De Silencio...Entierros...Desentierros.
Reflexiones sobre "El secreto" y "Testigos", de Eugenia Bekeris.
Rosa Zytner.
La obra de Eugenia Bekeris nos introduce, a través
del arte, en la temática de las repercusiones de la Shoah y sus efectos en las
generaciones actuales. Acercarse a la Shoah implica el abordaje de un acontecimiento
complejo y polifacético en la historia del siglo XX, que ha quedado como marca indeleble,
herida difícilmente cicatrizable, en la subjetividad de los directamente involucrados
así como en la de sus descendientes. Sin embargo, no es algo que atañe exclusivamente a
los judíos, sino a la especie humana en su conjunto, ya que sirve como paradigma de la
violencia extrema ejercida por un ser humano sobre otro, que sigue impregnando
actualmente, desde otras expresiones, el entramado social. Paradoja de la condición
humana, que al mismo tiempo que va construyendo cultura es capaz de procurarse su propia
destrucción, por intermedio de la tecnología e ideología (1). Acontecimiento
paradigmático y emblemático de lo que han sido y siguen siendo episodios de catástrofe
social que han conmovido a la humanidad, como las dictaduras latinoamericanas, entre
otras. No es casual, entonces, ni producto del azar, que las obras "El Secreto"
y "Testigos" surjan en el contexto de la Argentina, país sacudido por las
consecuencias de una dictadura.
Para reflexionar en relación a la Shoah, es preciso la confluencia (en sus convergencias
y diferencias) de la multidisciplinariedad, es decir, la necesidad insoslayable de
distintos enfoques de abordaje desde las diversas disciplinas, que permita afrontar el
desafío de tratar de pensar sobre lo impensable. La mirada del Terror, al decir de
Marcelo Viñar, nos hace caer en la fascinación o el espanto, con actitudes de
"repliegue en una reflexión teórica" o "el exceso de una palabra
militante, panfletaria e inflamada". No puede haber una "mirada objetiva ni
neutral, sólo hay miradas comprometidas" desde distintos lugares y disciplinas de
una "realidad cuya sobredeterminación siempre nos excede " (2).
Desde su mirada artística, Eugenia Bekeris da cuenta de la transmisión transgeneracional
de los efectos de la Shoah en la Segunda Generación (hijos de sobrevivientes) y nos
invita a reflexionar sobre el silencio, la memoria, la identidad y el duelo.
Es sabido que la mayor parte de los sobrevivientes mantenía en silencio sus experiencias
de guerra. Algunos, muy pocos, proporcionaban sus testimonios. Más de cincuenta años
después, muchos comienzan a relatar sus vivencias.¿Por qué ese silencio? ¿Por qué no
hablaban? Existen muchas razones, concientes e inconscientes, por las cuales los
sobrevivientes no podían hablar. Algunas de ellas responden a los requerimientos de la
sobrevivencia misma, es decir, a la necesidad de poder reconstruir sus vidas,
"olvidando" los horrores pasados para poder seguir viviendo y formar una nueva
familia, construyendo también otros vínculos. Temían la intensa movilización afectiva
que acarrearía el relato, tanto en ellos como en su entorno (3).
Otro aspecto a considerar se refiere a la negación imperante (mecanismo puesto en juego
frente a situaciones extremadamente dolorosas), lo que hacía que no les pudieran creer lo
que contaban, por lo cual los sobrevivientes optaron muchas veces por callar... (4).
Negación que ya operaba en el ámbito de guerra., dentro y fuera de Europa, en plena
Shoah (5).
El silencio también se articula con la intensidad
del sentimiento de culpa de los sobrevivientes por haber sobrevivido. Las fuentes de culpa
se multiplican: la incapacidad de salvar a sus seres queridos, las condiciones generadas
por el cambio de código referencial en la cotidianeidad y la arbitrariedad absoluta de
las normas (por ej., en los ghetos y campos de concentración), las experiencias extremas
vividas, la ruptura con los parámetros conocidos de convivencia, los dilemas imposibles
de resolver... y la lista es infinita... (6). "¿Por qué yo me salve?" una y
otra vez se preguntan con desconsuelo los sobrevivientes, luchando contra el sentimiento
de culpa irracional producido por el hecho de haber sobrevivido.
