Las voces que nos anticipan, nuestras voces presentes: Freud, Aulagnier, Castoriadis y un relato de Tabucchi.
Irene Barros Vieitez

"...nadie puede negar que los deseos se orienten predominantemente hacia el porvenir." (1)
                                                                                                        S.Freud

"Mi creación del mundo y nuestra creación del mundo implican también la creación de un "afuera" donde el objeto, el color, etc., son presentados como diferentes y distantes de mí –de mí que siempre e irrevocablemente estoy aquí- así como también implican la creación de un doble horizonte temporal ("hacia atrás" y "hacia delante") en medio del cual soy siempre ese ahora en perpetuo movimiento"(2)
                                                                                                        C.Castoriadis

 

1.Anticipación y devenir identificatorio del Yo

Sostener nuestra identificación, ser quienes somos, supone creer en lo que fuimos-en-otros, nuestros-otros-nos-otros y anticipar sin demasiadas garantías lo que podríamos llegar a ser. Pero, ¿cómo investimos ese proyecto si nada nos asegura lograrlo y además sabiendo que algún día, aunque ignoremos cuando, alcanzaremos el final de nuestro trayecto? Si en este trayecto prevalece la confianza, estamos hablando de deseo, que se sostiene en el pasado (en esas voces que nos precedieron y creyeron en lo que todavía no éramos), pero es a la vez devenir esperanzado. En el decurso de la vida, lo esperable es que nos encontremos con una rica variedad de ofertas libidinales, identificatorias, que van a contribuir a la organización de un yo, que, al integrarlas, irá conformando nuevas representaciones, algo diferente que le conferirá su particularidad. Si, coincidiendo con la frase del acápite, que corresponde a una afirmación de Freud en su obra "El delirio y los sueños en La Gradiva" (donde él trabaja aquellos sueños que no han sido soñados a través de la creación literaria), consideramos que estos deseos se orientan predominantemente hacia el porvenir, es claro que nos encontramos frente a lo que desde el psicoanálisis entendemos como la particular temporalidad de los procesos anímicos o psíquicos, ya que predomina el investimiento del futuro, pero desde una anticipación que supone una anterioridad, un precedente que impulsa hacia adelante. Incluso antes de la constitución del sujeto psíquico ya hay la inscripción en otro-el otro materno-, no necesariamente biológico, de la creencia en lo todavía no advenido en el bebé. La esperanza consiste en que algo de eso que fuimos y somos es verdadero y va a alcanzarse. Pero no se detiene allí, no se trata de un retorno a lo mismo, ni de lo mismo inmutable; no se limita a reproducir un proyecto anticipado por estas voces, conjunto de lo social cuyo discurso es representado por los padres. Piera Aulagnier nos habla de la actividad de representación, el contrato narcisista, la historización, la psicosis; y despliega diversas preguntas sobre las condiciones histórico-sociales que posibilitan la preservación del yo, trabajando conceptualmente la temporalidad en el trabajo de historiador (3) de este yo, desde la acción anticipadora de los enunciados identificantes. Para esta autora hay una primera cuestión a formular cuando pensamos el trayecto identificatorio: ¿qué prima de placer permite al yo catectizar el pensamiento de un futuro cuando no hay nada que le asegure que lo podrá vivir? Es condición para la vida del yo que el mundo y ciertos objetos, en especial el cuerpo propio sean investidos. Lo "exterior a sí" debe ser representado, pero la tarea que es condición del yo para su advenimiento y para asegurar la vida psíquica, es la representación de la psique misma. A partir de lo exterior a sí se produce una alteración - identificación primera que incorpora los enunciados identificatorios- efecto de la libido narcisista del contrato que une a la pareja parental con el conjunto social, los emblemas y roles; es así que la significación, los valores que los integrantes de la pareja tengan en relación al conjunto, funcionan como formulación de enunciados sobre el yo del niño, al modo de ofertas libidinales, sin las que el yo en ese primer tiempo no podría vivir, ni conformarse. Es por ello que afirma que "libido identificatoria" y "libido narcisista" son sinónimos (4).
¿Cómo deviene (5) el yo –además de advenir- sin que la apropiación de lo que el "portavoz" anticipa, proyectando sobre el ser humano que ingresa al mundo la "sombra hablada", no se asemeje a un programa que se reproduce sin variaciones?: "El discurso del conjunto le ofrece al sujeto una certeza acerca del origen, necesaria para que la dimensión histórica sea retroactivamente proyectable sobre su pasado, cuya referencia no permitirá ya que el saber materno o paterno sea su garante exclusivo y suficiente.[...] Lo que el conjunto ofrece así al sujeto singular inducirá al sujeto a transferir una parte de la "apuesta" narcisista, catectizada en su juego identificatorio, sobre este conjunto que le promete una "prima" futura."(6)

Podemos referirnos, en relación a las perturbaciones que pueden sobrevenir en este proceso, al riesgo de alienación a los enunciados de los otros, ya sean fundamentalismos religiosos, ideologías de corte intolerante, o teorías explicativas que se erigen como verdad única excluyendo otras opciones. Cuando no puede dejarse esa "X" de distanciamiento e indeterminación entre el yo anticipado y su devenir identificatorio, son innumerables los ejemplos que señalan las posibilidades de detención que hacen pensar en cierto congelamiento fantasmático, en el que la escena pareciera ser la misma. Sin embargo, suponemos que aún en esta suerte de reedición se inscriben diferencias y habría que seguir pensando en que las versiones fantasmáticas y la "atemporalidad" de los procesos inconscientes que se advierte en sus manifestaciones reaparecen ya en otro tiempo en que se las reinterpretaría.

