencia y que ésta es humana y sólo móvil por la conciencia según lo circunstancial de lo inconciente de cada quien.
Por otro lado, si colocáramos en el lugar discursivo de agente o rector, lo ya conocido ( S2 / S1 - a / $ ), no se trata allí del saber en sí de lo que se habrá de repetir, sino de lo que el saber y el repetir implican por referencia teórico-lógica freudiana. El deseo, inconciente, no es lo que se reclama en forma conciente, sabe que lo que prescribe esa recepta a recibir en su escondido receptáculo es lo que se asocia a haber salvado la vida la primera vez; de ese valor, es lo que reclama. Y "salvar la vida" es del "médico", enfermero, trabajador social, sanitario, equipo de salud o del que pueda, pero no es lo específico del "universitario" en general y menos aún por lo que haya pasado en 1968 en París, si bien sabemos que todos los niños vienen de ahí, si los parís. Preferimos llamarle "médico" por el saber de la recepta o receta, por relación a la función del shamán, por la conexión que el creer y el curar tienen en nuestra cultura cristiana, porque si no tampoco se entiende que haya un discurso de la histérica que precisamente por cruzarse con el discurso médico habría de parir –no parís sino viena- el discurso del psicoanalista y también en reconocimiento al esfuerzo del propio Lacan que lo dijo siempre en su retórica brillante no sólo como medico-legista y psiquiatra, sin darse cuenta.
¿Qué tal la recepta del FMI o la salvadora nodriza que nos evita esperar y des-esperar en la angustia del angosto augusto agosto del Uruguay 2002? Alguien me podría decir: ¡te contradecía!, ¡¿ves que ahí tienes el amo?! Respondo: ¿desde siempre por lo que le pasó en toda época a cualquier imperio?
¿Qué hace un imperio sin creencia?
¿Qué hizo el romano, por ejemplo, si no seguir la recepta que todavía dos mil años después consumimos hasta prescripta en el mayor best-seller de tono esperanza? ¿In God we trust? Sólo creo en el esfuerzo de no hundirse en creer y como en una suerte de suspender el juicio como quien se queda en el aire sin apoyo en atención flotante hasta que el rumor haga lugar al hecho referido por las palabras o hasta que las palabras se evidencien en sí mismas como hechos. A res non verba, verba non res o verba res est.
Por lo tanto, si lo único que impera es la creencia, ¿es al creer que hay que atender?
¿Qué es en sí, creer? ¿Y qué es en si, atender?
¿De qué sustancia está hecha una creencia y de qué otra el atender? Por lo menos sabemos que tienen algo que por ahí se le llama fuerza o se le denomina energía y que entretuvo la segunda gran parte de la vida a Wilhelm Reich quizás no menos que la linguistería a Lacan, ambos "creyentes" de aspectos distintos de la teoría de Freud, aspectos a los cuales invistieron cada uno con sus propias B e s e t z u n g e n, diría aquél.
Cada uno se quedó con la parte de la pulsión que mejor le venía a su amor por Freud, su identificación con él o a los intentos por zafar del amor o la identificación, o superarlo en su lugar junto al psicoanálisis o incluso haciendo una pareja con algo mejor que el psicoanálisis para aquél. Por lo menos, si sé algo, es que, sobre esto, no tengo yo tampoco escapatoria. De cualquier manera prefiero esto y no creer que lo que hago con el creer y el atender es así porque sí y que no tiene nada que ver con lo que fue mi vida hasta ahora, aunque, por supuesto, sin quitarle valor sino acreditándoselo y en forma adecuada a quiénes con seguridad aportan con o sin fe más al prójimo con ello que yo con esto.
En el OPUS decíamos que él era la obra deseada por insatisfacción, aquella que hace las veces de ésta pero no del todo porque es lo que Freud define como deseo, esa animación que hace al ánima en cuanto reclamo de esa repetición mal lograda de la clamada atención con satisfacción inicial salvadora de la vida que deja un valor diferencial a re-clamar. Valor directo que ahora re-clama la boca por la misma boca que lo ha clamado con el llanto sin error posible de que sea otra boca.
