Nietzsche, Freud y el eterno retorno del
mito
Ruben Tani y María Gracia Núñez
Resumen
Con el mito de Ariadna, Nietzsche rescata la tensión originaria que
existe entre lo apolíneo y lo dionisíco. La reescritura del mito presenta el concepto de
eterno retorno donde la repetición pone en cuestión la ley apolínea. Eterno retorno,
repetición y voluntad de poder permiten interpretar el mito como sueño colectivo diurno
distanciado de la categoría apolínea que enmascara la voluntad de saber. Mito o sueño
diurno que expresan el aspecto dionisíaco, de la racionalidad mediante un sueño de
arriba que presenta este conflicto abstracto mediante una dramatización simbólica.
En el mismo sentido el estudio del simbolismo onírico que realiza Freud, también permite
traducir los elementos expresados en el contenido manifiesto y comprender las ideas
latentes de los mitos o sueños diurnos repetidos y comprender los mecanismos de su
transformación.
1) ¿Sueño de arriba o sueño de abajo?
Nietzsche ha legado una lectura de la metáfora originaria, la tensión
original entre la cultura apolínea y la dionisíaca a propósito del mito de Ariadna. El
tema de la repetición nietzscheana que preocupa asimismo a Freud, aparece como
pensamiento de futuro y pone en cuestión la ley la generalidad al criticar el
mito de la racionalidad apolínea y los mecanismos de censura de una realidad humana más
profunda y creativa.
El placer, el dolor, la desmesura dionisíaca y la transmutación de los valores de
Nietzsche, se revelan en la concepción freudiana de la transmutación de los valores
psíquicos producida en la condensación, la dramatización, y el desplazamiento,
factores que elaboran la dinámica simbólica de fuerzas, esto es, la diferencia de
intensidad entre dos o varias pulsiones puestas en relación. La lectura y reescritura del
mito de Ariadna y el laberinto ejemplifican las ideas nietzscheanas sobre el eterno
retorno de lo reprimido por la racionalidad apolínea. Pero el eterno retorno del tema
mítico no es ni cualitativo ni extensivo, es intensivo y se encuentra vinculado con la
voluntad de poder. Si el mito es un sueño emblemático de un colectivo se puede entender
la palabras de Freud: "Sospechamos ya cuán acertada es la opinión de Nietzsche
de que "el sueño continúa un estado primitivo de la Humanidad, al que apenas
podemos llegar por un camino directo", y esperamos que el análisis de los sueños
nos conduzca al conocimiento de la herencia arcaica del hombre..."(1).
Pensada como una actitud contra las leyes del pensamiento apolíneo o diurno, el eterno
retorno no es el retorno de la misma metáfora, de una misma semejanza en su identidad,
más bien, se trata de señalar el desplazamiento que se produce en el orden simbólico y
que permite interpretar el mito como un sueño colectivo diurno con sus síntomas
rituales. Freud sostiene que "en muchos análisis o en determinadas
fases de un análisisse manifiesta un divorcio entre la vida onírica y la diurna,
análogamente a la manera en que se aísla del pensamiento en vigilia la actividad
fantástica que inspira una continued story o novela por entregas (un sueño diurno
novelado)."(2)
La tarea hermenéutica de Nietzsche y Freud aporta elementos para el análisis del
desplazamiento originario representado en el drama trágico y explica la función de los
personajes emblemáticos, las máscaras constitutivas de la diferencia y el conflicto. Se
trata de una interpretación relacionada con la cura, cuidado o desvelo (Sorge) que
se produce al re-conocer (anagnórisis) la productividad del significante y su
traza para establecer la vinculación (Verbindung) con el significado de las ideas
latentes, la transferencia y la censura, mediante los cuales el logocentrismo apolíneo
actúa su des-conocimiento enmascarado de voluntad de saber. En este sentido, la voluntad
de saber puede ser catalogada de mito o sueño diurno producida por un impulso o voluntad
inconsciente. Así, por ejemplo, Nietzsche afirma: "Pero el único espejo en que
el griego apolíneo podía verse, es decir, conocerse, era el mundo de los dioses
olímpicos: y es éste reconocía él su esencia más propia, envuelta en la bella
apariencia del sueño".(3)
En este sentido, se puede interpretar el sueño filosófico de Descartes, es decir, las
