La angustia en el duelo y en la melancolía *
Lía Quijano

Es frente a un espejo que somos conducidos y la introducción al mundo de la angustia pasa por lo que se abre y está limitada por un encuadre; la angustia, dice Lacan, está encuadrada. ¿Qué vemos en el espejo? O mejor dicho qué no vemos allí donde esperábamos ver alguna cosa y vemos alguna cosa allí donde no esperábamos ver nada. Algo en más se masifica allí, una invisible pantalla entre la imagen y el yo, como decía una paciente, como una agua viva trasparente que se desplaza.
La angustia es angustia de una falta de objeto, del lado de la imagen, del sujeto, del narcisismo. Pero si del lado del sujeto hay falta, del lado del otro lo que encontramos es algo inquietante y extraño, invisible pero proyectándose al campo de lo visible, que fascina y repele al mismo tiempo, es a esto lo que Lacan llama objeto a, diferente del objeto especular narcisístico.
¿Qué nos permite decir esto? Que la angustia es sin objeto y no es sin objeto simultáneamente, en este tiempo de la angustia en el cual no se sabe que objeto a se es para el deseo opaco del Otro, y es a la vez una señal dirigida al sujeto. La angustia la encontramos en el proceso de subjetivación del sujeto. La inminencia de lo real genera la angustia en el yo.
Freud decía que la angustia es angustia frente a algo, a alguna cosa. Si lo leemos desde Lacan esa alguna cosa es la aparición del objeto a.
En el seminario de la Etica Lacan nos muestra que es el peso de lo real lo que polariza la angustia. Es Das ding, La Cosa, que se encuentra en el horizonte de la búsqueda del sujeto. Pero, si La Cosa es la fuente de goce, a la vez está perdida desde siempre, en la búsqueda del reencuentro con Das ding es necesario pasar por el campo del Otro marcado por el significante; y va a ser la ley del significante quien trazará el camino del deseo del sujeto. Pero antes de encontrarse con su deseo, en ese camino, se encuentra con la angustia que es un afecto que no engaña. Y la angustia no surge de una falta, sino cuando la falta falta, cuando el otro especular al cual el niño se identifica de una manera transitiva aparece sin falta, completo.
El objeto a extraído de La Cosa, objeto falta, surge de la explosión de Das ding que se vacía y se despedaza para hacerse objeto en el acto de construcción del fantasma. Traumatismo necesario para el sujeto, corte que va a quebrar la unidad mítica cada vez que se da el mal encuentro con lo real que Lacan llama tyché, esa "cita a la que somos convocados con un real que se sustrae" para decirlo con sus palabras. Esta división, que es una operación lógica que efectúa la Metáfora Paterna, deja un resto, un residuo de La Cosa, que es el objeto a.
La relación con este objeto para el parlêtre no es ya deseo sino pulsión; la repetición en torno al vacío del objeto, siempre faltante; es lo que nos permite plantear que la pulsión ligada al objeto es pulsión de muerte en el encuentro con el vacío.
En la experiencia analítica la experiencia del des ser que atraviesa el sujeto la realiza en la angustia y el abandono; son experiencia de la subjetivación del sujeto.
En la clínica de la melancolía o en las melancolizaciones el punto nodal habría que situarlo en la experiencia del corte de la Cosa y con la Cosa.
El trabajo del duelo del objeto perdido en principio hace entrar al hombre en su propia finitud, es un efecto de lo simbólico sobre lo real, Lacan lo plantea como corte del lenguaje que separa el goce mítico del Uno, asesinato de La Cosa que permite al sujeto advenir como separado. La castración simbólica, fenómeno de estructura, produce el surgimiento del sujeto dividido y por lo tanto deseante. Esta pérdida de lo real por lo simbólico se formaliza por medio de la Metáfora Paterna. Entonces el duelo se refiere a la deuda simbólica que todo parlêtre debe asumir. Para poder aceptar entre otras cosas que el exilio no es la muerte ya que el sujeto es un sujeto que adviene al deseo sobre un fondo de exilio del goce mítico del Otro real en beneficio de un goce parcial, el goce fálico. Dice Lacan en el seminario de la Etica: La Cosa es el primer exterior, Otro absoluto del sujeto, este "Soberano bien" que es La Cosa, que es la madre, que es el objeto del incesto, es un bien prohibido; este mítico objeto absoluto del deseo, pero no, no hay "Soberano bien" incluso si no hay otro bien. El melancólico rechaza esto y piensa que puede encontrar La Cosa única en un objeto del mundo exterior.