Querían entonces proteger a sus hijos, querían olvidar y reconstruir su vida, sentían
que no los podían comprender, experimentaban culpa de haber sobrevivido... y así
podríamos seguir encontrando diversas motivaciones, cuyo desarrollo requeriría un
abordaje más exhaustivo, que no podemos realizar aquí. De todas maneras, es necesario
considerar dos aspectos esenciales: por un lado, la falta de palabras para transmitir el
horror vivido, que alude a la imposibilidad de encontrar referentes apropiados en el
lenguaje, traduciendo a un código humano experiencias traumáticas del orden de lo
impensable. La misma designación, "Shoah" (u otras, como Holocausto, genocidio,
etc.), muestra los límites de cualquier término para dar cuenta cabal de lo que se
trata. Por el otro, habría una doble vertiente del silencio, que implicó un "pacto
de silencio", verdadero secreto compartido: los sobrevivientes no querían o no
podían hablar y los hijos y el colectivo social no podían o no querían escuchar, sin
atraverse a preguntar-preguntar-se. De todo ello dan cuenta los testimonios mencionados
anteriormente, así como los de Primo Levi (7) y Jorge Semprún (8), entre otros. Debemos
acotar, además, que la sociedad estaba dispuesta a escuchar historias de heroísmo, y no
de miserias... (9).
Yael Danieli, siguiendo la idea freudiana de que la humanidad tuvo que atravesar tres
heridas a su narcisismo a lo largo de la historia: cosmológica (ya la Tierra no era más
el centro del Universo), biológica (el hombre pertenecía al reino animal, como otros
animales) y psicológica (había aspectos que el hombre no conocía de sí mismo, sus
aspectos inconcientes), se refiere a la cuarta herida narcisista, la ética, ya que luego
de la Shoah, la civilización occidental y cristiana vio cómo se desmoronaba la idea de
vivir en un mundo con justicia, donde la vida humana tenía algún valor (10). Y este
golpe al narcisismo contribuyó al silencio...
Este silencio, que no fue un silencio callado, sino de fuertes contenidos afectivos,
impactó profundamente en la Segunda Generación. No debemos olvidar que la transmisión
de lo vivido se realizaba (y se realiza) a pesar de la falta de palabras, a través de los
afectos, principalmente (temores, angustia, terror, etc.). Por lo tanto, los
sobrevivientes transmitieron a sus hijos (a través de distintos canales, tanto concientes
como inconscientes), las secuelas de esa violencia extrema vivenciada en esta catástrofe
psíquica (a nivel individual) y catástrofe social (a nivel colectivo) que fue la Shoah.
Nadine Fresco, investigando este silencio a través de testimonios de hijos de
sobrevivientes, describe el vertiginoso agujero negro de una memoria de muerte prohibida,
que se manifestaba en ocasiones en incomprensibles ataques de pena. Los padres no
explicaban nada, los hijos no preguntaban nada, cubiertos de un manto de implacable
silencio, incapaces de transgredir la prohibición. Letanías de silencio, que subrayan un
objeto invisible enclaustrado en una evocación imposible... También encuentra en ellos
el sentimiento de irreparable nostalgia de un mundo en que sienten que fueron excluidos al
nacer, y el vértigo de la confrontación con el pasado, objeto perdido de un deseo
innombrable, donde el sufrimiento toma el lugar de algo heredado. Vivencian su existencia
como una especie de exilio, no de un lugar en el presente o en el futuro, sino de un
tiempo que se ha ido para siempre, dejándolos con una identidad trunca, cadena de
"sustituciones", donde la presencia de un sentimiento de culpa dificulta la
oposición, ambivalencia y la hostilidad necesaria para el crecimiento (11).
