Muchos cuerpos en un cuerpo. La necesidad
de la complementariedad
Juan M. Triaca (*)
Todo hombre desde que nació
lleva, en su pecho, una serpiente
que soberana disciplente,
si él dice "Sí", responde "No".
El aviso.
Charles Baudelaire
Introducción
Si bien es cierto que todo lo humano está atravesado por la cultura en
una imbricación indisoluble con lo psíquico y lo biológico, pensamos que en el
fenómeno de la drogadicción dicha imbricación adquiere una particularidad tal,
que hace que podamos considerarla en este sentido paradigmática.
Entendemos la adicción a las drogas como un complejo proceso que se sostiene sobre
una intrincada urdimbre de factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Dicha
complejidad convoca a la interdisciplina, para que desde la concurrencia de distintos
saberes dicho proceso pueda ser interrogado. Utilizamos esta noción de complejo en el
sentido de E. Morin; quien nos dice: "designamos algo que, no pudiendo realmente
explicar, vamos a llamar "complejo". Por eso es que, si existe un pensamiento
complejo, éste no será un pensamiento capaz de abrir todas las puertas, sino un
pensamiento donde estará siempre presente la dificultad". (1)
Si bien todos conocemos de las dificultades y desencuentros disciplinarios no debe cejarse
en el esfuerzo interdisciplinario que enriquezca nuestros saberes, ya que como bien
apunta S. Acevedo de Mendilaharzu: "si bien es innegable el hecho que las
monodisciplinas, con su rigor metodológico y su lenguaje específico han desempeñado y
desempeñan un papel de jerarquía en el desarrollo científico, éste no puede llevar a
aislamientos ni encierros dogmáticos que significarán desconocer la imprescindible
concurrencia de múltiples saberes para interrogar problemas complejos".(2)
No debemos repetir, como el adicto y quedar sujetados adictivamente a nuestras teorías y
prácticas; debemos ser capaces de tolerar nuestras limitaciones, incertidumbres y enigmas
para desde allí rescatarnos en los diálogos. Sería ésta la única manera de poder
comprender a un sujeto en su adicción, ya que gobernados por un pensamiento
compartimentado y disciplinario, que obedezca en forma exclusiva a un paradigma que rija
nuestros pensamientos y concepciones según los principios de disyunción, separación,
reducción, es imposible pensar al sujeto.(3)
Desde la psiquiatría a la complementariedad
Desde el dialogo que nos convoca a este encuentro, intentaremos, en un
recorte posicional, profundizar en algunos aspectos de la problemática del consumo de
drogas.
La interna psiquiátrica también está atravesada por paradigmas; podemos decir que hay
muchos "cuerpos psiquiátricos" y muchos "diálogos o enmudecimientos"
con el psicoanálisis, la biología y la cultura.
La psiquiatría no queda al margen de las transformaciones. Un universalismo parece
alcanzarla. Pero no un universalismo resultante de un curso espontáneo, de un proceso
configurativo de diversas directrices y escuelas, sí en cambio un universalismo
determinado por la monopolización catastrófica de la capacidad de influir en las
clasificaciones psiquiátricas y, por esta vía, en la nosología y formación de nuevos
psiquiatras. Hay una superficialización de la enfermedad mental: o es tratada como un
disturbio del comportamiento, o como resultante de una alteración neuroquímica.(4)
El preciso momento del consumo nos reconduce a la dimensionalidad de las complejas
interacciones biopsicosociales, y a la interdisciplina, ya que si bien podemos tener una/s
droga/s con sus efectos particulares, los mismos van a estar condicionados por la dosis,
la vía utilizada, la frecuencia, los fenómenos de tolerancia, la personalidad, las
expectativas del consumidor en ese momento dado y el contexto ambiental donde se
desarrolla este consumo (5).
Como dice Ph. Jeammet a propósito de la "Toxicomanía": "es el encuentro
de una personalidad con un producto en una cierta coyuntura"(6). Dicho autor hace
referencia a la vulnerabilidad de la personalidad en su doble dimensión, psicológica
pero también biológica, mencionando ciertas características biológicas ligadas al
temperamento (depresivos, ansiosos, de búsqueda de sensaciones...), o a una particular
sensibilidad a ciertas sustancias psicoactivas. Correlaciona también cierto poder
específico de las sustancias para generar dependencia con una sensibilidad particular de
un individuo a este poder, atribuyéndole un rol relevante a la coyuntura de los
acontecimientos y de la actualidad personal, familiar y social en ese (re)encuentro.
esde el punto de la clínica psiquiátrica, frente a cualquier
tipo de demanda es de capital importancia realizar una correcta evaluación diagnóstica.