meditaciones metafísicas que reproducen el juego mítico entre Dios y el genio maligno,
generalizando el comentario de Freud a propósito de la carta a Maxim Leroy sobre un
sueño de Descartes donde afirma que los sueños del filósofo "pertenecen
a los que solemos denominar sueños de arriba, es decir, son formaciones
ideativas que habrían podido ser creadas con la misma facilidad durante la vigilia que en
el estado del sueño, y que sólo en ciertas y determinadas partes derivan su material de
estados anímicos más o menos profundos. Además, estos sueños presentan generalmente un
contenido de forma abstracta, poética o simbólica." (4)
El estudio del simbolismo onírico, según Freud, permite la traducción de los elementos
del contenido manifiesto y comprender los sueños arquetípicos en relación a los sueños
repetidos de los individuos. Pero, lo más importante de la contribución de Freud
reside en que, este simbolismo comprende y se relaciona además, con las representaciones
de fábulas, mitos, leyendas, chistes y folklore, que es una peculiaridad del pensamiento
inconsciente que presta el material para la elaboración mediante la condensación, el
desplazamiento y la dramatización.
El concepto de repetición sufre modificaciones teóricas a lo largo de la
obra de Freud, y la articulación que se pueda establecer con el concepto de
transferencia, es importante en tanto marca diferencias clínicas respecto de la posición
del analista. En Recordar, repetir, reelaborar Freud menciona el concepto de compulsión
de repetición. Allí el analizado no recuerda nada de lo olvidado y reprimido sino
que lo actúa. Aparece el recuerdo en acto (agieren). La repetición se escenifica
bajo las condiciones de la resistencia, alimentadas por las mociones pulsionales
reprimidas. La transferencia misma es solo una pieza de repetición y la repetición es la
transferencia misma del pasado olvidado.
Articulada la compulsión de repetición en Más allá del principio de placer a
una fuente más originaria, Freud advierte la intervención de la repetición en la
transferencia, como algo distinto al mecanismo del retorno de lo reprimido. A su vez, este
actúa independientemente del saber y excede al campo de las representaciones. Presente en
la transferencia y en los otros referentes clínicos, la compulsión de repetición
aparece relacionada con la pulsión de muerte (ligada al super-yo y al ello) y marca un
punto de exterioridad a la regulación homeostática del principio de placer.
La repetición consiste en la reproducción del pasado pero se separa de la vertiente
simbólica de la transferencia, entendida como desplazamiento y falso enlace. La
dimensión simbólica de la transferencia es la que permite el desplazamiento de la
libido, del interés de una persona hacia otra, y la sustitución significante. En la
transferencia se reproducen y repiten las distintas significaciones fantasmáticas de un
sujeto.
Por otra parte, el automatismo de repetición no se separa de la transferencia, desde el
momento en que ésta consiste en el despliegue de estas significaciones, sostenidas por el
analista y otorgadas vía la interpretación. En la repetición como Tyché, se
incluye siempre una novedad, una diferencia, lo que se repite no consiste en una
estereotipia de la conducta ni en la reproducción de algo ya vivido sino que se produce
como un encuentro fallido (dimensión del trauma y del despertar). Si la transferencia
abarcara solo la repetición, la transferencia se convertiría en la repetición del mismo
malogro y el analista se transformaría en un mero contemplador pasivo de estas citas
fallidas. Por otra parte, esta repetición invalida la condición y posibilidad que tenía
la interpretación de abrir significación.
En Sobre la dinámica de la transferencia Freud señala que "Al igual que
en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los
resultados del despertar de sus mociones inconscientes, quiere actuar (agieren) sus
pasiones sin atender a la situación objetiva (real). (...) Esta lucha entre el médico y
el paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre discurso y querer "actuar"
se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los fenómenos transferenciales."