En este punto remitiría a varias reflexiones que cuestionan los intentos de reducción de todos los procesos anímicos a una lógica "conjutista-identitaria", si bien "todo lo que es" debe contenerla, pero "de ello no resulta que "lo que es" esté exhaustivamente determinado por la lógica o sea reductible a ella (incluso cuando consideramos la realidad psíquica)"(7). Volvería a plantear esas preguntas, ya que sin duda "la psique humana no puede vivir fuera de un mundo de sentido"(8). Castoriadis parece no dudar cuando asegura, sobre el proceso socializante, que este es "sólo posibilitado por la necesidad vital de sentido que experimenta la psique y por el hecho de que la sociedad misma no es otra cosa que la institución de sentido en forma de significaciones imaginarias sociales". Continúa entonces hablando de la imaginación, eso radicalmente distinto en el ser humano, que lo diferenciaría del "simple viviente" y plantea que "el ser primero de la imaginación va a ser modelado y domado, aunque nunca del todo, por la socialización" y en parte esto ocurre porque "el hombre es un animal radicalmente inepto para la vida. De ahí surge, no como "causa" sino como condición de existencia, la creación de la sociedad". Se pone más duro aún sobre este proceso, ubicando la sociedad en la clausura: "clausura de su lógica, clausura de sus significaciones imaginarias. Y fabrica individuos a quienes les impone ambas clausuras. Pero antes que nada fabrica, de manera excluyente en la aplastante mayoría de las sociedades, individuos cerrados, que piensan como se les enseñó a pensar, que evalúan y le atribuyen sentido a lo que la sociedad les enseñó que tiene sentido, y para quienes esas maneras de pensar, evaluar, normativizar y significar son, por construcción psíquica, incuestionables"(9). Junto con esta clausura, "saturación de sentido" que detiene la interrogación, estaría la "imaginación radical" e "imaginario social instituyente", herramientas conceptuales que fue construyendo y puso a trabajar en varias obras. Para él habría dos tipos de pulsión epistemofílica, ¿por qué no habla de dos destinos posibles de la pulsión epistemofílica en relación a la clausura tal como él la desarrolla? No lo hace, dice claramente: "una Wisstrieb (pulsión epistemofílica) que se detiene y una Wisstrieb que no se detiene". La reflexión, "pensamiento que se vuelve sobre sí mismo y se interroga", es "desprenderse de las certezas de la conciencia", es la actividad de transformación posible porque hay una imaginación radical y es "algo que sólo la imaginación radical puede dar: hay que poder representarse no como objeto sino como actividad representativa, como un objeto-no objeto. Se trata de ver doble y verse doble y de actuarse como actividad actuante". Así como la psique es vis formandi (Castoriadis dice que la sede de esta vis formandi es la imaginación radical que es la dimensión determinante de su alma)(10), fuerza formadora, formativa, la sociedad – pensando desde el imaginario radical social instituyente- "es creación, y creación de sí misma: autocreación.
Desde el momento en que consideramos lo constituyente en esa "nueva forma psíquica" a la que se refiere Freud en su "Introducción del Narcisismo", que es ya movimiento identificatorio, fuerza-forma, formadora y formativa, que adviene y deviene, es necesario pensarla inextricablemente "tejida" a la sociedad, siempre histórica.


2. Entre el azar y lo ineluctable

A pesar de los intentos por controlar el futuro desde una anticipación programada que no admitiría variaciones en las "marcas", se evidencia en algunas de las producciones culturales de nuestra época, en el cine y la literatura que el ser humano puede muchas veces, felizmente, equivocarse y no seguirlas. En Gattaca, experimento genético, o en The Truman Show, o en el film Capote de Bennet Miller, aparecen las determinaciones, pero también las variaciones que puede interponerse a todo intento de programación del destino de parte de los "agentes". En Gattaca se tratará de lo que puede denominarse "el gran Otro del sueño cientificista", con su intento de exclusión del azar -lo que no esté en su programa genético-; en el guión del reality show, se intenta controlar la casualidad a través de la causalidad impuesta; en Capote, nos adentramos en territorios tanto subjetivantes como des-subjetivantes de desamparo y exclusión, lugares de sufrimiento en los que se da la situación de encuentro entre el personaje y Perry Smith, donde se reconocen como marca de Caín las determinaciones del "tú eres eso" y el "podías haber sido eso"; pero este film plantea una mayor complejidad que no vamos a desarrollar acá.