A través de su obra, Eugenia Bekeris nos muestra un desafío: la posibilidad de romper su
propio pacto de silencio, plasmando, nombrando a sus muertos, en un proceso compartido con
otros descendientes, que recién cuando logran encontrarse con aspectos más realistas de
los mismos, encarnando retazos informes transmitidos, fragmentaciones de la memoria,
logran renovar la cadena generacional, evitando quedar atrapados en el círculo mortífero
del pasado. La magnitud del horror sufrido por la Shoah produjo un corte en los procesos
de memorización, silencio necesario para el psiquismo, ¿refugio para lo intolerable?
(12). Este silencio se transforma, con el transcurrir del tiempo, en la
"complicidad" compartida de un "pacto de silencio" de doble vertiente:
individual y social, como dijimos anteriormente. El nazismo, según Daniel Gil, intentó
"destruir el orden humano, su memoria, la muerte misma, como estructura simbólica
que permite la memoria", lo que acarreó una pérdida de memoria de la humanidad
(13).
Por otra parte, la artista contribuye, desde su ámbito artístico, a las numerosas
investigaciones que se realizaron sobre el duelo (en relación a la Shoah, a las
desapariciones, etc.) y su repercusión en las generaciones siguientes. Este duelo de
características especiales - tanto en relación a la víctima, al victimario, los deudos
y las circunstancias que rodean los hechos -, queda ubicado en otro terreno, y es muy
difícil de elaborar para las víctimas directas y sus familiares. (14). Es así que
algunos autores plantean la "inelaborabilidad" del mismo, afirmando que sólo
las generaciones siguientes lo podrán llevar a cabo (15). Esta dificultad del
"trabajo de duelo" ("Trauerarbeit", concepto acuñado por
Freud) también se relaciona con algunos de los aspectos del silencio que consideramos
anteriormente.
Desde otra perspectiva, Yolanda Gampel, refiriéndose a la manera en que los
sobrevivientes intentan tramitar el duelo, así como borrar el dolor y los efectos en sus
hijos, introduce el concepto de "identificación radiactiva". Estas
identificaciones actúan como los efectos de la radiación, sin que el psiquismo pueda
protegerse de su penetración, implantación y efectos. Serían penetraciones de aspectos
terribles y destructivos de la realidad externa, no representables, actuadas en ocasiones
por los sobrevivientes o sus hijos (16). Podríamos pensar que también actúan
impregnando el tejido social, como caja de resonancia.
En relación a la Segunda Generación, Dina Wardi introduce la metáfora de "vela
conmemorativa"(17), como la designación inconsciente, por parte de los padres, de la
misión de recordar a los familiares muertos en la Shoah, como forma de llenar el vacío
dejado por su ausencia y mitigar el dolor de un duelo imposible de elaborar. Las
"velas conmemorativas" deben servir como eslabón que preserve el pasado y lo
una al presente y el futuro, siguiendo la tradición judía de que los hijos tienen la
obligación de "izcor", recordar, de continuar con la memoria de sus familiares
muertos, pero en una pesada carga que compromete la propia identidad en pro de dar
consuelo a sus progenitores, muchas veces, a costa de la posibilidad de discriminación e
individuación. Fracaso de un proceso simbólico, por lo cual las "velas
conmemorativas" se convierten en memoriales-vivos para los muertos, transformándose
en un aspecto inseparable del ritual de duelo que no pudo llevarse a cabo por los padres.