(5)
Se podría señalar que el agieren presentaría en principio dos caras: una en
relación a la repetición en tanto efecto de la Regla Fundamental y otra, que sostiene la
cadena, que quedaría del lado de la compulsión de repetición. Colette Soler señala que
en tanto el agieren es legible como repetición pertenece al registro del
descifrado significante, concibiendo a la transferencia en su faceta de sujeto supuesto al
saber. No es el caso de la transferencia definida como ... "puesta en acto de la
realidad del inconsciente, que no es repetición y no depende del descifrado. Es una
transferencia actual (...) que participa del fuera del tiempo de la pulsión, de eso que
Freud designa como su empuje constante, digamos su aspecto de goce." (6)
2) Nietzsche: el origen mítico de la tragedia
Nietzsche propone una hermenéutica que trabaja sobre la expresividad
dionisíaca reprimida por la racionalidad diurna, genealogía que remite a la
revalorización de la metáfora y su desplazamiento que actúa productivamente en el
eterno retorno presentado como efecto desconocido para el pensamiento racional del logos.
Se trata de una pretendida unidad originaria que no cesa de ser desmentida en la narrativa
del texto mítico, que necesita de un nuevo tipo análisis integral en relación con la
actitud del intérprete que relacionando metáforas que disfrazan las ideas latentes
responde creativamente al proceso de olvido o lapsus y estudia las resistencias del
logos.
En Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral, Nietzsche, afirma que la fuente
original del lenguaje y del conocimiento no radica en la lógica sino en la imaginación,
esto es, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear
metáforas, enigmas y modelos, porque la producción artística de metáforas, "con
la que comienza en nosotros toda percepción, supone ya esas formas y, por lo tanto, se
realizará en ellas; sólo por la sólida persistencia de esas formas primigenias resulta
posible explicar el que más tarde haya podido construirse sobre las metáforas mismas el
edificio de los conceptos. Este edificio es, efectivamente, una imitación, sobre la base
de las metáforas, de las relaciones de espacio, tiempo y número". (7)
Ciertos epígonos modernos de Platón interpretaron equívocamente el conflicto entre el
análisis alegórico y análisis tautegórico, un conflicto representado en
el olvido del desplazamiento originario entre el logos y el mito, que produce el rechazo
de la metáfora. Esto equivale a un predominio del modelo sobre la imagen, sostenido por
una voluntad vigilante que funda la distinción logocéntrica entre iconos y metáforas,
es decir, una metafísica de la presencia que actúa reprimiendo las imágenes.(8) Se
trata de una de selección y exclusión del significante que se origina a partir de cierta
lectura de Platón que alude a su concepción acerca de la verdad que conformará el mito
de la verdad como voluntad de poder. La verdad, en sentido nietzscheano, será definida
como "una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en
resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y
adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo
considera firmes, canónicas y vinculantes. Las verdades son ilusiones de las que se ha
olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas
que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal".(9)
De este modo, la naturaleza del lenguaje será esencialmente metafórica o figurativa,
de donde resulta que conjuga la identificación de lo no idéntico mediante la
dramatización arcaica del mito. No existe realidad-fundamento anterior al lenguaje con
capacidad de funcionar como criterio de verdad para distinguir un lenguaje literal de otro
alegórico. De modo tal que mentir o soñar deja de ser algo que pertenece a la moralidad
para convertirse en desviación consciente de la realidad que se encuentra en el mito,
el arte, la metáfora. Mentir o soñar, en este terreno, es simplemente un estímulo
consciente e intencional de la ilusión como síntoma porque la metáfora permite una
nueva visión, una nueva organización del universo y un nuevo orden. La metáfora crea
asociaciones entre significantes que re-envían a significados creando lecturas de lo
oculto que está sin embargo siempre presente. La metáfora y su relación con el porvenir
de la ilusión o simulación expresa, según Nietzsche, el verdadero contenido de la
narración, con lo que propone una razón narrativa que permitirá penetrar en las zonas
de irracionalidad de lo humano, allí donde la verdad consistirá en un síntoma
presentado como una aproximación a la razón alegórica, esto es, a la etiología del
sueño y el mito. Con esto, Nietzsche afirma la divergencia y la disyunción conflictiva
de los constituyentes míticos y una interpretación que opone la dispersión originaria a
una pretendida totalización en la identidad de lo mismo: el mundo dramático de la
representación es el mundo de la identidad en conflicto.
