¿Cuál familia, qué subjetividad?
Feminismo y psicoanálisis.
Doris Hajer

 


¿Cómo podemos siquiera empezar
a saber, a entender si cerramos nuestros oídos,
si cerramos nuestros ojos a la luna,
hacemos cráteres en nuestros propios cuerpos, ignoramos
el toque humano?
Tengo ahora a mi madre en mis brazos
aunque ella no está aquí.
Nunca me tuvo en sus brazos
pero no es demasiado tarde,
no cuando respiro y descifro su voz,
aunque dura, estridente, llamando
a través de las escamas de mi piel.
... Todavía busco a mi madre
que no conoció fama ni notoriedad, que pelaba camarones
por una monedas diarias...
Escribió un poco en inglés, un poco en chino
y lloró después del nacimiento
de cada hija.
Ella es la poetisa que veía y que no me vio.

 

[1]de Nellie Wong en su poema "On the Crevices of Anger" citado por Adrienne Rich en "Nacemos de mujer" (1)

Hace años el abordaje del tema género, despertó en las mujeres de mi tiempo, fermentales y ricas discusiones en torno al tema de la mujer tanto en psicoanálisis, como en todas las ciencias humanas. En la búsqueda de la reubicación de la mujer más allá de su sexo anatómico, casi en respuesta a aquel destino fatal de la anatomía en Freud, eco del patriarcado.
Idas y venidas, estudios fructíferos, reformulaciones, o al menos de-construcciones de aquél destino, fueron haciendo al borramiento de ciertos términos, que dejaron de utilizarse, más que por convicción casi por vergüenza, como "envidia al pene", "mujer fálica", "castración en la mujer".
Sesudos estudios de Género y Psicoanálisis, se tomaron en cuenta para dejar de hablar de la mujer como predeterminada por la mirada del hombre que la hacía castrada y circulando en torno de una falta. O querría yo que así fuera.
¿Avanzamos en torno a la comprensión de la mujer o de las mujeres y cada una de ellas con el término género?
En cierto sentido sí, pues las apartamos de su destino anatómico más lato.En cierto sentido no, pues nos escondimos tras ese término ubicuo, para no mostrarnos como feministas.
Atravesamiento patriarcal que no nos permitió decirnos desde siglos con nuestras historias personales; de mujeres, de mitos matrilineales, de historias de abuelas raras veces escritas como historias de la humanidad.
Decirnos feministas era, es aún en ciertos ámbitos, permitir que alguien nos coloque en un imaginario equívoco de misoginia femenina, gritonas y machonas odiadoras de hombres.
Lejos de ello, el escondite del género, comenzó a corroer nuestras convicciones y a vaciarse de contenido, como ocurre con todo escondite que no se atreve a nominarse.
El previsible atraso en las nuevas conceptualizaciones se hizo claro, los grupos de mujeres que estudiaban e incluso que aún nominan a lo que estudian: "género", comenzaron a desnortearse en su búsqueda y prosiguieron atajos diversos, desde autopunirse por la supuesta "queja" inveterada de la mujer ante su marginalización, hasta el abandono de los objetivos iniciales de salida del mundo dominado por el pensamiento patriarcal. Paradoja fuerte, de mujeres que por no querer ser vistas en rivalidad masculinizante con el hombre, se transvisten metafóricamente o no, pues no pueden desde su escondite analizar su discurso pautado por la sociedad en la que viven.
Hace muy poco en una Mesa Redonda en homenaje a los 100 años del trabajo de Freud "Tres ensayos sobre una Teoría Sexual" comentábamos que había que -juntoa Emilce Dio Bleichmar- comenzar a analizar el "Complejo de Edipo" como estructurante del Yo, o subjetivante, como mito psicoanalítico a deconstruir. Alguien de la mesa, necesitó acotar, que esto podía ser válido para sociedades occidentales "avanzadas" y para determinados estratos sociales, pero que "teníamos Edipo para 500 años más" y así se dio fin a la mesa redonda.
Desesperación del analista y de la analista mujer, que pierde sus parámetros conocidos. Desesperación desesperante, porque intenta ingenuamente colonizada, como lo hizo Freud, retrasar el análisis de la subjetivación de la mujer otros 500 años, ante el fracaso de la firmeza en nuestra convicción y el necesario combate a la tranquilidad que esta aseveración busca, pues ingenuamente cree, que en tanto haya Edipo, habrá psicoanálisis y no sabe que está decretando su muerte.