Si el azar es lo que podía no haber sido, nos enfrentamos una y otra vez a lo que ineluctablemente se empeña en ser, o se niega a no ser. La duda es un logro secundario, trabajo del pensamiento que lleva al devenir del yo. Soportarla supone el trabajo del pensamiento que debe desasirse de las certezas alienantes y poder vivir sin ellas, pero a la vez poniendo límite a la duda. Piera Aulagnier (11) insiste en la necesariedad de la permanencia de ciertas referencias simbólicas para el funcionamiento del yo, referencias que para la identificación simbólica del yo deben permanecer al abrigo de todo cuestionamiento: "Cuando estos puntos de referencia ya no son seguros o no están garantizados como intangibles, asistimos a una invasión catastrófica de la duda y entramos en ese campo conflictivo que marca la psicosis" El afán de causalidad por parte del yo es la búsqueda de ciertas certezas, ya que, siguiendo a esta autora: "saber que no se sabe" es la posición menos natural que pueda existir para el pensamiento; es una adquisición muy secundaria, siempre frágil (12).

Freud, por su parte, ha insistido también en los buenos encuentros y reencuentros, en los retornos y repeticiones, en verdades re-veladas y no-veladas, en el más allá..., en fin, en el tema del azar y el destino; se refirió no sólo a la clínica, sino a la mitología y a diversos poetas para desarrollar estas ideas y para formular sus hipótesis sobre los procesos psíquicos. En este sentido, él afirmaba que quienes mejor expresaban este funcionamiento eran los poetas a través de sus personajes y creaciones. Este juego del azar y el destino, pasando por la fatalidad lo vemos en el tema de la elección del cofrecillo. Las figuras femeninas, las Horas, las Normas, las Moiras, las Tres Hilanderas: Laquesis, "lo casual dentro de la normatividad del destino", el azar, entonces; Cloto, la disposición congénita fatal, y Atropos, lo ineluctable, la muerte, tejen el trayecto de la vida.(13) Es así que en tanto unas veces tenemos la esperanza de poder elegir libremente y planear nuestro futuro, otras caemos derrotados frente a circunstancias que parecen evidenciar la mano de la fatalidad, lo implacable que viene a nuestro encuentro; y entre estas dos posiciones tenemos el azar, que puede trabajar por su cuenta, pero no sólo, tejiéndose así el destino. La pregunta que nos hacemos es sobre el margen de libertad que por cierto tenemos para orientar nuestras opciones. Se retoma este punto en varias obras, vinculado al concepto de repetición, específicamente en su obra sobre la pulsión de muerte. En el capítulo 3 de "Más allá del principio del placer" se refiere a la neurosis de destino de este modo:
"Lo mismo que el psicoanálisis nos revela en los fenómenos de transferencia de los neuróticos, también puede volver a encontrarse en la vida de personas no neuróticas. Produce en ellas la impresión de un destino que las acosa, de un rasgo demoníaco en su experiencia de vida, y el psicoanálisis ha sostenido desde el principio que ese destino, en su mayor parte está auto-dispuesto y determinado por influencias de la temprana infancia"(14). Si lo pensamos en relación a la causalidad y a la insistencia del yo de resolver la ambigüedad de la trayectoria de la vida oscilando entre el azar y el destino, entre la libertad y la determinación, encontramos nuevamente una interesante paradoja: entre la anticipación que de cada ser humano hacen los adultos que lo reciben en este mundo, anticipación que recoge nada menos que el legado de una historia y la indeterminación que parece haber de la propia historia que va a poder –o no- hilvanar ese yo en otro movimiento de anticipación hacia el futuro, se da una intervalo, en el mejor de los casos de esperanza y de no saber, que no obstante el yo pretende muchas veces a través de la ilusión (lo ilusorio) llenar. Es allí, tal vez, en esta imposibilidad de sostener la esperanza invistiendo la permanencia y el cambio en la trayectoria del yo en el pasado, presente y futuro, que aparecen ciertas perturbaciones, (no hablamos sólo de la experiencia psicótica), que la clínica recibe no pocas veces como trastornos de ansiedad, impulsividad, ataques de pánico, depresiones, conductas adictivas, patologías del amor en diversas expresiones. Tenemos la creación en el delirio psicótico, con la interpenetración y la interpretación. Pero también tenemos la creación de la historia de cada uno, de nuestras historias, las que podemos armar con las voces, las que nos anticipan, las que se nos hacen presentes, con las que crear nuevos textos y dejarlos avanzar.


3. "Voces traídas por algo, imposible decir qué"
(15)

Freud plantea en "El delirio y los sueños en la Gradiva", que de los poetas podemos tomar aquellos sueños que nunca han sido soñados. Podemos también acercarnos a los delirios que no han sido delirados, en un recorrido que hace posible la narrativa de Antonio Tabucchi, desde la recurrencia de imágenes y personajes, muchos de ellos cuidadosamente innominados, no anónimos, porque van identificándose a través de una búsqueda en los otros que hilvanan su historia, tejiendo la trama hasta alcanzar el destino, como las tres hilanderas: el azar, la fatalidad y lo ineluctable: la muerte.