Por otra parte, la categoría de "narración" envía a la diferencia como
constituyente de la aserción, y esto porque lo que ambiciona la voluntad de saber es
desconocer su propia diferencia, ya que en su relación desplazada con lo otro, hace de su
diferencia objeto de afirmación. El desplazamiento metafórico de la cadena significante
produce la repetición del síntoma que aparece esclarecido por un pensamiento hermenéutico
que opone a la vieja categoría de anamnesis platónica la anagnórisis de
Nietzsche y Freud. El desplazamiento de la metáfora pone en cuestión la ley de lo manifiesto
a la conciencia como verdad total, producto de un olvido de una realidad más profunda y
más artística (10). En este sentido, apropiarse de otra lectura significa imponer
formas, crear formas en relación con nuevas circunstancias. Así, el poder de
transformación de esa interpretación es la primera definición de la actividad, según
lo manifiesta Nietzsche en lo que llama "voluntad de poder", el elemento
genealógico de la fuerza donde se produce una síntesis de fuerzas (Ariadna, Teseo,
Dionisos) transfiguradas en su eterno retorno y en la interpretación de la tópica
transparente y la dinámica de lo simbólico mítico. La voluntad de poder es el
elemento diferencial de las fuerzas, el elemento de producción de la diferencia
entre dos o varias fuerzas emblemáticas en la narración mítica o sueño diurno.
El eterno retorno se alimenta de fuentes dionisíacas, configura una genealogía de lo
reprimido, fuerzas oscuras, ignoradas o rechazadas por el platonismo, el retorno cuestiona
abiertamente la dicotomía analítica que articula la interpretación en dos niveles: el
contenido manifiesto y el contenido latente. La voluntad de poder propone la
interpretación del eterno retorno como un producto de la dinámica diferencial del mito,
de un desplazamiento. Nietzsche afirma: "Si hubiera identidad, si hubiera para el
mundo un estado cualitativo indiferenciado, o para los astros una posición de
equilibrio, sería ésa una razón para no salir, no para no entrar en un ciclo"
(10). G. Deleuze vincula el eterno retorno a lo que parecía oponérsele o limitarlo desde
fuera: la metamorfosis integral, lo desigual irreductible. (11) Esto sucede porque el
eterno retorno no produce un incremento cualitativo y progresivo, es intensivo o
intempestivo y propone la diferencia en el núcleo del mito "original".
Con el aludido procedimiento hermenéutico, Nietzsche reinterpreta el mito original
vinculando la significación emblemática de los personajes como expresión del eterno
retorno y de la voluntad de poder. El eterno retorno consistirá en la interpretación
del mundo a partir del mito griego recuperado del olvido producido por la identidad
originaria del logos apolíneo. El eterno retorno reafirma la fuerza expresiva de
selección donde lo negativo como unilateral deja de retornar como principio único o
arjé. Así, contra las leyes del pensamiento apolíneo, la repetición y el
desplazamiento en el eterno retorno especifican la voluntad de poder. Ya nada es igual,
todo se basa en la diferencia, en su desemejanza ahora reconocida y en su desigualdad
originaria.
Se trata de una interpretación que denuncia la mistificación más profunda y peligrosa
del humanismo representado por el hombre superior que propone una lectura racional del
mito acudiendo a otro mito. El retorno de lo desplazado se repite como síntoma en el
propio desplazamiento simbólico que la hermenéutica del mito y del sueño señala como
la paradoja de la repetición del mismo significado en el devenir de lo otro
significante.
El olvido del origen de la tragedia conlleva la alienación apolínea del hombre
"superior", quien ya no sabe lo que significa afirmar-se y cree que afirmar-se
es asumir la verdad, conocer y soportar la prueba, lo que supone una voluntad de
regresión al narcisismo primitivo y la satisfacción alucinatoria del deseo.
