Adicciones: la vida entre paréntesis.
El tema de las adicciones es uno de los temas más
enigmáticos que se presentan en la clínica. Este enigma, además de lo que implica
encontrarse con uno de ellos a nuestro paso, nos enfrenta con algo aún más complicado.
A lo que no tiene palabras para ser dicho, lo que aparece como un hacer, más que
como un decir. Hay coincidencia en ubicarlas "No como síntoma, No como
estructura". Plantear un interrogante de la clínica desde la negatividad quizás
ya nos esté diciendo algo acerca de lo que nos ocupa.
No es síntoma en el sentido freudiano del término, ya que
no pertenece al plano de la metáfora vía represión."La drogadicción no es una
formación de compromiso sino una formación de ruptura con el goce fálico" nos
adelanta Eric Laurent.
No es estructura si nos atenemos a las formulaciones que hace
Lacan en cuanto a las estructuras, neurótica, perversa o psicótica. En cada una de ellas
es particular la posición del sujeto frente al consumo, tanto como lo es frente al goce
del Otro.
Las adicciones deben ser pensadas por lo tanto, a partir de
la estructura en la que se insertan. Tienen la categoría de una acción, nos enfrentan a
aquello que hace cortocircuito con la palabra. La denominación adicto o toxicómano, que
usamos a los fines de ubicar el tema, es una denominación anonimizante que sujeta y
repite algo de lo que le ocurre al que hace uso de las "sustancias". Pero alude
también a la degradación de un "nombre propio" y la sustitución por otro que
le otorga un lugar particular. Esta denominación social usada reinstala un tema central
al hablar de adicciones: la aniquilación subjetiva. Aniquilación propuesta por
este mundo desmañado que propone una única verdad: el goce como objeto de mercado.
Voy a tratar de recortar algunas cuestiones que podemos
pensar en relación al consumo. En primer lugar ubico a esta "relación"en el
arco que se despliega entre dos ejes, el discurso social y la particularidad de cada
sujeto.
El Discurso Social
Las sustancias adictivas han existido como acompañantes desde tiempos antiguos vestidas con diferentes ropajes de significación. Aunque uno de ellos se ha mantenido vigente, el opio es la religión de los pueblos. (A.. Huxley, 1960) me refiero a la relación con un Amo -Sustancia que pide todo para sí y del que se espera todo.
Quiero decir con esto que algo es tomado de manera
indiscutible con la fidelidad de la creencia religiosa, atribuyéndole la capacidad dadora
de una "satisfacción" y un "saber" del que no se duda.
Dije que diversas han sido las significaciones de esta
relación particular a sustancias. El ajenjo de los poetas "malditos" del siglo
XIX. Los intelectuales del siglo XX que esperaban vivir con ella una experiencia inédita.
Surge en los /50 el movimiento Beatnik, con Jack Kerouac, Allen Guisnberg, William
Burroughs, entre otros. Se relacionan con los anteriores en resaltar la condición
dramática de la vida y cierta fascinación por el fracaso, aunque este movimiento
enuncia una posición de rechazo a los órdenes canónicos, a la "burocratización de
la vida".
Hacia los/60 surge el movimiento Hippie en el cual la droga
es usada como "medio de conocimiento", remarcando el sentido místico(
Castaneda) y la rebelión frente a las guerras, había empezado el ataque a Vietnam.
Hasta allí las sustancias diversas eran usadas por grupos
claramente diferenciados en "movimientos" con un discurso que los sostenía. Es
a partir de los/70 que se instala definitivamente como parte de la "economía"de
los países productores y distribuidores.
Los discursos contradictorios han caracterizado la relación
de los Estados gobernantes con la droga. Mientras se establecen discursos censuradores, se
las usan de manera arbitraria y se estimula su consumo.
En los Imperios musulmanes surgió la figura del Haschischim,
súbdito al que en posición devocional con el gobernante le era impuesto el consumo de haschis
para asegurar la ausencia de autonomía. Tanto le era indicado matar como matarse en
muestra de obediencia. De allí deriva la palabra asesino, assassini o assissini, en
latín tardío.