"A veces puede empezar por un juego, un pequeño juego secreto y casi infantil que sólo tú conoces y que por pudor no dirías a nadie, cosas así no se hacen, es un juego, digamos una broma para con uno mismo, o con los demás, los ocasionales transeúntes, ocasionales parroquianos, son ellos los inadvertidos compañeros de tu juego, aunque no lo sepan. Porque hablan ".

Más que monólogo interior, diálogo consigo mismo desde la observación de sí mismo. Confidencia de una tarde de domingo en un lugar conocido en sus detalles mínimos, el personaje del relato de Antonio Tabucchi de quién tomamos prestado el título, nos introduce de esta manera en una historia-su historia?.
Narrador casi omnisciente, no lo sabe todo, porque él mismo se desdobla en una asimetría en la que parte de él se desliga; él es el único que parece conocer las pocas reglas de este juego, pero no se dice en ningún momento quién las estableció. Tal es el desconocimiento. Él no sabrá cómo continúa, ni cómo o cuándo va a finalizar y es quizás esta ignorancia (como la ignorancia de los participantes inadvertidos) lo que transforma este juego en una "situación de encuentro" y captura.

Dice el personaje: "...eso es, así, basta una frase y decides que es ésa, la extraes de la conversación como un cirujano que coge con las pinzas un jirón de tejido y lo aísla, por ejemplo: mi difunto marido, cuando celebramos las bodas de plata, (16) basta, es una frase óptima para empezar,[...] lo importante es no mirar a la portadora de la frase, es una regla que a veces te gusta observar, por ello miras las palomas..."

Los compañeros ocasionales e ignorantes de su participación juegan porque hablan, esa es la primera regla, la otra regla, que a veces se cumple, es no mirar a quien porta la frase. El jugador, que conoce una parte de este juego, realiza una función extractiva a partir del recorte de las frases en cuestión. Se agrega algo distinto al solo decir: hay un portador que se mantiene preferentemente anónimo, puede ser cualquiera. No puedo eludir la asociación con la función de portavoz trabajada por Piera Aulagnier, con el conjunto de las voces presentes, y este juego aparentemente absurdo, solitario, que produce cierta vergüenza (pudor) al que lo juega, como una especie de vicio que se despunta secretamente. Hay algo enigmático en este relato, puede tratarse de una posición aparentemente invertida en relación a la búsqueda activa del personaje, de frases que irá recortando (¿contorneo pulsional del objeto-voz?), los portadores de estas frases ignoran el destino de las mismas, así como el personaje parece ignorar su propio destino, no obstante acudir a una cita con él. Hay una posición de activo-pasivo al ser encontrado-tomado por estas frases y la acción de ir al encuentro, recorte y apoderamiento indebido de las mismas: "espiar con las orejas" (produce pudor, "cosas así no se hacen"), escena primaria, voces primeras.
Volvamos al relato de Tabucchi. El juego de las voces continúa:

"...qué frase más oportuna para empezar tu juego, la cortas con tus tijeras mentales por la palabra plata,[...] repites la frase para tus adentros un par de veces, la saboreas, una buena apertura, como unas buenas cartas de póquer, quién sabe qué compondrás esta tarde, es estupendo escribir por la tarde una pieza absurda pero lógica, que las voces de los otros te han regalado, algo que te narrará una historia distinta por completo de las historias que han contado todos aquellos a quienes has robado esta historia y que, en cambio, te pertenece sólo a ti, porque ellos con una historia así no sabrían qué hacer, ni siquiera la reconocerían, cada uno ha proporcionado una pequeña tesela, una piedrecilla que has recogido, seleccionado y engastado en el lugar que le correspondía, ése y sólo ése, para formar el mosaico que esta tarde mirarás con ojos ávidos, sorprendido al ver cómo se desarrollan las cosas, cómo una palabra se encaja en la otra, un hecho en el otro hasta crear un asunto que no existía y que ahora existe: tu historia".

El personaje, del que no sabremos jamás el nombre, continúa su juego:

"se hizo pasar por muerto para escapar a la vergüenza de la quiebra. Esta es regalada, sin que la aísles siquiera de otras frases, porque la cháchara de las dos señoras que han pasado a tu lado, ya se ha hecho confusa a los dos metros[...] el principio de la historia empieza a tener una continuación muy prometedora: mi difunto marido cuando celebramos las bodas de plata, se hizo pasar por muerto para escapar a la vergüenza de la quiebra. No queda nada mal. Por ahora puedes poner un punto y esperar lo que te traiga el destino."

Lo que hemos extractado hasta ahora nos hace pensar en lo que señalábamos anteriormente sobre el devenir del yo y la función de historiador a partir de ese conjunto de voces que se hacen presentes cuando un sujeto viene al mundo y comienza a armar con ellas una historia, su historia. Historia que como bien dice el personaje, no será la misma, ellos no sabrían qué hacer con una frase así. Pero hay algo más, si atendemos a la letra: esta historia es un asunto que antes no existía, pensamos: se trata un personaje sin historia que la está armando con estas voces, enunciados que va extrayendo, recortando... Hasta aquí, las voces se mantienen anónimas, es una de las pocas reglas, el enunciado entonces, se privilegia sobre el enunciante. El relato da un giro sorprendente, se anuncia el cambio desde algunas señales inquietantes que parecen provenir del exterior, el clima, la sensibilidad, lo extraño, lo mágico:

"lástima que el tiempo esté cambiando de repente. Se ha levantado un fuerte viento, a ráfagas, fresco y salobre, viene del mar, la luz se ha hecho lívida, como de temporal inminente [...] Hay electricidad en el aire, lo notas, basta un poco de sensibilidad para estas cosas".