El Libro II de Zaratustra, "Los sublimes", trata de aquellos héroes que son
hábiles para descifrar enigmas, frecuentar el laberinto y vencer al toro. Los caracteres
del hombre sublime son coincidentes con los atributos del hombre superior: el espíritu de
seriedad, la pesadez, la afición a llevar cargas, el desprecio por la tierra, su
incapacidad de reír y jugar así como su propósito de venganza.
El mito abarca una dimensión de la vida humana inaccesible a una postura epistemológica
puramente objetiva, que no puede o no quiere reconocer la expresión arcaica del deseo ya
que tiene su fundamento en el mito solar, la epifanía o apariencia de la verdad del
significado manifiesto. Las máscaras del sujeto representan un conflicto dinámico en el
drama de la narración mítica porque, penetrar en la profundidad de los tiempos, equivale
a penetrar en la profundidad del sí mismo. De este modo, el mito expresa la dimensión
profunda del "nacimiento de la tragedia" y se constituye en el elemento
fundamental de todas las manifestaciones de inteligencia de la historia, ya no se trata de
una historia inventada sino de una historia dramatizada e interpretada y que tiene lugar
dentro del espacio escénico del mito aludiendo a aquellos temas que se presentan en la
narración: tiempo, ficción, muerte, vida, olvido, etc. Así, la hermenéutica
nietzscheana supera la idea dualista que distingue entre mundo verdadero y mundo aparente;
entiende la metáfora como una diferencia que produce una relación inmediata de lo
diferente con lo diferente, que descubre la complejidad originaria de la supuesta unidad
originaria de lo mismo.
3) Conmemoración de una tragedia: la interpretación del mito de Ariadna
Según Nietzsche, Ariadna abandonada por Teseo, comienza a relacionarse
con Dionisos en Naxos. Luego que Ariadna que ha sido desplazada por Teseo al que
había guiado en el laberinto es raptada por Dionisos, y a partir de esta instancia
se establece un profundo desplazamiento: Teseo-Dionisos. Si bien en una primera lectura,
Teseo es el héroe racional y tanático, competente para descifrar los enigmas, frecuentar
el laberinto y matar al toro, en una segunda instancia, el toro vencido por Teseo resulta
superior a éste. Teseo vence al monstruo, su propio enigma, el enigma que plantea el
laberinto del mundo, cuestión que es solucionada por la astucia de Ariadna. Teseo
desconoce que afirmar-se no es asumir lo que (no) es, sino por el contrario, liberar-se,
descargar-se en tanto resuelve el enigma de la vida. Teseo se empeña en cargar la vida
bajo el peso de valores superiores que representan la única forma de los nuevos valores
vitales tanáticos. De este modo, el mito debe ser interpretado como juego de la
transmutación del Minotauro en Dionisos; Nietzsche afirma que "el hombre superior
pretende explorar el laberinto o bosque del conocimiento. Pero el entendimiento no
es más que el disfraz de la moralidad: el hilo en el laberinto es el hilo moral que
cumple la empresa de querer matar al toro, es decir negar la vida, aplastarla bajo un
peso, reducirla a sus fuerzas reactivas" (13). La voluntad de negar, la censura
como instinto de vida, desconoce la elaboración de las ideas latentes, factor que opera
en la conciencia, y que implica una interpretación literal y simbólica, a la vez, de
acuerdo con los siguientes recursos: (a) la condensación simbólica, metáfora,
oxímoron, analogía, (b) el desplazamiento valorativo, (c) la dramatización, y (d) la
elaboración secundaria.
Mientras Ariadna está junto a Teseo participa en la empresa de negar la vida mediante
falsas apariencias de afirmación, Teseo -el modelo- es el poder de negación sí mismo y
la figura de su propia escisión negada. En contacto con Dionisos surge una actividad
agonística interna, aprende que lo que creía una actividad heroica no era más que
venganza y vigilancia, reacción afectiva de su conciencia incompleta sin
Dionisos; más profundamente, lo que creía ser una afirmación no era más que un
disfraz, un modo de creerse fuerte porque se asume.