(18)
La obra "El Secreto", siguiendo otro camino, proporciona elementos simbólicos
que permiten poner en marcha y sostener el proceso de duelo (personal y colectivo), como
ritual funerario que habilita a su vez un ceremonial recordatorio. Actualmente,
antropólogos y sociólogos plantean tres hechos que posibilitan el acceso a la
cultura : el cuidado o consideración por el cadáver, la prohibición del incesto y
la prohibición del canibalismo. El cuidado de los muertos y las prácticas fúnebres
coinciden con el nacimiento de la humanidad, que les asignó un enorme valor, como se
observa a través de la historia. Con la desaparición del cadáver, no es posible
realizar las distintas etapas de los ritos funerarios, con lo cual los deudos padecen en
la mente un espacio vacío de un muerto sin sepultura (un "objeto fantasma")
(19). Como lo comunica la artista, comentando el proceso de elaboración de "El
Secreto", "el trabajo fue un ritual... ritual de encuentro-desencuentro...
desentierro-entierro". (20) "Que el objeto muerto pase a ser un objeto de la
memoria implica la entrada de aquél en una trama significativa para la historia del
sujeto. Es el pasaje del destino, tal como es la muerte - punto final de la
existencia, hecho biológico -, a la significación que éste cobra para cada
sujeto en particular. En ese momento, el yo puede saber quién murió, qué murió con el
que murió, qué partes del yo murieron con él. A partir de ese momento el yo ya no es el
mismo. Un hecho histórico modificó su estructura psíquica. Mundo interno y mundo
externo vuelven a coincidir en un saber : el objeto ha muerto" (21). Pero en estas
situaciones de violencia extrema la incertidumbre impera en el psiquismo, por lo cual se
dificultan estos procesos. Sentimientos de horror acompañan estos cuerpos sin tumba en el
psiquismo, multiplicados ominosamente por la masividad del genocidio. "Más que de
"elaboración", nos plantearíamos que se puede llegar a "convivir"
con este duelo - al que proponemos pensarlo como duelo suspendido - a la espera de
que las generaciones posteriores puedan asumirlo"(22). En este sentido, la obra de
Eugenia habilita, tanto desde una dimensión pública como privada, esta inserción de los
muertos de la Shoah (sus -nuestros muertos) en la memoria colectiva. En un primer momento,
permite una "puesta en escena", cumpliendo la función de organizador
inconsciente, que llevará a la posibilidad, desde la vivencia y la reflexión, hasta una
"puesta en sentido", que ubique tanto la significación singular que para el
deudo posee la muerte de sus familiares como la significación social, en un cruce de la
historia individual y la historia social. Creemos que la búsqueda de un sentido, aunque a
veces implique dar sentido al sin-sentido, contribuye a la posibilidad de simbolizar el
horror vivido y transmitido (23). Y todo ello involucra la identidad. "Comencé
despacio esta historia... la historia de un desentierro... como lo llamé luego... que era
el mío", nos dice Eugenia Bekeris (24). Desentierro que conduce a un entierro
simbólico, que a su vez habilita el desentierro de la subjetividad propia, posibilitando
una reorganización psíquica, al integrar experiencias que fueron negadas, desmentidas,
reprimidas, etc., como protección frente a lo que no pudo ser tolerado.
Dijimos que la obra de Eugenia Bekeris habilita un espacio de reflexión. Desafío
ineludible, ya que el Terror se opone a la posibilidad de pensar. "Si el Terror puede
caracterizarse entre otras fórmulas posibles por su irreconciliable antinomia con el
pensar (...) es imperativo de orden ético, científico y relativo a una praxis posible
revertir su pretensión de impensabilidad, tarea inter e in-disciplinaria, que se juega en
los bordes no menos que al interior de las disciplinas" (25). El pensar permitiría
una metabolización del terror en dolor, especialmente a través de un tercero (otro
social) que habilite la posibilidad del proceso de duelo. Es entonces que "El
Secreto" surge como un otro-testigo, sirviendo de contrapunto al relato testimonial
de los sobrevivientes de la Shoah. El contacto con los testimonios de los sobrevivientes
nos ubica en el lugar de escuchas-testigos, compartiendo el dolor desgarrante del relato.
La paradoja de instalarnos a la vez como partícipes y "observadores" se desliza
constantemente en un segundo tiempo de la reflexión. Y pensar sobre la Shoah nos trae la
posibilidad de trabajar su especificidad, así como vincularla a los efectos de los
regímenes de terror vividos en nuestros países latinoamericanos.