El Imperio japonés indujo, a principios del siglo XX, la
adicción al opio a la esposa del Emperador de China como deliberado acto político
destinado al dominio de una potencia y con el interés económico de difundir el consumo.
La tan popularizada Coca-Cola, surgió, en Estados Unidos,
como tónico estimulante para los soldados de la primera guerra. Todas las guerras y los
movimientos de guerrilla han hecho uso de las drogas para evitar el dolor y la duda al
momento de matar o morir.
En cada guerra y en cada cultura se ha hecho uso de
diferentes drogas "pensadas" para la ocasión que los grupos de investigación
médica militar buscan perfeccionar para hacer del soldado un "soldado químico"
tal como los llama Alain Ehrenberg, una máquina eficaz de matar o morir sin miedo. A esto
ha "ayudado" la guerra a distancia, la que hace uso de armas que alejan la
imagen del semejante.
Pero no sólo vayamos a la guerra para pensar esta acción de
los Estados. En todo el mundo "democrático" el perfeccionamiento de los
psicotrópicos, los ansiolíticos, los antidepresivos, ocupan la mayoría del presupuesto
de los laboratorios por la necesidad de los países de mantener a los empleados
productivos, con capacidad de soportar las responsabilidades sociales, las exigencias de
la vida cotidiana, las frustraciones, manteniendo de la manera mas "eficaz" los
lazos sociales. La economía así lo exige. Las drogas, entonces, dejan los márgenes para
integrarse a lo social aceptado y peor aún, necesario.
El mundo ha avanzado hacia una individuación, una
des-agregación en lo social, una exaltación de cierta condición "autista"de
existencia que tiene sus consecuencias. Las condiciones de trabajos preferidas son las que
se efectúan bajo contratos temporarios breves y removibles a voluntad del empleador. El
trabajo "para siempre", aquél que llegaba hasta la jubilación avanzando en el
mismo empleo, ha pasado hace mucho tiempo a ser un modelo anacrónico e impensado por lo
"antieconómico". Ya nadie esperará el reloj de oro de los 50 años de
pertenencia a una empresa, ¿hay alguien que se acuerde de ello? Se requiere al empleado
trabajando en la soledad de su estudio enviando su producto vía e-mail.
Eso lo lleva a Giorgio Agamben a pensar en la predominancia
de un proceso mortífero de utopía individualista que estimula las adicciones con el
intento de desembarazarse de toda experiencia, buscando el "vaciamiento".
Estamos inmersos en un mundo que propone una globalización
anonimizante, alentando una virtualidad que reemplaza el encuentro de los cuerpos, y
proponiendo, como decía en un trabajo anterior, "un consumo desmedido que instala el
malestar permanente de la insatisfacción. Cuanto más, menos. Sosteniendo lazos efímeros
mientras propone a la droga como comodín, jocker de la muerte que se apuesta ante la
aparición de la vivencia de vacío". (Levy, B.; Sagredo, E. 2000).
En la Argentina se establece la droga cuando estalla el
sistema democrático en los finales del /70. Crisis sociopolítica profundísima en la
cual crecieron y se multiplicaron los "hijos de la droga". Caída estrepitosa de
la función paterna, aparece el Padre de la horda, no tocado por el orden de la
castración. Padre gozador, reservorio del total del goce. Padre Todo, dueño de los
cuerpos. ¿Qué puede generar sino querer matar al Urvater, el que se erige en un antes
del Padre? Pero lejos se está de su asesinato simbólico para que el padre muerto
retorne como Nombre. Queda la escena en el plano de la realidad, el peor de los
lugares para que esta se despliegue. Así, ausente lo simbólico, quedan los hijos a
merced de la ferocidad de la droga, entre otras ferocidades.
Se ha hecho la noche sobre el mundo, este eclipsamiento de
los simbólico no es un hecho aislado, es la marca de la época de esta modernidad tardía
o post-modernidad. La caída de ciertos cánones nos exige reinventar un destino.
Jano bifronte, este desleimiento de la Función Paterna hace
aparecer tanto al padre hordálico como al inconsistente para efectuar la operación de
corte.
Hijos de "La" droga sin apellido paterno
.