El laberinto ya no es el sendero por el cual se introduce, sujetando un hilo, aquel que va
a matar al toro, reside en Dionisos. Nietzsche escribe: "Los hombres superiores no
son más que los grados inferiores de la voluntad de poder. Con ellos la voluntad de
poder representa sólo un querer-engañar, querer-dominar, una vida enferma agotada que
esgrime prótesis. Sus mismos papeles son prótesis para sostenerse de pie como una
actitud existencial conflictiva. Únicamente Dionisos, el artista creador, alcanza la
potencia de la metamorfosis gracias a la cual deviene, dando fe así de una vida
pletórica; "lleva la potencia de lo falso a un grado que se efectúa no ya en la
forma, sino en la transformación"; "virtud que da", o creación
de posibilidades de vida, esto es, transmutación. La voluntad en este procedimiento
conlleva una energía apta para recuperar la complejidad originaria del mito y
transformarlo: "son viles, o bajos, aquellos que no saben disfrazarse,
travestirse, es decir adoptar una forma, y atenerse a una forma siempre la misma"
(14).
Esta lectura replantea la unión de Dionisos y Ariadna en una tensión simbólica con
Teseo. El tema del eterno retorno del mito es el producto de la re-interpretación de la
unión conflictiva de estos personajes donde la afirmación dionisíaca recupera su
significado pleno. Se trata de una interpretación que propone la transmutación
simbólica de los personajes mitológicos y presenta el eterno retorno como producto de
esa doble lectura, que hace volver lo negado y hace devenir lo activo. Ni las fuerzas
reactivas ni la voluntad de negar volverán: quedan eliminadas por esta transmutación
hermenéutica que propone al eterno retorno como una selección de lo reprimido.
Teseo es inferior al toro: "Debería hacer como el toro, y su felicidad debería
tener olor a tierra y no a desprecio de la tierra. Quisiera verlo semejante al toro
blanco que resopla y muge delante del arado; y su mugido debería cantar la alabanza de
todo lo terrestre. Dejar los músculos distendidos y la voluntad desuncida, eso es lo más
difícil para vosotros los sublimes" (15) El hombre superior ignora que afirmar
no es cargar la vida bajo el peso de los valores superiores, incluso los heroicos
racionales, sino crear valores nuevos que hagan de la vida lo ligero y lo afirmativo.
Teseo afirma el poder de negar, es el espíritu de la negación. Bajo su
influencia, Ariadna es el ánima, el alma reactiva o la fuerza del resentimiento.
Ariadna es la que experimenta el resentimiento contra su hermano, el toro. Abandonada por
Teseo, Ariadna se aproxima a Dionisos-toro que es la figura de la afirmación pura y
múltiple del impulso de la vida, la voluntad afirmativa: él no soporta nada, no se carga
de nada, sino aligera todo lo que vive. Sabe hacer lo que el hombre superior ignora:
reír, jugar, danzar, es decir afirmar. Él es lo ligero, que no se reconoce en el hombre,
sobre todo en el hombre superior, sino solamente en el superhombre, en otra cosa que el
hombre. Era necesario que Ariadna fuera abandonada por Teseo: bajo la caricia de Dionisos
el alma deviene activa. Ella era pesada con Teseo, pero con Dionisos se aligera y
descargada, delgada, se eleva hasta el cielo. Aprende que, lo que tiempo antes cría una
actividad, no era más que propósito de venganza, desconfianza y vigilancia, reacción de
la mala conciencia y del resentimiento. Pero Ariadna comprende su decepción en un momento
en el que ya no se preocupa más: Dionisos, que es un verdadero griego, se acerca; el alma
deviene activa, al mismo tiempo que el espíritu revela la verdadera naturaleza de la
afirmación. Ahora, la canción de Ariadna adquiere todo su sentido: transmutación del
Ariadna en la proximidad de Dionisos, Ariadna es el ánima que corresponde al espíritu
que dice sí. (16)
Dionisos canta una canción de soledad, es el dios de la afirmación; ahora es necesaria
una segunda instancia para que la voluntad de afirmación sea puesta en juego. Nietzsche
distingue bien las dos afirmaciones cuando dice: "(Dionisos) Eterna afirmación del
ser, eternamente yo (Ariadna) soy tu afirmación"(17). Dionisos es la afirmación del
ser, pero Ariadna, la instancia de la afirmación, la segunda afirmación o el devenir
activo. Todos los símbolos de Ariadna cambian de sentido cuando se relacionan con
Dionisos y dejan de ser deformados por Teseo. No solamente la canción de Ariadna deja de
ser la expresión del resentimiento para ser una búsqueda activa, una pregunta que se
afirma. El laberinto no es más el laberinto del conocimiento y de la moral; el laberinto
no es ya el camino donde penetra tendiendo un hilo, el que va a matar al toro. El
laberinto ha devenido el toro blanco mismo. Dionisos-toro: Yo soy tu laberinto.
