QUERENCIA.
A modo de epílogo

Las inquietantes conferencias aquí transcriptas, los diálogos con José Luis y su Sra. esposa Lic. María Angélica Araoz, durante su estancia en nuestra Universidad y el posterior intercambio vía fax que tuvimos para la corrección de las mismas en aras de su publicación, fueron y siguen siendo absolutamente fermentales para todos quienes pudimos participar de ello. Las emociones removidas al participar en este homenaje luego de la irreparable pérdida, me implican de tal modo que he de atreverme por momentos a hacer uso de la primera persona.
Seguramente este singular y primera persona no se sostendrán con facilidad, cuando hable de la traducción de las Actas, pues se hará notorio que éstas no hubieran sido posibles sin la inestimable colaboración de mi compañero Martín Wolf. Es aquí donde, ciertas similitudes intuidas hacen a mi deseo de extender este mensaje a María Angélica Araoz, quien supo estar toda su vida al lado de José Luis con sus aportes y enorme afecto. Aquí en Uruguay esta presencia se hizo sentir también de ese modo tan sólido y suyo.
A poco tiempo de esa rica estadía de ambos, nos llegaban las por entonces recién descubiertas Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena de los años 1919 a 1923 que se creían perdidas.
Quien las descubrió fue Karl Fallend, un colega vienés, investigador asociado de nuestro Area de Psicoanálisis. Las halló dentro de las cajas de la sucesión del Psicoanalista Siegfried Bernfeld, en los Archivos de la Biblioteca del Congreso de Washington donde estaba en custodia. Bernfeld analista de la camada "joven" de la Sociedad Psicoanalítica de los años de la Viena Roja era sobre quien versaba la investigación de Fallend.
La transcripción de las Actas no se hizo esperar; nos fue enviada, primero en borrador, luego en su publicación final en un libro, con la autorización y financiado auspicio del Ministeriio de Ciencias y Artes de Austria para que realizáramos su traducción al castellano.
Por mi familiaridad con la lengua alemana, el traducir, hasta conocer a Etcheverry; era una tarea solitaria y un tanto árida cuyo isomorfismo con el psicoanálisis no desconocía por tener que realizar con frecuencia retraducciones de artículos que me parecían fallar en su esencia o al menos en algunas palabras que modificaban lo que entendía como su "verdadero" sentido en alemán.
La magnitud de esta relación traducción-investigación-psicoanálisis pude compartirla como nunca al conocer a este ser humano tan peculiar.
Allí confirmé; no sólo podía ser importante traducir bien para los lectores y los estudiosos, sino que para el traductor esto significa un desafío, una apuesta, una interesantísima tarea de investigación y ante todo una enorme responsabilidad, aprendizaje, trabajo de formación y creación psicoanalítica.
En el prólogo a estas conferencias ya se dice mucho de lo que este encuentro nos hizo pensar; creo difícil poder agotar todo lo que representó este acontecimiento al momento de abocarme a la tarea antes mencionada.
Por otra parte José Luis no dejaba de hacernos pensar.

Transcribo aquí su fax del 1 de abril de 1996:

" Estimadísimos Doris y Martín Wolf-Felder:

El trabajo de desgrabación está espléndido y he tenido el inmerecido privilegio de que lo hicieran ustedes. Esto me hace acordar al período de oro de la Universidad de por acá. Nuestro profesor de griego preparaba él mismo centenares de páginas para imprimir en griego sobre las que versaría después la clase. Con la facilidad del disquete, además me puse a leer atentamente. A medias es cierto que se trata de mi texto, puesto que fue pronunciado en público y es también de este y de los profesores. Me limito a repuntuar, agrego pocas aclaraciones (alguna palabra más) y elimino frases confusas. El 8 de abril, como se indicó, envío por el mismo correo empleado por ustedes las hojas nuevamente impresas y el disquete corregido. Si no están de acuerdo con el resultado, pues me lo hacen saber.
Hoy leo el fax con destinatario equivocado, de Doris-Golem. En su momento estuve por decir algo sobre las actas inéditas. Me interesaron muchísimo: desde luego que el fichteanismo de Wundt favorece mi "querencia". Pero parece haber muy serios problemas de transcripción. Algo que me resulta sospechoso: la fecha. Y, sobre todo, la consideración de lo "involuntario" se corresponde más bien a la problemática de Freud hacia 1900-1905. Como en estas cosas no es malo ser desconfiado, me pongo en abogado del diablo: ¿no serán apuntes, tomados por otro que no fuera el secretario de actas oficial, de las sesiones ya publicadas?

Un abrazo,

José Luis (hoy, al final de lunes 1° de abril)"

 

Era preciso transcribir una de esas fructíferas notas en su totalidad. He aquí por una parte el vínculo creado. Por otra, todo aquello que en tan breves palabras daba, decía, hablaba de sí; su humildad y su sabiduría, su profesionalismo y su humana humanidad, su escrupulosidad y su inteligente humor, su aporte desinteresado y su gran interés por conocer, saber, explorar todo lo nuevo-viejo-histórico conceptual, epistémico, actual y actualizador.
Los efectos que producía… una enorme gratitud de encontrar un universitario tan auténtico, tan como aquellos que él y nosotros añorábamos por igual y a los que supo parecerse más que nadie.
En cuanto a sus observaciones, nos hizo investigar, ser a nuestra vez también "abogados del diablo", buscar la autenticidad de las Actas, luchar y trabajar más y más para hacer el trabajo apenas aproximadamente tan correcto como él lo solía hacer. En un primer momento, el pensar que los documentos entre manos podían no ser lo que creíamos, incluso llegó a enojarme, ¿cómo podía dudar de lo hallado por investigadores tan rigurosos y reconocidos en Austria?, ¿cómo podía pensar que la transcripción de Fallend pudiera ser poco rigurosa? Los faxes fueron y vinieron a Bs. As., a Austria y nuevamente siempre a Montevideo. Terminé valorando muchísimo la tranquilidad que esta alerta nos permitió buscar. Finalmente llegamos a reasegurarnos con respuestas que -sólo a través del modo de pensamiento de este increíble traductor, que lo hacía desde el alemán de sus conocimientos de la filosofía, buscando en la epistemología de cada época, cada decenio, cada momento- a través de evidencias que desde Austria pudieron darme: entre otras, una razón en la línea de Etcheverry: algunos miembros nuevos de la Sociedad de los Miércoles reinterrogaban elementos de la filosofía wundtiana que Freud mismo, como bien lo decía Etcheverry, ya había superado pero que había que responder nuevamente.
Yo traducía desde mi alemán ancestral, desde el alemán aprendido en mi casa, casi de la época de Freud, Etcheverry me hizo buscar en las enciclopedias filosóficas de la época, que también estaban en mi casa, heredadas de mis padres.
Y la "querencia" se hizo carne en mí. La "querencia" del alemán de mis orígenes, la "querencia" de la Universidad y mi entrega junto a mi compañero a una labor como esas que José Luis nos supo mostrar tan bien. La búsqueda de la palabra diversa, no siempre igual a sí misma, elusiva de los mimetismos, coloquial y literaria como Freud mismo, inquietante, cuestionadora, que abriera el paso a todos los "abogados del diablo". Ahora bienvenidos, si se podía provocar una sola duda que permitiera preguntarse, criticar, repensar.

Por todo lo anterior nuestra Revista de Internet, de la que lamentablemente no pudimos participar ya a José Luis Etcheverry se denomina "Querencia" y su primer número se editorializa del siguiente modo:

 

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