Sé que el opio agiganta lo que no tiene límites,
que hace lo ilimitado mayor aún,
profundiza el tiempo, los deleites ahonda,
y de placeres negros , melancólicos
llena el alma hasta hacer que rebose de excesos.
..
Charles Baudelaire, ("El veneno", Las flores del mal)
Cuando el padre en tanto Nombre, designa, nombra a
un hijo y lo aleja de "La" madre, función de corte que da ingreso al
orden simbólico. Hace corte al goce primordial y desde allí la madre quedará afectada
por la barra que separa su cuerpo del cuerpo del hijo. Cuando falla esta inscripción en
los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario falla la estructuración
subjetiva. Reflexiona Zizek, "Vivimos una época de desfallecimiento de la función
simbólica del padre en las que no ocupa el lugar del Ideal del Yo, portador de la
autoridad simbólica, aunque siempre con fisuras, sino que aparece como yo ideal,
en la figura del competidor imaginario". Sabemos entonces que esta posición relanza
a lo peor del encuentro con "La" madre.
Inscripto el goce fálico, regulado por el significante
fálico, no todo goce, se barra el campo del Otro. Es lo que da lugar a la escena
fantasmática y permite advenir al sujeto del lenguaje.
Desde lo real el Nombre permite la transformación de
un puro cuerpo biológico en un cuerpo pulsional marcado por el deseo. Así, la pulsión
va haciendo mapa con estaciones capitales. Ahora hay cuerpo y hay simbólico, el falo y su
incorporación ha dejado su marca, a esta incorporación Lacan la llama, entrada del
Espíritu Santo. (Sem.4, Las relación de objeto).
Es muy interesante pensar esta operación, que aparece
fallida en las adicciones, como una des-metaforización, literalizada en los
nombres de santos que poseen muchas sustancias, "Honguitos Santos", "estado
santo", "Santa María", "San Pedro", etc.
En el plano de lo imaginario vemos aparecer al Nombre
en "la identificación como la exteriorización mas temprana de ligazón afectiva a
otra persona,
el niño toma a su padre como su ideal" (Freud, Psicología de las
masas, 1921). Hablar de los Nombres del padre, implica hablar de una instancia
ordenadora, una imagen para la identificación, una dimensión imperativa.
Para que el sujeto sea parlante, lenguajero, parlètre,
deberá haber soportado el asesinato de la Cosa, Das ding advendrá representación
(representación de cosa), que insistirá en encontrar representaciones palabra que
den cuenta, aunque siempre infructuosamente, del reencuentro con ella. Algo se habrá
perdido para siempre. Habrá una distancia con lo deseado que nos convoca, una ausencia
siempre presente, una "Ítaca" como en el poema de Konstantino Kavafis que nos
llama a seguir navegando. Así cada uno escribirá su Odisea, y oirá y oirá mil veces a
las sirenas cantar. Al mástil al que tendremos que atarnos será el sexo, la muerte, la
normativización, la espera, la resignación a no ser todo para alguien, a nunca conocer
como goza el otro, aunque lo cortemos en pedazos y ni aún asi
dice Lacan. Y hablando
de las adicciones dice: "Ha roto el casamiento con el hace pipí", retomando la
enunciación de Freud acerca de Juanito.
Por eso el adicto en un mas acá del sexo, no hace dar un
paseo a su goce por el cuerpo del semejante, el goce del cuerpo propio no se dispone a ser
metaforizado por el cuerpo ajeno y sus diferencias. Se detiene antes de plantearse la
diferencia sexual. Con quien hace pareja es con la sustancia.
Claudio, 30 años, consumidor de alcohol y cocaína. La novia lo "conmina"a que se trate cansada de sus borracheras, su consumo y que no pueda trabajar. Lo deja finalmente. Después de varios intentos de tratamiento que no puede mantener retorna solicitando una consulta. Conmocionado relata que ha vuelto al consumo que en un momento había disminuido. "Estoy sin control, le robo a mi madre para comprar "papeles", juego a los jueguitos todo el día, no puedo trabajar", al promediar esa entrevista relata al fin lo que verdaderamente lo conmueve, se enamoró de Jane, a la que conoció buscando a un nuevo puntero. "Jane es especial, nunca conocí a nadie así, ni que me quisiera tanto, es prostituta, por supuesto a mi no me cobra". Tiene además una cualidad que demora en referir, Jane es travesti.