Adrienne Rich nos dice[2]: "…la tesis del movimiento de liberación femenina de fines de los '60 de que "lo personal es político" (tesis que originó su libro Nacemos de Mujer) está siendo cubierta por un borroneo New Age de lo-personal-por-lo-personal-mismo, como si "lo personal es bueno" se hubiera convertido en el corolario, olvidando la tesis fundante. Y da la palabra a Audre Lorde en un poema…:

"Qué queremos unas de otras,
después de haber contado nuestras historias
queremos
ser curadas, queremos
una musgosa calma que crezca sobre nuestras cicatrices
queremos
la hermana todopoderosa que no asuste
que hará que el dolor se vaya
que el pasado no sea así."[3]

Y Rich nos continúa diciendo: "Existe una peculiar tensión entre un viejo sistema de ideas que ha perdido su energía pero que se apoya en la fuerza acumulada de la costumbre, la tradición, el dinero y las instituciones, y un naciente conjunto de ideas que está lleno de energía pero es todavía un torbellino, descentralizado, anárquico, constantemente bajo ataque, que sin embargo se expresa poderosamente a través de la acción. En nuestro siglo, varias ideas viejas cohabitan el enclave de su status privilegiado: la superioridad de los pueblos europeos y cristianos; el derecho de la fuerza como superior al derecho de relación; lo abstracto como modo más desarrollado o "civilizado" que lo concreto y particular; la adscripción de un valor humano intrínseco más alto a los hombres que a las mujeres."[4]
¿Cómo pensar entonces, desde el feminismo la subjetivación en lo más profundo del ser mujer no genérica, de una en una y todas juntas, una subjetivación no mítica, sino identitaria, con toda la flexibilidad de las diversas identificaciones que hacen a la construcción de una subjetividad no sujetada?
Hoy tenemos, al menos las mujeres intelectuales, ciertas convicciones bien asentadas en lo racional: no somos mujeres porque aceptemos nuestra anatomía como destino, somos mujeres cada una de nosotras en tanto asumimos nuestras historias de mujeres, en tanto estudiemos esas historias ocultas en los anales escritos u ocultos de la humanidad.
No somos meros cuerpos reproductores, con una normativización en cuanto a nuestra sexualidad con fines de reproducción, no somos mujeres por ser femeninas, con toda la ideología patriarcal que la palabrita "femenina", nos adjudica y nos vende.
Somos mujeres porque así nos sentimos y porque en el ser mujer, está nuestro deseo de humanidad participante y política.
Claro, que Uds. escucharon la palabrita "racional" porque como bien nos dice Adrienne Rich: "(Había que…) examinar la maternidad… en un contexto social, inscripta en una institución política: o sea, en términos feministas." "… ha crecido un vigoroso y amplio movimiento femenino de cuidado de la salud, que ha desafiado a una industria de la medicina en la que las mujeres son mayoría, como clientes y como trabajadoras de la salud, un sistema notable por su arrogancia y a veces brutal indiferencia hacia las mujeres, y también hacia la pobreza y el racismo como factores de enfermedad y mortalidad infantil. En particular, el movimiento de salud femenino se ha focalizado sobre la ginecología y obstetricia, los riesgos y la disponibilidad de métodos de control de la natalidad y aborto, la demanda, por parte de las mujeres, de poder de decisión sobre su vida reproductiva. Sus activistas han establecido fuertes conexiones políticas entre el conocimiento de nuestros cuerpos, la