Desde luego que ese re-clamar sin error lleva acoplado como posible, sí, un error, en cuanto no permitir con la boca misma la concreción de su propio reclamo. La madre entonces a su vez le reclama que se deje dar en esa boca lo que reclama.
Rige el reclamo del niño, pero lo co-rige entonces el reclamo de la madre.
Con esto voy a lo de nuestro Uruguay con esos pocos hijos de la madre a quiénes quizás ésta los co-rigiera en exceso para que volvieran después de treinta años a su insatisfacción de hijos de la madre de 700.000.000 de unidades de valor de trabajo simbólico acumulado de tres millones de bocas de un país que justo recibe a devolver -sería muy original por la boca- 1.500.000.000 de ese trabajo, por escrito, en papelitos serpentina carne-"vale" que repiten: "In God we trust" para hacer su angosto en fiebrero y exclamar algo así como ¡cuidado con la tentación de la carne que no vale porque se corrompe y corrompe! ¡miren para arriba! ¡sólo Dios no se corrompe, crean en él!
Los historiadores de la cultura hacen pensar que el pan y circo y las fiestas báquicas de los romanos hubieran dado lugar a los orígenes de las fiestas de carnaval luego que Constantino introdujera a Cristo en la creencia popular del Imperio. Al parecer, a su vez pudo haber tenido participación en ello la asimilación de los mitos egipcios de Isis y Osiris. Por un lado con los "carros navales" de la diosa y por otro con el emblemático falo del dios. El único de los catorce pedazos del cuerpo de Osiris asesinado y despedazado por su hermano Tifón que Isis, hermana de ambos y esposa de aquél, no pudiera encontrar en su peregrinaje por toda la tierra de Egipto, fue el falo. Pero para autofecundarse y gestar así a su hijo Horus, pudo recurrir al falo. Horus vengaría finlamente a su padre aunque a costa de perder un ojo en la lucha con su tío, a quien le arrancara un testículo. El "carro naval" sería el del peregrinaje de Isis en busca del falo. Tengo el impresionante recuerdo del templo de la isla de Philae en el Nilo donde hay grabada en una de las paredes, en la propia piedra, una imagen de Isis con Horus en brazos. Me fue imposible no asociarla en aquel 1989 con la de La virgen y el niño de Leonardo (sin Santa Ana) y todavía hoy pienso cuánto de la procesión del Corpus Christi arrastra concesiones sincréticas de aquellos inicios de nuestra cultura.
Tesis, antitesis y síntesis merecedora de estudio teórico a la luz de lo que en el encuentro y desencuentro entre culturas, discurso, creencias y actos humanos mediatizados por el lenguaje pueden proporcional el psicoanálisis y el materialismo dialéctico.
Se trata de la relación entre el cuerpo y el trabajo, ambos cada vez más distantes entre sí, a la manera de lo que sucede entre la necesidad y la satisfacción por mediación del nacer del deseo que pasa a animar el ánima. En tanto el trabajo constituye una acción del cuerpo para obtener la satisfacción de una necesidad, se hace necesario distinguir entre el clamar por ella y el re-clamar por deseo.
Podríamos partir de las supuestas siguientes acciones referenciales primordiales: clamar, atender, dar, recibir y reclamar. Ésta última haría a los actos de habla y a los demás actos como derivados, es decir, como actos de lenguaje o discursivos. Palabra y acción.
El psicoanálisis privilegia el acto de habla para distinguirlo por su origen directo en el clamar y refiere a él los demás actos en origen indirecto a partir de aquél, en tanto supone que el deseo de re-clamar por la palabra animaría o no otros actos del cuerpo como si el reclamar pudiera o no tomar -al- cuerpo en el acto.
Cuando Platón en Fedro recoge que Sócrates dice que el humano posee al otro por la palabra, alude a lo que anima al otro en cuanto aquello que sería doblegado por la palabra. Se supone así el dominio de una palabra sobre la precedente.