Es interesante recordar que las adicciones siempre están
"en pareja", al menos de a dos. El alcohol, especialmente la cerveza, para bajar
el efecto de la cocaína, la marihuana y el cigarrillo de tabaco, la comida y el alcohol,
así en innumerables y personales combinaciones.
Goce autoerótico, un mi con mi, sin pasar por el otro. El
super-yo exige un goce autista alejado del lazo de amor."My wife, my life"
le canta Lou Reed a la heroína.
Goce cínico lo llama J.A. Miller, a
ese goce que radicalmente nada quiere saber de normativas ni pérdidas, esta posición
cínica se despliega con todo su poder mortífero en los llamados por Eric Laurent:
verdaderos toxicómanos.
En las adicciones el tóxico, la sustancia es
usada como comodín frente a la falla, ante el enigma de la castración con cualquiera de
los rostros con que aparezca. Aparece el "yo soy" que equivale al "yo no
pienso". A esto me refería con el peligro de cristalizar el nombre de adicto desde
lo social convalidando la evitación que hace el adicto de reconocerse sujeto de
desconocimiento.
El neurótico, marcado por el significante
fálico, responde al enfrentamiento a la castración con la inhibición, el síntoma, la
angustia. También puede responder con el "yo no pienso" hasta que algo "no
anda bien". Cuando algo del contrato social se conmueve y los "saberes"se
fisuran, entonces, consulta. El consumo es una "verónica" que lo pone al abrigo
del encuentro con el deseo del Otro y la consecuencia de ese encuentro: la angustia. Pero
si bien no quiere saber de la falta, algo incomoda siempre. Algo pulsa por ser dicho. En
su lugar y hasta que la demanda se establece vemos, por ejemplo, a innumerables
adolescentes abrazados a la botella frente al embate pulsional en noches de vino,
"pero no de rosas".
En la estructura perversa, los que
"poseen el saber del goce del Otro"y de la certeza acerca de cómo producir ese
goce, la identificación con el falo sostiene esa suposición. Se ubica en el lugar del
que sabe, mientras que es el Otro el que porta el no saber acerca del goce del consumo.
Esta posición perversa la vemos aún en estructuras que podemos pensar neuróticas,
quizás como rasgo perverso. La droga es un saber sobre el deseo y no sobre el deseo
propio. Quizás sería más adecuado ubicar al "dealer" en la posición
perversa, el que induce el consumo en los otros, el que oferta goce. En general el
"dealer verdadero" no consume. Sí pueden hacerlo los "punteros", los
que venden droga como una manera de conseguirla gratis o a más bajo precio.
En el psicótico, a la deriva por la
forclusión del Nombre del Padre, el consumo funciona a modo de suplencia, de
estabilización. Por una parte refuerza los debilitados lazos sociales y además opera de
límite a ese goce que ha quedado por fuera de la regulación, acotándolo entonces a una
ubicación corporal.
No hay significantes que ubiquen una pregunta, la droga es
una respuesta, por eso es que el elemento consumido está tan cerca de la cualidad del
fetiche. Pero aquí hace falta hacer una diferenciación. Si en la perversión lo buscado
es la escena y es intercambiable el partenaire, en las adicciones hay fijeza de
partenaire. "Yo no soy pastero, yo soy de la blanca no me confundas" decía
Roberto. (Pastero: adictos a las pastillas, anfetaminas, hipnóticos, etc).
Capturado en la ilusión de lo lleno y de la ausencia de
falta, el adicto reemplaza la metonimia de los amores por esa bastardización de lazo que
implica la circulación de la tuca, la jeringa, la línea, la pipa. Los intervalos que
propone el camino del deseo son reemplazados por la monotonía propia de la elección de
un único objeto proveedor de satisfacción. Es "objeto" de la sustancia. La
pasividad dependiente nos retrotrae a la imagen de los Haschischin. La droga se oferta
para ocupar el lugar vacante de una angustia que no logra constituirse plenamente.
Retomaré mas adelante ese punto.