capacidad de tomar nuestras propias decisiones en lo sexual y en lo  reproductivo, y la toma de poder más general por parte de las mujeres. Si bien este movimiento comenzó con mujeres contando sus historias de partos en estado de inconsciencia, abortos ilegales fallidos, cesáreas innecesarias, esterilizaciones involuntarias, encuentros individuales con médicos arrogantes, éstas nunca fueron meras anécdotas, sino testimonios a través de los cuales la negligencia y el abuso de las mujeres por parte del sistema de salud podían ser sustanciados, creando nuevas instituciones que atendieran a las necesidades de las mujeres". [5]
Sin embargo todas estas han sido, en el mejor de los casos, victorias parciales, que deben ser logradas una y otra vez en los tribunales y en la conciencia pública".[6]
Hace un año nos llegó la historia de una joven argentina, Romina Tejerina, una chica menor de edad, que mata a su hijo concebido en una violación, y dice haberlo hecho por "verle la cara de su violador". Ríos de tinta corrieron entre los diversos movimientos feministas, intentando defender del castigo legal a Romina, León Giecco llegó a dedicarle una canción en su defensa, la pena obtenida: 14 años de cárcel.
Y todas nos preguntamos, más castigo que el que ya tuvo, a una chica violada, que casi pierde la razón, al menos la razón de ver en el niño, al niño y no sólo la cara de su violador. Pero ¿cuál es la "razón", es la del destino, la de un mandamiento, la de madre en toda su mistificación? Seguro más de una feminista dudó, ante la fuerza del hecho que nuestra sociedad nos hace sentir como "filicidio" y por añadidura "materno". ¿Cuántas dudaron, cuántas dudamos, de si no era una mujer "desnaturalizada", una "madre desnaturalizada"?
¿Cómo nos subjetivamos las mujeres, madres o no, ante la fuerza del discurso naturalizante, normativo, supuesto humanizador, de la mujer-madre ante todo?
La primera lectura a "Nacemos de Mujer" de Adrienne Rich, nos pone dulce y cruelmente frente a nuestras necesidades y pulsiones más desnudas, en su tono intimista y político a la vez Rich nos permite, sentir junto a ella su amor y su rabia hacia sus propios hijos por robarle aquel "Cuarto propio" al que hace tanto nos invitara Virginia Woolf.
Nos da permiso ideológico-político de decirnos a nosotras mismas que como mujeres podemos querer libertad. Libertad de tener nuestro cuarto propio, nuestro cuerpo propio, nuestro amor propio y que si sentimos esto o aquello, no somos "desnaturalizadas" más que desde la lógica que nunca nos fue dada construir para nosotras mismas.
¿Entonces cuál fue el avance -teniendo en cuenta la palabrita "racional"- que obtuvimos las mujeres de este siglo y la última parte del siglo pasado?
"En 1976, una mujer joven con educación terciaria podía experimentar sexualmente gracias a la píldora, estudiar Derecho, vivir con su novio, y posponer su maternidad (con recurso al aborto legal y seguro en caso de necesidad). Para 1986, casada y trabajando como abogada, podía decidir tener un hijo en un hogar con dos ingresos, dar a luz en casa con una partera y un obstetra que concuerda con su decisión, y descubrir que, mientras el primer ímpetu del movimiento de liberación femenina había apoyado sus decisiones en los '70s, una sociedad cada vez más obsesionada con la vida familiar y las soluciones personales ahora le daba su aprobación por ser madre. Tenía lo mejor de los dos mundos, decía. Era una post-feminista, nacida libre.