A pesar de los importantísimos avances tecnológicos la entrevista sigue siendo el más
importante recurso con el que contamos.
De los elementos que surjan de la interrelación con ese otro que nos consulta, de las
reflexiones teóricas y de nuestra propia experiencia clínica podremos realizar un examen
médico-psiquiátrico que nos permitirá aproximarnos en un corte transversal, a un
diagnóstico positivo que fundamentará acciones inmediatas -muchas veces de importancia
vital- y nos brindará elementos para instrumentar una estrategia terapéutica
longitudinal a mediano y largo plazo.
Cada sustancia posee cierta especificidad en relación a la sintomatología que genera, la
combinación de signos y síntomas físicos y psíquicos que resultan de su consumo
permitirían orientarse en la identificación de la misma.
De gran importancia es tratar de establecer un vínculo adecuado, que resulte
tranquilizador y que genere confianza. El mismo permitirá profundizar en la
investigación de la singularidad del sujeto en su consumo: la o las drogas utilizadas,
momento y cantidad del último consumo, vía de administración, patrón de consumo
(experiencial, ocasional, habitual, dependencia) y el "ambiente" donde se
desarrolla el mismo. También se objetivarán: episodios de intoxicación o abstinencia e
intentos de controlar o abandonar dicho consumo.
Otro objetivo relevante de la evaluación clínica será el de poder diagnosticar
trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, del sueño, psicóticos, amnésicos, etc.,
previos o inducidos por sustancias; realizar diagnósticos diferenciales con cuadros
psiquiátricos funcionales y aproximarnos a un diagnóstico dinámico de la personalidad
(7).
También desde el punto de vista clínico - psiquiátrico nos interesa destacar un aspecto
que consideramos de relevancia y que hay que tener en cuenta a la hora de realizar el
diagnóstico. Nos referimos a la comorbilidad entre trastorno mental y abuso de
drogas, asociación frecuente donde a veces el trastorno mental es la causa y otras la
consecuencia. Numerosas investigaciones epidemiológicas muestran que los trastornos
mentales y el abuso de sustancias se presentan juntos con más probabilidad que la
predictible al "azar". Esto obliga a la realización de lo que se ha denominado
doble diagnóstico (8).
Esta noción de comorbilidad tiene la utilidad de ampliar el campo de comprensión de los
trastornos que operando en forma combinada, configuran diferentes cuadros clínicos que
requieren respuestas terapéuticas distintas, pero implementadas simultáneamente.
Nadie discute hoy día el concepto de que no existe una única estrategia o un único
modelo terapéutico que pueda de manera adecuada resolver todas las necesidades de los
pacientes que presentan un uso indebido de drogas. Debe desecharse el mito de la
uniformidad, que propone que el conjunto de individuos con un problema de dependencia es
homogéneo y, en consecuencia, el tipo de abordaje terapéutico ha de ser similar para
todos.
Nos parece que esta concepción borra las diferencias y a la persona con su historia y su
subjetividad y cierra las puertas a la comprensión de las motivaciones singulares
que el acto de drogarse e incluso el tipo de droga que se elige tiene para cada individuo
en un momento determinado de su existencia.
El uso indebido de drogas es un fenómeno complejo y multicausal que debe ser encarado de
manera interdisciplinaria. El trabajo en equipo, con una dinámica de
constante intercambio se ha mostrado como uno de los recursos más efectivos para intentar
resolver las complejas peticiones que, vinculadas a dicha problemática son planteadas
por: individuos, grupos familiares o sociales e instituciones (9).
...la diferencia es una utopía, en su sueño de dividir los términos y su sueño posterior de reunificarlos Jean Baudrillard
El paradigma de la cocaína
Continuamos el desarrollo del trabajo con el mismo espíritu de
mantenernos atentos a que no nos obture un paradigma reduccionista. Tomaremos a la
cocaína como ejemplo para profundizar distintos aspectos clínicos y neurobiológicos.