El infinito, la muerte, el dolor
..
sostener el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
William Blake, "Cantos de inocencia"
El gobierno sobre el tiempo es la ilusión del adicto,
como dice el poeta, hacer existir la eternidad en una hora, o el tiempo del efecto de la
ingesta. Como si el tiempo no fuera una coordenada que nos circunscribe sin que podamos
decidir sobre ella. Cuerpos pensados más allá de la muerte. No sorprende, dice Zizek, S.
que en los actuales relatos de la ciencia ficción de horror, desde Alien en
adelante, abunden las imágenes de esa sustancia de la vida informe y sin muerte. ¿No es
acaso la fantasía sadeana de la inmortalidad del cuerpo? Cuerpos que apelan al consumo de
diversas sustancias en la búsqueda de sensaciones nuevas, en los/90 y su precaria
economía no es fácil pertenecer a èlites de consumo de una sustancia determinada, esa
experimentación queda para los grupos adinerados. En las ferreterías o en los quioscos
de cada esquina hay sustancias que permiten "limar", anestesiar. Aerosoles,
pegamentos, nafta, kerosén, productos de limpieza, todo sirve para dejar la vida entre
paréntesis, al menos por un rato. La edad de consumo se ha acortado sobre todo en las
clases de menor poder adquisitivo. "Y que quiere que haga, decía una madre de un
niñito de 8 años, a veces prefiero verlo pasado con el pegamento porque no tiene hambre
y no tengo con qué darle de comer". (El 70 % de los niños de la calle son
adictos a estos productos inhalables)
Se ha operado el movimiento reflexivo, vuelta carnero hacia
atrás, la sustancia es la que consume al sujeto, el Amo pide cada vez más de su esclavo,
como "buen" Amo cada vez promete menos. Hasta que el cuerpo tenga que poner un
límite y diga basta. El basta de la muerte. Mientras tanto buscando un más allá de todo
límite se darán una vuelta por lo terrenos de la muerte con la idea de volver para
contarla. "Morí sin morir y me abracé al dolor", canta Charly García.
Muerte domesticada. El infinito es un horizonte que se puede tocar, entonces la muerte es
un accidente que está apenas calculado. La muerte no acontece sino por añadidura.
Sí, en cambio, es un riesgo a tener en cuenta las ideas
suicidas en los momentos de falta de sustancia o aún en los momentos de abstinencia
decidida. En ese tiempo el vacío representacional, la ausencia de significantes que
bordeen la falta constituyen un momento delicado de alto riesgo. No hay palabras para ir
bordando la trama de significaciones. La angustia, entonces sí, hace su aparición en
escena con la cara del horror, la que hace desviar la mirada.
Podríamos ubicar una primera muerte en lo que luego será
sujeto: la caída de la imagen narcisista. Alguna respuesta se enunciará acerca del lugar
que ocupamos para el Otro, ¿qué somos para él?, ¿qué quiere de nosotros? En resumen,
¿en qué lugar de una falta del Otro podemos encontrar razón de ser?.
Pérdida original que nos priva de la identificación con el
falo materno.
En la clínica de las adicciones observamos una complicación
en este punto. "Para mi madre, nada", decía Oscar. Su lugar parece ser el de la
"tuca", resto que pasa de mano en mano.¿No es acaso Oscar el adulto que, en el
mejor de los casos, quiero decir si vive para contarlo, llegará a ser el niñito que
mencioné antes?
El adicto se enfrenta a una ausencia siempre presente, pero
no la que empuja a la búsqueda en el derrotero desiderativo, sino una ausencia de lugar
en el Otro. Queda para sí el lugar de resto que lo precipita al pasaje al acto del
consumo. Sólo resta entonces nombrarse "drogadicto", "drogón",
"falopero", inscripto en una filiación mortífera.
La complicación en el proceso de alienación-separación da
como resultado esta caída en una alienación adictiva. Entre ser Todo o Nada para el
Otro, la droga da cobijo a semejante desierto.
El envión mas decidido hacia el consumo
lo ofrece el dolor. Entiendo como dolor a todo
monto de excitación que se encuentra sin posibilidad de ser cualificada.