Decide sentarse en un café para ver jugar a las cartas y tratar de recolectar más frases, allí el dueño y un amigo comentan sobre el tiempo:

"qué tiempo más extraño, hoy parece un día embrujado".

El personaje busca la mesa adecuada para recolectar sus frases:

"en la mesa de los refinados juegan una brisca de cinco, es un juego extraño la brisca de cinco, participa del azar y de la astucia, es algo parecido a tu juego con las palabras, hay que elegir entre las cartas que el azar te asigna y gracias a ellas adivinar quién es tu cómplice, porque tienes un cómplice y es necesario dar con él entre cuatro posibles cómplices, hay que confiar en la suerte y en la intuición [...]
Te pones a mirar en silencio, con los ojos atentos a las cartas y el oído atento a las frases que aletean en la sala [...]

Nunca logré decírtelo antes, pero ahora es necesario que lo sepas. La frase ha llegado repentinamente a tus oídos con el estupor de una herida que duele de improviso, una aguja, un taladro, después lo sientes estallar dentro de tu cabeza y resonar pausadamente antes de apagarse: es necesario que lo sepas. Te has puesto en pie de un salto, mirando la puerta como acorralado, incluso los jugadores te observan, debes de tener un color térreo y el espanto en los ojos [...] miras a todos los jugadores, uno a uno, te preguntas de quién habrá salido esa voz, si es que ha salido de alguna de las personas que se encuentran allí, y piensas de nuevo en la voz, que resuena todavía en tus oídos".

La función auditiva tiene una particularidad que se presenta en relación a una ausencia en este registro de cualquier sistema de cierre comparable al de otros sistemas perceptivos: el táctil, con el alejamiento posible ante el contacto de lo que se quiere evitar, el cierre de los párpados, o el de la boca. "La cavidad auditiva no puede impedir la irrupción de las ondas sonoras; se trata de un orificio abierto, en el cual en estado de vigilia, el exterior penetra en forma continua. El objeto-voz puede llegar a convertirse en la encarnación de un objeto persecutorio" (17). Puede advertirse la semejanza con el sistema respiratorio, en el que el sentido del olfato se ve también involucrado en la función de reconocimiento de los primeros objetos que se encuentran en el mundo y hacen posible la supervivencia del bebé y la relación al otro materno. En el olfato se trata también de orificios imposibles de cerrar, pero la función auditiva es más primitiva aún que la olfativa , comenzando el bebé a percibir ondas sonoras aún antes del nacimiento. Es más complejo todavía ya que las ondas sonoras, en principio irrumpen materialmente, penetran sin tener sentido y no adquieren significado sino a posteriori, teniendo el lenguaje en ellas su vehículo: materia y sentido juntos en otro tiempo en que la significación recubre solo una parte de lo inscripto en forma de trazas, marcas, de la experiencia sensorial. No obstante, este material es dado por un otro ya atravesado por la represión, para el cual sí hay significación, pero es recibido por una psique en formación a la que este va a serle heterogéneo y va a ser asimilado de la manera que le es posible (para Piera Aulagnier esta representación será el pictograma, tratándose de lo originario; en lo primario será la fantasía y representación ideica o actividad de pensamiento, para lo secundario). Señala esta autora, que sin quitar importancia a la interpretación en la construcción del delirio, es notable la recurrencia de una primera escucha en su desencadenamiento, es decir, la penetración de esta cavidad por algo que se establece como momento de entrada en el delirio:

"es inconfundible esa voz, nasal, un poco arrastrada, con un dejo irónico en el timbre, es una voz que has conocido demasiado bien; y entonces, con lentitud, como para tus adentros, dices: Tadeus, estás aquí, te he oído, dime, dónde te escondes. Miras de nuevo a los jugadores, ese viejecito con boina y de aspecto demacrado, ¿será él?, piensas, ¿me habrá hablado Tadeus a través de él? Y luego a los demás: un hombre corpulento de unos cincuenta años, [...], no, piensas, no es ninguno de ellos, Tadeus está aquí, seguro, está aquí vagando, pero ¿dónde? Te pones a mirar la habitación objeto por objeto, qué absurdo, como si dentro de cada objeto pudiera ocultarse la presencia de Tadeus y su voz..."