Dicha elección se fundamenta en varias razones: por un lado es una de las sustancias de
mayor consumo en nuestro medio, varias son las vías utilizadas para su uso, son
relativamente frecuentes las complicaciones físicas y/o psíquicas derivadas de su
consumo agudo y crónico y porque sobre la base de los avances de la investigación
neurobiológica se conocen varias de sus interacciones en el SNC.
En primer lugar cabe la diferencia sustancial del cocaísmo del indígena andino de
nuestro continente para el cual, como dice D. Vidart, "...la coca es el eje de su
sociabilidad; la impulsora de su cosmovisión de lo humano y lo divino; la lógica del
rito y la poesía del mito"(10) del cocainismo en solitario y desenfrenado
cada vez más frecuente en nuestra sociedad actual. Como dice M. Corcos: "¿cómo se
organiza ese sujeto en la mirada de una sociedad que le atribuye una importancia creciente
a la valorización narcisística en detrimento de la relación con el otro, cultivando la
performance y el éxito en detrimento de la búsqueda interior y cuyos reperes son
atónitos? ... donde incorporar es ser, en el sentido literal e irreductible del término
y donde llenarse es el riesgo de vaciarse de una parte del yo en un círculo vicioso sin
fin." (11). Muchas veces es éste el lugar de la droga, que se busca para silenciar
la angustia de la ausencia y/o brindar la ilusión de una presencia absoluta, que al no
satisfacer la búsqueda, perpetúa y agrava el vacío simbólico. Como afirma S. Abadi la
droga es usada no para elaborar la pérdida sino para negarla (12).
Nos interesa ahora, desde una perspectiva clínica dejar planteadas algunas
interrogaciones. Así, es posible observar cómo, en algunas situaciones hay una
modificación del vínculo con la cocaína; cuando se cambia su vía de administración
y/o la cantidad, es decir cuando se venía realizando un consumo por inhalación y
comienza a fumarse o a inyectarse la cocaína a dosis elevadas. Podríamos
paradigmáticamente decir que esto se debe a las modificaciones neurobiológicas a partir
de que llegan al cerebro más rápido y mayores concentraciones del producto. No obstante
también ocurre que a veces puede haber un efecto de reversibilidad. Recordamos a un
paciente el cual "debía" inhalar cocaína "casi todo el día, porque no
podía parar". No obstante, cuando comienza a inyectarse dosis mayores: "durante
dos o tres días me pasaba sin consumir, no lo necesitaba". Este paciente vive esta
situación con culpabilidad, siendo muy severo en sus juicios. Nos preguntamos: ¿será
acá el peso de lo psíquico que contraviene la biología?.
Y en esta otra situación clínica, ¿cómo dejar de preguntarnos por las vicisitudes
narcisísticas y el "sentido" que tiene para este adolescente de 17 años, fumar
"crack"? cuando nos relata: "yo me juntaba con gente mas grande, donde el
que no roba, anda de caño". Éstos "amigos" le permitían llevar los autos
a los desguazaderos, "y a mi que me encanta manejar", "uno hace
porquerías, como no eran míos, darle a 180, y mirar por los espejos los que vienen de
atrás y que no te pasen", "me sentía Pele". En otro momento nos cuenta:
"me di cuenta que me usaban y que eso no era para mi", luego de esto y frente a
un nuevo consumo dice: "no sentí lo mismo, no me pegó igual". Pensamos que él
no fue el mismo en ese momento, que el sentido había cambiado y que junto a ese darse
cuenta, puede "escuchar a su novia, a su familia" y venir a consultarnos.
O el sentido del consumo en este otro paciente cuando dice: "mis padres me tuvieron y
cada uno para su lado, salí yo y dijeron: que vamos a hacer con esto," "al pedo
me hicieron"; "mi abuela me contó, no se iban a hacer cargo, me iban a llevar
al Consejo del Niño"; "yo me enteré quién era mi madre en 6° de escuela, no
lo pude creer"; "dejé la escuela, de ahí a tomar alcohol; no fue por
eso." Este paciente, si bien consume cocaína, su droga de "preferencia" es
el alcohol, "yo me tomo un litro de vino para arrancar de mañana." Como no
pensar a partir de este paciente, en las fallas del "ambiente sostenedor o
facilitador" -al decir de Winnicott- y que "la droga" tiene para él una
función protectora, " de anestesia", de sus vivencias intolerables de rabia,
incertidumbre, vacío, desamparo...