Decía en un trabajo anterior que podemos conocer mucho
acerca de una cultura según el tratamiento y el valor que se le da al dolor. Mientras
actualmente se estimula excesivamente el cuidado de la imagen, vemos una creciente
presencia de cuerpos sacrificados, desganados, anestesiados, muchas de las veces como
figuraciones de la depresión.
El dolor físico no es una sensación temida, lo vemos por la
frecuencia de tatuajes y de piercings. "Mientras mas duela mas vale", decía una
joven tatuada en casi la totalidad de su cuerpo y en las zonas mas sensibles. Creo que
podemos ubicar en esta relación con el dolor físico una negociación propia de la
época: Dolor físico en lugar de dolor psíquico.
El dolor viene de afuera, ¿eso lo hace previsible,
anticipable? ¿Y por qué no controlable?. ¿Es que quizás le ofrece figuración, una
representación? Para el dolor psíquico parece no haber dispositivos suficientes
capaces de producir sentido. Las adicciones están allí, entonces para "volar la
cabeza" y dejar que el cuerpo se las arregle. Pero sin recursos para simbolizar, es
pura carnicería. El adicto lleva al extremo el lazo con el Super-Yo, radicaliza su
devoción religiosa a Él. Divinizando en su acción, su mandato.
En la acción del consumo, se consume el pensamiento, el
contacto con la realidad interna y externa que se ha tornado insoportable. "No
puedo pensar, no puedo vivir, no puedo sentir si amor es un pensamiento", sigue
cantando Charly (García)
Sigo aquí los lineamientos de Freud en "Un
Proyecto
" (Freud, 1895), en el Manuscrito "E", Manuscrito
"G" y mantenidos aún en su "Más allá del Principio del Placer"(
1920).
Decía Freud en el Manuscrito "E" que la
excitación sólo por encima de cierta intensidad es procesada psíquicamente y entra en
relación con cierto grupo de ideas que organizan la acción específica. En Más allá
del principio del placer diferencia las excitaciones que provienen del interior y se las
tratará como si viniesen desde fuera. Toda elevación de excitación es procesada como
trauma. Ese estado que aún no podemos llamar en sentido estricto "angustia"
es sólo acumulación libidinal al que el neurótico respondería con un síntoma y el
adicto con el consumo.
La acción específica, ligada a la experiencia de
satisfacción, en las adicciones la ubicamos en el "flash". Momento de encuentro
inicial con la sustancia que inscribe una "respuesta" a ese estado que no sale
del cuerpo y que no tiene palabras para ser dicho. Resta constituirse la angustia señal.
Entonces mientras se esté "tomado"por el consumo la angustia no aparece. Me
parece muy oportuno el concepto de "grado cero de las neurosis", entendiendo
como tales a las neurosis actuales (neurosis de angustia, neurastenia) tal como lo toma
Lidia Matus (Lidia Matus, 2000) ubicando entonces a la adicciones en la categoría de neurosis
actuales cronificadas.
Después de un momento de intensa alegría cuando registra un
cambio significativo en la cualidad de un vínculo muy importante para ella, dice una
paciente:"Era demasiada alegría para mí, no pude soportar y empecé a fumar otra
vez" . Hacía tres años que había logrado dejar de fumar, muy cercana al
enfisema. "
la luz se apodera de mi seso/causándome frenético dolor",
dice William Blake, en su Canción loca.
"Cuerpos martirizados sin palabras para
contarse
borde gozoso, fronteras entre el cuerpo y el lenguaje. Aplastamiento de los
discursos que serán grito y desmesura pero no apelación o llamado". (Sagredo, E.
Cuerpos Mutantes, 2000).
Nos encontraremos en la clínica con sujetos desabonados de su Incc. que caerán al abismo del pasaje al acto queriendo ir un paso más allá, o en el mejor de los casos con un grito mudo, desplegado en un acting out. De esa manera estará mas cerca de poder deponer la ilusión de saber para otorgárselo a un analista en posición de S.S.S. iniciando el largo recorrido del encuentro con el no saber del síntoma.
LIC. ESTELA SAGREDO
esagredo@2vias.com.ar
ANGEL CARRANZA 2347, 8* 53
4771-2005
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