Tadeus y su voz, objeto-voz que puede desprenderse del que lo porta, pero no perderse. Voz que permanece y se torna presencia persecutoria, porque está en todos lados, en tanto no se sabe de dónde proviene, o a través de qué o quién. Objeto-voz persecutorio, horror del encuentro con el objeto de la "inquietante extrañeza", lo familiar, "una voz que has conocido demasiado bien", que será a la vez perseguida por el personaje que ya no puede detenerse en la prisa por alcanzar ese destino que le deparó su juego y que le hizo parar su juego. Ahora ya no irá en busca de frases de personas desconocidas, compañeros ocasionales e inadvertidos de este juego que no se deberán mirar, única regla que había que seguir. El juego cambia, como en la brisca de cinco, interviene el azar en las cartas que se reciben y se revela la identidad del cómplice, ya no compañero ocasional e inadvertido. Aparece al fin un nombre. La relación se invierte porque el inadvertido fue nuestro personaje que en lugar de apoderarse de la frase, será tomado por la voz en la que se materializa, "con el estupor de una herida que duele de improviso". El atributo de certeza sobre la voz enunciante, pone en marcha la interpretación que va a lanzarse en la búsqueda de verificaciones sobre el enunciado. A través del Otro que pone las reglas. Si prevalece lo primario, la certeza sobre este enunciado, no quedará lugar para la duda, no habrá lugar para la intervención de la interceptación tercera que funcione como garante, para someter el enunciado y el valor de la idea que lo enloquece, a la prueba de lo verdadero y lo falso: "el yo anula así situaciones de conflicto y de sufrimiento. Concreta una tentación: volver a hallar la certeza. (Quizá nadie renuncia por completo a la ilusión de idealizar a otro –un grupo, un discurso- que pueda encarnar su imagen idealizada)"(18). Cabe distinguir en este punto alienación mental de alienación social y la relación entre ambas, cuestión no menor que es tomada como problema a pensar por el psicoanálisis en varios de los desarrollos de Castoriadis (19); es interesante cómo él plantea el tema, a veces confuso, ya que no es lo mismo la certeza del delirio y la interpretación que tratará de hallar la verificación, el garante, al recurso de alienación en el grupo, el discurso científico, en fin, las formas que adquiere la alienación social y el posible más allá de esta alienación, el proyecto de autonomía, como marca este autor.

Nuestro personaje sigue buscando:


"Tadeus, te lo ruego, ¿qué debes decirme? Y mientras tanto piensas de nuevo en aquel verano, que tan esmeradamente habías olvidado ocultándolo en un sótano sobre el que habías colocado una pesada tapadera. Y ahora esta tapadera, como por arte de magia, se ha movido, se ha deslizado abriendo una fisura; respiras a pleno pulmón porque te llega también un perfume de lavanda, el terreno de la villa estaba lleno de lavanda; por la mañana, cuando bajabas por la escollera, el aire sabía a sal y a plantas, luego te das vuelta porque de la casa ha llegado un alarido, no, no es un alarido, es como un grito sofocado, un sollozo que el viento te trae, estás indeciso sobre volver atrás o no, pero no quieres saber nada, no ha sucedido nada, es cualquier cosa, que de vez en cuando sucede, un sollozo, y entonces repites: la infelicidad es una forma de miedo, es, Tadeus, lo he sabido siempre, y no he querido nunca pensar en ello esto lo que quieres recordarme, quieres hablarme de Isabel, para eso me llamas".

La desmentida, el retorno desde la voz demasiado conocida, el llamado, la fisura que se rellena con el perfume que lo reenvía al pasado, temporalidad alterada en la que lo escuchado ahora es un alarido, lo escuchado ahora es de la dimensión de lo que no se quiso saber nada. Pero eso vuelve, lo hace perderse en una búsqueda vertiginosa de la voz de otro que sabe y le revelará lo que él siempre tuvo que saber.

"...se ha abierto una franja de luz violeta, siniestra, hay más gente por aquí , pero son transeúntes con prisa, no hablan, piensas rápidamente adónde ir, él quiere hablarte, su voz necesita una voz, o mejor, eres tú quien quiere que él te hable ahora, debes hablar, Tadeus, no se puede decir algo así y dejarlo a medias; dónde estás, la ciudad es grande, ¿estás aquí o me esperas en alguna parte? Si estás aquí sígueme, te lo ruego, vamos a buscar un lugar con gente que hable, dime algo más, necesito que me hables todavía, no puedes pararte a estas alturas".

Tadeus es el amigo muerto, el amigo de la inteligencia más que del corazón, "porque era eso lo que más le importaba". "Se encuentra ya en un lugar de malditos, lo has sabido siempre, y ahora está riéndose de ti, que quisieras verlo en el infierno; se encuentra perfectamente a gusto en un lugar que ha ido preparándose durante toda su vida, una vida hecha de negaciones y de disipación, empleada en pensar mal de sí mismo y de los demás, dedicada por entero a tentar y a dejarse tentar. Y sabes que también en este momento te está tentando"

El protagonista sigue buscando gente que hable, se topa con unos niños que van a un encuentro de fútbol:

"entre ellos hay un niño particularmente excitado [...] lo miras un momento, [...] en ese momento, sólo para ti, su boca que se abre para hablar a los compañeros te trae una voz inconfundible, nasal y levemente irónica, que retumba en tus oídos como gritada a través de un altavoz: algo que incluso tú puedes descubrir, basta que vayas escuchando desde el lugar más alto de la ciudad. Esperas algunos segundos con la esperanza de que la comunicación continúe, pero ahora el niño está hablando con una estridente voz de niño, [...] entonces sales fuera como por instinto [...] hay un corrillo de hinchas que están discutiendo, algunos sostienen que el partido debe aplazarse, otros que debe disputarse en cualquier caso, entre estos últimos hay un jovenzuelo grande y grueso que pide silencio y que apuntando con el dedo el cartel pegado en la puerta lee en voz alta, para apoyar su tesis, la fecha del encuentro: el día 10 de mayo a las seis de la tarde. Y la voz con la que lee es una voz que no deja lugar a dudas, la conoces hasta en sus más sutiles matices; y entonces miras el reloj inmediatamente, porque el mensaje ahora ya está claro, como está clara la cita".