"…Había más autonomía, más libertad real, en la maternidad a tiempo completo. O por lo menos así se transmitían sus opiniones en los medios.¿Habían cambiado las cosas lo suficiente para ella?... Y las revistas de papel satinado no preguntaban a esas mujeres sobre sus sentimientos conflictivos, sus problemas con el cuidado de los niños…"

Esto era lo que ocurría en EE.UU. pero nosotras mujeres del cono sur, en los 70s con nuestras dictaduras, leyes de impunidad, ¿no dimos una vuelta atrás, por las amenazas que una ola de conservadurismo tanto político, como religioso, nos volvía a encerrar nuevamente en la familia patriarcal como modelo ideal de construcción de subjetividad y en nuestro caso de seguridad ante las amenazas de un gobierno dictatorial?
Hoy tenemos un gobierno que votamos progresista, con un presidente religiosamente antiabortista, con modelos contradictorios, senadoras frenteamplistas que hacen lo posible por unir su pensamiento de avanzada con una Ma. Auxiliadora (puritana "esposa" católica de nuestro "progresista" presidente), referente de un estilo de mujer que no le falta a nuestra sociedad y cuyo logro es, más que significativamente, correr la estatua del Papa Woityla hacia la Cruz impuesta en su única visita con plena visibilidad citadina y saludar el advenimiento del Papa nazi Ratzinger a nuestro conflictivo mundo occidental y cristiano.
La palabra "racional" fue escrita por mí en ese contexto de comprensiones de todo aquello acerca de lo cuál el feminismo, los estudios de género en su momento y nuevamente el feminismo actual desde los estudios crítico-culturales nos alertó. Pero ¿por qué acentuar que nuestra comprensión es racional? Porque en general seguimos actuando pautas del paradigma social dominante en relación a todas las condiciones que debe cumplirse para ser y parecer una mujer o un hombre. El vivir en carne propia todo lo aprehendido se hace tarea sumamente difícil, cuando una mujer desea ser mujer en el más amplio sentido de la palabra, es decir desea por ejemplo un vínculo con un hombre, desea tener un hijo con un hombre o sola u hoy incluso en pareja con otra mujer, desea una vida plena, etc., etc. la mayoría de nosotras desde la educación que nos crea pautas tanto de conducta, como de apariencia, ideológicas, nos hace la mayoría de las veces entrar en conflicto. Entonces tratamos de ser atractivas, femeninas, buenas compañeras, buenas madres y nos censuramos hasta inconscientemente lo que vaya en contra de estas pautas: debemos ser flacas, vestir de determinado modo, actuar de una forma que nos identifica como femeninas, reprimir aunque más no sea en parte nuestras reivindicaciones frente al hombre, sobre todo en la etapa de conquista, y ni que hablar reprimir si somos madres nuestros deseos del rato de cuarto propio que todas ansiamos, ni qué hablar de la agresividad hacia nuestros hijos que la ausencia de privacidad nos puede promover. Hoy quién ha visto alguna vez The L World, podrá descubrir que aún las lesbianas deben cumplir con éstas pautas.
Entonces nos encontramos en algún momento de la vida, ante la realidad de que por mucho que hayamos aprendido intelectualmente de los estudios de género o feministas, hemos construido un modo de ser a todos los niveles que ya ni sabemos cuánto se nos parece y cuánto de disfraz tiene.
Somos mas o menos femeninas, mas o menos compañeras de un hombre o de una mujer, mas o menos maternales, nos gusta o nos disgusta lo que somos, pero esa construcción de nosotras mismas, nunca sabremos cuánto refleja de lo que verdaderamente hubiéramos sido, de no mediar una sociedad representada desde la más tierna infancia por padres, madres, maestras, amigas, etc., etc., pero que no elegimos libremente.
Así Adrienne Rich nos hablará de "heterosexualidad obligatoria" como una institución política destinada a disminuir el poder de las mujeres, desde la ideología del sistema de familia patriarcal.
Y aquí comienzo a tomar el tercer tema mencionado en el título: la familia.
Hace poco tiempo en un Ateneo de la un sector de la Fac. de Psicología, un Servicio de Extensión a la Comunidad nos enseñaba los resultados de una investigación realizada sobre el ideal de vida que se aplicó en primer lugar a personas mayores y luego de todas las edades, el resultado sorprendente era que en todas las edades, el ideal de vida que se concebía, era la vida en familia, en tanto preguntados por su propia familia, los mismos encuestados, difícilmente dijeran que sus familias eran nada ni tan siquiera cercano a lo ideal. Es decir el ideal trasciende la experiencia misma, y no hay experiencia que haga que la ideología imperante de la familia como ideal, deje de verse como tal, por más conocimientos que se tenga de todas las problemáticas que la vida en la familia clásica presenta casi sin excepción. Hoy por hoy aún los homosexuales luchan por obtener esa familia, habiendo logrado ya en varios países la posibilidad de Unión civil.
La familia nuclear es sagrada. Y tanto lo es que en sus versiones más oficialistas, se valora más al feto nonato, que a la mujer viva.