La propuesta de Eugenia Bekeris, tanto en "El Secreto" como en
"Testigos", nos remite a la diversidad sugerida por Hanna Arendt , que
retoman Mario Deutsch y Damián Schroeder : "El Pensar se hace carne en el
surgimiento de una narrativa hecha de múltiples relatos, narración polimórfica (Arendt,
Hanna), polifonía de diversos instrumentos, desde distintas experiencias, posiciones,
historias y lenguajes, en armonía o en choque. Al mismo tiempo los ojos, los oídos, la
nariz podrán mirar, oír, oler" (26).
Estamos entonces frente al tiempo de las generaciones, que implica este segundo tiempo, en
el cual el Terror se puede hacer pensable. En 1913, Freud escribía que " Nos es
lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de ocultar a la que sigue sus
procesos anímicos de mayor sustantividad" (27) (28). Reflexionar sobre estos temas,
como poder escribir sobre ellos, al decir de Maren Ulriksen, « surge de los efectos a
posteriori de la generación siguiente", y "opera como un esfuerzo para
atravesar el espesor del desconocimiento, levantar la desmentida, restituir el trabajo de
la memoria y hacer reconocer el carácter y la extensión del terror" (29)
"Cuando el trabajo sobre la memoria colectiva se refiere a la Memoria del Horror,
esto es, de dar cuenta de experiencias extremas: de desaparición o sideración de
grupos y personas, de tortura y humillación, se cambian las reglas de juego. No se trata,
- como en los tiempos ordinarios de la vida -, de reconstruir y reformular el pasado en
las utopías del presente, sino que se trata de una empresa de renacimiento, de
restitución de engramas destruidos"(30). Que continúa a lo largo de las
generaciones... Ahora es la tercera generación la que interpela, e invita a romper ese
silencio compartido. Y a través del reclamo de esta tercera generación, la segunda se
siente más habilitada, finalmente, a preguntar... y a poder escuchar... Desde su medio
familiar inmediato, son los nietos los que se atreven a preguntar lo que los hijos no
pudieron.
Recordar, pensar y plasmar para intentar comprender... memoria activa , que no permanezca
en una repetición mortífera, o meramente catártica, sino que se convierta en portavoz
de un anhelado "nunca más", denuncia de la tortura, desaparición y muerte por
el Terror, exorcizando el pasado para ubicarnos en un camino vital constructivo,
responsabilidad de triple vertiente : intelectual, ética y estética. Espacio
privilegiado del arte en esta contribución vital ....Grito doloroso y esperanzado a la
vez, que Eugenia Bekeris encarna en su obra, y que nos confirma, nuevamente, la inexorable
"pertenencia a la especie humana" defendida a ultranza por Robert Antelme (31)
así como reflexionar sobre ello, proporcionándonos herramientas para enfrentar el
desafío de intentar la comprensión de esa zona de oscuridad que surge de los testimonios
de los sobrevivientes de la Shoah y otros semejantes como consecuencia de catástrofes
sociales por violencia extrema. Nos ilumina también el entendimiento de la misma
sobrevivencia humana... la intensa, incansable, permanente lucha de los sobrevivientes por
mantenerse íntegros en su humanidad.
Imágenes
N O T A S
1) Viñar, Marcelo y Ulriksen de Viñar, Maren; « Los crímenes del siglo XX, Historia, Verdad y Justicia », presentado en el Coloquio Universidad de Siena, marzo 2000, p.1. (Publicado en version italiana : « Dal Sudamerica : terrorismo di Stato e soggettività », in Storia, verità, giustizia. I crimini del XX secolo), a cura di Marcello Flores, Milano, Bruno Mondadori, 2001).
2) Ibid, pp.1-2.
3) "Ahora sé por qué no quería hablar hasta ahora: no quería volver a sentir lo que sentí en ese momento. Queríamos proteger a nuestros hijos, no queríamos hacerles daño contándoles lo que nos había pasado", dice, en 1995, Chil Rajchman, sobreviviente de Treblinka, en el momento en que realiza su testimonio (Comunicación personal).