El problema radicaría en la creencia que anima a una y a otra. Es decir, la diferencia en la producción de satisfacción en el sentido de la que más se acerque a la primordial conocida. Esto implicaría que sería aquello que aleje del deseo peculiar y se aproxime a la necesidad no peculiar, más bien genérica de cualquier cuerpo en cuanto atención o creencia salvadora circunstancial o eterna de su vida o completa. No en balde se trata entonces del dogma de salvación, sea esta última de la vida amenazada por su finitud o de una mera circunstancia del vivir.
Se puede concebir así la dimensión lógica de la figura del shamán como sacerdote y médico. En los orígenes de una de nuestras raíces culturales es el propio Jesús quien cura. En español el "cura" es sinónimo de sacerdote. Hay una corriente religiosa que se denomina "Ciencia cristiana" pero cuya más específica aplicación como "ciencia" no es otra que la de la "cura" de enfermedades en el sentido médico de la palabra que cura.
Para Freud, repaso, la vida comienza por clamar por la boca su propia salvación. Clamar es llamar. Llamar la atención de alguien que atienda el llamado. Un clamar de tal eficiencia que hace al deseo de repetir el mismo clamar; es un re-clamar, volver a clamar para lograr la misma atención de provisión de satisfacción. La inscripción de esa primera huella de salvación, consigna dicha huella como verdad creíble y convincente luego como aquel a quien posee que, valga la redundancia, poseído, busca profesar su fe como un saber de palabra que ha de ser atendida. Y en el usual castellano no es por antojo que sea frase hecha "tener palabra". En aquél caso no se trataría de dar la palabra al otro o hacer lugar a su palabra, sino lo contrario: que reciba la ajena contra la suya propia como puede pasar también en el rumor, en el cual se agrega por cierre de su evacuación formal, el efecto de la repetición por el insistir de la difusión que hace retornar y así sumar intensidad de investidura por diversidad de bocas fuente de identificación. Es como la transferencia del valor de animación que anima la palabra propia, a la ajena. Porque hay toda una graduación en intensidad, tránsito y propiedad del valor de animación transferible a la palabra o al rumor en lo que no por azar se documenta en el propio vehículo del lenguaje donde tiene lugar, entre "prestar atención", "dar crédito" y "creer".
Dicha transferencia de animación puede ser autorizada como en el caso de alguien que decide someterse a hipnosis. Si no es autorizada, es un acto de apropiación de la propiedad de un valor de animación de otro. Un acto de expropiación. Como eso que los responsables de la economía del capitalismo necesitan que se tenga la creencia que es algo que sólo puede suceder fuera del capitalismo, sobre todo, valga la redundancia, en una creencia cultural y / o económica opuesta al mismo. Se trata de expropiar el valor de intensidad de las antagónicas para poder superar al competidor dentro del muy humano mercado de creencias culturales y / o económico-sociales. Se atienen a las reglas de juego que siempre rigieron lo humano en lucha contra otras reglas de juego.
¡Que dilema!
¿Amar o robar? ¿Un verbo o el otro? ¿Se excluyen en una eterna forma antagónica radical? ¿O en qué proporción y durante cuánto tiempo se alternan y forman parte de los discursos o culturas o civilizaciones humanas en tanto vínculos sociales que viven en el lenguaje?
Amar tendría más que ver con el deseo en cuanto re-clamar por lo que no se tiene, para recibir lo equi-valente.
Dar lo que se tiene sin que el otro lo reclame es creer como en un saber a-divina-torio lo que es necesario al prójimo para obtener su satisfacción como salvación y entonces, por reciprocidad, no sería un re-clamar atención de amor, se parecería mas a un clamar a-clamación en aras de pro-clamar y ex-clamar más o menos así: "o están conmigo o no están conmigo, soy Dios, sólo yo salvo".

Punta del Este, Agosto, 08, 2002.