Un Cuerpo Neurobiológico
En los últimos años los importantes avances de las neurociencias han
contribuido a generar un marco teórico neurobiológico para la comprensión del fenómeno
de la adicción a las drogas. Insistimos en que debe tenerse en cuenta que: "no sólo
una parte está en el todo, sino que también el todo está en la parte", como dice
Morin (13).
Las investigaciones se han centrado en los sistemas dopaminérgicos, demostrando que la
mayoría de las sustancias psicoactivas producen la activación - directa o indirecta -
del sistema dopaminérgico mesotelencefálico y, más concretamente, del subsistema meso
accumbens. Sería éste, el principal sustrato neurobiológico mediador de las respuestas
hedónicas provocadas por las sustancias adictivas.
No obstante y a pesar del protagonismo incuestionable del sistema dopaminérgico en los
procesos adictivos, son contundentes los trabajos que postulan que existen mecanismos de
refuerzo independientes de la transmisión dopaminérgica en el núcleo accumbens, así
como también aquellos que evidencian las acciones de determinadas sustancias psicoactivas
sobre otras regiones del SNC; las que a su vez también podrían mediatizar sus respuestas
a través de mecanismos independientes de la trasmisión dopaminérgica (14).
En referencia a la cocaína, mediante el uso de fármacos marcados con isótopos
radioactivos ha sido posible comprobar que ésta actuando sobre el transportador de la
dopamina, bloquea la recaptura de la misma desde el espacio sináptico, provocando un
"exceso" del neurotransmisor a disposición de los receptores (15).
Luego de un consumo de dosis altas y repetidas de cocaína, la euforia inicial, es seguida
de ansiedad, depresión, irritabilidad y con frecuencia lleva a una nueva
readministración. El consumo se prolonga, y sólo cesa cuando se terminan los suministros
o tiene lugar un estado de tolerancia extrema, donde un nuevo consumo produce escasa
euforia, aumenta la ansiedad y la paranoia finalizándose la autoadministración. Al
interrumpirse el consumo el estado de ánimo no regresa a una eutímia, sino que la
vivencia es de una disforia intensa, el "bajón" o "crash", del cual
se busca "salir" a través del sueño o del consumo de otras sustancias (16).
Esta situación clínica se correspondería con una depleción de dopamina, dado que se
rompe el equilibrio entre la síntesis y la liberación. El consumo crónico de cocaína
provoca variaciones de la funcionalidad dopaminérgica, la que estaría condicionada por
los procesos de neuroplasticidad los que a su vez pueden relacionarse con los fenómenos
de tolerancia, abstinencia o craving.
Por otra parte ha de considerarse de gran importancia el fenómeno de sensibilización
cruzada entre diferentes sustancias psicoactivas y el hecho de que estímulos no
farmacológicos con acciones facilitadoras de la transmisión dopaminérgica, como el
"stress", también produzcan sensibilización y sensibilización cruzada con las
sustancias psicoactivas, sugiriéndose que cualquier acontecimiento que produzca una
facilitación de la trasmisión dopaminérgica puede generarla (17).
Estos hallazgos provenientes de la neurobiología enmarcados en la complejidad de la
clínica del uso problemático deben servir para redoblar esfuerzos interdisciplinarios
que permitan profundizar en la comprensión de los aspectos neurobiológicos en juego y su
interrelación con el sentido que tiene para un individuo el acto de drogarse, lo que a su
vez no puede dejar de correlacionarse con lo social.
Parafraseando a Joyce Mc Dougall también podríamos preguntarnos hasta qué punto los
"dolores mentales" serían capaces de influir en el funcionamiento de la
neurotransmisión y de este modo crear necesidades de tipo adictivo; así como, hasta que
punto las "adicciones" serían capaces de influir sobre la neurotransmisión
creando "dolores mentales", en una enigmática fusión circular entre psique y
soma?
Pensamos que las respuestas sólo podrán surgir de la encrucijada de ciencias ya que el
punto de partida se encuentra en la encrucijada biopsicosocial del ser humano.
Como dijo Eduardo Galeano que dijo Fernando Birri: "Ella está en el horizonte. Me
acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez
pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la
utopía? Para eso sirve: para caminar."
Citas:
*
Médico Psiquiatra. Correspondencia: Herrera y Reissig 5361.E. Morin. Epistemología de la Complejidad. En: Nuevos Paradigmas, Cultura y
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10. D. Vidart. Coca. Cocales y Coqueros en América Latina. Yoea Ed. Montevideo, 1991.
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