4) Comunicación personal de Ana Vinocur, sobreviviente de Auschwitz, de 1999, a quien, en su estadía en Montevideo, Michael Guilat le relató que fue golpeado ochenta veces en el campo de concentración, sobreviviendo milagrosamente , pero cuando al llegar a Israel, les contó a sus familiares lo que le había sucedido, no le creyeron, y esto, para él, fue el "Azote 81" (posteriormente se realizó una película israelí, con este título).
5) Tampoco los mismos sobrevivientes, en plena guerra, podían creer las atrocidades que oían. Por ej., Wolf Alexandrowicz relata que en 1942: "Se corrió un rumor que en Malkino, la estación del ferrocarril de Treblinka, había fábricas de muerte donde mataban y después quemaban a los judíos. En realidad nosotros no lo creíamos. ¿Cómo en el siglo XX podían suceder cosas como las que se contaban?, comentaban todos. Pero instintivamente tuvimos mucho miedo". Lo no creíble también lo expresa Ana Vinocur cuando dice: "Seres aniquilados por personas como nosotros, no por accidentes ni diluvios o terremotos...". En Testimonios sobre el Holocausto.1939-1945. Desde el Uruguay. Publicación del Centro Recordatorio del Holocausto.Sherit Hapleita. Montevideo, 1988, pp.16 y 32.
29) Primo Levi alude a la vergüenza y a la culpa que los ahogaban, durante y después de la guerra : « ...Era la misma vergüenza que conocíamos tan bien, la que nos invadía después de las selecciones, y cada vez que teníamos que asistir o soportar un ultraje : la vergüenza que los alemanes no conocían, la que siente el justo ante la culpa cometida por otro, que le pesa por su misma existencia, porque ha sido introducida irrevocablemente en el mundo de las cosas que existen, y porque su buena voluntad ha sido nula oninsuficiente, y no ha sido capaz de contrarrestarla ». « Que muchos (y yo mismo) han experimentado « vergüenza », es decir, sentido de culpa, durante la prisión y después, es un hecho cierto y confirmado por numerosos testimonios. Puede parecer absurdo, pero es así ». Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Barcelona, Muchnik, 2000, p.63.
7) En 1947, Primo Levi, refiriéndose a su llegada a Auschwitz, escribe: "Entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre.En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad : hemos llegado al fondo ». Primo Levi, Si es esto un hombre, Milá Editor, Buenos Aires, 1988, p.28. En un apéndice de 1976 a este libro, nos cuenta que el manuscrito fue rechazado por varios grandes editores, y aceptado finalmente por una pequeña editorial que cerró al poco tiempo, y "el libro cayó en el olvido, entre otras cosas porque en esos tiempos de áspera postguerra la gente no tenía muchas ganas de regresar con la memoria los dolorosos años que acababan de pasar"(pp.184-185). Tienen que pasar más de diez años para que el libro despierte el interés del público Y ya más adelante, escribe: " Lo repito, no somos nosotros, los sobrevivientes, los verdaderos testigos. Esta es una idea incómoda, que he adquirido conciencia poco a poco, leyendo las memorias ajenas, y releyendo las mías después de años. Los sobrevivientes somos una minoría anómala además de exigua: somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona, no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los "musulmanes", los hundidos, los verdaderos testigos, aquellos cuya declaración habría podido tener un significado general. Ellos son la regla, nosotros la excepción".Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Barcelona, Muchnik, 2000, pp.72-73.