Más precisamente, el laberinto es ahora el oído de Dionisos, el oído laberíntico. Es
necesario que Ariadna tenga oídos como los de Dionisos, para entender la afirmación
dionisíaca, pero también que responda a la afirmación en el oído de Dionisos mismo.
La mitología colectiva y el super-yo cultural establecen ideales éticos cuya violación
es castigada con la "angustia de conciencia" ante la posibilidad de cumplir la
carga asumida y supone que el yo goza de una ilimitada autoridad sobre su
ello (18). Según esta cita de Freud, se podría identificar las máscaras o
personajes del mito trágico originario, según el cual Teseo asume los ideales éticos
del super-yo, Ariadna vincula las dos instancias como el yo, mientras que el
Minotauro como voluntad vital, con el ello. Y en la perspectiva del devenir
cultural y el retorno del mito, cabe citar nuevamente a Freud: "Habiendo sido los
sufrimientos de Dionisos, el divino macho cabrío, y las lamentaciones de su cortejo de
machos cabríos, identificados con él, el argumento preferido de la tragedia griega
primitiva, no podemos extrañar que este drama, que había perdido ya por completo su
vitalidad en el transcurso de los tiempos, la recobrase totalmente en la Edad Media,
apoderándose de la Pasión de Cristo".(19)
En este sentido, se puede decir que el vínculo agonístico entre Teseo y Dionisos
presenta a Ariadna una cuestión de salud y de curación. Dionisos es la afirmación pura;
Ariadna es el alma, la afirmación desdoblada, de modo que la afirmación retorna a
Dionisos como afirmación que redobla. El eterno retorno es el producto de la unión de
Dionisos y Ariadna. En tanto que Dionisos está solo tiene todavía miedo del pensamiento
del eterno retorno, porque teme que éste restituya las fuerzas reactivas, la empresa de
negar la vida. La afirmación dionisíaca encuentra su pleno desarrollo en Ariadna.
El producto de la unión de Dionisos y Ariadna es el superhombre, es decir, lo opuesto al
hombre superior. Lo que el hombre superior presenta como la afirmación, es sin duda el
ser más profundo del hombre, pero es solamente la extrema combinación de la negación
con la reacción, de la voluntad negativa con la fuerza reactiva, el nihilismo de la mala
conciencia y el resentimiento. Con esto, la voluntad de poder tiene dos gradaciones:
afirmación y negación, mientras que las fuerzas tienen dos cualidades: acción y
reacción. Cualidades antagónicas desconocidas por el nihilismo, la fuerza reactiva que
resiste en la ilusión de la falsa afirmación. El hombre superior está necesitado de
conocimiento: pretende explorar el laberinto o el bosque del conocimiento que es solamente
la máscara de su moralidad: el hilo en el laberinto y el hilo moral. La moral a su vez es
un laberinto, una máscara del ideal ascético y religioso. Del ideal ascético al ideal
moral, del ideal moral al ideal del conocimiento: es siempre la misma empresa que
persigue, la de matar al toro, es decir negar la vida, aplastarla bajo un peso, reducirla
a sus fuerzas reactivas. Superhombre y laberinto, intérprete de un sueño diurno novelado
en forma colectiva como complejo simbólico del desplazamiento.
