Homenaje al creador del Psicoanálisis a los 150 años de su nacimiento.
Doris Hajer

Pocas palabras ha suscitado en nuestro país el sesquicentenario del nacimiento del creador del Psicoanálisis.
Viena es una fiesta. No como en su tiempo la ciudad luz, sino como corresponde a estos tiempos New Age, una fiesta turística, todo en torno a Freud y sus 150 años de vida.
Sigmund Freud se ha transformado para los vieneses en un gran negocio turístico, no faltan fieles que vayan a ver su casa desvalijada y transformada en un Museo que hace de su nombre una Marca Registrada para cuyo uso se deba aportar al Museo y su conservación, como en el caso de cualquier producto patentado para su mercadeo.
El hombre que transformó el alma humana en objeto de atención y estudio, es hoy un producto que ya no da los dividendos propios de su creación, sino alguien que produce plusvalía cash.
Nacido en Freiberg el 6 de mayo de 1856, Freud que según él mismo tenía como "destino agitar el sueño de la humanidad", cambió el pensamiento humano acerca de sí, cambió el lenguaje de la humanidad, se incorporó a nuestro bagaje intelectual, afectivo y racional, haciéndonos ver que somos sujetos de una fuerza semioculta y aparentemente irracional que es nuestro inconsciente.
Judío de origen, se propuso para salir adelante "descubrir" algo nuevo, y así no sucumbir a la mediocridad. Su éxito, no sin embates, luchas y agonías, fue rotundo.
Aunque más no sea para declarar una y otra vez "la muerte del Psicoanálisis". Tanta fuerza invertida en este asesinato, no hizo más que demostrar que es por ahora inmortal.
El asesinato cometido no tan sólo por neurólogos y científicos de toda ralea, sino por sus propios adeptos, tuvo por consecuencia cientos de formulaciones y reformulaciones de nuevas técnicas y teorías psicoterapéuticas, que pretenden superar o anular sus conceptos fundamentales; algunos de los cuáles, el inconsciente, el método, la transferencia, la represión.
Blanco fácil de esas denostaciones por su enorme influencia, pero también por la dificultad dejada en herencia por él mismo, que un método de investigación dejara a su muerte de funcionar como tal, para convertirse en institucionalización de teorías válidas (en su mayor parte) en su tiempo y época.
Cuando un conocimiento se pretende científico hay que seguir investigando, ser un fiel a determinadas ideas es convertir, la ciencia en religión.
Rezado por sus fieles incansablemente igual, con modificaciones apenas justificadas por sus seguidores, demostrando una y otra vez que no eran más que desarrollos, para no cometer herejía y no correr el riesgo de ser excomulgados de su congregación, el psicoanálisis comenzó a fallar en relación a nuevas realidades, tanto sociales como aquello que modificado desde lo social, comenzaba a hacer carne en el psiquismo de cada ser humano.
Nazismo de por medio sucumbió por momentos al olvido de su propia propuesta de "recordar y elaborar" para repetir.
Sucumbió a la represión psíquica y social de sus preceptos fundamentales, pese a la repetición cansina de los mismos, sin poder ver que no podía subsistir sin la integración a la multidisciplinariedad, propuesta por el propio Freud.
Si una "ciencia" del alma, no escucha los avatares de cada alma, inmersa en determinado movimiento social, no sólo deja de ser ciencia, sino también deja de ocuparse del alma.
¿Por qué considerarse psicoanalista y festejar este sesquicentenario con estas posiciones que acabo de plasmar? Porque sigue estando en pie el psicoanálisis del alma, esa alma que ya no es la del misticismo, sino la que vive, lucha y se devana por encontrarse en un mundo new age, que pretende escucharla sin memoria, para rescatar a cada ser humano del ninguneo de su angustiada peculiaridad, en el mundo de globalizaciones e inhumanidad que intenta con un "Smile, smile, smile" sumergirla en brazo productivo de vaya a saber qué multinacionales del sentir y obrar.
Seres humanos peculiares pensantes, sintientes, sufrientes, llegan hoy al psicoanálisis o a toda terapia que les prometa ser más felices, cada día padeciendo la locura de un mundo sin espacio para pensarse, escucharse, respetarse a sí mismos.
Los psicoanalistas no podemos escucharlos ya con aquella atención flotante,pues muchas veces también hemos sucumbido a este mundo y su discurso intromisivo, sin lugar para las peculiaridades. Así nos encontramos quienes tomamos consciencia de este riesgo, en revisión de muchas teorías anquilosantes, tanto de género, como de adaptación al entorno que junto a otras no se trata sino de lo mismo, como de patologías que ya no son consideradas tales y que algunos llamados psicoanalistas siguen viendo como en pleno siglo XIX, como de la iatrogenia impuesta por Laboratorios orgullosos de sus avances y productores de patologizaciones destructivas y paralizantes, combatiendo el pensar que por allí una buena escucha, aggiornada y flotante lejos de los laboratorios, podría modificar.
Revisar las teorías del Edipo, no es otra cosa que modificar el destino fatal de cada ser humano de sucumbir ante los poderes omnímodos que puedan colocarse en la cima de la triangulación. Revisar la teoría de la sexualidad infantil, no es más que escuchar creyéndole nuevamente a "su neurotika" los traumas reales de todo tipo que niños y adultos sufrimos a diario. Cómo no creerle a un niño o niña abusados, como no creer en las marcas de los abusos de las dictaduras, hayan sido los marcados por ellas,presos, exiliados, insiliados o víctimas de la represión y los no ojos en la nuca. Cómo no creerle a un o una obrera abusada por la tirana necesidad…
Cómo no creerle a quien sufre un tirano o tirana doméstica.
Y esto propone una revisión metódica del psicoanálisis, no su muerte. Todo lo contrario; propone el único instrumento que puede mantenerla viva: la investigación.
La investigación que busque en estos seres humanos que somos todos, el alma con las marcas de historias presentes. El inconsciente discursivo o no, que contiene marcas que Freud no previó o que dejó de lado en aras de formulaciones más convenientes a aquellos tiempos.
¿Y las marcas del psicoanálisis? Claro que existen, son las palabras incorporadas, los clichés mal divulgados,  pero también las nociones de inconsciente, de lógicas diversas que utiliza nuestro mundo interno, tan lógicas como las conscientes. Pero también las marcas de la restauración de un patriarcado en decadencia con la caída del imperio austro-húngaro, de la que Freud fue defensor, y de las que hoy los poderosos tratando de matar al psicoanálisis no dejan de servirse para campear el temporal que sufre el "orden mundial".
Estas últimas palabras suscitan ecos imperialistas y agrego, a fuer(za)de repetición, imperialistas patriarcales, de muerte a los que pretenden destruir ese orden. Guerra a quienes pretendan desordenar los sometimientos tan bien aceitados.
El desprestigio de la democracia, en aras de la democracy, nos llega hasta nuestros lares. ¿Y el psicoanálisis qué tiene que ver con todo esto? En el temor que al declarar tantas veces su muerte se evidencia, y allí mismo la respuesta: el psicoanálisis siempre se prohíbe cuando un régimen es totalitario, el psicoanálisis debe ceder lugar al: smile, smile, smile….cuando se debe dejar de pensar.