La interpretación, desencadenada a partir de una primera escucha, no se detiene hasta encontrar un punto de certeza, desde el registro de lo primario, la alucinación auditiva que le retorna en la voz del amigo muerto algo de una verdad desmentida en relación al grito de Isabel y la infelicidad como una forma de miedo. El tema del amigo maldito, tentador y tentado, demonizado entonces, es retomado por Tabucchi en varios cuentos y en la novela "Réquiem" (20). Este fantasma del pasado se hace presente en la voz, que es lo último que va a perder el personaje y lo lleva a una cita con el destino, una jugada brillante de pecador empedernido que lo tienta hasta abismarlo.

"...miras el reloj inmediatamente, porque el mensaje ahora ya está claro, como está clara la cita, faltan veinticinco minutos para las seis y la torre está lejos, al final de la ronda de murallas, es ése el lugar más alto de la ciudad, es allí donde él quiere que vayas para que sepas".

En el recorrido que realiza el personaje para reencontrar la voz va pasando por lugares que le devuelven experiencias conocidas en la infancia, reproducción que "invierte su orden puesto que aquél que adviene y debe advenir descubre que es precedido por un pasado [passé] y por un fenecido [très passé] que le imponen el lugar y el tiempo a los que deberá retornar"(21). Para Aulagnier, si estamos en terreno del fracaso de la represión en el discurso materno, la sombra hablada no anticiparía al sujeto sino que lo proyectaría regresivamente, "esa inversión del efecto anticipatorio del discurso materno, priva de todo sentido a la respuesta dada a la pregunta acerca del origen. En efecto, para la madre, el nacimiento no es origen del sujeto, momento inagural en el que surge una nueva vida cuyo destino queda abierto, sino, al contrario, repetición de un momento y de una vivencia que ya se han producido". Pero pensemos entonces en la posibilidad de que ya en este retorno, en un tiempo posterior, tenga lugar la inscripción de una temporalidad que lo difiera, que establecerá alguna diferencia, en la medida en que eso retornado sería reinterpretado por un yo que tratará de entramarlo en su devenir.

Finalmente llega al lugar de la cita: "...ahora ya estás aquí, entras en la última plataforma y te asomas a la ciudad. Sólo hay dos turistas obstinados, es una pareja madura que mira el panorama con prismáticos y conversan, [...] aguzas el oído, hablan en francés, captas algún retazo de frase, es una enfermedad que hoy se puede controlar, dice él, es un virus parecido al herpes zóster. Luego se callan, se cogen de la mano y enfilan las escaleras para descender. Miras a tu alrededor maravillado, no ha quedado nadie, estás solo, allá arriba, te sientes traicionado, dices: Tadeus, me has dado una cita falsa. Y en ese momento empieza a llover a cántaros, [...] aprietas con las manos el hierro del parapeto y en ese momento la campana mayor, a tus espaldas, empieza a tocar las seis, son repiques graves y profundos que hacen vibrar el suelo, parece que tiembla la torre entera, miras a lo lejos, hacia el mar, y después debajo de ti, perpendicularmente".

Recorte de una frase en una lengua extranjera. El hérpes zóster aparece en otra novela de Tabucchi. En "Réquiem", el protagonista, del que tampoco se da a conocer el nombre (es a través de los otros que se van trayendo fragmentos que arman la historia de este personaje), se reencuentra con Tadeus en el cementerio, tiene una cita con Isabel y allí se revela algo de lo que acá queda en suspenso: la duda sobre el origen, la certeza de una paternidad incierta, el hijo imposible de dos padres que no pueden serlo, demasiado padre-ningún padre. Es significativo el encuentro en el Museo de Arte Antiguo, observando el tríptico de las "Tentaciones de San Antonio"de El Bosco. Allí, un pintor copista que pinta detalles por encargo de este tríptico, lo pone al tanto de que el cuadro estuvo en un hospital para enfermedades contagiosas de la piel, generalmente venéreas y sobre todo lo que llamaban "el fuego de San Antonio", una especie de erisipela que se manifestaba cíclicamente en forma de ampollas, hoy conocida como herpes zóster. El Pintor Copista le dice que al parecer todos la tienen en estado larvario, manifestándose al bajar las defensas, "algo así como el remordimiento". El cuadro es un delirio, hombres tronco, imágenes terribles, una pareja montada sobre un pez (el mero o tal vez una tenca, que también reaparece en otras obras del escritor), una pareja "pecadora": "Sobre esa tenca grasienta esos dos personajes van al encuentro del diablo, dijo, fíjese, sobre esa tenca grasienta esos dos tíos se dirigen a una cita diabólica, van a hacer porquerías en un sitio cualquiera".