8) Por su parte, Jorge Semprún describe el clima imperante a su regreso a Francia. "...sólo encontraba dos tipos de actitudes entre la gente de fuera. Unos evitaban preguntar, tratándote como si regresaras de un viaje trivial por el extranjero. ¡Así que ya te tenemos de vuelta! Pero lo que sucedía es que temían las respuestas, estaban horrorizados pensando en la desazón moral que éstas hubieran podido provocarles. Los otros preguntaban montones de cosas superficiales, estúpidas -del estilo: ¿qué, fue duro,eh?- pero si les contestaba, incluso suscintamente, desde lo más verdadero, lo mas profundo, opaco, indecible de la experiencia vivida, se volvían mudos, se desasosegaban, movían las manos, invocaban cualquier divinidad tutelar para no pasar de ahí. Y se sumían en el silencio, como se cae en el vacío, en un agujero negro, en un sueño. Ni unos ni otros preguntaban para saber, de hecho. Preguntaban por urbanidad, por cortesía, por rutina social. Porque había que convivir con ello, o simularlo. En cuanto la muerte aparecía en las respuestas, ya no querían oír ni una palabra más. Se sentían incapaces de seguir escuchando". Jorge Semprún, La escritura o la vida, Barcelona, Tusquets, 1995, p.151.
Lawrence Langer, Holocaust Testimonies, the ruins of memory, New Haven, Yale University Press, 1991, investigando testimonios del Archivo Fortunoff de la Universidad de Yale, plantea que "Ellos querían hablar sobre el tiempo que perdieron; nosotros queremos oír del heroísmo". Por su parte, Primo Levi , en 1947, escribe: "Querían hazañas de héroes"; Si es esto un hombre, Buenos Aires, Raíces, 1988.
Yael Danieli, "The Aging Survivor of the Holocaust", Journal of Geriatric Psychiatry, Volume 14, Number 2, New York, International Universities Press, Inc., 1980, p. 202.
Nadine Fresco, "Remembering the Unknown",International Review of Psychoanalysys, 1984, II, 417, y en la Nouvelle Revue de Psychanalyse Nº 24, 1981, pp. 418-19-20-21 y 26.
En relación a la memoria, el historiador Hugo Vezzetti plantea que "...la cuestión es si la acumulación de testimonios permite conocer, es decir, formular las preguntas pertinentes, construir una reactivación del pasado que necesariamente se abre a la cuestión de la permanencia y la diferencia". "...La transmisión de una experiencia límite ..sólo puede ser rodeada y elaborada sin cesar, en la medida en que es fundamentalmente inasimilable. La memoria se contruye también, en esa dimensión, con silencios y con huecos que mantienen, en contra de lo ya sabido, interrogantes que no tienen respuesta". Hugo Vezzetti, Responsabilidades de la memoria, trabajo presentado en el Coloquio "Memoria social, comunidades y fragmentaciones", en el panel "Responsabilidades colectivas en los traumas sociales", Montevideo, nov.1998, p. 7.
Daniel Gil; Memoria de la muerte, trabajo inédito, presentado en la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica, Montevideo, setiembre 1996, p. 6.
14) Moisés Kijak y María Lucila Pelento, « El duelo, en determinadas situaciones de catástrofe social », Revista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Tomo 42, Nº 4, 1985, pp. 801.
15) Judith Kestemberg, « Psychoanalytic contributions to the problem of children of survivors from Nazi persecution », Israel Annals of Psychiatry and Related Disciplines, 10,311-25. 1972, y « Survivor-parents and their children », en M.S. Berg; E.Jucowy (Eds) Generations of the Holocaust, New York, Basic Books, 1982, pp. 83-102.
16) Yolanda Gampel, « Prendre congé. Despedirse del propio pasado a través de la mente del analista », Duelo y Trauma. Diarios clínicos, Nº 6, Revista. de Psicoanálisis con niños y adolescentes. Lugar Editorial, Bs.As., 1993.
17) Dina Wardi, Memorial Candles: Children of the Holocaust, Londres, Tavistock/Routledge, 1992.
18) Cristina Abal, Luba Bondnar y Rosa Zytner, « La sobrevivencia: una cuestión de identidad. Hijos de sobrevivientes del Holocausto (Shoah) », Revista Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica , AUDEPP, Tomo V, Vol 2, Montevideo, dic.1998,p. 176.