Revalorización de la hermenéutica freudiana
En tanto la repetición permite la producción de la diferencia entre
fuerzas puestas en relación, cabe destacar que presenta una novedad, esto es, una
diferencia elaborada de lo que se repite. En este sentido, la repetición habilita a la
interpretación del síntoma. Según la hermenéutica freudiana, la interpretación
de un sueño (texto) se puede dividir en dos etapas: la de su traducción y la de su
apreciación, Freud sostiene que "durante la primera el analista no debe
dejarse influir por consideración alguna con la segunda. Es como si uno tuviera ante sí
un capítulo de un autor extranjero; por ejemplo, Tito Livio. Ante todo se pretenderá
saber qué nos cuenta Livio en este capítulo, y sólo más tarde se planteará la
discusión de si lo leído es una crónica histórica, una leyenda o una disquisición del
autor.
Pero ¿qué deducciones se pueden extraer de un sueño correctamente traducido? Tengo la
impresión de que, al respecto, la práctica del análisis no siempre ha evitado los
errores y las valoraciones excesivas, cometiéndolos, en gran parte, debido a su
desmesurado respeto ante el "misterioso inconsciente" (20).
Estas expresiones quizá expresen la importancia del análisis como una lectura de
símbolos (jeroglifos) interpretados como elementos textuales que en una correcta
traducción concibe lo inconsciente relacionado dinámicamente con otras instancias del
"aparato psíquico".
En este sentido la anagnórisis de Nietzsche y Freud -opuesta a la anamnesis- remite el desplazamiento metafórico de la cadena significante en tanto reconoce la repetición del síntoma que resulta legible por el procedimiento hermenéutico que analiza el contenido manifiesto para comprender las ideas latentes. Así, fábulas, mitos, leyendas y sueños constituyen textos cuya cuidada representación es elaborada mediante la condensación y la dramatización. Los factores que intervienen en la elaboración de los sueños replantean la traducción y la apreciación de lo manifiesto como ajeno a una conciencia espontánea de un sujeto apolíneo e imponen una nueva forma de análisis. Si se concibe la interpretación de los sueños de Freud como una hermenéutica textual, que permite relacionar la elaboración de los símbolos de los mitos como sueños colectivos con la elaboración de los sueños, se debe reconocer un mérito quizá no lo suficientemente reconocido.
Notas
(1) S. Freud, La interpretación de los sueños, Buenos Aires, Círculo de Lectores, 1977, p. 543.
(2) S. Freud, Nuevas aportaciones a la interpretación de los sueños, Madrid, Alianza, 1972, p. 90.
(3) F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, Madrid, Alianza, 1973, p., 242.
(4) S. Freud, Nuevas aportaciones a la interpretación de los sueños, Madrid, Alianza, 1972, pp. 105-106.
(5) S. Freud. Sobre la dinámica de la transferencia. Madrid, Alianza, 1985, p. 105.
(6) C. Soler: "El acting out en la cura" en Finales de análisis. Buenos Aires, Manantial, 1976.
(7) Vaihinger, La voluntad de ilusión en Nietzsche, en: «Teorema», 1980, p. 16.
(7) Vaihinger, op. cit., p. 25.
(8) G. Deleuze, Diferencia y Repetición, Júcar, Madrid, 1988, p. 311.
(9) G. Deleuze, op. cit. p. 70.
(10) F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, M E, 1993, p. 115.
(11) G. Deleuze, Crítica y Clínica, Barcelona, Anagrama, p. 140.
(12) F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, Madrid, Alianza, 1973, p. 135.
(13) F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza, 1973, p. 213.
(14) F. Niezsche,1993, p. 63.
(15) F. Niezsche,1993, 106.
(16) F. Niezsche, Ditirambos dionisíacos, Madrid, Alianza, 1975, p. 152.
(17) F. Niezsche, 1975, p. 185.
(18) S. Freud, El malestar en la cultura, Madrid, Alianza, 1970, pp. 84-85.
(19) S. Freud. Tótem y tabú, Madrid, Alianza, 1970, p. 202.
(20) S. Freud, Nuevas aportaciones a la interpretación de los sueños, Madrid, Alianza, 1972, pp. 90-91.