El horror de la escena primaria: dos personajes tentados y que tientan, como Tadeus, concurriendo a una cita con el destino, ¿enigma de un goce sin límites, que será revelado al precio de la pérdida del sujeto? Lo que comenzó como un simple juego de recorte de frases, termina en la torre, final abierto que lo deja suspendido, al borde:

"Sientes el vértigo que te captura la mirada y que se transforma en una comezón que desciende por tu espalda y alcanza tus manos que ahora se abren y se cierran por sí mismas sobre el hierro del parapeto:
ahora sabes por qué Tadeus te ha atraído hasta allí, sólo él podía darte una cita como ésta".
Pero debemos detenernos aquí, parafraseando a Freud, pues nos hallamos a punto de olvidar que el protagonista y Tadeus no son sino entes de ficción creados por el autor (22). Continuaremos más adelante estas intertextualidades, articulando reflexiones sobre la creación, de la que Freud ha hablado en varios trabajos, pero, como hace notar Castoriadis "a través de toda su obra logró la azaña de hablar de la imaginación sin nombrarla ni una sola vez"(23).

 

Montevideo, julio de 2006.

Irene Barros Vieitez
As. Área de Psicoanálisis
E-mail: irebarros48@hotmail.com

Notas:

1 Freud, Sigmund, El Delirio y los sueños en La "Gradiva", de W.Jensen, 1906 [1907], O. C. T. II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1981.
2 Castoriadis Cornelius, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación. Bs. As., eudeba, 1998,p.278
3 El Aprendiz de Historiador y el Maestro Brujo, Bs. As., Amorrortu Editores, 1992, [1984]
4 Aulagnier, Piera, La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Amorrortu Editores, Bs. As. 1993 [1975] p.164.
5 C. Castoriadis, trabaja desde la frase "Wo es war soll Ich werden", traducida como "donde ello era Yo debe advenir", proponiendo "Donde eso era Yo soy/es, Ello también debe emerger", que introduce la idea de movimiento identificatorio, de trayecto y de proyecto de autonomía, pero no desde un Ello conquistado por un Yo que elimina los impulsos y las fantasías mediante el control, sino a través de la alteración de la relación entre las instancias. Entiende el fin de un análisis como el acceso a partir de la imaginación radical, a una subjetividad reflexiva y deliberante y no una máquina pseudo-racional y adaptada a la sociedad. Remitimos a varias obras, desde "La institución imaginaria de la sociedad", pasando por "El mundo fragmentado" (p.p.93,94) y "Hecho y por hacer, pensar la imaginación". Autores más cercanos, en el Río de la Plata continúan esta propuesta, Yago Franco y el lamentablemente fallecido Ignacio Leukowics, en sus aportes a la compilación "Proyecto terapéutico. De Piera Aulagnier al psicoanálisis actual", Op. Cit., lo plantean en sus exposiciones.
6 Aulagnier, Piera. Op.cit.
7 Castoriadis Cornelius, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación. Bs. As., eudeba, 1998,p. 286.
8 Op. Cit. P. 302
9 Op. Cit. p.p. 309-310
10 Op.Cit. P.269
11 Aulagnier, Piera, Los Destinos del Placer. Alienación, amor, pasión, Bs. As. Paidós, 2004 [1994], p. 38.
12 Op. Cit. P. 78.
13 Freud, Sigmund, El tema de la elección de un cofrecillo, 1913, O.C., T. II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1981.
14 Freud, Sigmund, Más allá del principio del placer, 1920, OC, T III, Biblioteca Nueva, Madrid.
En este caso se utilizó la traducción de Graciela Schvartz en el libro de Juan Carlos Cosentino, "El Giro de 1920", Más allá del principio del placer. Imago Mundi, 2003, p.49.
15 "Voces traídas por algo, imposible decir qué" es un cuento del escritor italiano Antonio Tabucchi de su libro "El ángel negro" , Editorial Anagrama, 1998, Barcelona. Primera edición en italiano, Milán, 1991, en español, 1993.
16 A partir de aquí todas las negritas y subrayados son míos.
17 Aulagnier, Piera, La violencia de la interpretación, p. 98.
18 Hornstein, Luis, "La subjetividad y lo histórico-social: hoy y ayer, Piera Aulagnier, en "Proyecto terapéutico. De Piera Aulagnier al psicoanálisis actual".p.45.
19 Castoriadis, Cornelius, Psicoanálisis, proyecto y elucidación, Bs. As. Ediciones Nueva Visión, 1998, P. 112.
20 Tabucchi,Antonio, Réquiem, Barcelona, Editorial Anagrama, 1996 [1991].
21 Aulagnier, Piera, La violencia de la interpretación. P. 212.
22 Esta es, sustituyendo los nombres, la frase con la que termina Freud "El delirio y los sueños en La "Gradiva", en un apéndice agregado a la segunda edición de 1912.
23 Castoriadis, Cornelius, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación, p.282