19) J. Braun de Dunayevich y M.L. Pelento, "Las vicisitudes de la pulsión de saber en ciertos duelos especiales". En J. Puget y R. Kaës (comp.), Violencia de Estado y Psicoanálisis, Buenos Aires, Cetro Editor de América Latina, 1991, pp. 82 y 89.
20) Video de Eugenia Bekeris, que acompaña la presentación de "El Secreto".
21) J. Braun de Dunayevich y M.L. Pelento, art.cit., p. 89.
22) Luba Bondnar y Rosa Zytner, "Yo canto una canción que se llama silencio". Acerca del "duelo" en las experiencias límites en situaciones de violencia extrema", Publicación del 1er Congreso de Psicoanálisis y 11as Jornadas Científicas: "Los Duelos y sus Destinos. Depresiones, Hoy". Asoc. Psicoanalítica Urug., Montevideo, mayo 2000, p. 120..
23) Cristina Abal, Luba Bondnar y Rosa Zytner, «La sobrevivencia: una cuestión de identidad. Hijos de sobrevivientes del Holocausto (Shoah) », ibid, p. 173.
24) Video de Eugenia Bekeris, que acompaña la presentación de "El Secreto".
25) Mario Deutch y Damián Schroeder,"Terror, pensar, dolor. La desaparición forzada", Revista Uruguaya de Psicoanálisis, Nº 86, APU, Montevideo, 1997, p. 168.
26) Hannah Arendt, citada en el artículo de Mario Deutch y Damián Schroeder, « Terror, pensar, dolor. La desaparición forzada », art.cit., p. 168.
27) Freud, Sigmund; "Tótem y Tabú" (1912-13), Obras Completas, Tomo XIII, Buenos Aires, Amorrortu Eds., 1976, pp. 159-160.
28) La transmisión psíquica a través de las generaciones es abordada posteriormente por Rene Käes, por ej., en Rene Kaës y otros, Transmisión de la vida psíquica entre generaciones, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1996, pp. 13-29 y 31-72.
29) Maren Ulriksen de Viñar »Notas para pensar el terror de estado y sus efectos en la subjetividad », Revista Uruguaya de Psicoanálisis, Nº 86, APU, Montevideo, 1997, p. 139.
30) Viñar, Marcelo y Ulriksen de Viñar, Maren; art.cit.,« Los crímenes del siglo XX, Historia, Verdad y Justicia », presentado en el Coloquio Universidad de Siena, marzo 2000, p. 13.
31) Robert Antelme escribe en 1947: "El motivo de nuestra lucha sólo fue la reivindicación frenética, y casi siempre solitaria, de seguir siendo hombre, hasta el final". "Decir que uno se sentía entonces cuestionado como hombre, como miembro de la especie, puede aparecer como un sentimiento retrospectivo, una explicación a posteriori. Fue eso, sin embargo, lo que vivimos y sentimos de manera más inmediata y constante, y es eso, exactamente eso, lo que querían los otros. Sentirse cuestionado en su calidad de hombre provoca una reivindicación casi biológica de pertenencia a la especie humana. Sirve luego para meditar sobre los límites de esa especie, sobre su distancia con la "naturaleza" y su relación con ésta, sobre cierta soledad de la especie entonces y, finalmente, para concebir sobre todo una visión clara de su unidad indivisible." "... nos vemos obligados a decir que hay sólo una especie humana. Que todo lo que esmascara esa unidad en el mundo, todo lo que pone a los seres en la condición de explotados, de esclavizados, e implicaría por eso mismo la existencia de variedades de especies, es falso y loco; y que aquí tenemos la prueba, la prueba más irrefutable, ya que la víctima no puede hacer otra cosa que comprobar que, en su peor ejercicio, el poder del verdugo no puede ser otra cosa que un poder propio del hombre: el poder de muerte. Puede matar a un hombre, pero no puede transformarlo en otra cosa" (Robert Antelme, La especie humana, Montevideo, Ediciones Trilce, 1996, pp. 14-15 y 182.
Rosa Zytner (julio 2002)