En 1917 Freud pudo desarrollar a partir de su trabajo "Duelo y Melancolía" lo que llamó la identificación narcisista. El yo se identifica con la imagen del objeto perdido y deseado. En la melancolía la investidura de objeto vuelve sobre el yo; para echar luz sobre la naturaleza de la melancolía la compara con un afecto normal: el duelo", y más adelante en el texto dice: "la melancolía cuya definición conceptual es fluctuante, aún en la psiquiatría descriptiva, se presenta en múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no parece ser posible y de ellas algunas sugieren afecciones somáticas más que psicógenas".
La conjunción de melancolía y duelo parece justificada por el cuadro total de estos dos estados. Freud va a hacer una comparación entre los dos, planteando en principio que ambos muestran los mismos rasgos salvo uno, en la melancolía hay una perturbación del sentimiento de sí pero en lo demás es lo mismo afirma.
En la melancolía hubo una elección de objeto, una investidura libidinal sobre una persona determinada, y en esa investidura de objeto por una afrenta real o un desengaño, la libido no se desplazó a otro objeto, sino que se retiró sobre el yo, esto produjo una identificación narcisística con el objeto perdido y, como dice la conocida frase de Freud, pero no por eso menos ajustada, "la sombra del objeto cayó sobre el yo".
La identificación con la imagen total del objeto como vemos que nos plantea Freud para la melancolía significa una regresión a un modo arcaico de identificación en el que el yo se encuentra en una relación de incorporación del objeto.
En "El yo y el ello" y en "Psicología de las masas y análisis del yo" Freud planteará las conclusiones obtenidas del estudio de la melancolía: el narcisismo del yo es un narcisismo secundario sustraído a los objetos, la libido que fluye hacia el yo por medio de las identificaciones descritas representa su narcisismo secundario. La transformación de las investiduras en identificaciones, contribuye en gran parte a la formación del yo. Entonces el yo es el resultado de la sedimentación de las investiduras de objeto abandonados y nos encontramos allí con la historia de tales elecciones de objeto.
Lacan en 1936 y en el 49 planteará al estadio del espejo como formador del yo, también encontramos en "La agresividad en psicoanálisis" aportes de Lacan a la constitución de la imagen del cuerpo, y más adelante va a llegar a concluir que la visión del otro en la dialéctica del estadio del espejo no es suficiente para constituir la imagen del cuerpo propio, y va a plantear, que lo importante para que dicha imagen pueda consolidarse ... es que puedo ver mi imagen en el espejo pero lo que no puedo ver es mi propia mirada móvil; al mismo tiempo que la imagen que el Otro, la madre por lo general, me devuelve tampoco es completa, ya que es un ser pulsional, lo que implica una mancha o un blanco en su imagen, y por lo tanto una parte de la libido no está recubierta por la imagen, queda una parte sexual que va a agujerear la imagen, - f (falo imaginario). La angustia surge frente a este agujero, pero este agujero real está duplicado por otro agujero en lo simbólico. El Otro primordial se encuentra igualmente agujereado, es un ser atravesado por el lenguaje.
La locura melancólica es la negativa a renunciar a lo absoluto. La falta de trabajo del duelo, dice Freud, que está en la característica de la melancolía. Entonces el rechazo del trabajo del duelo va a tomar el sentido de una falta que incumbe al sujeto, que va a rechazar en él el límite, la finitud. Es decir que el objeto es planteado en su carácter absoluto.
Sabemos que para Kierkegaard la melancolía está sumergida en "el abismo de la profunda desesperación", es decir que el sujeto está desgarrado entre el deseo de absoluto y el objeto inasible que le corresponde,ese objeto falta.
Existen dos modos de identificación del yo, uno de ellos con un aspecto parcial del objeto, el otro concierne a la identificación con la imagen global del objeto, este segundo es el caso de la melancolía. Esta forma de identificación es clínicamente muy importante, y la encontramos en los diversos síndromes melancólicos.
Esta notoria flexibilidad para vestir la piel del otro, tiene su fundamento en el narcisismo. En definitiva de lo que se trataría en la clínica de la melancolía sería que el sujeto melancólico lograra que La Cosa adviniera objeto causa del deseo, objeto falta. Esto no es posible sin un monto de angustia insoportable pero necesaria para poder aceptar la castración simbólica.

* Trabajo publicado en la revista Anudar nº 1