Y nos dice Adrienne Rich : Si "el debate sobre el aborto es un debate sobre el ser persona [personhood]" , el movimiento de liberación femenina es también un movimiento sobre el ser persona (como cualquier movimiento de liberación). La mujer viva y politizada reclama ser una persona ya sea que esté vinculada a una familia o no, que esté vinculada a un hombre o no, que sea madre o no. La postura antiabortista busca introducir una única y monolítica cuña en un conjunto de temas tales como las prerrogativas sexuales masculinas, la heterosexualidad prescriptiva, la desventaja económica femenina, el racismo, la prevalencia de la violación y del incesto paterno. Así, la mujer es aislada de su contexto histórico como mujer; su decisión a favor o contra el aborto está desconectada del peculiar status de la mujer en la historia de la humanidad. El movimiento antiabortista trivializa los impulsos de la mujer hacia su educación, su independencia y su autodeterminación, considerándolos autoindulgencia. Su texto no escrito más profundo no trata sobre el derecho a la vida, sino sobre el derecho a ser sexual, a separar la sexualidad de la procreación, a hacernos cargo de nuestra capacidad procreativa…ni las mujeres ni los hombres son meramente la ampliación de un negativo de códigos genéticos, de datos biológicos. La experiencia nos forma, la aleatoriedad nos forma, las estrellas y el clima, nuestro amoldarnos y rebelarnos, y sobre todo, el orden social que nos rodea.
…El libre ejercicio por parte de todas las mujeres de sus opciones sexuales y procreativas catalizará - sigue diciendo Adrienne Rich - enormes transformaciones sociales: el derecho a ser persona. Las mujeres han recurrido al aborto como "acto de desesperación" dentro del contexto no de esclavitud, sino de otras presiones: violación, traición sexual, incesto familiar, total falta de apoyo para la madre soltera, pobreza, falla de los intentos anticonceptivos, e ignorancia" [7]como lo vimos en el caso de Romina Tejerina.
La familia aparece entonces como el lugar de construcción de subjetividad princeps, agréguesele en psicoanálisis, fundamentalmente desde la triangulación edípica.
¿Es que no podemos ver que ya ese tipo de familia, si es que alguna vez existió -cercana a algún ideal- no produce más que un efecto ideológico?
Porque aún pensado desde el psicoanálisis, en tanto método de investigación, la predominancia de la familia monoparental, el aumento en cuanto a denuncias del abuso intrafamiliar, el acoso como modo de interdependencia en la familia y la violencia doméstica in crescendo, nos tiene que hacer tomar consciencia de que la famosa triangulación para la construcción de la subjetivación tanto masculina como femenina, se nos muestra cada vez más como un lugar de riesgo psíquico en lugar de la base de la cultura, ya hablemos de heterosexualidad, de principios morales de convivencia, de superyo o de la complejidad de la construcción de la subjetivación en general.
"El patriarcado es un concepto concreto y útil. Ya sea que se lo considere como un fenómeno capitalista o como parte de la historia precapitalista de muchos pueblos, que también debe ser confrontado en los socialismos existentes, ahora es ampliamente reconocido como el nombre de una jerarquía sexual identificable… Como madres, las mujeres hemos sido idealizadas y también explotadas. Afirmar el valor intrínseco humano de -la mujer mientras éste continúa siendo negado en forma insidiosa y flag rante no es algo fácil de hacer en términos estables, claros y no sentimentales.
El psicoanálisis y la psicología han priorizado las relaciones "primarias" asumidas en la familia nuclear de clase media europea del siglo XIX, de la que surgió el psicoanálisis: padre, madre, hija, hijo.
Y Emilce Dio completará este pensamiento diciéndonos que el psicoanálisis con su visión del Edipo se autoconstruye en un nuevo mito, para sub-yugar a la humanidad.
Entonces, en definitiva, hablar en estas Jornadas en pleno siglo XXI de Género, familia y subjetivación, como psicoanalista feminista, me lleva indefectiblemente a repetir que la teoría psicoanalítica está construida
sobre un mito patriarcal, altamente ideologizado, del cuál sólo habremos de escapar escuchando a nuestros y nuestras pacientes, escuchándonos a nosotras y nosotros mismos y teniendo muy claro que toda sociedad y por ende sus individuos son constructos ideologizados que deben deconstruirse para conocernos de modo realmente profundo y desatado de toda sujeción, aunque suene a utopía, pero a decir de Eduardo Galeano, ¿de qué otro modo, comenzar a caminar?
Seguimos así la difícil tarea de autoobservación, que nos haga tambalear a cada instante en cualquier convicción que sustentemos, pues estoy segura, que aún cuidando cada paso que doy en esta difícil tarea de deconstrucción que ha pasado a ser mi discurso psicoanalítico, cualquier mujer desde una mirada y escucha atenta habrá de encontrar mis fallidos de atravesamiento hoy mismo y aquí, irremediablemente.

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[1] - Adrienne Rich "Nacemos de mujer" Ed. Feminismos Ed. Cátedra Universitat de Valencia Instituto de la Mujer. Última Ed. En español 1986.
[2] Adrienne Rich "Nacemos de mujer" Ed. Feminismos Ed. Cátedra Universitat de Valencia Instituto de la Mujer. Última Ed. En español 1986.
[3] - Audre Lorde, "No Hay Poemas Honestos sobre Mujeres Muertas", en Our Dead Behind Us (New York: Norton, 1986).
[4] - Adrienne Rich. "Nacemos de mujer" Ed. Feminismos Ed. Cátedra Universitat de Valencia Instituto de la Mujer. Última Ed. En español 1986.
[5] - Adrienne Rich. "Nacemos de mujer" Ed. Feminismos Ed. Cátedra Universitat de Valencia Instituto de la Mujer. Última Ed. En español 1986
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.